REGINA
No escucho lo que susurra Ronan Moretti, pero lo que sí sé, es que no me gusta la manera en la que me está viendo, su ceño se profundiza, dura segundos, ya que enseguida es como si acabara de despertar de un profundo sueño y ahora me fulmina con una mirada tan dura, que es como un cuchillo. Olvido cómo se respira, olvido todo. Un cosquilleo semejante a una corriente me recorre todo el cuerpo, anclándome en mi sitio.
No tengo la remota idea de lo que está pensando en estos momentos, pero se siente como si el universo entero acaba de desplomarse encima de mí, dije aquellas palabras en un impulso apresurado por no querer perder mi empleo. El ligero hormigueo de anticipación comienza a expandirse desde mi estómago hasta la punta de los pies.
Dos de sus guardaespaldas me tienen agarrada de ambos brazos, inmovilizada con ahora un hombre que tiene más el parecido de una bestia hambrienta, llena de odio y confusión, que un CEO, de uno de los bufetes más importantes de todo Estados Unidos. De pronto, sus ojos se quedan fijos en los agarres de sus hombres, un brillo que detona remordimiento aparece en sus pupilas.
—Suéltenla —demanda manteniendo el mismo tono severo que antes.
El tono de su voz eriza mi piel, sus hombres me sueltan tan fuerte, que la impresión, la falta de aire, de alimento y todo en general, juegan en mi contra, haciendo que pierda el equilibrio y caiga de bruces, la cabeza me da vueltas durante un par de segundos.
—Joder —musito por lo bajo.
Para mi sorpresa, él intenta ayudarme tendiendo mi mano, sin embargo, lo rechazo de inmediato y me pongo de pie por mi cuenta. Soy valiente, soy fuerte, eso es lo que me digo, aunque en el fondo me sienta tan cansada, que ni siquiera me doy cuenta de que las lágrimas acumuladas durante todo el día, se escapan, rápido me las limpio con el dorso de la mano, sopesando lo que acaba de ocurrir, lo que acaba de brotar de mi boca.
“Si no te firma esos documentos, zorra asquerosa, juro que lo pagarás muy caro, con sangre, sudor y mucho dinero”
La clara amenaza de Luke Anderson, el director general de la empresa, me cala hasta los huesos, localizo los documentos tirados en el suelo, siento miles de ojos pendientes de cada uno de mis movimientos mientras los levanto.
—Por favor, lea los contratos —pido recelosa.
Como era de esperarse, Ronan Moretti, no los acepta, en cambio, sigue escudriñando mi rostro como si deseara descubrir algún secreto no develado. Al no obtener respuesta alguna, recurro al viejo truco de la culpa.
—Señor Moretti —levanto mi barbilla, pronto me arrepiento al no poder competir con la fuerza magnética y huracanada de sus ojos grises—. Por favor, lea los contratos.
—¿Por qué debería? —su mirada cambia con fugacidad—. No me gusta repetir lo que dije, señorita…
—Smith —miento—. Venus Smith.
—Mi respuesta sigue siendo la misma —sisea.
—Señor, todos merecemos una segunda oportunidad.
—Las segundas oportunidades son la excusa para las personas que no se comprometen —sus palabras están tan cargadas de veneno, que trago grueso.
Nos miramos fijamente el uno al otro, la tensión construyéndose a nuestro alrededor. Su mirada es tan en blanco, como si estuviera de pie, frente a una estatua que ni siquiera inspira emociones o temores. Sus ojos recorren mi cuerpo, no de manera lasciva, sino, como si quisiera tocarme para saber que soy real y no una ilusión, es tan extraño.
—Señor…
—Puedo considerar leer el contrato —tan pronto como dice esas palabras, oculta su expresión y sus ojos se vuelven fríos y duros—. Pero antes, tenemos que hablar a solas, me parece que tenemos un asunto pendiente los dos.
Se me encoge la garganta y el mundo me parece de pronto un lugar demasiado pequeño. Tan pronto como pierdo la compostura, chasquea los dedos y enseguida soy rodeada por varios de sus hombres que no tengo idea de donde salen.
—Señor Moretti, ¿puedo saber qué hace? —pregunto tratando de mantener mi voz firme.
