Verónica sonrió mientras subía en el ascensor que la llevaría al apartamento donde vivía. Contra todo pronóstico, pudo salir temprano del trabajo y llegar a casa antes de la hora que acostumbraba hacerlo. Bajó la cabeza, le dio una breve mirada a la bolsa que traía en la mano y apretó la mano en un puño con emoción, allí llevaba el regalo que compró para su novio. Ese día estaban de aniversario, dos años como pareja, un año viviendo juntos. Como no pudo reservar en uno de los restaurantes que tanto le gustaban a Gustavo, ella decidió preparar su comida favorita, quería demostrarle cuanto disfrutaba estar con él, aunque la celebración sería muy sencilla.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor y llegó frente a su apartamento, acomodó las bolsas de tal forma en sus brazos, que no le molestaron para abrir la puerta muy despacio y no revelar su presencia tan pronto, quería sorprender a su novio. Sin embargo, cuando la puerta se abrió por completo, la sorprendida fue ella. En el sofá del salón, Gustavo estaba desnudo mientras tenía relaciones íntimas con otra persona.
La mente de Verónica se quedó en blanco por unos segundos, no podía procesar la escena que tenía frente a sus ojos. El hombre con el que compartía su vida, que le hacía promesas de amor a diario, la estaba engañando con otra mujer en su propia casa. De una parálisis momentánea, pasó a la ira en cuestión de segundos. Quería golpearlo a los dos por el daño que le estaban haciendo.
Un golpe en el pecho la hizo reaccionar. Cerró la boca que se le había quedado abierta y fue con todo contra el infiel. Contra el que le debía respeto y estaba acabando con la relación.
—¡Desgraciado!, ¿en mi propia casa?, ¡ni siquiera porque es nuestro aniversario pudiste contenerte de manchar el lugar donde vivo! —exclamó Verónica cuando llegó a él y comenzó a darle golpes con una de las bolsas.
La sorpresa por ser descubiertos estaba reflejada en la mirada de los dos amantes. Se quedaron inmóviles uno encima del otro sin saber qué hacer. No obstante, Gustavo se recompuso rápido, se puso de pie y tomó Verónica por los brazos para detenerla de que siguiera golpeándolo. Luego la apartó y comenzó a buscar la ropa que tenía tirada en el piso, poniéndosela lento como si estuvieran ellos dos solos. Eso enojó más a Verónica, quería darle una patada para que cubriera su cuerpo cuanto antes. La mujer que lo acompañaba se vistió en silencio y salió del apartamento casi corriendo, cerrado la puerta con fuerte golpe que hizo dar un imperceptible salto a la mujer que quedó dentro.
—¿Esa es la vecina del sexto piso? —preguntó Verónica asombrada todavía mirando la puerta cerrada—, ¿con cuántas me has engañado? —luego lo pensó mejor, era algo que no quería saber, así que le pidió no responder.
Gustavo se pasó la mano por la nuca y suspiró con molestia. No solo había sido interrumpido cuando estaba logrando mayor placer, ahora tenía una mujer enojada frente a él.
—Es primera vez con ella —dijo él sin emoción en la voz.
—¿La primera vez con ella?, ¿tengo que darte las gracias? —preguntó ella con ironía.
Él resopló como si ella dijera solo tonterías. Unos segundos después, le preguntó por qué estaba tan temprano en casa, ella nunca dejaba el trabajo hasta que terminaba la hora laboral. Se encogió cuando ella le respondió que quería darle una sorpresa por su aniversario. Gustavo lo había olvidado, si no, la cita con la vecina hubiera sido otro día y se hubiese ahorrado tantos problemas. Tras verse descubierto en eso también, prefirió atacar.
—Esto lo provocaste tú —le dijo él culpándola—, pasas mucho tiempo en el trabajo y no me das tiempo. No me atiendes como merezco. Soy un hombre joven con deseos que deben ser satisfechos.
—Disculpa si tengo que trabajar para ganar dinero para vivir —ironizó ella—, eres infiel y descarado, ¿de verdad me estás culpando?, si querías más intimidad, solo tenías que pedirlo, pero no, era mejor estar con otras mujeres.
Gustavo le dio una mirada llena de irritación, que hizo reír a Verónica. El hombre hablaba en serio cuando la culpaba. Era algo insólito, pero estaba pasando. Había pasado de ser la víctima, a ser la victimaria.
