Las calles estaban frías y solitarias.Lola caminaba sin rumbo fijo, con los brazos cruzados sobre su pecho, como si intentara contener la tormenta que la sacudía por dentro. La ciudad, iluminada por las luces del amanecer, parecía ajena a su dolor. Cada paso que daba era un eco de la rabia, la humillación y el desconsuelo que la consumían.No podía volver a la fundación, ni siquiera creía que podía permanecer en la ciudad. Debía irse de allí, no podía encontrarse con Mario de nuevo.El aire cortante golpeaba su rostro, pero no lo sentía. Sus pensamientos giraban en espiral alrededor de la última conversación, de la frialdad en los ojos de Mario, de la pastilla que él le había obligado a tomar.Un nudo se formó en su garganta. Era una idiota. Lo había sido al permitir que él la tocara, al pensar por un instante que quizás se había sentido atraído por ella, pero su trato le mostró que no era así. Lo ocurrido no había significado nada para él, pero lo peor es que ella le había permitid
Mario no era un hombre fácil de sorprender. Se había enfrentado a empresarios despiadados, negociaciones hostiles y traiciones inesperadas en los negocios, pero nada de eso lo había preparado para la noticia que acababa de recibir.Lola se había ido. ¿Por qué se fue?, las preguntas se suscitaban una tras otra.Se quedó de pie en la oficina de Alicia, con el ceño fruncido y las manos apretadas en los bolsillos, mientras la secretaria de Alicia le repetía lo mismo por tercera vez.—¿Renunció? ¿Por qué? —repitió él, incrédulo.—No tengo más información, señor Carvajal. Ella presentó su renuncia esta mañana y se marchó. Mario sintió que algo dentro de él se tensaba.—¿Me puede dar la dirección?La secretaria vaciló.—No estoy segura de que sea apropiado…Mario le lanzó una mirada helada.—Por favor, es urgente.La mujer suspiró y luego asintió. Tomó una hoja de su escritorio, anotando la dirección con letra pulcra.—Aquí tiene.Mario la tomó sin decir nada y salió de la oficina con pasos
Alicia sostenía la taza de té con delicadeza, observando cómo el líquido ámbar formaba círculos diminutos al girar. La luz del atardecer que atravesaba la ventana del elegante café caía sobre su rostro, pero las grandes gafas de sol que llevaba ocultaban cualquier emoción que pudiera delatarse en sus ojos. Frente a ella, Lupita, su mejor amiga desde la infancia, movía la cuchara dentro de su propia taza, creando un tintineo constante que delataba su impaciencia.—No entiendo por qué insistes en vivir de esa manera —dijo Lupita finalmente, dejando caer la cuchara con un sonido seco—. Tienes una fortuna que cualquier persona envidiaría, pero prefieres esconderte detrás de esas gafas y fingir que no tienes nada, para recibir humillaciones de esa gente —siseó dejando en evidencia su molestia.Alicia sonrió, aunque la sonrisa apenas rozó sus labios. Bajó la taza y apoyó los dedos en el borde del plato. —Es necesario, eso es lo que mi marido cree —respondió con voz tranquila—. Que vengo d
Parecía que eso era una situación de nunca acabar, y a pesar de eso no pudo evitar sentir como si el aire hubiese sido arrancado de sus pulmones. Axel, se veía aparentemente cariñoso mientras la mujer lo envolvía con sus brazos, mientras estaban rodeados de algunos de los amigos de su marido.Una mezcla de emociones la atravesó, asco, rabia y sintió un dolor en su pecho. Se mareó y se aferró al marco de la puerta, para no tambalearse. Entretanto, la mujer, en el regazo de Axel, se levantó y se giró hacia ella con una expresión altiva al notar su presencia. Sus ojos brillaban con una mezcla de satisfacción y desafío.—¡Oh! Mírenla, la señora finalmente decidió aparecer —dijo Brenda, con una sonrisa despectiva.Alicia respiró profundamente para contenerse. Sus manos temblaban, pero su rostro permanecía imperturbable. Dio un paso hacia adelante, clavando sus ojos en Brenda antes de hablar con un tono helado.—Gracias por tu servicio esta noche. Parece que mi esposo quedó muy satisfech
