Era una hermosa mañana, y el clima parecía perfecto para salir a caminar y respirar aire fresco. Evan había mencionado un lugar al que solía ir con sus padres, un sitio algo alejado de la ciudad, pero no lo suficiente como para sentirse completamente aislados. Emocionada ante la idea de pasar el fin de semana juntos, Hayley se levantó temprano para prepararse para el viaje.
Se dio un baño con agua tibia, disfrutando de la calidez que la envolvía, y luego se vistió con un sencillo vestido floreado que realzaba el color de sus ojos azules. Se calzó unas zapatillas deportivas para mayor comodidad y comenzó a elegir lo que llevaría. Sus pertenencias consistían en ropa para acampar, como le había indicado Evan, ya que se trataba de una cabaña situada cerca de un bosque tranquilo. Así que, al ser solo dos días, guardó todo en una pequeña valija de mano que cargó sin dificultad.A pesar de haber dormido apenas cinco horas, no lograba entender la razón de su buen ánimo. QuA la mañana siguiente, Hayley despertó al sentir los cálidos rayos de sol filtrarse por la ventana, acariciando su piel con una suavidad que la invitaba a levantarse. Se incorporó lentamente, dándose cuenta de que la habitación estaba en silencio, y que se encontraba sola. Cubriendo su cuerpo con la sábana, se dirigió al baño, donde el espejo le devolvió una imagen que la sorprendió. A pesar de su cabello desaliñado, su reflejo irradiaba una belleza natural que la hizo sonreír.Tras contemplar su imagen por un momento, se adentró en la bañera, sumergiendo su cuerpo en el agua tibia. La calidez del agua la envolvió, y en ese instante, se sintió completamente relajada. Mientras permanecía allí, su mente comenzó a divagar, reflexionando sobre su vida y el cambio que había experimentado desde que conoció a Evan. Él era el hombre que había transformado sus días, llenándolos de luz y alegría. Se había entregado a él sin reservas, sintiendo que había encontrado no solo un ama
Horas más tarde, llegaron al hospital, sus corazones inquietos resonando en un compás de ansiedad. Al cruzar las puertas del vestíbulo, el aire se tornó pesado con el olor a desinfectante, y el murmullo de la actividad hospitalaria se convirtió en un trasfondo distante que apenas lograba penetrar la mente de Hayley. Ella sabía que su hermana, necesitaba su apoyo, pero la incertidumbre de lo que encontrarían la llenaba de inquietud.Al llegar a la habitación, la joven se detuvo un momento, su mano temblorosa se detuvo en la manija de la puerta. Un instante después, empujó la puerta y entró. La imagen que se presentó ante sus ojos fue desgarradora. Hanna yacía en la cama, con una venda en el brazo y el rostro magullado por los golpes del accidente. Sus ojos, normalmente llenos de vida, estaban nublados de lágrimas que caían silenciosamente sobre su almohada.La expresión de Hanna se iluminó al verla, pero rápidamente se oscureció de nuevo por el dolor que la con
Ese día el cielo grisáceo parecía estar presagiando la tormenta que se avecinaba para la familia Hamilton. En la oficina de su prestamista, Jacob se encontraba en un estado de desesperación palpable provocando que el ambiente se volviera tenso. Su rostro, surcado por arrugas de preocupación que se acentuaban cada vez más ante su expresión de desasosiego debido a la delicada situación en la que estaba, evidenciaba la angustia que sentía al pensar en las deudas que ahogaban a su familia. Jacob siempre había sido un hombre de sueños y ambiciones. Decidió invertir el dinero que le había prestado uno de los magnates más importantes de la ciudad, Stephen Bourousis, en una serie de negocios prometedores. Confiado en su juicio, se dejó llevar por las promesas de un grupo de hombres carismáticos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que había caído en una trampa. Aquellos supuestos socios eran estafadores que desaparecieron con su dinero. La incredulidad lo abrumó al enterarse de que no solo
La cena se llevó a cabo en un salón elegante, adornado con flores blancas y doradas. Hayley, vestida con un sencillo vestido negro tomado del armario de su hermana, se sentía completamente fuera de lugar en aquella mansión. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, habría contemplado todo con emoción; sin embargo, en ese momento, solo deseaba despertar de aquella pesadilla.—Cambia esa expresión, ¿quieres? —ordenó su padre en un susurro para que nadie más los escuchara—. Te presentaré al señor Bourousis y su hijo. Deberías verte feliz, niña.Ella lo miró, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con brotar nuevamente. Pero las apartartó con rapidez. No lloraría, se negaba a hacerlo y rogaba que estas no la traicionaran.—No tengo elección, ¿verdad? —respondió en voz baja y él negó con la cabeza.—Deberías estar agradecida con tu hermana. Si no hubiera huido, no estarías aquí a pocos minutos de conocer al heredero más codiciado de la ciudad —comentó su padre, intentando convencerla
