—¿Casarnos? ¿Tú y yo? —preguntó Verónica, aguantando la risa.
—Sí, tú y yo —respondió él. Ante la carcajada que escapó de los labios de ella, William se puso de pie y, dando una vuelta para que ella lo viera bien, bromeó—: Estoy seguro de que soy más guapo que el infiel de tu ex.
Verónica le pidió que diera otra vuelta, pero esta vez un poco más lenta. Quería ver mejor la mercancía, lo que tendría a su lado mientras estuvieran casados. Él obedeció con gusto, aunque estaba bastante ebrio. A pesar de estar bajo los efectos del alcohol, era consciente de que su físico atraía. No tenía problemas para conquistar a una mujer cuando se lo proponía.
Varias bromas y copas después, ella aceptó. Con el juicio nublado por el alcohol, pensó que, si Gustavo regresaba a molestarla, se llevaría una sorpresa al ver a su atractivo esposo. No consideró que era una locura casarse con un extraño, con un hombre que acababa de conocer en el primer bar al que entró.
—Seré la señora… ¿Cómo te apellidas? —Ella ni siquiera conocía su apellido, pero le daría un sí frente a un juez.
—Tanner, William Tanner. ¿No te lo había dicho ya? —respondió él y llevó el vaso de whisky que tenía en una mano a los labios.
—Quizás, no lo recuerdo —Verónica reía mientras hablaba. Le parecía chistoso, aunque no sabía por qué—. Gardener, el mío es Gardener.
Los dos comenzaron a reír. Las personas que todavía estaban sobrias a su alrededor, los miraban con una sonrisa o rodando los ojos. Al bartender le divertía escucharlos, hablar cada vez que les tomaba el pedido.
—¿Cuándo nos vamos a casar? —Ella ya daba por hecho el matrimonio.
—Ahora. Lo haremos esta misma noche —respondió él y la tomó de la mano para llevarla fuera del bar.
Ella lo siguió sin dejar de reír. La situación le resultaba divertida. Cuando William le abrió la puerta trasera de un auto estacionado cerca y le pidió subir, ella no protestó. No dudó, no se preguntó si era buena idea irse con un extraño. Subió al automóvil y se fue con él.
El chófer de William lo vio llegar con la mujer y no hizo preguntas. De vez en cuando su jefe quería beber sin preocuparse de cómo iba a regresar a casa o al hotel donde se hospedaba cuando salía con una conquista. A él le venía bien hacer horas extra, por lo tanto, las preguntas estaban de más.
—Vamos Dexter, no hagamos esperar a la señorita —ordenó William.
Para Dexter, el único lugar al que iban era al hotel más cercano. Creyó que sería igual que siempre. En ningún momento, William le dijo que quería ir a un juzgado para casarse, y tampoco era posible que, por la hora, hubiera alguno en funcionamiento. La pareja tampoco protestó cuando vio el sitio al que llegaron. Se bajaron del auto y, con un brazo de él por encima de los hombros de Verónica, entraron al hotel.
Hacer la reserva no les llevó mucho tiempo, y en cuanto entraron por la puerta de la habitación comenzaron a besarse.
—No deberíamos hacer esto —fue lo único que dijo Verónica cuando la ropa cayó al suelo.
—Lo deseamos desde el primer momento que nos vimos. Deja las dudas fuera, no es momento para reflexionar —dijo él y volvió a besarla.
Verónica se perdió en el beso. Olvidó que tenía dudas y se entregó a él.
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Verónica despertó desorientada, sin saber dónde estaba. Con un ojo medio abierto y el otro cerrado, observó lo que tenía enfrente. Aún no era capaz de reconocer el lugar. Sintió algo pesado que le oprimía el cuerpo y, al bajar la mirada, se percató de que había un brazo masculino sobre su cintura. Poco a poco, giró la cabeza para mirar hacia atrás y descubrir con quién había pasado la noche. En cuanto vio el rostro de su acompañante, recordó la locura de la noche anterior. La mayoría de lo sucedido regresó a sus recuerdos y se sintió avergonzada. En otras circunstancias se habría comportado con decoro. No era de las chicas que se iba con un hombre nada más conocerlo. A Gustavo le había costado llevarla a la cama después de haber iniciado una relación. No era mojigata, solo que no le gustaba mantener relaciones sexuales en una primera cita.
«Anoche ni siquiera fue una cita. Nos encontramos allí por casualidad». Pensó arrugado la nariz.
