Axel la llevó a la habitación como si cargara el universo entero entre sus brazos. La luz dorada de la tarde se derramaba sobre las sábanas, tejiendo un halo alrededor de sus cuerpos, mientras él la depositaba con una delicadeza que le partía el alma. Alicia sintió cómo el colchón cedía bajo su peso, pero fue el temblor de las manos de Axel al deslizar la tela de su vestido, lo que la dejó sin aliento. Cada centímetro de piel descubierta era un verso escrito en un idioma olvidado, una confesión que resonaba en sus huesos. —No tengas miedo —murmuró él, como si leyera sus pensamientos, sus labios rozando la curva de su hombro. “¿Miedo?”, quiso reírse ella. No era miedo. Era vértigo. El tipo que se siente al mirar al abismo y descubrir que, en el fondo, hay un espejo reflejando todas las versiones de ti que juraste esconder. Sus manos, seguras, trazaron mapas sobre su vientre, donde una de las vidas que crecían en su interior respondió con una tímida patada. Axel se detuvo, los oj
La luz del amanecer se filtraba suavemente por las cortinas, tiñendo la habitación con tonos dorados y cálidos.Axel abrió los ojos con lentitud, su cuerpo aún pesado por el sueño, pero su mente se activó de inmediato al notar el peso ligero y cálido contra su pecho.Alicia.Ella dormía profundamente, su respiración pausada, su rostro relajado. Sus pestañas largas rozaban sus mejillas y su cabello caía desordenadamente sobre la almohada.Axel no se movió. No porque no pudiera. Si, no, porque no quería.Por primera vez en mucho tiempo, la tenía en sus brazos después de hacer el amor. Y no estaba dispuesto a arruinarlo.Ni ahora, ni nunca.Así que se quedó quieto, simplemente mirándola, memorizando cada pequeño detalle.Suave, diminuta, perfecta.Era un pecado que alguien como él pudiera tener a alguien como ella en su vida.El tiempo pareció estirarse entre ellos, hasta que Alicia empezó a moverse ligeramente, sus párpados temblando antes de abrirse lentamente.Sus ojos se encontraron.
El aroma a quemado se esparció rápidamente por la cocina.—¿Axel…? —Alicia frunció el ceño, con un mal presentimiento.Axel también lo sintió, se giró bruscamente hacia la estufa y…—¡Mierda!La sartén echaba humo y lo que alguna vez fueron huevos revueltos ahora era una masa carbonizada pegada al fondo.Alicia soltó una carcajada y llevó sus manos al estómago mientras Axel, con una mueca de indignación, apartaba la sartén del fuego y la miraba con el ceño fruncido.—No digas nada —le advirtió.Alicia intentó recomponerse, pero su risa era incontrolable.—¡Dios mío, Axel! ¿Cómo pudiste arruinar unos simples huevos revueltos? ¡Se supone que son la cosa más fácil de hacer en la cocina!Axel gruñó, mirando la sartén como si esta lo hubiera traicionado.—Es tu culpa… me distrajiste, para que me quedaran mal y decir que no servía para esto… pero sí sirvo —expresó con una expresión de afrenta, pero al verla reír tan sonoramente, se calmó—. Bueno, si esto te sirve para relajarte, puedo hacer
El café goteaba lentamente por la impecable tela del traje azul marino del hombre, formando manchas marrones que se extendían por su camisa blanca como una lágrima de café derramada por el destino.Él soltó un gruñido bajo, observando su traje arruinado con una mezcla de incredulidad y furia contenida.—Esto es una maldita broma… —murmuró, apretando la mandíbula.Lola no pudo evitar sentirse culpable, sacó un pañuelo de su bolsillo y, sin pensarlo demasiado, intentó limpiar la mancha de su camisa.—¡Oye, oye! —espetó el hombre malhumorado, apartándose bruscamente cuando sintió la caricia arrepentida de sus dedos en su pecho y una especie de corriente eléctrica recorrerlo, lo que lo puso nervioso—. ¡Sin toques!Lola lo miró con una mezcla de sorpresa y burla.—Tranquilo, señor traje caro, no te voy a devorar, ni que fueras el único hombre en la faz de la tierra y antipático como tú menos —pronunció lanzándole una mirada desafiante—. Además, ni siquiera fue mi culpa del todo.El hombre