—Ya se lo he dicho, señorita Smith, hablaremos.
—Pero… ¿De qué tenemos qué hablar? —las piernas me tiemblan, su mirada es feroz y llena de resquemor.
—De ti teniendo a mi bebé, y diciendo que te abandoné —sus puños se aprietan y la tensión de su mandíbula se ve casi dolorosa.
No sé cómo es que me las arreglo, pero retrocedo dos pasos hacia atrás, ignorando el hecho de que estamos siendo rodeados también, por personas a su paso.
—Yo… no quise… —balbuceo sin tener un argumento claro para defenderme.
Su mirada se oscurece y sus pupilas se dilatan. Es lo más parecido a un gladiador preparándose para atacar.
—Estás dañando mi honor en público —su voz suena hueca—. ¿Qué te hace creer que te dejaré salirte con la tuya? No es muy educado de tu parte difamarme con algo como eso, podría demandarte.
El aire se comprime en mis pulmones.
—¿Educado? —resoplo de manera despectiva—. Señor Moretti, es usted quien me empujó del elevador con fines egoístas, es su culpa que yo llegara tarde a entregarle los documentos, así que no me venga con clases de moral, además, lo que está haciendo es un delito de provocación.
Ahora parece que sí obtengo toda su atención, aunque el brillo que palpita en sus ojos sea maniaco.
—Según el código civil, usted me empujó, y si tengo alguna clase de lesión o daño, por muy leve que sea, es sospechoso de lesiones intencionadas —exclamo con voz queda y con el corazón golpeando tan duro y rápido en mi pecho, que por un segundo pienso que se saldrá.
Sus ojos grises, como una fría niebla, me inspeccionan con intensidad, el constante latido de mi corazón me arranca un gemido de sorpresa, cuando él merma el espacio entre los dos, de una larga zancada. Se pasa dos dedos por debajo de su barbilla, procesando cada una de mis palabras.
—¡Por lo tanto! —elevo mi voz—. Lo que significa que en cuanto llame a la policía, pese a que dudo que le condenen por su apellido, su reputación seguirá quedando manchada pro sus propios actos, ya que un hombre que ordena a empujar a una mujer, no se ve bien.
El desprecio se sienta en sus ojos profundos y humeantes.
—¿De verdad estás tan segura de que no llamaré a la policía? —hay filo en cada palabra suya.
Sello mis labios, mordiendo mi mejilla interna, sabiendo que poco a poco estoy cavando mi propia tumba. Ronan Moretti da un paso más, su pecho casi golpea mis narices, es claramente más alto que yo, su cabello caoba, pese a que podría estar ligeramente alborotado, le sigue dando un aire sofisticado, y sus ojos grises… siguen siendo tan asesinos como al principio. Me pregunto si habrá nacido con esa mirada dura.
—Me parece que sabe de leyes —una expresión de pocos amigos le atraviesa el rostro—. Eso es interesante, veo en usted el coraje que se necesita en este mundo jurídico, usualmente nunca hago esto, pero me parece que tiene el carácter, así que puedo ofrecerle un mejor empleo que el de mensajería.
Sus ojos se clavan en los míos y me evalúa, me parece que estoy soñando, porque es decir… esto no me puede estar pasando, se trata de Ronan Moretti, un abogado de renombre, toda su familia lo es, son letales y siempre van a la yugular con sus adversarios, de ahí que nunca han perdido un solo caso.
—Es broma —mi voz tiende de un hilo.
Mete ambas manos en sus bolsillos, su rostro sigue siendo ilegible, sin emociones.
—Yo no bromeo, señorita Smith, no tengo tiempo para hacerlo —esclarece—. En el trabajo que le ofrezco, puede usted ganar hasta cinco mil dólares para empezar, es un estimado.
Me quedo sin habla, enseguida, me da una de sus tarjetas, nuestros dedos se alcanzan a rozar, son segundos, no obstante, mi aliento se atasca con el contacto y destellos de algo que no sé descifrar, prevalecen en su mirada hacia mí, solo me ve a mí, a nadie más.
