Omar Del Valle Estaba charlando con mi tío Brandon, y podía sentir la tensión en el aire. Su expresión era de desagrado, y sabía que no se tomaría a la ligera lo que había visto. —No entiendo qué demonios estás haciendo, Omar —dijo Brandon, cruzando los brazos—. Eres el prometido de una de mis sobrinas y besas a otra. Esto no solo es inapropiado, es una locura. —No me digas lo que debo hacer, Brandon —respondí, intentando mantener la calma mientras una parte de mí deseaba dejar salir toda mi frustración. —¿Y qué? ¿Vas a seguir persiguiendo a Emily mientras prometes lealtad a Elena? No tienes idea de lo que estás arruinando aquí —dijo, su voz tensa. Me crucé de brazos, tratando de mantenerme firme. La verdad era que no podía dejar de pensar en Emily, incluso si eso significaba hacer enojar a mi familia. —No estoy persiguiendo a nadie —dije, aunque sabía que no era cierto. La imagen de Emily, su piel bronceada y su risa, invadía mis pensamientos constantemente. Brandon me
Cuando el coche se detuvo frente al departamento de Omar, mi corazón latía con fuerza, pero no por el motivo que él creía. Estaba furiosa, agotada de sus manipulaciones, de la forma en que creía que podía controlarme como si fuera su propiedad. Sentí el peso de su mirada mientras me quedaba sentada, sin intención de moverme.—Baja del coche —me ordenó, su voz llena de una autoridad que me hacía hervir por dentro.Me negué, apretando los puños. Mi mente estaba en caos, pero una cosa estaba clara: no podía seguir soportando esto.—No, Omar. Esto no está bien —respondí, mi voz más firme de lo que me sentía—. No puedes seguir con este juego. No soy tuya y jamás lo seré.Lo vi rodear el coche y abrir la puerta de mi lado. Su figura me intimidaba, pero me negaba a mostrarlo. Su mirada era oscura, como si estuviera conteniendo una tormenta de emociones.—Claro que lo eres —sus palabras salieron como un veneno suave, su mano alcanzando la mía para tirar de mí—. Vas a entenderlo tarde o tempra
Sentí los labios de Omar sobre los míos, sus besos eran intensos y voraces, como si quisiera devorarme. Mi corazón latía con fuerza mientras él retiraba mi vestido de la cabeza hacia arriba, dejándome en ropa interior. La brisa fría de la habitación contrastaba con el calor que emanaba de su cuerpo, y un escalofrío recorrió mi espalda. —Omar, yo nunca... —logré confesar, mi voz apenas un susurro. La realidad de lo que estaba sucediendo comenzaba a hundirse en mí, y aunque deseaba detenerlo, había una parte que no quería que esto terminara. —No digas nada, Emily. —Me interrumpió con un tono suave pero autoritario, sus ojos profundos fijos en los míos—. Solo déjate llevar. No podía evitarlo. Su cercanía me desarmaba, y mis dudas se desvanecían con cada roce de su piel. Pero la voz de la razón luchaba en mi mente, recordándome que era el prometido de mi hermana. ¿Cómo podía estar aquí, a punto de cruzar una línea que no debería siquiera haberse planteado? Sin embargo, cuando sus labio
Me desperté temprano con la camisa de Omar puesta y me dirigí a preparar el desayuno. Estaba tranquilamente preparando unos panqueques cuando sentí que él me agarraba de atrás. —Me harás quemarme... —reí, tratando de concentrarme en la sartén. —Eso no me importaría —murmuró en mi oído, con su voz baja y seductora, mientras sus manos se deslizaban lentamente por mi cintura, tirándome más cerca de su cuerpo. Sentí el calor de su aliento en mi cuello y la presión de su cuerpo detrás del mío. Mis dedos temblaron ligeramente sobre la espátula, tratando de mantener la compostura. —No puedes hacer eso mientras cocino —protesté en tono suave, aunque sabía que mis palabras no tenían mucho peso. —Puedo hacer lo que quiera... —susurró Omar, sus labios rozando la piel de mi cuello, su respiración caliente contra mi oído. Me estremecí, pero traté de mantenerme firme, concentrándome en los panqueques que tenía frente a mí. —Omar... —murmuré, intentando sonar seria—. Me vas a hacer quemar todo