Ella no podía creer lo ciega que había sido con él, pensaba que los sentimientos que sentía eran recíprocos, pero estaba equivocada, alguien que te amaba no podía actuar como estaba haciendo él. Ni siquiera le pidió una disculpa, la traición para él no había ocurrido, si se descuidaba, ella era la que tendría que pedir perdón.
—Quiero recojas todas tus cosas y te vas ahora mismo de mi casa. —exigió ella.
—No hablas en serio, tú me amas, resolvamos esto como adultos —contestó él con una sonrisa en los labios.
—Estás loco si piensas que voy a perdonarte que me hayas engañado con cuanta mujer te dio entrada. Te quiero fuera de mi casa en menos de una hora —el descaro de él seguía sorprendiéndola, frente a ella no estaba el hombre que creía conocer.
Ella lo empujó cuando él intentó acercarla a su cuerpo para un abrazo. Luego quiso besarla y ella le dio una cachetada, él no tenía límites.
Decidió que no le daría ninguna oportunidad, ya se la había dado cuando iniciaron una relación y lo llevó a vivir a su casa. Había fallado, no esperaría a que fallara de nuevo.
—No seas tonta, Verónica, fue un pequeño desliz, le estás dando demasiada importancia, más de la que lleva —insistió él.
—No seas cínico, Gustavo, vete de mi casa antes de que me enoje mucho más, las ganas de golpearte aumentan cada vez que veo tu rostro.
A Verónica le costó un poco de tiempo porque él se resistía, pero logró sacar al infiel que la engañó durante dos años. Ya no le vería la cara de tonta.
—Volveré por ti —anunció él.
—No quiero verte más por aquí, así que no intentes volver nunca más —gruñó ella.
Después que Gustavo se fue, ella limpió el apartamento como si hubiera una plaga dentro de él. Quería limpiar todo rastro en el salón, y asegurarse de que la habitación estaba limpia por si la había usado antes de que ella llegara. Mantenerse ocupada no le dio tiempo a pensar en su ex, ni que había pasado de querer celebrar a ser una mujer soltera.
Estaba saliendo de la ducha con el cuerpo aún mojado, cuando recibió un mensaje de su supervisor en la empresa para la cual trabajaba. El hombre le pedía entregar un proyecto que le habían dado hacía muy poco tiempo. Le estaba pidiendo casi un imposible. Respondió el mensaje pidiendo, al menos, tres días más, sin embargo, fue rechazado su pedido, tenía hasta el lunes y no podía demorarse más.
«Ese trabajo es urgente, lo necesitamos sin falta, no nos haga quedar mal, Gardener». Bajo la orden, Verónica leyó la amenaza de que peligraba su puesto de trabajo si no hacía lo que ellos exigían.
El cansancio del día y la tristeza que sentía, pudieron con ella. Necesitaba olvidar durante un tiempo lo que estaba sucediendo en su vida. No obstante, no quería estar allí sola, lamentándose del fracaso que había sido su relación amorosa. Tomó ropa del closet y salió del apartamento. Entró al primer bar que vio. Dentro del lugar había buen ambiente, pero como no quería ser molestada por nadie, se sentó en una esquina de la barra. Después del primer trago, los demás llegaron casi uno detrás del otro, bebió sin parar hasta olvidarse de sus problemas.
Estaba esperando una copa que había pedido, cuando siento que alguien hablaba a su lado. Giró la cabeza y encontró a un hombre muy guapo mirándola con una sonrisa coqueta. Quiso ignorarlo, hacer como si no lo hubiese visto, pero él fue muy insistente, no dejó que lo ignorara, cuando se dio cuenta, ya estaban conversando como si fueran viejos amigos.
—Ese hombre es un idiota si te dejó escapar. Eres hermosa, fantástica, divertida. El que perdió fue él, no tú —le dijo su nuevo amigo con la voz afectada por el alcohol—, mereces algo mejor, a tu altura.
—¿Mejor?, por supuesto que sí, necesito un hombre que no quiera tener relaciones sexuales con cada inquilina del edificio donde vivo —dijo ella, apoyado las palabras de él—, y lo voy a tener, estoy segura.
—Si tu ex te molesta, me llamas y yo lo saco a patadas de tu casa. —prometió William.
—Que ruede por las escaleras con cada patada que le des, nada de bajar por el ascensor —pidió ella.
—Por supuesto, no merece delicadeza de nuestra parte —respondió él.
Verónica comenzó a reír, con la risa característica de un borracho, de imaginar a Gustavo en el piso mientras William la defendía, era muy gracioso para ella, o eso le parecía por el nivel de alcohol que tenía en la sangre. Su nuevo amigo se unió a ella con una carcajada.