—Piénselo, señorita Smith, pero no lo haga por mucho tiempo, no soy un hombre paciente, quería una segunda oportunidad, aquí la tiene —se apresura a decir sin darme tiempo de cuestionar.
Observo la tarjeta para saber sí lo dice en serio, lo es, su nombre está sobre letras plateadas, su tarjeta es totalmente negra como el aura pesada que emana de su cuerpo. Abro la boca para despedirme de él cuando lo veo darse la vuelta para meterse al auto, cuando los documentos son arrebatados de mis manos.
—¡Señor Moretti, por favor, dele una segunda oportunidad al contrato! —Anderson se atreve a tirar de su brazo.
Ahora él se gira y no parece nada contento, sus ojos son de asco hacia el director general.
—Aunque lo lea, nada está hecho, los Moretti no hacemos tratos con empresas jurídicas de bajo nivel —arguye con tono despreocupado.
Acto seguido, arranca de sus manos los contratos y los rompe en mil pedazos frente a sus narices.
—Ya no insista, es vergonzoso para usted.
Intenta volverse a subir al auto, Anderson se gira hecho una verdadera furia hacia mí, tira de mi brazo con fuerza, tanta, que me hace chillar al instante.
—¡¿Qué le dijiste zorra?! —me zarandea—. ¡No eres más que basura, todo esto es tu culpa, te lo advertí!
—¡Púleteme, me lastima! —forcejeo en un intento por deshacerme de su agarre.
—¡Maldita zorra! ¡Te mataré, desgraciada, juro que lo haré! ¡Perra!
Levanta la mano, solo son dos segundos lo que le toma dirigirla con fuerza hacia mi rostro, cierro los esperando el golpe, no llega, los abro y enseguida tiemblo al ver al señor Ronan Moretti, deteniendo su mano. Hay exclamaciones por todas partes, le tuerce la mano dándole un golpe a un costado en las costillas, Luke Anderson se retuerce del dolor cayendo de rodillas delante de él.
—Cuida tu lenguaje cuando estés delante de mí, mucho mejor, si me entero de que sigues tratando a una mujer así, juro que te vas a arrepentir, pasando tus días en una cárcel, de eso me puedo encargar —esta vez, de las comisuras de sus labios cuelga una sonrisa siniestra y llena de rencor.
Voltea hacia mi dirección. El que sus ojos estén de nuevo encima de mí, no me hace feliz.
—Piénselo, señorita Smith, si quiere seguir siendo mensajera y lidiar con esta clase de escoria, o tomar mi oferta, es su única segunda oportunidad.
Se sube a su auto y me quedo viendo como desaparece dentro de mi campo de visión. Me voy antes de que Anderson se recupere, subo a la motoneta y me pongo en marcha, para cuando llego a las oficinas de correos, los cuchicheos se hacen más presentes que nunca, solo que esta vez no hay burla, al menos no de los del área de administración, marginados de la sociedad al igual que yo.
—Fue un gusto verte por última vez, Venus Smith —canturrea la secretaria del supervisor—. El jefe quiere verte.
No hace falta más, hago lo que me pide y entro, enseguida él me grita lanzando mi carta de renuncia.
—¿Tienes idea de a quién has ofendido con tu incompetencia? —exclama con ojos en llamas—. El señor Luke Anderson ha sido nuestro cliente VIP, por años, y ahora lo has arruinado, insistió en que te despidamos.
—Yo…
—¡Nada, estás despedida, recoge tus cosas y no vuelvas, pero antes, tienes que saber que tendrás que pagar cien mil dólares por los daños financieros, por daños a su moral!
—Pero si yo no tuve la culpa, soy solo una interna…
—¡Los pasantes también tienen que ser responsables, ahora, largo, no quiero volver a verte nunca!
Me trago mis lágrimas, firmo mi renuncia, recojo mis cosas y salgo del edificio con el corazón roto, rompiendo la tarjeta que me dio Ronan Moretti, después de todo, es su culpa el que yo no haya entregado los documentos a tiempo.
—Te odio, Ronan Moretti, te odio —sollozo.