Omar Del Valle.Estaba completamente extasiado mientras besaba a Emily, su cuerpo desnudo debajo de mí era como un fuego que no podía apagar. La noche había sido intensa, llena de pasión, y sentía que cada caricia, cada beso, era una conexión que se profundizaba entre nosotros. Era la primera noche que pasaba en mi departamento tras su mudanza, y no podía dejar de pensar en cómo todo había cambiado tan drásticamente en tan poco tiempo.Ella estaba agotada, sus respiraciones eran suaves y rítmicas, y se había quedado dormida entre mis brazos. La observé, sintiendo una mezcla de ternura y posesión. Era mía, y eso era lo único que importaba.De repente, mi teléfono vibró, rompiendo la paz de ese momento. Era una llamada de Elena. No podía creerlo. Me alejé un poco de Emily, intentando no despertarla. Contesté la llamada, sintiendo que el fastidio empezaba a burbujear dentro de mí.—¿Qué quieres? —respondí de mala gana, sin rodeos.—Mi amor, no has visto a mi hermana... —preguntó Elena co
Emily Coleman Hace un mes que vivía con Omar, y a pesar de la felicidad que él me brindaba, no podía evitar sentirme mal por mentirle a mi padre. Sabía que él nunca lo entendería; su visión del mundo era completamente diferente. La verdad es que casi no tenía amigos. Desde el escándalo que provocó Omar, Martín no me hablaba. Solo hablaba con una compañera de la empresa, pero nuestras interacciones eran superficiales y carentes de la cercanía que solía tener con mis amigos. Las conversaciones con mi papá eran esporádicas y llenas de tensión. Siempre trataba de mantener una fachada normal, pero en el fondo, sabía que la situación era insostenible. La ausencia de Livia y Elena en mi vida me hacía sentir libre. Mi tía Perla, que siempre había sido un apoyo incondicional, me invitaba a su casa con frecuencia, pero me daba mucha vergüenza ver a tío Brandon a la cara después de todo lo que había pasado. A veces, mientras observaba a Omar dormir a mi lado, me preguntaba si realmente hab
Estaba saliendo de la iglesia, con el corazón roto y la mente nublada, cuando sentí que alguien me agarraba del brazo. Me giré y vi que era mi padre, Andrés. Su expresión era seria, aunque sus ojos reflejaban preocupación. —Vi que Livia salió detrás de ti —dijo él, sin rodeos—. ¿Ella te hizo llorar? Traté de tragar el nudo en mi garganta y apartar la mirada, incapaz de sostener sus ojos. —Me quiero ir, papá —le dije, con la voz apenas un susurro. Él frunció el ceño, claramente molesto. —Emily, tu lugar es aquí, en la boda de tu hermana —respondió firmemente, sin dejar lugar a discusión. Sentí cómo la rabia y la tristeza volvían a mezclarse en mi interior. Mi padre, como siempre, no entendía lo que realmente estaba pasando. O tal vez simplemente no le importaba. —Nadie me quiere aquí —le respondí, tratando de soltarme de su agarre, pero él no me dejó ir. —Claro que sí —dijo, con una calma forzada—. Elena quiere verte, y Omar me aseguró que él personalmente te había envi
Al ver a Omar, sentí el nudo en mi garganta apretarse más. No podía dejar que ellos me vieran así. Rápidamente limpié mis lágrimas con las manos, intentando recomponerme. Entonces, Elena, con esa sonrisa cínica que tanto detestaba, se acercó a mí, extendiendo los brazos como si nada hubiera pasado. —Hermanita, estás llorando de la emoción... —dijo, su tono lleno de falsedad mientras me abrazaba. Su cercanía me revolvía el estómago, pero me quedé inmóvil. Apenas podía soportar la ironía de sus palabras. Sabía que ella disfrutaba mi sufrimiento, sabía que lo hacía a propósito. Sin embargo, no podía permitirme el lujo de perder el control. —No es nada... —murmuré, separándome de su abrazo—. Solo polvo en los ojos. La sonrisa de Elena se ensanchó, como si supiera perfectamente que estaba mintiendo, pero no le importaba en lo más mínimo. Sentí una oleada de náuseas que subió rápidamente, y antes de poder detenerlo, vomité justo sobre el elegante vestido blanco de Elena. El sonido