CAPÍTULO 5: Locura

REGINA

Escuché mal, eso es lo primero que pienso cuando proceso cada una de las palabras que brotan de la boca de Ronan Moretti. Por un segundo dejo de respirar, olvido por completo cómo es que se hace. El magnetismo animal de su mirada, no concuerda con lo que acabo de oír. 

—Se ha puesto pálida, señorita Lombardi —agrega sacándome de mi estupor—. No le estoy pidiendo su primogénito. 

Trago grueso. 

—Esto es mucho peor —mi voz se tambalea en notas llenas de pavor. 

Quiero salir corriendo de ese sitio, ahora mismo, creo que soy el borrego y él el lobo que me va a devorar. 

—Yo… creo que es una broma de mal gusto —mis pies no se mueven—. Me voy… 

—¿De verdad? 

Vuelvo a detenerme, mi mano está sobre el pomo de la puerta, el frío a mi alrededor cala hasta mis huesos, y en mis oídos retumban los latidos frenéticos de mi acelerado corazón. 

—¿Dejará ir usted una oportunidad como esta? —enarca una ceja con incredulidad. 

No, si estuviera en otra situación, no dejaría pasar esto, mi padre es el hombre más importante de mi vida, y el que una mañana haya desaparecido como si nada, dejándome sola, me rompió el corazón, lo extraño, lo admito, y por supuesto que me encantaría saber qué ha sido de él, por qué me abandonó, por qué desapareció, sin embargo, ser tentada por el diablo, no es una buena idea. 

—No, pero lo que usted me está pidiendo, roza la locura —me giro para estar frente a frente—. Casarme con usted, ¿se ha escuchado? Señor Moretti, es un abogado de renombre, su familia es millonaria e importante, sé de su reputación como los asesinos de las leyes, como los llaman, nunca pierden un solo caso. 

Me tomo mi tiempo para tomar una bocanada de aire. 

—¿Por qué molestarse con alguien como yo? Cuando está claro que allá afuera hay demasiadas mujeres que sí mantienen su titulo y no las han tachado de plagiadoras —me quedo sin aliento. 

De pronto parece perdido en sus propios pensamientos por un par de segundos, su mirada se mantiene en blanco, haciéndome imposible leer sus intenciones. De nuevo, sus ojos me observan, pero no es a mí, es como si viera a alguien más dentro de mí, sus rasgos se suavizan un poco, dura segundos, antes de que vuelvan a ser fríos. 

—No tengo por qué darle explicaciones, señorita Lombardi —resopla de manera despectiva—. Aquí, la cuestión es que usted necesita encontrar a su padre y que le devuelvan su vida. 

Tengo una sensación ácida en el estómago que me lo retuerce. 

—Yo puedo ayudarle a recuperar su nombre, su reputación, estoy al tanto de toda su situación, Nolan Jemes es quien le quitó su tesis. 

Tiemblo con solo escuchar su nombre. 

—Él es poderoso —confieso con lentitud. 

—No más que yo —su voz grave me eriza la piel—. Está en sus manos tomar la mejor decisión, señorita Lombardi.

Abro la boca para cuestionarlo, pero parece haber dado por terminada la conversación cuando regresa su mirada a sus documentos. 

—Esa es mi propuesta para usted, o acepta ser mi esposa a cambio de que encuentre a su padre y le devuelva su vida, o se puede marchar por la puerta en la que entró, no volver aquí nunca jamás, y no encontrar un trabajo en un área jurídica, sabiendo que el resultado es que pasó estudiando por nada, la universidad. 

Me quedo sin fuerzas. 

—Estoy consciente de que tuvo que recurrir a los prestamos estudiantiles para poder sobrevivir, con una beca, sigue teniendo esas deudas y ahora un alquiler, sumando sus necesidades básicas, en general… —levanta la mirada—. No tiene opción. 

Mis ojos se llenan de agua porque sé que él tiene toda la razón, no hay más salidas para mí, vine por una razón, y es porque no tengo hogar, no tengo familia ni a nadie a quien recurrir, solo me tengo a mí misma, eso bastaba hasta hace apenas unos días, ahora, esa chica con ilusiones que se despertaba todos los días con la intención de seguir adelante, esperando a que su padre entrara por la puerta en cualquier momento, está siendo borrada del mapa. 