REGINAMala suerte. Eso es lo primero que se cruza por mi mente cuando llegué a mi departamento y mi casero prácticamente me echó, ahora estaba sin empleo y sin hogar, con los pocos ahorros que me quedaban, hambrienta y con demasiado frío. Recojo mis pertenencias, las cuales caben en una sola maleta. Un par de ojos sin vida se anclan en mí, estirando su mano en mi dirección y esperando a que le devuelva las llaves del departamento en el que había vivido antes con mi padre, luego de mudarme a California para estudiar, regresando al mismo sitio, ahora, me tenía que volver a ir. —Podría esperarme un par de días más —mi voz es penosa y apenas audible—. Yo solo tengo que… —¿Me estás diciendo que quieres volver a vivir aquí? —suelta una risa que no tiene ni una sola nota de gracia—. ¿Cómo te atreves a decirme eso? ¡Me debes más de tres meses de renta! ¡Si crees que por tu cara bonita y trasero apretado, voy a dejarte vivir aquí sin pagar, estás equivocada! —Yo no quise decir eso —aprie
REGINAEscuché mal, eso es lo primero que pienso cuando proceso cada una de las palabras que brotan de la boca de Ronan Moretti. Por un segundo dejo de respirar, olvido por completo cómo es que se hace. El magnetismo animal de su mirada, no concuerda con lo que acabo de oír. —Se ha puesto pálida, señorita Lombardi —agrega sacándome de mi estupor—. No le estoy pidiendo su primogénito. Trago grueso. —Esto es mucho peor —mi voz se tambalea en notas llenas de pavor. Quiero salir corriendo de ese sitio, ahora mismo, creo que soy el borrego y él el lobo que me va a devorar. —Yo… creo que es una broma de mal gusto —mis pies no se mueven—. Me voy… —¿De verdad? Vuelvo a detenerme, mi mano está sobre el pomo de la puerta, el frío a mi alrededor cala hasta mis huesos, y en mis oídos retumban los latidos frenéticos de mi acelerado corazón. —¿Dejará ir usted una oportunidad como esta? —enarca una ceja con incredulidad. No, si estuviera en otra situación, no dejaría pasar esto, mi padre es
RONANTermino de firmar los últimos documentos que me faltaban, dentro de mi despacho, no me agrada tener que traer el trabajo a casa, no tuve más opción, la empresa me asfixia sintiendo cada una de las miradas de los empleados sobre mí, estoy acostumbrado, pero especialmente hoy, eran por la misma razón por al que estoy haciendo esto; Regina Lombardi. El recuerdo de su mirada rota, de sus labios rosados e hinchados, y del brillo salvaje que habita en su interior, ha seguido en mi cabeza todo el día, sin que me ofrezca algún tipo de tregua. Sé lo que hago, mi plan tiene un objetivo claro, los peones han sido movidos en mi tablero, el problema es que aún no tengo idea de qué papel juega ella aquí, peón, o… Llaman tres veces a la puerta y enseguida se abre, dándole paso a Liam, quien tiene una expresión genuina en su rostro, entra como si nada, cerrando la puerta a sus espaldas, se sirve un trago y se deja caer sobre uno de los sofá de piel que están delante de mí, entrecierro los ojo
REGINANo comprendo por qué el peso de sus palabras me aplasta el pecho, no debería, tal vez es la forma en el que las dijo, pero, sin embargo, decido no mostrar el dolor que me apuñala al interior, Ronan Moretti no me interesa del mismo en el que veo que las mujeres lo desean, apenas y lo conozco, la única razón por la que estoy aquí, soportando esta humillación verbal, es por mi padre y mi vida, sí él dice que me las puede devolver, entonces que lo haga, estaré dispuesta a cualquier cosa con tal de volver a tener aquello que me hace feliz. —¿Hablas en serio? —la voz del mismo hombre con el que tropecé en el vestíbulo de la empresa Moretti, abre los ojos como platos—. Primo, ¿acaso estás ciego? Por qué lo que yo veo aquí, es una mujer hermosa, y cualquiera, incluso tú, podría enamorarse de ella, a más, ella es iden… —Cállate, Arsene —espeta con dureza Ronan. Una sonrisa burlona se cuelga del rostro de a quien ya identifico como otro Moretti. Luego se dirige hacia mí, toma mis mano
