La luz del amanecer se filtraba suavemente por las cortinas, tiñendo la habitación con tonos dorados y cálidos.Axel abrió los ojos con lentitud, su cuerpo aún pesado por el sueño, pero su mente se activó de inmediato al notar el peso ligero y cálido contra su pecho.Alicia.Ella dormía profundamente, su respiración pausada, su rostro relajado. Sus pestañas largas rozaban sus mejillas y su cabello caía desordenadamente sobre la almohada.Axel no se movió. No porque no pudiera. Si, no, porque no quería.Por primera vez en mucho tiempo, la tenía en sus brazos después de hacer el amor. Y no estaba dispuesto a arruinarlo.Ni ahora, ni nunca.Así que se quedó quieto, simplemente mirándola, memorizando cada pequeño detalle.Suave, diminuta, perfecta.Era un pecado que alguien como él pudiera tener a alguien como ella en su vida.El tiempo pareció estirarse entre ellos, hasta que Alicia empezó a moverse ligeramente, sus párpados temblando antes de abrirse lentamente.Sus ojos se encontraron.
El aroma a quemado se esparció rápidamente por la cocina.—¿Axel…? —Alicia frunció el ceño, con un mal presentimiento.Axel también lo sintió, se giró bruscamente hacia la estufa y…—¡Mierda!La sartén echaba humo y lo que alguna vez fueron huevos revueltos ahora era una masa carbonizada pegada al fondo.Alicia soltó una carcajada y llevó sus manos al estómago mientras Axel, con una mueca de indignación, apartaba la sartén del fuego y la miraba con el ceño fruncido.—No digas nada —le advirtió.Alicia intentó recomponerse, pero su risa era incontrolable.—¡Dios mío, Axel! ¿Cómo pudiste arruinar unos simples huevos revueltos? ¡Se supone que son la cosa más fácil de hacer en la cocina!Axel gruñó, mirando la sartén como si esta lo hubiera traicionado.—Es tu culpa… me distrajiste, para que me quedaran mal y decir que no servía para esto… pero sí sirvo —expresó con una expresión de afrenta, pero al verla reír tan sonoramente, se calmó—. Bueno, si esto te sirve para relajarte, puedo hacer
El café goteaba lentamente por la impecable tela del traje azul marino del hombre, formando manchas marrones que se extendían por su camisa blanca como una lágrima de café derramada por el destino.Él soltó un gruñido bajo, observando su traje arruinado con una mezcla de incredulidad y furia contenida.—Esto es una maldita broma… —murmuró, apretando la mandíbula.Lola no pudo evitar sentirse culpable, sacó un pañuelo de su bolsillo y, sin pensarlo demasiado, intentó limpiar la mancha de su camisa.—¡Oye, oye! —espetó el hombre malhumorado, apartándose bruscamente cuando sintió la caricia arrepentida de sus dedos en su pecho y una especie de corriente eléctrica recorrerlo, lo que lo puso nervioso—. ¡Sin toques!Lola lo miró con una mezcla de sorpresa y burla.—Tranquilo, señor traje caro, no te voy a devorar, ni que fueras el único hombre en la faz de la tierra y antipático como tú menos —pronunció lanzándole una mirada desafiante—. Además, ni siquiera fue mi culpa del todo.El hombre
El ambiente en la habitación de Stella seguía tenso.Lola y Mario seguían intercambiando miradas furiosas, como si uno estuviera esperando que el otro se rindiera primero.Stella, que los observaba con una mezcla de diversión y agotamiento, suspiró con exageración.—En serio, esto parece una telenovela barata. Si van a pelear tanto, por lo menos cobren entrada, a mí ya me tienen sentada en primera fila —se burló.Lola y Mario la ignoraron.—No entiendo cómo puedes ser tan altanero —espetó Lola, cruzándose de brazos —, todo porque cargas un trajecito medianamente costoso.—Vale más de lo que puedes ganarte tú en un año de trabajo. Y no entiendo cómo puede existir alguien tan torpe —respondió Mario con su tono más arrogante.—¡Torpe tu madre! —explotó ella con los ojos encendidos de la rabia.—¡Respeta a mi madre! —siseó él acercándose más a él de manera peligrosa.—¡Pues respétame tú primero!—¡Si no me hubieras arrojado café encima, no tendríamos este problema! —exclamó mirándola con