—Piénselo, señorita Lombardi —finaliza—. Póngase en contacto conmigo cuando haya tomado una decisión, pero no tarde mucho, no suelo ser un hombre paciente. 

Y con eso, sabiendo que ha terminado conmigo, me doy la media vuelta y salgo de su oficina, sintiendo su mirada calar cada una de las fibras de mi cuerpo, estando afuera, me permito regular mi respiración, las manos me siguen temblando, no importa lo apuesto que sea, este hombre da cierto miedo. Subo al elevador con la intención de irme al hotel, las puertas se abren y soy consciente de los murmullos que se escuchan a mi alrededor. 

Trato de no prestarles atención, me es imposible, debido a que incluso, las miradas de los empleados o de la gente que va pasando por mi lado, es extraña, como si acabaran de ver a un fantasma, como si vieran de nuevo, a otra persona en mí. 

¿Ya viste? Es idéntica

No lo puedo creer, es ella

Sí, lo sé, es increíble, ¿no te parece? 

Es ella…

No tengo idea de lo que hablan, pero mi distracción en ellos ocasiona que choque contra alguien, casi perdiendo el equilibrio, una mano tira de mi brazo para evitar que caiga de bruces contra el suelo. El contacto hace que levante la mirada y me encuentre con un par de ojos azul zafiro, un hombre alto, apuesto, de cabello oscuro y alborotado, pese a vestir de traje elegante y de marca costosa, su aire es juvenil y despreocupado. 

Él me observa a detalle, estudiando cada uno de mis rasgos, solo que no parece como el resto, como si hubiera visto un fantasma también. Su sonrisa de media luna es genuina y me ayuda a recuperar mi equilibrio con amabilidad, algo que no muchos han tenido conmigo últimamente. 

—¿Te encuentras bien? —inquiere sonriendo. 

—Sí, lo siento… fue mi culpa —me apresuro a decir con expresión cautelosa.

—No te preocupes —me suelta—. Ten cuidado, ¿quieres? 

Asiento, me regala un guiño y lo observo irse, subir al elevador por el que bajé y desaparecer de mi campo de visión. 

Saliendo de la empresa Moretti, voy a una de las cafeterías más cercanas al hotel en el que me estoy hospedando, ahí, compró un periódico y me dedico a buscar en la sección de empleos, uno que se ajuste a mis capacidades, a estas alturas, lo que sea es bueno, incluso me conformo con ser mesera en un sitio como este. Mis fuerzas se desgastan con el tiempo, quiero tener una opción más de la que me ofrece Ronan Moretti. 

Ser su esposa, esa última palabra no ha dejado de rondar por mi cabeza, sigue siendo una locura para mí, ¿yo? ¿Ser esposa de un hombre atractivo y multimillonario como él? Es que ya no roza la locura, sino, la demencia, ¿acaso no me vio bien? No obstante, por otra parte, es tentador el poder recuperar mi vida, mi titulo, mi reputación, recoger el fruto de mi esfuerzo que me fue arrebatado. Y por supuesto, encontrar a mi padre, volver a verlo y que me explique por qué desapareció de la nada. 

Él era mi padre y mi mejor amigo, estábamos tan unidos, que me sigue costando trabajo despertar cada mañana y no escuchar su voz o verle la cara. Paso las siguientes horas tratando de buscar algo, dejando de lado la propuesta del señor Ronan Moretti, al final, recorro casi media ciudad tratando de buscar otro trabajo, una salida, en el último no me va tan bien como lo esperaba, fue en una cafetería al lado de un bufete de abogados. 

—Usted es demasiado hermosa, ¿lo sabía? —me dijo el gerente del lugar. 

—Yo busco empleo, puedo trabajar… 

—Tal vez considere en dárselo si hace un buen trabajo ahora mismo. 

—¿Qué quiere decir con eso? 

—Oh, vamos, conmigo no hay juegos, sabe bien lo que quiero decir —lamió sus labios. 

Acto seguido, se puso de pie rodeando el enorme escritorio, se puso delante de mí y comenzó a bajarse la bragueta. Las nauseas se acumularon en mi sistema y no tuve más opción que salir huyendo de aquel sitio que consideraba mi última esperanza antes de venderle mi alma al mismo diablo. 