Como pudo, haciendo lo posible para no despertarlo, le apartó el brazo de su cuerpo. Se levantó de la cama en silencio absoluto, se vistió sin hacer ruido. Tomó los zapatos en una mano, el bolso en la otra y caminó en puntilla de pies hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —escuchó que preguntaban a sus espaldas.
Siguió caminando como si no le hubieran hablado.
—Verónica, regresa aquí, todavía es muy temprano —insistió William.
Ella se detuvo, pero no lo miró —Sigue durmiendo. Tengo cosas que hacer, puede que trabaje unas cuantas horas. Nos vemos por ahí.
—Anoche me dijiste que ibas a renunciar; tu jefe inmediato es un idiota —le recordó él.
—Igual tengo que irme —respondió Verónica.
William la observó, con la barbilla apoyada en un brazo y el otro debajo de una almohada. Pensó que, aun estando bajo los efectos del alcohol, pudo reconocer que era la mujer que necesitaba. Era hermosa y estaba seguro de que no tenía nada que ver con su círculo social, y eso era muy importante.
—Cásate conmigo —propuso William.
Verónica se detuvo en la puerta, con una mano en la manija lista para abrirla, y se giró hacia él, negándose.
—Es una locura lo que me pides. Por lo tanto, rechazo tu propuesta. Encuentra otra loca que esté dispuesta a aceptarte.
Ella le dio una última mirada. Desde donde estaba, William se veía muy guapo y sexy. En el momento en que trataba de abrir, su teléfono sonó dentro de su bolso. Iba a dejar que continuara sonando, pero tampoco quería llamar la atención mientras caminaba por el pasillo del hotel. Con las manos ocupadas, sacó como pudo el dispositivo electrónico, pero al responder la llamada sin querer, también pulsó el altavoz.
—¿Nicki?, ¿tienes mucho trabajo? —preguntó Hillary Abram, la mejor amiga de su madre, luego de saludar—. Tenemos que hablar
—¿Qué sucede, señora Abram?, ¿le pasó algo a mi madre? —inquirió ella preocupada, la voz de Hillary se escuchaba asustada.
—Sí, cariño. Está sucediendo hace un tiempo, pero tu madre se negaba a contarte la verdad. —respondió la mujer mayor.
Verónica se quedó congelada en el lugar, Hillary se escuchaba casi aterrada.
—Hace unos meses tu madre tuvo un desmayo, que atribuyó a cansancio. Sin embargo… —Hillary no quería continuar, pero tenía que hacerlo—, Mildred tuvo otro desmayo y tuvo que ser llevada al hospital.
—Está bien, ¿verdad? —El corazón de Verónica se detuvo al escucharla, o al menos esa fue su percepción.
—Está estable, pero se encuentra en cuidados intensivos. —respondió Hillary.
Mildred padecía de aneurisma de la aorta torácica. El diagnóstico se había detectado casi cuando no era posible una cura.
—Tu madre necesita una cirugía a corazón abierto.
Verónica se dejó caer contra la puerta. Fue algo inesperado para ella, su madre se veía muy sana. Escuchó el resto de la explicación de la amiga de su madre, como si estuviera hablando con otra persona. Ella y su madre habían estado muy unidas desde que su padre murió cuando era muy pequeña.
—¿Por qué no supe del primer desmayo?
—No quería preocuparte, me dijo que había sido algo de una sola vez.
Sin embargo, allí estaban, con su madre en el hospital, peligrando su vida.
—Sabes que puedes contar conmigo. No tengo mucho, pero por mi amiga te daré lo que haga falta —aseguró Hillary antes de colgar el teléfono.
William escuchó toda la conversación. A Verónica se le olvidó quitar el altavoz en cuanto escuchó las malas noticias sobre su madre.
—Necesitas ayuda, yo también —Él no podía dejar pasar la oportunidad. Sería beneficioso para los dos.
—No me voy a casar contigo.
—Pagaré la cirugía de tu madre. Los especialistas que llevarás para su cuidado son muy caros —señaló él.
Verónica lo pensó, aunque no quisiera admitirlo, sabía que él tenía razón. Una operación de tal envergadura no podía ser barata. Ella tenía un buen trabajo, pero no creía que fuera suficiente. La recuperación llevaría dinero también.
—¿Qué ganas tú con ese matrimonio? —Inquirió con mucha curiosidad.
—Mi deseo es casarme con una mujer que me ame y yo a ella. Sin embargo, aún no aparece esa mujer que robará mi corazón —respondió él.
