Capítulo 4

Quince días después

William caminaba de un lado al otro por toda la capilla. La socia que había escogido para la farsa de matrimonio, no llegaba a la iglesia. Verónica llevaba quince minutos de retraso y no daba señales de vida.

—Todas las novias se retrasan, es algo normal —lo consoló su abuela.

Una risa por poco escapa de él. Había logrado engañar a su familia. Todos creían que estaba nervioso porque por el gran día. Lo que ellos no sabían, era lo que había detrás. Ni siquiera habían preparado una gran boda. Después de firmar el acuerdo prenupcial, se habían ido cada uno por su lado. Solo cuando el abogado les avisó que tendría los documentos listos para entregárselos al concluir la fiesta, se pusieron manos a la obra. Él contrató a una organizadora de eventos, pero ni, aun así, pudieron tener algo mejor. La iglesia estaba decorada con mucha sencillez, no parecía que un Tanner se iba a casar en cuanto la novia apareciera. A su abuela Hope le había encantado, creía que su nieto estaba tan enamorado que no pudo esperar para una fiesta de más envergadura.

—Yo creo que Verónica se arrepintió. Mi hermano es muy feo —se burló su hermano Simon.

—No seas malo, Simon. Ella es muy dulce, no haría eso. —Hope le dio un suave golpe a su nieto en uno de los brazos. No quería que estuviera molestando—, solo es un ligero retraso. Para mi boda, llegue casi media hora después.

William fue hasta donde estaba su abuela y le dio un beso como agradecimiento. Sabía que no tenía que estar impaciente, que Verónica necesitaba casi más que él aquella boda. Pero los nervios igualmente se adueñaron de su cuerpo.

—William, tu futura esposa, viene llegando. El padre pidió que tomáramos las posiciones que nos toca a cada uno —avisó Emmet, uno de sus primos.

El corazón de William dio varios latidos acelerados. Después de ese día, estaría más cerca de su objetivo.

En la puerta de la iglesia, Verónica estaba con el estómago revuelto. Los nervios tenían su cuerpo en tensión. No tenía miedo de la familia Tanner, ni que la fueran a rechazar. Una semana antes los conoció y quedó enamorada de la abuelita Hope, la anciana había sido un amor desde el momento que llegó a la casa familiar. El resto de la familia le dio la bienvenida como si la conocieran de muchos años atrás. Los nervios que tenía eran porque después de ver la calidad humana de los Tanner, no le gustó el engaño que William y ella les estaban haciendo. Tomó una respiración profunda y pasó un brazo por el de su amiga Pamella. Ella sería la encargada de llevarla al altar.

—Solo desearía que Mildred pudiera verte —le dijo Pamella al oído—, estás preciosa.

—¿Ya no crees que estoy loca por casarme tan rápido? —preguntó en tono de broma.

—Todavía creo que estás loca, pero ¿quién puede juzgarte?, William Tanner está como quiere, es un bombón —respondió Pamella encogiéndose de hombros, mientras le seguía la broma.

—Hey, que estás hablando de mi futuro esposo —Verónica fingió estar muy ofendida, pero estaba que quería morir de risa—, pero puedo presentarte al hermano.

Las dos mujeres miraron hacia el altar donde esperan William y su hermano. Los dos se veían muy guapos, William con su traje azul oscuro y Simon con un traje gris marengo.

—Está guapo, pero nunca me haría caso —respondió Pamella haciendo un mohín con los labios. Luego la apremió para entrar a la iglesia.

Verónica le sonrió en agradecimiento y comenzó a caminar por el pasillo con la música de fondo. Como su madre estaba ingresada, todavía con pronóstico reservado, ni siquiera le había dicho que se iba a casar. Su padre murió cuando ella era pequeña. Y solo tenía a su mejor amiga para acompañarla.

Fue una sorpresa para Verónica conocer la identidad de William. Antes de ir con él a conocer a su familia, Pamella ya le había mostrado todo el árbol genealógico. Los Tanner eran los dueños de la empresa, para la cual llevaba dos años trabajando.

Cuando Verónica puso la mano encima de la mano más grande de William, sus nervios aumentaron. La ceremonia fue un poco incómoda, ellos no tuvieron tiempo de conocerse, ni de aprenderse los votos. En el momento que el padre los declaró marido y mujer, las mejillas de ella se pusieron de rojo escarlata, sabía que el próximo paso era besarse para culminar la ceremonia.

Él le tomó el rostro entre las manos y se acercó a su oído —Olvídate de los presentes. El beso será breve, estamos en una iglesia. Lo único que tienes que hacer, es verte emocionada. Finge que me amas.

Ella cerró los ojos y esperó. Sintió el roce de los labios, la leve presión mientras le daba un pequeño beso y luego se apartaba. Nunca se lo iba a confesar, pero le pareció demasiado breve.

