Amenazas

Esmeralda Salvatierra

No podía creer que me hubiera entregado nuevamente a ese miserable de Alessandro. Después de todas las cosas horribles que me hizo y dijo, no era más que un canalla. Y aún así, me acosté con él. ¿Qué estaba pensando?

Me desperté en una habitación que apenas reconocía. Las sábanas estaban desordenadas, testigos mudos de una noche de pasión y arrepentimiento. Me senté en el borde de la cama, sintiendo una mezcla de furia y vergüenza arder en mi pecho. Al intentar recoger mi vestido, me di cuenta de que estaba hecho trizas, esparcido por el suelo como si hubiera sido desgarrado sin ningún cuidado. Con un suspiro de resignación, tomé una de sus camisas que colgaba de una silla y me la puse, sintiendo su aroma envolverme. Aún así, me sentía vulnerable y expuesta.

Bajé las escaleras, sin siquiera saber dónde me encontraba realmente. La casa era imponente, decorada con un lujo que me resultaba asfixiante. "Prácticamente me había secuestrado", pensé con amargura mientras
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