Marido y mujer, ¡solo en papel!
Marido y mujer, ¡solo en papel!
Por: Lilith Moon
Capítulo 1

Verónica sonrió mientras subía en el ascensor que la llevaría al apartamento donde vivía. Contra todo pronóstico, pudo salir temprano del trabajo y llegar a casa antes de la hora que acostumbraba hacerlo. Bajó la cabeza, le dio una breve mirada a la bolsa que traía en la mano y apretó la mano en un puño con emoción, allí llevaba el regalo que compró para su novio. Ese día estaban de aniversario, dos años como pareja, un año viviendo juntos. Como no pudo reservar en uno de los restaurantes que tanto le gustaban a Gustavo, ella decidió preparar su comida favorita, quería demostrarle cuanto disfrutaba estar con él, aunque la celebración sería muy sencilla.

Cuando se abrieron las puertas del ascensor y llegó frente a su apartamento, acomodó las bolsas de tal forma en sus brazos, que no le molestaron para abrir la puerta muy despacio y no revelar su presencia tan pronto, quería sorprender a su novio. Sin embargo, cuando la puerta se abrió por completo, la sorprendida fue ella. En el sofá del salón, Gustavo estaba desnudo mientras tenía relaciones íntimas con otra persona.

La mente de Verónica se quedó en blanco por unos segundos, no podía procesar la escena que tenía frente a sus ojos. El hombre con el que compartía su vida, que le hacía promesas de amor a diario, la estaba engañando con otra mujer en su propia casa. De una parálisis momentánea, pasó a la ira en cuestión de segundos. Quería golpearlo a los dos por el daño que le estaban haciendo.

Un golpe en el pecho la hizo reaccionar. Cerró la boca que se le había quedado abierta y fue con todo contra el infiel. Contra el que le debía respeto y estaba acabando con la relación.

—¡Desgraciado!, ¿en mi propia casa?, ¡ni siquiera porque es nuestro aniversario pudiste contenerte de manchar el lugar donde vivo! —exclamó Verónica cuando llegó a él y comenzó a darle golpes con una de las bolsas.

La sorpresa por ser descubiertos estaba reflejada en la mirada de los dos amantes. Se quedaron inmóviles uno encima del otro sin saber qué hacer. No obstante, Gustavo se recompuso rápido, se puso de pie y tomó Verónica por los brazos para detenerla de que siguiera golpeándolo. Luego la apartó y comenzó a buscar la ropa que tenía tirada en el piso, poniéndosela lento como si estuvieran ellos dos solos. Eso enojó más a Verónica, quería darle una patada para que cubriera su cuerpo cuanto antes. La mujer que lo acompañaba se vistió en silencio y salió del apartamento casi corriendo, cerrado la puerta con fuerte golpe que hizo dar un imperceptible salto a la mujer que quedó dentro.

—¿Esa es la vecina del sexto piso? —preguntó Verónica asombrada todavía mirando la puerta cerrada—, ¿con cuántas me has engañado? —luego lo pensó mejor, era algo que no quería saber, así que le pidió no responder.

Gustavo se pasó la mano por la nuca y suspiró con molestia. No solo había sido interrumpido cuando estaba logrando mayor placer, ahora tenía una mujer enojada frente a él.

—Es primera vez con ella —dijo él sin emoción en la voz.

—¿La primera vez con ella?, ¿tengo que darte las gracias? —preguntó ella con ironía.

Él resopló como si ella dijera solo tonterías. Unos segundos después, le preguntó por qué estaba tan temprano en casa, ella nunca dejaba el trabajo hasta que terminaba la hora laboral. Se encogió cuando ella le respondió que quería darle una sorpresa por su aniversario. Gustavo lo había olvidado, si no, la cita con la vecina hubiera sido otro día y se hubiese ahorrado tantos problemas. Tras verse descubierto en eso también, prefirió atacar.

—Esto lo provocaste tú —le dijo él culpándola—, pasas mucho tiempo en el trabajo y no me das tiempo. No me atiendes como merezco. Soy un hombre joven con deseos que deben ser satisfechos.

—Disculpa si tengo que trabajar para ganar dinero para vivir —ironizó ella—, eres infiel y descarado, ¿de verdad me estás culpando?, si querías más intimidad, solo tenías que pedirlo, pero no, era mejor estar con otras mujeres.

Gustavo le dio una mirada llena de irritación, que hizo reír a Verónica. El hombre hablaba en serio cuando la culpaba. Era algo insólito, pero estaba pasando. Había pasado de ser la víctima, a ser la victimaria.

Ella no podía creer lo ciega que había sido con él, pensaba que los sentimientos que sentía eran recíprocos, pero estaba equivocada, alguien que te amaba no podía actuar como estaba haciendo él. Ni siquiera le pidió una disculpa, la traición para él no había ocurrido, si se descuidaba, ella era la que tendría que pedir perdón.