—Ya estamos casados, Nicki —susurró él acariciándole el labio inferior con un dedo.

Verónica bajó la mirada con las mejillas arreboladas. Era la primera vez que él la llamaba con el diminutivo de su nombre.

El resto del tiempo en la iglesia pasó como un borrón. Cuando se dieron cuenta, ya estaban en la fiesta.

—Hay más cosas de las que acordamos con la organizadora, ¿verdad? —preguntó Verónica mirando alrededor.

—Por supuesto, hay más flores, un poco más de todo. No podía permitir que uno de mis nietos tuviera una boda tan simple —respondió Hope, orgullosa de lo que había hecho.

—Pero, no era necesario. William y yo estábamos conforme —señaló Verónica.

—Pero yo no —respondió Hope con cara de lástima—. Ya estoy vieja, no creo que pueda ver muchas bodas de mis nietos. Mis hijos solo me dieron varones con fobia al matrimonio.

—Yo me voy a casar pronto, abuela. Y soy tu nieto —protestó Emmet fingiendo estar herido.

—Estoy al pensar que no se casarán nunca —Hope movió la cabeza negando. Se le había hecho una eternidad la espera de esa boda.

Verónica sonrió, por lo que había escuchado, la boda de Emmet y su prometida llevaba más de un año posponiéndose, por ese motivo, la anciana creía que nunca se casarían.

Hasta ese momento, todo estuvo bien. La tarde noche se complicó cuando los invitados y la familia les pedían que se besaran, que se abrazaran o estuvieran muy cerca para una foto. Ellos no se sentían en confianza para ser la pareja enamorada que todos esperaban. La noche que se conocieron, para ellos no contaba como preámbulo de una relación, se acordaban muy poco de esa noche y estaban seguros de que fue de sexo desordenado.

—No actúas como un esposo normal. Pareces un robot. Recuerda que te casaste rápido porque no podías mantener lo suficiente lejos de mí —Le dijo Verónica entre dientes para no ser escuchado por los demás.

—Y tú eres pésima actriz. Estoy seguro de que, si no es por mi intervención, ya todos supieran por qué nos casamos —contraatacó él.

—No sé cómo actuar por tu culpa.

—No me culpes, eres pésima actriz y ya —ironizó William—, tenía que haber contratado u a profesional. Así iba a estar seguro de mi inversión.

—Podemos anular el matrimonio. Así podrás buscar alguien a tu gusto —Verónica estaba enojada.

—Puff, ya no puedo. Por algo que no logro entender, mi abuela está encantada contigo.

—Por algo será, ¿no? —dijo ella y se alejó de él para caminar entre los invitados.

William la vio alejarse con una sonrisa dibujada en los labios. Le había dicho que quería otra, pero no era verdad. Estaba seguro de que ella era la indicada hasta que el amor de su vida llegará a robar su corazón. Solo entonces, anularía el matrimonio, no antes, ni después.

—Me gusta esa chica. No sé qué peleaba contigo, pero se notó que se llevó la victoria. —escuchó que su abuela decía a su lado.

—Eso pensó ella y por lo que veo, tú también, pero estoy seguro de que esta batalla me la llevé yo —bromeó William y luego abrazó a la anciana—, pero las dejaré creer que acabaron conmigo.

—Lo mejor que harás, así podremos quedarnos con ella —bromeó Hope.

William se sintió un poco mal por engañar a su abuela. Podía afirmar que le sería difícil a la anciana cuando ellos se divorciaran. Pero tenía que hacerlo, los socios de la empresa esperaban que estuviera casado y la mujer, que estaría con él hasta el final de sus días, no había hecho acto de presencia.

Horas después, se despidieron de los invitados y entre bromas de doble sentido, se fueron a la casa de William. Allí los estaría esperando el abogado con una copia del acuerdo prenupcial. Sin embargo, para los demás, sería la primera noche de bodas. Cómo William había tomado la presidencia de la empresa, no podían hacer un viaje largo. Mintieron, diciendo, que lo harían en otro momento.

—¿Está todo como pediste? —preguntó William mientras revisaba la copia que le entregaron a él.

—Sí, no falta nada —respondió ella—, ¿y tus exigencias?

—Todo está perfecto, muy bien plasmadas. ¿Segura que está todo?

—Hay algo más, pero no es algo que tenga que estar en el acuerdo —respondió ella y guardó silencio unos segundos—, No quiero que en la empresa sepan que estamos casados.

—Tu amiga lo sabe y ella trabaja allí —él frunció el ceño sin entender.

—Ella no dirá nada. Al igual que yo, sabe que me van a acusar de usarte para obtener algo en la empresa. Tengo metas que quiero cumplir, por favor, no digas nada.

Él aceptó, mientras no afectara sus planes con los socios, no le importaba si alguien más estuviera al tanto de su matrimonio.

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