Capítulo 5

Nicki apretó el bolso contra su cuerpo mientras caminaba apresurada, llegaba tarde al trabajo y eran muy estrictos con el horario. Le dio una breve mirada al reloj, diez minutos tardes, su jefe le daría un sermón o la despediría. Ella esperaba que fuera la primera opción, le encantaba su trabajo, además de necesitarlo. 

—Señorita Gardener, ¿cree usted que son horas de llegar? —Franklin Peak señalaba el reloj que tenía puesto en la muñeca de su mano izquierda.

—Señor Peak, no volverá a ocurrir, tengo a mi madre en el hospital y tuve que pasar primero por allí —Ella esperaba que su jefe directo comprendiera. Sin embargo, no fue así.

—Si su madre está enferma, programe los horarios de visitas fuera del laboral. Esta empresa no es una ONG, tiene que cumplir con su parte o será remplazada —al hombre no le importó que Mildred estuviera en el hospital, solo pensaba que su empleada llegó diez minutos tarde.

Los ojos de Verónica se humedecieron, estaba consciente de que llegar tarde y faltar a la empresa no era una opción, no obstante, esperó una pequeña comprensión de su situación.

—Estoy pensando si enviarla a recursos humanos por su liquidación o, perdonarle la falta que cometió —Peak se estaba pensando la decisión.

La boca de Verónica se abrió por la incredulidad, si su jefe seguía pensando, perdería el empleo-

—¿Qué sucede aquí? —preguntó William a sus espaldas.

A ella no le dio tiempo de responder, Franklin Peak se encargó de ello. Lo contó de tal forma, que la dejaba como una irresponsable empleada. Ella protestó, pero el hombre siguió dejándola mal parada frente a su falso esposo. Fue tanta la algarabía, que otros empleados salieron a ver que estaba ocurriendo. 

—No es para tanto, ella ya explicó la situación, no hay necesidad de despedirla —dijo William con tono enojado. La actitud del hombre, no le gustó.

—Pero señor, hay que dejar un precedente, si no corregimos la falta, otros empleados pensarán que pueden hacerlo sin consecuencias.

—Lo que los empleados verán es, que usted retuvo a una trabajadora sin necesidad alguna. Dé el ejemplo y póngase a trabajar. A Verónica no la va a despedir —dijo William con firmeza y continuó su camino hacia su nueva oficia.

Verónica se quedó tan sorprendida como su jefe, no esperó que la defendiera. Como le pidió que no dijera que estaban casados, pensó que no iba a intervenir cuando tuviera cualquier contratiempo en la empresa. Miró de reojo a las personas que miraban desde la distancia, y ellos también miraban a William como si le hubiera crecido otra cabeza. Cuando su nuevo esposo se alejó, tres empleados se acercaron a Franklin para preguntar quién era el hombre que daba órdenes, sintió alivio al saber que no era la única que no conocía a uno de los miembros de la familia que mandaba por allí. 

—Señorita Gardener, ¿Qué espera para ir a trabajar? —Franklin estaba enojado, no pudo esconderlo con su actitud.

Ella no respondió, acomodó su bolso encima del hombro y entró a la oficina que compartía con varios compañeros.

—¿Qué pasó ahí afuera? —preguntó Pamella sin levantar la mirada del trabajo que estaba realizando.

—Creo que fuiste la única que no salió al pasillo a ver que sucedía —se burló Verónica.

—El negrero de Franklin me ordenó que terminara un informe antes del mediodía, creo que quiere impresionar a tu maridito.

—Shhsss, no digas eso en voz alta —Nicki miró a todos lados, esperando que nadie hubiese escuchado a su amiga.

Pamella rodó los ojos, entendía por qué quería esconder el matrimonio, al ser la esposa del jefe, en cualquier momento aparecerían juntos como pareja. Pero le siguió la corriente, no le molestaba nada, fingir ante el resto de empleados de la empresa que no sabía nada.

Las dos amigas comenzaron a hablar sobre el informe que el jefe quería, olvidando el estado civil de Verónica y por qué quería mantenerlo a escondidas. Llevaban un tiempo corto revisando la información recopilada, cuando fue llamada a la oficina de William. Ella no lo hizo esperar, con nerviosismo, entró a la dirección de la compañía. Una secretaria sonriente la recibió, Nicki estuvo a punto de preguntarle si se encontraba bien o estaba enferma, la mujer no era conocida por ser afable. 

Ella esperó de pie frente a William que la miraba con una sonrisa en los labios. 

—Pareces asustada, ¿tienes miedo de venir a mi oficina? —La sonrisa de William se amplió.