Axel se detuvo en seco. Los murmullos de sus amigos desaparecieron en el eco del salón cuando giró lentamente sobre sus talones. Su mirada, helada y cargada de una autoridad incuestionable, se clavó en Alicia.—¿Qué dijiste? —preguntó, su tono bajo, pero con un filo cortante que hacía que cualquier persona retrocediera, excepto Alicia.Ella levantó la barbilla, sosteniendo su mirada con una frialdad que no sentía del todo, pero que había aprendido a fingir. Sabía que cualquier muestra de debilidad solo lo alimentaría.—Dije que, al menos, deberías elegir mejor. Siento que tu visión y tus gustos empeoran cada vez más y para ser un miembro de la familia Thorne, es patético.Un murmullo ahogado surgió entre los amigos de Axel. Nadie se atrevía a hablarle de esa manera. Sin embargo, Alicia no apartó la mirada. Sabía que estaba jugando con fuego, pero también sabía que Axel no soportaba los desafíos. Era un hombre que, aunque no conocía la empatía, encontraba placer en dominar.Efectivamen
Alicia se despertó con los primeros rayos del amanecer que se filtraban a través de las cortinas. La habitación estaba fría y silenciosa, un reflejo perfecto de la ausencia de Axel. Miró hacia el lado de la cama que él solía ocupar, pero no estaba. No había regresado. No era una sorpresa. Había pasado tantas noches vacías como esta que ya había aprendido a no esperar su regreso.Con un suspiro, se levantó y se envolvió en una bata de seda. Caminó hasta el ventanal, mirando hacia el jardín que estaba cubierto por una ligera neblina matutina. La vista le daba una extraña sensación de paz, pero su mente estaba lejos de estar tranquila. Recordando los eventos de la noche anterior, apretó los puños con determinación.Caminó hacia la mesita donde había dejado su teléfono. Marcó un número que tenía memorizado y esperó con paciencia mientras el tono sonaba.“Buenos días, señora Alicia” respondieron al otro lado de la línea.—Necesito que investigues a Brenda Smith —dijo sin preámbulos, su vo
Mientras Axel se giraba para salir, Alicia lo observó fijamente, con pensamientos oscuros cruzando por su mente. Stella no era una buena mujer. Había sido siempre arrogante y prepotente, utilizando su posición como hermana de Axel para justificar su comportamiento. Alicia recordó cómo, en el pasado, la empresa de sus padres había enviado gente a cobrar las deudas que el novio de Stella había acumulado, y todo había terminado en tragedia, cuando Stella perdió el hijo que esperaba.Ella, para vengarse, le lloró a su hermano, quien, furioso, convencido de que sus padres eran responsables del aborto espontáneo de su hermana, utilizó su influencia para hundir la empresa familiar de sus padres. Fue un golpe devastador. La reputación de los padres de Alicia quedó hecha añicos, rodeada por un gran escándalo y acusaciones legales que llevaron a los medios a perseguirlos sin descanso. En ese momento, todos pensaron que los padres de Alicia se habían quitado la vida debido a la presión, pero e
Stella ignoró por completo la mano que Alicia le extendió en un intento de cordialidad. Con una actitud altiva, le pasó a un lado y se dirigió directamente hacia la habitación que Axel había preparado para ella. Axel siguió a su hermana sin decir nada, dejando a Alicia sola en el vestíbulo con un nudo en el estómago.Dentro de la habitación, Stella se giró hacia su hermano, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza fingida y determinación.—Hermano, ¿por qué sigues con esa mujer? —preguntó con voz temblorosa, intentando sonar dolida—. Ella y sus padres son las peores personas del mundo, están cortados todos con el mismo patrón. ¡No me gusta! ¡Deberías divorciarte de ella!Axel cerró la puerta tras él y cruzó los brazos, observándola con una mezcla de cansancio e incredulidad.—Hermana, creo que primero deberías ocuparte de tus propios asuntos, antes de meter tus narices en las mías, Stella. ¿Quién es el padre del bebé? —preguntó, sin rodeos, su tono helado y directo.Stella inmediata