William observó a su nueva amiga y aunque estaba ebrio, se sintió profundamente atraído por Verónica, ella era muy atractiva. Ella estaba cerca de lo que buscaba en una esposa. Una idea germinó en su mente, y arraigó. Sin detenerse a pensarlo tanto, le preguntó:
—¿Te quieres casar conmigo?
—¿Casarnos? ¿Tú y yo? —preguntó Verónica, aguantando la risa.—Sí, tú y yo —respondió él. Ante la carcajada que escapó de los labios de ella, William se puso de pie y, dando una vuelta para que ella lo viera bien, bromeó—: Estoy seguro de que soy más guapo que el infiel de tu ex.Verónica le pidió que diera otra vuelta, pero esta vez un poco más lenta. Quería ver mejor la mercancía, lo que tendría a su lado mientras estuvieran casados. Él obedeció con gusto, aunque estaba bastante ebrio. A pesar de estar bajo los efectos del alcohol, era consciente de que su físico atraía. No tenía problemas para conquistar a una mujer cuando se lo proponía.Varias bromas y copas después, ella aceptó. Con el juicio nublado por el alcohol, pensó que, si Gustavo regresaba a molestarla, se llevaría una sorpresa al ver a su atractivo esposo. No consideró que era una locura casarse con un extraño, con un hombre que acababa de conocer en el primer bar al que entró.—Seré la señora… ¿Cómo te apellidas? —Ella
William hizo gestos con una mano, no podía darle una fecha exacta, no sabía en qué momento el contrato no iba a concluir. Podían ser meses, o tal vez un año o dos.—Todo dependerá de si necesito una esposa y no he encontrado esa mujer que me haga replantearme una vida con ella —continuó diciendo él—, pero serás recompensada. Pagaré las facturas médicas de tu madre. Y por cada mes que estemos juntos, tendrás otros pagos. Te daré dinero para tus gastos personales.Ella lo sopesó, se escuchaba bien lo que él decía. Pero, no estaba segura de que fuera a cumplir con el trato. ¿Y si la engañaba?—¿Qué me aseguras que pagarás? —inquirió ella—, ¿Qué no me usarás en tu beneficio y te olvidarás de la promesa de pagar el tratamiento de mi madre?—Hablaré con mi abogado, él preparará un contrato prenupcial. Ahí dejará claro lo que cada uno de nosotros tiene que cumplir con este matrimonio —respondió él.—¿Se puede poner en un acuerdo así, pagar gastos médicos?, ¿es legal? —Verónica tenía dudas so
Quince días despuésWilliam caminaba de un lado al otro por toda la capilla. La socia que había escogido para la farsa de matrimonio, no llegaba a la iglesia. Verónica llevaba quince minutos de retraso y no daba señales de vida.—Todas las novias se retrasan, es algo normal —lo consoló su abuela.Una risa por poco escapa de él. Había logrado engañar a su familia. Todos creían que estaba nervioso porque por el gran día. Lo que ellos no sabían, era lo que había detrás. Ni siquiera habían preparado una gran boda. Después de firmar el acuerdo prenupcial, se habían ido cada uno por su lado. Solo cuando el abogado les avisó que tendría los documentos listos para entregárselos al concluir la fiesta, se pusieron manos a la obra. Él contrató a una organizadora de eventos, pero ni, aun así, pudieron tener algo mejor. La iglesia estaba decorada con mucha sencillez, no parecía que un Tanner se iba a casar en cuanto la novia apareciera. A su abuela Hope le había encantado, creía que su nieto estab
Nicki apretó el bolso contra su cuerpo mientras caminaba apresurada, llegaba tarde al trabajo y eran muy estrictos con el horario. Le dio una breve mirada al reloj, diez minutos tardes, su jefe le daría un sermón o la despediría. Ella esperaba que fuera la primera opción, le encantaba su trabajo, además de necesitarlo. —Señorita Gardener, ¿cree usted que son horas de llegar? —Franklin Peak señalaba el reloj que tenía puesto en la muñeca de su mano izquierda.—Señor Peak, no volverá a ocurrir, tengo a mi madre en el hospital y tuve que pasar primero por allí —Ella esperaba que su jefe directo comprendiera. Sin embargo, no fue así.—Si su madre está enferma, programe los horarios de visitas fuera del laboral. Esta empresa no es una ONG, tiene que cumplir con su parte o será remplazada —al hombre no le importó que Mildred estuviera en el hospital, solo pensaba que su empleada llegó diez minutos tarde.Los ojos de Verónica se humedecieron, estaba consciente de que llegar tarde y faltar a
