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Capítulo 3 - Que ilusa fuí

Luego de que el idiota y descarado de Nicolas me haya sugerido acostarse conmigo, como si fuera un premio consuelo, cerré la puerta de mi habitación trabándola con una  silla para sentirme segura de que no se metiera por la noche mientras dormía. Estaba loco si pensaba que me iba a acostar con él, ni en sus sueños.

Luego del percance en la cocina, todo marchó relativamente bien durante la noche. Por suerte, no me molesto más y pude dormir en paz.

Al otro día, cuando vi que mi marido de mentira se fue a trabajar saliendo por la cochera con su automóvil de lujo color negro que me hizo poner los ojos en blanco, esperé a que doblase la esquina y aproveché para salir de la casa infraganti para encontrarme nuevamente con la mujer que me hizo dar un giro inesperado a mi vida y que tenía la vida de mi hijo en sus manos.

Llegué al café y la señora misteriosa ya estaba ahí, esperándome en una  mesa junto a la ventana con unos anteojos de sol que por suerte me impedían ver su fría mirada.

Me senté sin siquiera saludar, ella tampoco lo hizo. Como si fuéramos amigas de antaño.

-Bien, ya cumplí con mi parte- Informé con impaciencia moviendo una de mis piernas con nerviosismo.

-Me alegro de que todo haya salido de maravilla- exclamó con un falso interés, pude notar que le daba igual, ya que estaba prestando más atención a encender su cigarrillo.

-Sí, lo que sea.-me apuré a decir- Pero necesito el dinero- ordené con irritación.- Ya.

Giró su rostro hacia mí, no pude ver sus ojos pero sabía que los estaba clavando en mi rostro, la sensación de ser observada me recorrió la columna vertebral. Una sonrisa de colmillos filosos y dibujados de forma grotesca apareció en su rostro. Se estaba tardando en contestar, ella sabía que manejaba la conversación, me tenía comiendo de la palma de su mano.

-¿Sabes?- le dio una calada larga al cigarro que me crispó los nervios- Yo en tu lugar me olvidaría de ese niñito y empezaría una nueva vida-

-¿Como dice?- Pregunté sin creer lo que estaba escuchando-.

-Ahora estás casada con un joven rico y apuesto, podes hacer borrón y cuenta nueva, sin obstáculos en tu vida- Tuvo el descaro de sugerirme.- Hasta tener hijos legítimos, bajo el matrimonio.

Apreté con fuerza la tela de mis pantalones y me incliné hacia adelante para enfrentarla:

¡¡-Mi hijo no es un obstáculo! ¡Cómo se atreve a sugerir semejante locura! Acepté esto por mi hijo, ahora denme el maldito dinero- Golpeé la mesa con ira y extendí una de mis manos hacia su vieja y siempre tensa cara, que ni siquiera se inmutó.

-Será mejor que te calmes- amenazó quitando con brusquedad mi brazo de su rostro.- No queremos un ataque de histeria.

-No me calmo nada, ya soporté muchas injurias por parte de usted y del idiota de mi marido. - Escupí perdiendo cualquier intento de ser cortés- Ahora quiero mi parte del trato o renuncio a todo esto. Si no recibo los diez mil dólares en este mismo momento voy a decir la verdad a todos- sentencié

-Te sugiero que lo pienses dos veces antes de hacer algo de lo que te podes arrepentir.- Se quitó los lentes de sol, clavando sus ojos de arpía con dureza-

-¿Me estás amenazando?- Exclamé sin sentirme intimidada.

-Solo te digo que te estas metiendo con gente peligrosa y que tu hijo aún está con vida.- Amenazo con una tranquilidad que no tenía relación con sus palabras.

Abrí la boca estupefacta. No podía creer que esa mujer fuera capaz de meter a mi muchacho en todo esto.

-Está amenazando a mi hijo- sugerí, esperando que retractara su amenaza.

-Carla- Me nombró liberando hacia mi rostro una nube de humo que salió de su boca fina y desagradable- te recomiendo que sigas con toda esta farsa y te calles la boca por un tiempo, si quieres tener un final feliz.

Una vez más la siniestra mujer me dejó con la boca cerrada y una pesadez encima. Se levantó de su asiento y alejó como si nada, como si recién no hubiese amenazado la vida de mi Pablito, como si no hubiese arruinado más mi vida. La dejé irse, porque el shock era más fuerte que mi sed de venganza.

Necesitaba a mi hijo, era el único que me hacía sentir bien.

Luego del chantaje bastante claro de la mujer, corrí hasta el hospital para verificar que mi Pablito estuviera bien. Llegué corriendo a la sala de terapia intensiva, con el corazón en la garganta.

-Por favor. Que no le hayan hecho nada- supliqué agitada mientras corría por el largo pasillo.

Llegué hasta la puerta de su habitación y entré sin pensarlo dos veces, aún seguía ahí, en su camilla conectado miles de cables, tan pequeño y delgado que parecía romperse, pero estaba a salvo de las garras de la gente que quería hacernos daño, eso era lo importante.

Suspiré aliviada, en ese momento en que lo vi tan vulnerable supe que nadie más que su madre podía protegerlo, si no hago algo yo misma nadie lo va a hacer por mí.

Yo sé, que en mi situación actual, no puedo quedarme de brazos cruzados viendo como la vida de mi hijo se va desvaneciendo frente a mis ojos.

Estoy sola en este mundo, nadie me va a ayudar. Esa bruja me engaño, ahora estoy apresada en un matrimonio que no pedí y a quien tampoco le voy a pedir ni un centavo.

Tengo que tomar valor y hacerlo por mi cuenta.

Así que, salí del hospital más empoderada que nunca, con la energía recargada gracias a mi hijo y me adentré en la ciudad.

Encontré un cartel en una vidriera que decía "Se busca mesera con urgencia"

Tomé el papel y decidí trabajar en ese bar, en el mismo horario en el que mi nuevo esposo sale de casa, hasta entrada la noche. Temo que se entere de lo que estoy haciendo, porque mi orgullo es más fuerte, no pienso pedirle ayuda a ese idiota.

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