Axel, quien había permanecido lo suficientemente paciente, para sus estándares, se irguió con una calma peligrosa y se dirigió a Mario con su tono más frío.—Bueno, al parecer se terminó el espectáculo —dijo, tomando a Alicia del brazo con suavidad inusual—. Mario, ya visitaste a mi hermana, ya puedes irte. No veo qué más tienes que hacer aquí —su mirada fue un claro aviso—. No me agrada que estés rondando a mi esposa.Mario alzó una ceja, recobrando de inmediato su compostura de empresario confiado.—No sabía que necesitaba tu permiso para tener amigas —respondió con una media sonrisa cargada de sarcasmo—. Pero gracias por la aclaración.Axel dio un paso adelante, sin embargo, Alicia rápidamente se interpuso.—¡Ya basta! —exclamó, con un suspiro de frustración—. Mario, gracias por venir, pero creo que ya es suficiente por hoy.Mario sostuvo la mirada de Alicia un segundo más y, sin decir nada, asintió. —Está bien, luego te llamo para retomar la planificación del evento.Ella asintió
Los días pasaron en un suspiro y, finalmente, la pequeña Hope fue dada de alta. La emoción en los ojos de Stella era evidente cuando sostuvo a su hija en brazos sin ninguna barrera de por medio. Su fragancia, su calidez, su existencia… todo parecía un milagro.Alicia y Axel, que la acompañaban, insistieron en que se quedara con ellos.—Te vendrá bien estar en la villa por un tiempo —argumentó Alicia con suavidad—. Allí podrás descansar sin estar todo el tiempo dentro de un hospital.Axel, a su lado, asintió con su clásica expresión severa.—Y queremos que Hope esté en un ambiente tranquilo.Stella dudó un poco, pero cuando Guillermo apareció en la puerta con su pequeño hijo de la mano, la decisión se volvió más clara.—¿Guillermo, Matías? —Stella parpadeó, sorprendida—. ¡Qué sorpresa!Él le sonrió con calidez y, con un suave empujoncito, animó a su hijo a acercarse.—Quería que mi pequeño conociera a Hope.El niño, de cabellos oscuros y ojos grandes, observó a la recién nacida en los
El tiempo pareció detenerse.El calor de su boca chocó contra el suyo con una mezcla de alcohol y descaro. No fue un beso tierno ni dulce. Fue impulsivo, cargado de tensión acumulada, de cada discusión, cada mirada desafiante que se habían lanzado desde que se conocieron.Lola sintió que su corazón se detenía un segundo antes de empezar a latir con fuerza.Y entonces reaccionó.Intentó empujarlo con ambas manos para alejarlo de ella.—¿Qué demonios haces? —exclamó, su respiración agitada.Mario se movió ligeramente, pero sin apartarse de ella. El alcohol nubló su juicio, pero aun así le sonrió con una arrogancia que la irritó aún más.—Te besé, Lola —dijo con voz arrastrada—. No me digas que no te gustó.Lola sintió un calor subirle a las mejillas, no solo por la rabia, sino porque, maldita sea, el idiota besaba bien.—¡Estás borracho! —espetó, como si eso lo explicara todo.Mario se encogió de hombros, aún tambaleándose.—No lo estoy tanto y quiero más.Sin inmutarse, siguió besándol
Lola se quedó boquiabierta ante la acusación, la indignación encendiendo su rostro.—¿Yo me aproveché de ti? ¡Fuiste tú quien me besó primero, imbécil y me lanzó a la cama contigo! —espetó, lanzándole la almohada con fuerza—. ¡Tú fuiste quien no podía mantener las manos quietas!Mario esquivó el proyectil por poco, su cabeza palpitando con cada movimiento brusco.—¡Estaba ebrio! Y lo hiciste a propósito. ¿Crees que me involucraré con una mujer tan manipuladora y rastrera como tú? ¿Qué buscas? ¿Congraciarte con Axel, para alejarme de Alicia?—¿Qué dijiste?Mario se levantó de la cama, tomando su pantalón con movimientos bruscos.—Lo que oíste, lo planeaste todo, ¿cierto? Me viste borracho, sabías que no me detendría…Lola también se sentó de golpe, las sábanas resbalando hasta su cintura.—¿Me estás acusando de qué, exactamente?Mario la miró con desprecio.—De haber sido lo suficientemente astuta para seducirme cuando mi juicio estaba nublado, seguro estás acostumbrada a eso.El impac