La inconformidad que sentía Verónica por la actitud de William, le hizo tensar el cuello mientras fruncía el ceño y mandíbula se apretaba con fuerza. Ella volvió a hacerle la pregunta, pero él se negó a responder, miró hacia un lado como si ya estuviera aburrido de la conversación.—Bien, no respondas nada. Estás siendo irracional, no puedes prohibirme relacionarme con mis compañeros de trabajo. Para poder realizar el mío, tengo que interactuar con ellos. —Ella solo recibió una mirada irritada de su falso esposo por sus palabras.Sin embargo, él todavía estaba sorprendido por su arrebato celoso, no quiso decir algo más que lo llevara a decir otra tontería. Ella malinterpretó su silencio, creyendo que continuaba decidido a cumplir la tonta amenaza, movió la cabeza de un lado al otro y se marchó de la oficina de William, dejándolo reflexionando su actitud.Varias horas después, cuando concluyó el horario laboral, un torrencial de agua impedía que muchos empleados de la compañía se pudie
—¿Hola?, ¿eso es lo único que puedes decirme? —protestó una mujer del otro lado de la línea—, ¡esperé tu llamada por días!William sonrió, a Magnolia Abram, le encantaba exagerar y hacer drama. Estaba seguro, que, si hubiese estudiado actuación, sería una actriz muy galardonada.—Maggie, no he tenido tiempo de nada. He tenido que ponerme al día con la empresa, me dejaron mucho trabajo, que necesita muchas revisiones —respondió con cariño.—Tuviste tiempo para una boda, a la cual no fui invitada. —En la voz de Magnolia se escuchaba pesar—. ¿Ya no me consideras tu amiga, Will?Él se disculpó, la boda había sido tan rápida, que no le dio tiempo de pensar mucho en otra cosa que no fuera el casamiento. Además, supuso que su amiga de la infancia estaba fuera del país. Ni siquiera se había detenido a asegurarse de que Maggie estuviera en la ciudad. La mujer viajaba cada vez que le era posible y muchas veces se quedaba un tiempo largo en la ciudad que visitaba.—Hablamos antes de que abandona
A la mañana siguiente, William se sentía avergonzado. Los recuerdos de la noche anterior, vinieron a su mente y no deseaba enfrentar a Verónica. Pero no podía permanecer encerrado en su habitación, tenía que continuar con su vida, aunque la sensación de incomodidad durara varios días. Cuando salió de la habitación, se dirigió al comedor para tomar su desayuno, pero al llegar allí, se sonrojó un poco, Verónica estaba sentada a la mesa tomando una taza de café. Se acercó con pasos lentos, saludó esperando que ella se burlara, pero al ver que ella le devolvía el saludo sin mencionar lo sucedido, respiró aliviado y se relajó mientras esperaba su comida.—Tu abuela se quedó preocupada por ti, deberías ir a verla o al menos llamarla por teléfono —le dijo Verónica mientras dejaba la taza sobre el platillo.—La llamaré, aunque sospecho, que no es tanta su preocupación, y si más drama para que vuelva a visitarla pronto —dijo él, y se llevó un trozo de pan a la boca.—Su preocupación parecía ge
Al día siguiente, después de visitar a su madre en el hospital, Verónica decidió ir a la casa de Hope. Quería consejos de la anciana. Quien mejor que su abuela, para saber qué comidas eran las favoritas de William.—No todas las mujeres tienen que ser expertas en la cocina, Verónica —le dijo Hope con una sonrisa, luego que ella le planteara su problema—, si quieres aprender, hazlo por ti, no para demostrarle a mi nieto que eres buena en ello. Él sabe que eres excelente en otras cosas.—No me daré por vencida, Hope, aprenderé de alguna forma —En el rostro de Nicki estaba reflejada la terquedad. Lo conseguiría como mismo lo había hecho toda su vida. Con una sonrisa traviesa, le preguntó—: ¿O usted quiere que envíe otra vez a su nieto para el hospital?Hope comenzó a reír, le gustaba la chica, le recordaba un poco a ella misma cuando tenía su edad. Aceptó ayudarla, con la condición de estar en cada etapa del aprendizaje, tomarían la cocina de su casa como escuela culinaria.Las dos se pu