Los días pasaron en un suspiro y, finalmente, la pequeña Hope fue dada de alta. La emoción en los ojos de Stella era evidente cuando sostuvo a su hija en brazos sin ninguna barrera de por medio. Su fragancia, su calidez, su existencia… todo parecía un milagro.Alicia y Axel, que la acompañaban, insistieron en que se quedara con ellos.—Te vendrá bien estar en la villa por un tiempo —argumentó Alicia con suavidad—. Allí podrás descansar sin estar todo el tiempo dentro de un hospital.Axel, a su lado, asintió con su clásica expresión severa.—Y queremos que Hope esté en un ambiente tranquilo.Stella dudó un poco, pero cuando Guillermo apareció en la puerta con su pequeño hijo de la mano, la decisión se volvió más clara.—¿Guillermo, Matías? —Stella parpadeó, sorprendida—. ¡Qué sorpresa!Él le sonrió con calidez y, con un suave empujoncito, animó a su hijo a acercarse.—Quería que mi pequeño conociera a Hope.El niño, de cabellos oscuros y ojos grandes, observó a la recién nacida en los
El tiempo pareció detenerse.El calor de su boca chocó contra el suyo con una mezcla de alcohol y descaro. No fue un beso tierno ni dulce. Fue impulsivo, cargado de tensión acumulada, de cada discusión, cada mirada desafiante que se habían lanzado desde que se conocieron.Lola sintió que su corazón se detenía un segundo antes de empezar a latir con fuerza.Y entonces reaccionó.Intentó empujarlo con ambas manos para alejarlo de ella.—¿Qué demonios haces? —exclamó, su respiración agitada.Mario se movió ligeramente, pero sin apartarse de ella. El alcohol nubló su juicio, pero aun así le sonrió con una arrogancia que la irritó aún más.—Te besé, Lola —dijo con voz arrastrada—. No me digas que no te gustó.Lola sintió un calor subirle a las mejillas, no solo por la rabia, sino porque, maldita sea, el idiota besaba bien.—¡Estás borracho! —espetó, como si eso lo explicara todo.Mario se encogió de hombros, aún tambaleándose.—No lo estoy tanto y quiero más.Sin inmutarse, siguió besándol
Lola se quedó boquiabierta ante la acusación, la indignación encendiendo su rostro.—¿Yo me aproveché de ti? ¡Fuiste tú quien me besó primero, imbécil y me lanzó a la cama contigo! —espetó, lanzándole la almohada con fuerza—. ¡Tú fuiste quien no podía mantener las manos quietas!Mario esquivó el proyectil por poco, su cabeza palpitando con cada movimiento brusco.—¡Estaba ebrio! Y lo hiciste a propósito. ¿Crees que me involucraré con una mujer tan manipuladora y rastrera como tú? ¿Qué buscas? ¿Congraciarte con Axel, para alejarme de Alicia?—¿Qué dijiste?Mario se levantó de la cama, tomando su pantalón con movimientos bruscos.—Lo que oíste, lo planeaste todo, ¿cierto? Me viste borracho, sabías que no me detendría…Lola también se sentó de golpe, las sábanas resbalando hasta su cintura.—¿Me estás acusando de qué, exactamente?Mario la miró con desprecio.—De haber sido lo suficientemente astuta para seducirme cuando mi juicio estaba nublado, seguro estás acostumbrada a eso.El impac
Las calles estaban frías y solitarias.Lola caminaba sin rumbo fijo, con los brazos cruzados sobre su pecho, como si intentara contener la tormenta que la sacudía por dentro. La ciudad, iluminada por las luces del amanecer, parecía ajena a su dolor. Cada paso que daba era un eco de la rabia, la humillación y el desconsuelo que la consumían.No podía volver a la fundación, ni siquiera creía que podía permanecer en la ciudad. Debía irse de allí, no podía encontrarse con Mario de nuevo.El aire cortante golpeaba su rostro, pero no lo sentía. Sus pensamientos giraban en espiral alrededor de la última conversación, de la frialdad en los ojos de Mario, de la pastilla que él le había obligado a tomar.Un nudo se formó en su garganta. Era una idiota. Lo había sido al permitir que él la tocara, al pensar por un instante que quizás se había sentido atraído por ella, pero su trato le mostró que no era así. Lo ocurrido no había significado nada para él, pero lo peor es que ella le había permitid