—Yo no soy esa mujer, ¿por qué quieres casarte conmigo?
—Voy a asumir la presidencia de la empresa familiar. La mayoría de nuestros socios comerciales son muy tradicionalistas, van a esperar que me case pronto. Contratarte hará que pueda esperar a esa mujer especial sin presión —respondió él.
Ella creía que era una locura, pero no tenía una empresa que dirigir. No obstante, podía curar a su madre enferma.
—¿Qué tiempo tendremos que estar casados? —preguntó antes de arrepentirse.
William hizo gestos con una mano, no podía darle una fecha exacta, no sabía en qué momento el contrato no iba a concluir. Podían ser meses, o tal vez un año o dos.—Todo dependerá de si necesito una esposa y no he encontrado esa mujer que me haga replantearme una vida con ella —continuó diciendo él—, pero serás recompensada. Pagaré las facturas médicas de tu madre. Y por cada mes que estemos juntos, tendrás otros pagos. Te daré dinero para tus gastos personales.Ella lo sopesó, se escuchaba bien lo que él decía. Pero, no estaba segura de que fuera a cumplir con el trato. ¿Y si la engañaba?—¿Qué me aseguras que pagarás? —inquirió ella—, ¿Qué no me usarás en tu beneficio y te olvidarás de la promesa de pagar el tratamiento de mi madre?—Hablaré con mi abogado, él preparará un contrato prenupcial. Ahí dejará claro lo que cada uno de nosotros tiene que cumplir con este matrimonio —respondió él.—¿Se puede poner en un acuerdo así, pagar gastos médicos?, ¿es legal? —Verónica tenía dudas so
Quince días despuésWilliam caminaba de un lado al otro por toda la capilla. La socia que había escogido para la farsa de matrimonio, no llegaba a la iglesia. Verónica llevaba quince minutos de retraso y no daba señales de vida.—Todas las novias se retrasan, es algo normal —lo consoló su abuela.Una risa por poco escapa de él. Había logrado engañar a su familia. Todos creían que estaba nervioso porque por el gran día. Lo que ellos no sabían, era lo que había detrás. Ni siquiera habían preparado una gran boda. Después de firmar el acuerdo prenupcial, se habían ido cada uno por su lado. Solo cuando el abogado les avisó que tendría los documentos listos para entregárselos al concluir la fiesta, se pusieron manos a la obra. Él contrató a una organizadora de eventos, pero ni, aun así, pudieron tener algo mejor. La iglesia estaba decorada con mucha sencillez, no parecía que un Tanner se iba a casar en cuanto la novia apareciera. A su abuela Hope le había encantado, creía que su nieto estab
Nicki apretó el bolso contra su cuerpo mientras caminaba apresurada, llegaba tarde al trabajo y eran muy estrictos con el horario. Le dio una breve mirada al reloj, diez minutos tardes, su jefe le daría un sermón o la despediría. Ella esperaba que fuera la primera opción, le encantaba su trabajo, además de necesitarlo. —Señorita Gardener, ¿cree usted que son horas de llegar? —Franklin Peak señalaba el reloj que tenía puesto en la muñeca de su mano izquierda.—Señor Peak, no volverá a ocurrir, tengo a mi madre en el hospital y tuve que pasar primero por allí —Ella esperaba que su jefe directo comprendiera. Sin embargo, no fue así.—Si su madre está enferma, programe los horarios de visitas fuera del laboral. Esta empresa no es una ONG, tiene que cumplir con su parte o será remplazada —al hombre no le importó que Mildred estuviera en el hospital, solo pensaba que su empleada llegó diez minutos tarde.Los ojos de Verónica se humedecieron, estaba consciente de que llegar tarde y faltar a
La inconformidad que sentía Verónica por la actitud de William, le hizo tensar el cuello mientras fruncía el ceño y mandíbula se apretaba con fuerza. Ella volvió a hacerle la pregunta, pero él se negó a responder, miró hacia un lado como si ya estuviera aburrido de la conversación.—Bien, no respondas nada. Estás siendo irracional, no puedes prohibirme relacionarme con mis compañeros de trabajo. Para poder realizar el mío, tengo que interactuar con ellos. —Ella solo recibió una mirada irritada de su falso esposo por sus palabras.Sin embargo, él todavía estaba sorprendido por su arrebato celoso, no quiso decir algo más que lo llevara a decir otra tontería. Ella malinterpretó su silencio, creyendo que continuaba decidido a cumplir la tonta amenaza, movió la cabeza de un lado al otro y se marchó de la oficina de William, dejándolo reflexionando su actitud.Varias horas después, cuando concluyó el horario laboral, un torrencial de agua impedía que muchos empleados de la compañía se pudie