La mansión Bourousis se alzaba majestuoso bajo el cielo despejado de nubes. Los jardines, decorados con flores y cintas de seda, contrastaban con el sombrío ambiente que reinaba tanto dentro como fuera de la propiedad. En una de las habitaciones principales, Hayley contemplaba su reflejo en el espejo de cuerpo entero, fijado en la pared. Sus ojos azules, brillaban con lágrimas contenidas mientras sus dedos temblorosos acariciaban el delicado encaje de su vestido de novia. Sin duda era precioso, a pesar de ser usado en una boda que no significaba nada para ella.La joven observó con detenimiento cada detalle de su apariencia, buscando cualquier imperfección que la delatara. Su cabello castaño estaba recogido en un elegante moño con algunos mechones suelto sobre su frente, enmarcando su rostro que, aunque hermoso, carecía de la alegría que debería que caracterizaba a una novia en su día especial.Una lágrima resbaló por su mejilla, pero la secó con cuidado para no estropear su maquilla
Horas más tarde, Hayley y Evan se despidieron de los pocos familiares y amigos presentes en la ceremonia, dejando atrás un ambiente lleno de falsa felicidad todos, siendo parte de un guión forzado. Y allí estaba ella, interpretando un papel que odiaba mientras que él, actuaba tan bien que parecía que se le daba genuino.Se subieron al auto que los estaba esperando, y el chófer puso en marcha el coche dirigiéndose al nuevo hogar de los recién casados. Los Bourousis eran dueños de varias propiedades, y una de ellas era una ostentosa residencia situada en una de las mejores zonas de la ciudad.Al llegar, Hayley fue recibida de manera inesperada por un peludo amigo de cuatro patas. Un perro de pelaje blanco y suave, con ojos brillantes y una cola rizada que se movía con entusiasmo, comenzó a olfatearla con curiosidad. Su euforia al notar la presencia de Evan era evidente, como si el tiempo de separación hubiera sido una eternidad. La joven, sorprendida por la alegría del animal, se sintió
Al día siguiente, Hayley despertó al sentir los suaves rayos del sol colarse a través de la ventana. Sus ojos se abrieron lentamente, tratando de acostumbrarse a la luz que inundaba la habitación. Desorientada, se sentó en la cama, mirando a su alrededor, sin poder recordar dónde se encontraba hasta que la realidad la golpeó con fuerza. Un sonoro suspiro escapó de sus labios.Se dio cuenta de que aún llevaba puesto el vestido de la noche anterior y, confundida, reparó en la manta que le cubría parcialmente el cuerpo. No recordaba haberse arropado. “¿Quién había sido?” se preguntó, extrañada.De repente, sus ojos se abrieron de par en par al pensar en la única persona que invadía su mente; Evan. Era el único que vivía en aquella mansión, y la idea de que él había entrado en su habitación mientras ella dormía provocó un ligero sonrojo en sus mejillas. Se sintió avergonzada por lo atento que había sido aquel hombre.Incorporándose de la cama, arrastró los pies por el suelo frío y se dir
Las palabras flotaron en el aire, pesadas, aumentando la tensión en el ambiente. Mientras su corazón se aceleraba y su mente se llenaba de confusión y rabia, Hayley lo miró con incredulidad.“¿Un hijo?” repitió en su interior, aún procesando lo que él había dicho. La idea la dejó contrariada.—¿Es una broma, verdad? —su voz reflejaba aturdimiento—. Porque es lo más descabellado que me han dicho.Evan se pasó una mano por el cabello, sintiendo el peso de la herencia familiar sobre sus hombros. No había sido fácil para él expresar aquella última exigencia, pero no podía esperar más, sabiendo que los hermanos de su padre tenían intenciones de arrebatarle el puesto. Para poder dirigir la empresa, debía cumplir con las condiciones impuestas por su abuelo y así continuar con el legado familiar.—Es parte del acuerdo; necesito un heredero que mantenga el apellido de mi familia. ¿Acaso tu padre no te lo dijo?Perpleja, ella lo miró desconcertada. Por supuesto, su padre le había ocultado aquel