Así que me rendí para cuando anocheció, no tenía opciones, el dinero se me acababa, parece ser que al final, estaba destinada a aceptar el trato de Ronan Moretti, solo quería saber que hice todo lo posible por salir de este embrollo por mi cuenta, sin ayuda de nadie. Para cuando me encuentro agotada, decido pasar a una de las tiendas de autoservicio más baratas, el cajero me sonríe amable. 

No tengo que decir palabra alguna, me conoce, se llama John, y es un hombre ya mayor, con la mirada cansada, a veces me pregunto en dónde estaría su familia para que le permitieran trabajar a su edad, no hablamos, nos comunicamos en silencio, él levanta una canasta con comida caducada por un día, sí, eso es lo que hace, por lo que no me cuesta nada comer, y ahorrar el poco dinero que me queda. 

—Gracias —le devuelvo la sonrisa. 

—De nada, pequeña —me sonríe una última vez antes de que salga del establecimiento. 

Tomo las cosas que mete en bolsas, camino por los pasillos que llevan a la salida, noto que algunas de las personas que están ahí eligiendo sus cosas, me miran de un modo igualmente extraño como esta mañana, susurran cosas inconexas y paso de lado, he tenido un día suficientemente pesado como para darle importancia a esto.

Al llegar al hotel, siento que alguien me observa, miro por encima de mi hombro, detallando entre las sombras de las calles y los arbustos, no hay nada, me apresuro a entrar al hotel, mis pies me arden por la caminata, mis ojos se cierran del sueño, todavía tengo que subir las escaleras, ya que aquí, no hay elevador funcionando correctamente, no quiero más accidentes. 

Estoy caminando hacia la puerta de mi habitación, cuando me detengo al ver que la puerta está abierta, dejo de respirar, ¿la dejé así? No recuerdo, con cautela, entro, las luces están encendidas, lo que me permite ver el desorden en la estancia principal, rápido, busco algo con lo que defenderme, dejando las bolsas en el suelo, pero mis reflejos son algo lentos cuando lo hago, ya que de la nada, salen los mismos chicos que me rodearon la noche anterior en el callejón. 

—Nos volvemos a encontrar, nena —dice uno de ellos. 

—Váyanse o llamaré a la policía —susurro no sonando muy convincente. 

Todos sueltan una carcajada que me hace temblar, incluso dejo de respirar. 

—¿En serio? No sabes nada, aquí nadie ayuda a nadie —otro lame sus labios recorriendo mi cuerpo—. Me parece que tenemos que terminar lo que empezamos. 

Grito corriendo hacia la salida, tiran de mi cabello con fuerza, y me azotan contra el suelo, mi mejilla es impactada contra este, el dolor estalla en mi cabeza llegando hasta mi espina dorsal. Él se sube a horcajadas sobre mi cuerpo mientras sus manos me tocan las piernas. 

—Dios, huele a que debes estar demasiado apretada, muñequita.  

—¡No, suéltame! —bramo intentando soltarme de su agarre, es imposible. 

—Creo que te voy a romper… 

Un segundo toma para que él se aleje de mí demasiado rápido, abro los ojos, me incorporo y veo al mismo hombre que estaba cuidando las espaldas del señor Moretti, golpear a los vándalos, parece que no le cuesta nada deshacerse de ellos, termina por noquearlos y luego se dirige hacia mí, estira su mano en mi dirección, no la tomo, estoy demasiado conmocionada, estuvieron a punto de violarme… 

—Ven, vámonos de este sitio —me levanta como si fuera una muñeca de trapo. 

Tengo demasiadas preguntas que no salen, pero me dejo guiar por él, parece de confianza, y ahora mismo, es el único que me ayudó. Salimos del hotel, me sube a su auto, el mismo que había visto antes y que me siguió por todo el día. Enciende la calefacción y me pierdo en mis pensamientos hasta que llegamos a una zona residencial, delante de una enorme mansión que parece más un palacete blanco con herrería oscura. 

—¿En… dónde estamos? —cuestiono con temor. 

Él clava su mirada verde intenso en mí, me evalúa y suelta un largo suspiro.

—En la mansión de Ronan Moretti. 

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