Mario no era un hombre fácil de sorprender. Se había enfrentado a empresarios despiadados, negociaciones hostiles y traiciones inesperadas en los negocios, pero nada de eso lo había preparado para la noticia que acababa de recibir.Lola se había ido. ¿Por qué se fue?, las preguntas se suscitaban una tras otra.Se quedó de pie en la oficina de Alicia, con el ceño fruncido y las manos apretadas en los bolsillos, mientras la secretaria de Alicia le repetía lo mismo por tercera vez.—¿Renunció? ¿Por qué? —repitió él, incrédulo.—No tengo más información, señor Carvajal. Ella presentó su renuncia esta mañana y se marchó. Mario sintió que algo dentro de él se tensaba.—¿Me puede dar la dirección?La secretaria vaciló.—No estoy segura de que sea apropiado…Mario le lanzó una mirada helada.—Por favor, es urgente.La mujer suspiró y luego asintió. Tomó una hoja de su escritorio, anotando la dirección con letra pulcra.—Aquí tiene.Mario la tomó sin decir nada y salió de la oficina con pasos
La carretera se extendía frente a Lola como un hilo interminable de asfalto. Se recargó contra la ventana, viendo el paisaje pasar a toda velocidad, sin realmente fijarse en los detalles. A su lado, su hermano Chad conducía en silencio, lanzándole miradas de tanto en tanto.Sabía que algo no estaba bien con ella.—No voy a preguntarte qué pasó —dijo, rompiendo el silencio—. Pero si algún día quieres contármelo, aquí estaré para escucharte.Lola esbozó una sonrisa cansada.—Gracias.Chad dejó escapar un suspiro.—En fin, espero que este viaje te ayude. Te vendrá bien que estés en casa, acompañas a mi mamá, porque mi hermano, mi papá y yo estamos a tope con los nuevos proyectos.—¿Proyectos?—Sí, conseguimos varias contrataciones para construir una escuela en la ciudad y una plaza. Hemos trabajado duro y la empresa está creciendo bastante. De ahora en lo adelante no les va a faltar nada.Lola asintió, intentando enfocarse en lo que él decía. Su hermano siempre había sido su punto de an
Mario se sirvió un vaso de refresco con hielo y lo chocó contra el cristal, haciéndolo resonar en la habitación, sin dejar de hablar con él por teléfono. Tomó un sorbo de su bebida, mientras se pasaba una mano por la cabeza con frustración.“No entiendo por qué Alicia se preocupa por Lola, no pasó nada entre nosotros” gruñó Mario. “Si se fue, lo hizo por voluntad propia”.Axel gruñó molesto.—Yo voy a averiguarlo, Mario, y si llego a descubrir tu responsabilidad en esto voy a arruinarte. Alicia siente que algo más ocurrió y creo en sus corazonadas.Mario soltó una risa sarcástica.“¿Y qué? ¿Es necesario que intervengas en cada pequeño problema que tu esposa tenga con sus amigas?”Axel inclinó la cabeza ligeramente, tratando de controlar su molestia.—Haré cualquier cosa por hacer feliz a mi esposa y, si sus amigas son infelices, ella también lo es.Pero justo en ese momento, la puerta se abrió, revelando a Alicia.Sus ojos oscuros se fijaron en su esposo.—¿Qué significa esto, Axel?
El aroma a café recién hecho flotaba en el aire cuando Alicia bajó las escaleras. Su humor estaba más ligero que en los días anteriores, aunque aún no olvidaba del todo su enojo con Axel. Pero la sorpresa de la noche anterior, la manera en la que él intentó demostrar su amor, había suavizado su postura.Lo encontró en la cocina, con una camisa blanca ligeramente arremangada y el cabello algo despeinado. Le preparaba el desayuno, con una expresión concentrada mientras vertía el café en una taza.—¿Cocinando? —preguntó ella, cruzándose de brazos.Axel alzó la vista y le dedicó una sonrisa lenta, como si supiera el efecto que tenía en ella.—Sí, demostrándote que no hay nada en lo que yo fracase —murmuró con orgullo.Alicia se acercó y observó la mesa: panecillos recién horneados, revoltillos, frutas cortadas, jugo de naranja y, por supuesto, café. No pudo evitar sonreír.—¿Desde cuándo eres tan detallista en la cocina?Axel dejó la taza frente a ella y deslizó una mano por su cintura.—