Alicia sostenía la taza de té con delicadeza, observando cómo el líquido ámbar formaba círculos diminutos al girar. La luz del atardecer que atravesaba la ventana del elegante café caía sobre su rostro, pero las grandes gafas de sol que llevaba ocultaban cualquier emoción que pudiera delatarse en sus ojos. Frente a ella, Lupita, su mejor amiga desde la infancia, movía la cuchara dentro de su propia taza, creando un tintineo constante que delataba su impaciencia.—No entiendo por qué insistes en vivir de esa manera —dijo Lupita finalmente, dejando caer la cuchara con un sonido seco—. Tienes una fortuna que cualquier persona envidiaría, pero prefieres esconderte detrás de esas gafas y fingir que no tienes nada, para recibir humillaciones de esa gente —siseó dejando en evidencia su molestia.Alicia sonrió, aunque la sonrisa apenas rozó sus labios. Bajó la taza y apoyó los dedos en el borde del plato. —Es necesario, eso es lo que mi marido cree —respondió con voz tranquila—. Que vengo d
Parecía que eso era una situación de nunca acabar, y a pesar de eso no pudo evitar sentir como si el aire hubiese sido arrancado de sus pulmones. Axel, se veía aparentemente cariñoso mientras la mujer lo envolvía con sus brazos, mientras estaban rodeados de algunos de los amigos de su marido.Una mezcla de emociones la atravesó, asco, rabia y sintió un dolor en su pecho. Se mareó y se aferró al marco de la puerta, para no tambalearse. Entretanto, la mujer, en el regazo de Axel, se levantó y se giró hacia ella con una expresión altiva al notar su presencia. Sus ojos brillaban con una mezcla de satisfacción y desafío.—¡Oh! Mírenla, la señora finalmente decidió aparecer —dijo Brenda, con una sonrisa despectiva.Alicia respiró profundamente para contenerse. Sus manos temblaban, pero su rostro permanecía imperturbable. Dio un paso hacia adelante, clavando sus ojos en Brenda antes de hablar con un tono helado.—Gracias por tu servicio esta noche. Parece que mi esposo quedó muy satisfech
Axel se detuvo en seco. Los murmullos de sus amigos desaparecieron en el eco del salón cuando giró lentamente sobre sus talones. Su mirada, helada y cargada de una autoridad incuestionable, se clavó en Alicia.—¿Qué dijiste? —preguntó, su tono bajo, pero con un filo cortante que hacía que cualquier persona retrocediera, excepto Alicia.Ella levantó la barbilla, sosteniendo su mirada con una frialdad que no sentía del todo, pero que había aprendido a fingir. Sabía que cualquier muestra de debilidad solo lo alimentaría.—Dije que, al menos, deberías elegir mejor. Siento que tu visión y tus gustos empeoran cada vez más y para ser un miembro de la familia Thorne, es patético.Un murmullo ahogado surgió entre los amigos de Axel. Nadie se atrevía a hablarle de esa manera. Sin embargo, Alicia no apartó la mirada. Sabía que estaba jugando con fuego, pero también sabía que Axel no soportaba los desafíos. Era un hombre que, aunque no conocía la empatía, encontraba placer en dominar.Efectivamen
Alicia se despertó con los primeros rayos del amanecer que se filtraban a través de las cortinas. La habitación estaba fría y silenciosa, un reflejo perfecto de la ausencia de Axel. Miró hacia el lado de la cama que él solía ocupar, pero no estaba. No había regresado. No era una sorpresa. Había pasado tantas noches vacías como esta que ya había aprendido a no esperar su regreso.Con un suspiro, se levantó y se envolvió en una bata de seda. Caminó hasta el ventanal, mirando hacia el jardín que estaba cubierto por una ligera neblina matutina. La vista le daba una extraña sensación de paz, pero su mente estaba lejos de estar tranquila. Recordando los eventos de la noche anterior, apretó los puños con determinación.Caminó hacia la mesita donde había dejado su teléfono. Marcó un número que tenía memorizado y esperó con paciencia mientras el tono sonaba.“Buenos días, señora Alicia” respondieron al otro lado de la línea.—Necesito que investigues a Brenda Smith —dijo sin preámbulos, su vo