—No estoy acostumbrada a venir a esta oficina. O, mejor dicho, nunca había entrado en ella —Verónica apartó la mirada de él y dio un recorrido visual por la oficina. Para ser la presidencia de la empresa, tenía una decoración muy austera. 

—¿Peak siguió molestándote? —la pregunta hizo que Verónica centrara la mirada en él.

Ella negó con la cabeza mientras se sentaba en una de las sillas frente a su esposo.

—Pero si lo hubiera hecho, no quiero que intervengas, ya te dije que no quiero…

—Sí, sí, no quieres que sepan que estamos casados —William rodó los ojos mientras decía aquellas palabras—, sin embargo…

—Sin embargo, nada, William, no intervengas. —lo interrumpió ella.

Él levantó las manos rindiéndose. Si ese era el deseo de ella, lo iba a cumplir.

—Tampoco es que esté deseoso de que sepan que eres mi esposa. Con que los socios estén al tanto, me basta. No quiero que aparezca el amor de mi vida y se aleje porque cree que estoy casado. 

—Estás casado —bromeo ella—, pero no te preocupes, guardaré el secreto. 

Los dos comenzaron a reír. Les agradaba que tuvieran una relación tan buena. Esperaba que continuara así.

Minutos después, cuando Verónica regresó al departamento donde trabajaba. Lo primero que vio, fue a su jefe directo observándola con el rostro crispado. 

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Estaba terminando el horario de almuerzo, pero Nicki no quería regresar a la oficina, por ellos, se quedó unos minutos más con Sully, uno de sus compañeros. Pamella no había logrado terminar el informe y a pesar de tener una pequeña cafetería en la empresa, solo comió un sándwich antes de correr hacia la oficina. Estaba riendo de un meme que le mostró Sully, cuando William entró al local con otros directivos. Él dio una breve mirada en su dirección y luego miró a uno de los hombres que lo acompañaban. Pero cuando Verónica rio a carcajada por otro meme, la miró con el ceño fruncido. Ella quiso parar de reír, peor era tan gracioso lo que su compañero le mostraba, que no pudo parar la risa. 

—Por ahí viene el nuevo jefe —susurró Sully Waller, acercándose a ella. 

William se veía enojado, ella se preguntó que le habían dicho para que se alejara de sus acompañantes y fuera hacia ella.

—Verónica, a mi oficina —ordenó él y se alejó sin esperar por ella, seguro que sería obedecido.

Ella y Sully se miraron, William se veía enojado y no sabían por qué. El hombre se encogió de hombros como diciendo: es el jefe. Nicki suspiró y siguió a su esposo con pasos apresurados. 

Cuando lo alcanzó, William estaba entrando a su oficina.

—Estoy aquí, ¿Qué necesitas? —preguntó ella con una sonrisa.

—¿Por ese motivo no querías que supieran que te casaste conmigo? —inquirió él. 

—¿Eeeh? —ella no entendía por qué le hacía aquella pregunta. 

William le repitió la pregunta y aunque seguía sin entender por qué estaba tan enojado con ella, le respondió que el motivo era el que le había dicho, no para reír por un meme en la cafetería. 

—No quiero que estés cerca de hombres que no sean miembros de mi familia o yo —ordenó furibundo.

—Trabajo rodeada de hombres —dijo ella atónita por la absurda orden de William—, además, el matrimonio nuestro es falso y aunque fuera de verdad, no te voy a permitir ese comportamiento. No puedes organizar mi tiempo libre.

—Si tienes tanto tiempo libre, tengo trabajo para ti, mucho trabajo. —exclamó él.

Verónica entrecerró los ojos, no se iba a dejar mangonear. Si le permitía aquella orden loca, tendría que hacerlo siempre.

—Eres mi jefe, pero no mi jefe directo. Dile a Franklin lo que quieres que haga —dijo ella entre dientes y dio media vuelta para marcharse.

—Regresa aquí, Verónica, no he terminado contigo —la ira de William aumentó, al verse ignorado.

Ella se cruzó de brazos y esperó a ver que otra locura se le ocurría. 

—No te quiero ver junto a hombre que te acompañaba en la cafetería.

—¿Por qué te molesta que pase tiempo con él? 

—No te quiero con él y punto —él seguía irracional.

—¡Es mi compañero de trabajo!, lo tengo que ver a diario —exclamó ella.

—No te preocupes, el trabajo que te daré a partir de ahora, no te dará tiempo de socializar con él.

—¿Por qué te importa con quien paso mi tiempo? 

Él se encogió de hombros y no respondió. Él todavía estaba sorprendido por su actitud, no podía explicarle por qué no tenía una respuesta. 

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