—Quiero recojas todas tus cosas y te vas ahora mismo de mi casa. —exigió ella.

—No hablas en serio, tú me amas, resolvamos esto como adultos —contestó él con una sonrisa en los labios.

—Estás loco si piensas que voy a perdonarte que me hayas engañado con cuanta mujer te dio entrada. Te quiero fuera de mi casa en menos de una hora —el descaro de él seguía sorprendiéndola, frente a ella no estaba el hombre que creía conocer.

Ella lo empujó cuando él intentó acercarla a su cuerpo para un abrazo. Luego quiso besarla y ella le dio una cachetada, él no tenía límites.

Decidió que no le daría ninguna oportunidad, ya se la había dado cuando iniciaron una relación y lo llevó a vivir a su casa. Había fallado, no esperaría a que fallara de nuevo.

—No seas tonta, Verónica, fue un pequeño desliz, le estás dando demasiada importancia, más de la que lleva —insistió él.

—No seas cínico, Gustavo, vete de mi casa antes de que me enoje mucho más, las ganas de golpearte aumentan cada vez que veo tu rostro.

A Verónica le costó un poco de tiempo porque él se resistía, pero logró sacar al infiel que la engañó durante dos años. Ya no le vería la cara de tonta.

—Volveré por ti —anunció él.

—No quiero verte más por aquí, así que no intentes volver nunca más —gruñó ella.

Después que Gustavo se fue, ella limpió el apartamento como si hubiera una plaga dentro de él. Quería limpiar todo rastro en el salón, y asegurarse de que la habitación estaba limpia por si la había usado antes de que ella llegara. Mantenerse ocupada no le dio tiempo a pensar en su ex, ni que había pasado de querer celebrar a ser una mujer soltera.

Estaba saliendo de la ducha con el cuerpo aún mojado, cuando recibió un mensaje de su supervisor en la empresa para la cual trabajaba. El hombre le pedía entregar un proyecto que le habían dado hacía muy poco tiempo. Le estaba pidiendo casi un imposible. Respondió el mensaje pidiendo, al menos, tres días más, sin embargo, fue rechazado su pedido, tenía hasta el lunes y no podía demorarse más.

«Ese trabajo es urgente, lo necesitamos sin falta, no nos haga quedar mal, Gardener». Bajo la orden, Verónica leyó la amenaza de que peligraba su puesto de trabajo si no hacía lo que ellos exigían.

El cansancio del día y la tristeza que sentía, pudieron con ella. Necesitaba olvidar durante un tiempo lo que estaba sucediendo en su vida. No obstante, no quería estar allí sola, lamentándose del fracaso que había sido su relación amorosa. Tomó ropa del closet y salió del apartamento. Entró al primer bar que vio. Dentro del lugar había buen ambiente, pero como no quería ser molestada por nadie, se sentó en una esquina de la barra. Después del primer trago, los demás llegaron casi uno detrás del otro, bebió sin parar hasta olvidarse de sus problemas.

Estaba esperando una copa que había pedido, cuando siento que alguien hablaba a su lado. Giró la cabeza y encontró a un hombre muy guapo mirándola con una sonrisa coqueta. Quiso ignorarlo, hacer como si no lo hubiese visto, pero él fue muy insistente, no dejó que lo ignorara, cuando se dio cuenta, ya estaban conversando como si fueran viejos amigos.

—Ese hombre es un idiota si te dejó escapar. Eres hermosa, fantástica, divertida. El que perdió fue él, no tú —le dijo su nuevo amigo con la voz afectada por el alcohol—, mereces algo mejor, a tu altura.

—¿Mejor?, por supuesto que sí, necesito un hombre que no quiera tener relaciones sexuales con cada inquilina del edificio donde vivo —dijo ella, apoyado las palabras de él—, y lo voy a tener, estoy segura.

—Si tu ex te molesta, me llamas y yo lo saco a patadas de tu casa. —prometió William.

—Que ruede por las escaleras con cada patada que le des, nada de bajar por el ascensor —pidió ella.

—Por supuesto, no merece delicadeza de nuestra parte —respondió él.

Verónica comenzó a reír, con la risa característica de un borracho, de imaginar a Gustavo en el piso mientras William la defendía, era muy gracioso para ella, o eso le parecía por el nivel de alcohol que tenía en la sangre. Su nuevo amigo se unió a ella con una carcajada.

William observó a su nueva amiga y aunque estaba ebrio, se sintió profundamente atraído por Verónica, ella era muy atractiva. Ella estaba cerca de lo que buscaba en una esposa. Una idea germinó en su mente, y arraigó. Sin detenerse a pensarlo tanto, le preguntó:

—¿Te quieres casar conmigo?

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