RONANPagaría todo el dinero que tengo en la fortuna que he hecho crecer con mi propio esfuerzo, por ver la cara llena de sorpresa de todos, pero solo me enfoco en la de mi padre, no es un hombre que demuestre sus emociones, algo que heredé de él y que desde muy pequeño me enseñó, pero sin lugar a dudas, es algo con lo que he aprendido a manejar, puede aparentar delante de todo el mundo, pero soy el único que puede leer sus pensamientos detrás de esa cara en blanco que siempre pone cuando oculta algo, no siquiera mi propia madre ha sabido descifrarlo en todos los años que lleva de casada con él. Lucas Moretti, es un hombre que gobierna con severidad rectitud, es un sádico en los negocios y nunca estuvo de acuerdo con ninguna de mis decisiones, por lo que solo tuve que salir adelante. —Tu prometida —sisea por lo bajo. Sus ojos se anclan con estudioso desafío sobre Regina, quien sigue colgando de mi brazo, con la espalda recta, su presencia, su tacto, me confunden, cuando la vi bajar
REGINACuando despierto, no recuerdo nada, solo que la madre de Ronan, Mía Moretti, me ofreció una copa de vino, a partir del primer trago, me di cuenta de que me había vertido algo, pero ya era demasiado tarde para escapar de sus efectos, lo siguiente que sé, es que las imágenes que aparecen en mi cabeza, lanzadas como películas antiguas, son vagos recuerdos de Ronan hablando con ella.Luego de alguien cargándome en brazos hasta mi habitación, después… nada, mi mente es una hoja en blanco que se balancea en la oscuridad de mis pensamientos. No hay registro de algo más, poco a poco me incorporo sintiendo el sabor amargo de mi boca, huelo a vino y la cabeza me duele. Como puedo, sintiendo que todo me sigue dando vueltas, logro llegar hasta la ducha, dejando que el agua caliente termine de despertar todos mis sentidos de nuevo, el vestido elegante que tenía puesto lo dejé tirado en el suelo con descuido, no me interesa, para empezar, desde el inicio, nunca me importó. Al terminar, cub
REGINAMe congelo. Las manos me empiezan a sudar, el alma se me cae a los pies y un escalofrío recorre mi espina dorsal, el aire se comprime en mis pulmones y el brillo malicioso en su mirada me sienta como patada en el estómago. Trago grueso, mis piernas tiemblan. —Hace tanto que no nos vemos —dibuja una sonrisa asquerosa. De pronto, todo el valor que creía haber recuperado en estos días, se esfuma, es cuestión de segundos para que siga siendo esa pequeña mujer convertida en ratón temeroso frente a un gran depredador como lo es Tomás Nelson. Aún siento latente en mi sistema su última amenaza. El año pasado tenía buenas intenciones, incluso llegamos a ser buenos compañeros, pero cuando me pidió que fuera su novia, y al negarme para después descubrir que yo era supuestamente una plagiadora, se convirtió en una de mis pesadillas. —¡Hola, Venus! —me saluda con un exceso de alegría, levantando la mano para que la choque. Paso de él, lo que menos necesito al inicio de mi jornada labor
RONANNo puedo dejar de pensar en ella, Regina Lombardi ha invadido mi cabeza, se ha robado cada uno de mis pensamientos desde que me besó, no, desde que la vi bajando las escaleras con ese vestido rojo que me hicieron mierda los nervios que tenía de llevarla a la cueva del lobo. No por las consecuencias que pudieran caer sobre mí, sino, porque un cordero tierno e inocente como él, es un manjar para hombres como nosotros, los Moretti. Estaba ebria cuando lo hizo, y estoy seguro de que no se acuerda de nada, de que le metí la lengua hasta la garganta, de que la toque pellizcando sus pezones duros, de que me puso la polla dura cuando me dijo que era su primer beso, joder, el primer hombre que había probado sus labios carnosos y suaves, soy yo, nadie más. Lo queme llevó a una simple cuestión; ella es malditamente virgen, ninguna polla la ha hecho sangrar, y por alguna extraña razón, quiero que sea mi polla la que le cause dolor. Hay ocasiones en las que la veo a ella en Regina, pero ot