—¿Hola?, ¿eso es lo único que puedes decirme? —protestó una mujer del otro lado de la línea—, ¡esperé tu llamada por días!William sonrió, a Magnolia Abram, le encantaba exagerar y hacer drama. Estaba seguro, que, si hubiese estudiado actuación, sería una actriz muy galardonada.—Maggie, no he tenido tiempo de nada. He tenido que ponerme al día con la empresa, me dejaron mucho trabajo, que necesita muchas revisiones —respondió con cariño.—Tuviste tiempo para una boda, a la cual no fui invitada. —En la voz de Magnolia se escuchaba pesar—. ¿Ya no me consideras tu amiga, Will?Él se disculpó, la boda había sido tan rápida, que no le dio tiempo de pensar mucho en otra cosa que no fuera el casamiento. Además, supuso que su amiga de la infancia estaba fuera del país. Ni siquiera se había detenido a asegurarse de que Maggie estuviera en la ciudad. La mujer viajaba cada vez que le era posible y muchas veces se quedaba un tiempo largo en la ciudad que visitaba.—Hablamos antes de que abandona
A la mañana siguiente, William se sentía avergonzado. Los recuerdos de la noche anterior, vinieron a su mente y no deseaba enfrentar a Verónica. Pero no podía permanecer encerrado en su habitación, tenía que continuar con su vida, aunque la sensación de incomodidad durara varios días. Cuando salió de la habitación, se dirigió al comedor para tomar su desayuno, pero al llegar allí, se sonrojó un poco, Verónica estaba sentada a la mesa tomando una taza de café. Se acercó con pasos lentos, saludó esperando que ella se burlara, pero al ver que ella le devolvía el saludo sin mencionar lo sucedido, respiró aliviado y se relajó mientras esperaba su comida.—Tu abuela se quedó preocupada por ti, deberías ir a verla o al menos llamarla por teléfono —le dijo Verónica mientras dejaba la taza sobre el platillo.—La llamaré, aunque sospecho, que no es tanta su preocupación, y si más drama para que vuelva a visitarla pronto —dijo él, y se llevó un trozo de pan a la boca.—Su preocupación parecía ge
Al día siguiente, después de visitar a su madre en el hospital, Verónica decidió ir a la casa de Hope. Quería consejos de la anciana. Quien mejor que su abuela, para saber qué comidas eran las favoritas de William.—No todas las mujeres tienen que ser expertas en la cocina, Verónica —le dijo Hope con una sonrisa, luego que ella le planteara su problema—, si quieres aprender, hazlo por ti, no para demostrarle a mi nieto que eres buena en ello. Él sabe que eres excelente en otras cosas.—No me daré por vencida, Hope, aprenderé de alguna forma —En el rostro de Nicki estaba reflejada la terquedad. Lo conseguiría como mismo lo había hecho toda su vida. Con una sonrisa traviesa, le preguntó—: ¿O usted quiere que envíe otra vez a su nieto para el hospital?Hope comenzó a reír, le gustaba la chica, le recordaba un poco a ella misma cuando tenía su edad. Aceptó ayudarla, con la condición de estar en cada etapa del aprendizaje, tomarían la cocina de su casa como escuela culinaria.Las dos se pu
Verónica llegó a la casa del trabajo emocionada. Buscó por las habitaciones y no encontró a William. Eso le gustó, le daría tiempo de preparar la cena que, junto a la guía de Hope, iba a preparar para él.—Bien, estoy lista, comencemos —le dijo a Hope, treinta minutos después, con todos los ingredientes listos.—¿Ya tienes listo el pato y la salsa de frutos rojos? —preguntó Hope con su mejor rostro de profesora estricta.—¡¿Pato?, ¡¿salsa roja?!, ¿de qué me hablas? —preguntó Verónica poniéndose las manos en la cabeza mientras miraba hacia el teléfono—, ¿y la receta que me enviaste?Verónica se desesperaba con cada segundo de la videollamada, Hope le preguntó de qué receta le hablaba. En todo momento había pensado que cocinaría magret de pato con calabaza y salsa de frutos rojos. Verónica buscó la receta en internet, se veía un plato exquisito, pero no tenía el pato, ni se creía capaz de cocinar un plato tan elaborado.—Abuela Hope —la anciana le había pedido, la noche anterior, que la