No quiero ir contigo

La luz de amanecer nunca había sido tan molesta para Kara, por mucho que intentaba proteger sus ojos del resplandor, el brillo de forma siniestra se colaba entre sus párpados. Enojada con Darius por dejar la ventana abierta, pero con el mínimo deseo de levantarse y cerrarla, se dio la vuelta para taparse el rostro con una almohada. Sin embargo, la luz persistía como gritándole que despertara. Frunciendo el ceño y sintiéndose exasperada, Kara abrió los ojos, dispuesta a estar enojada con todo el que se atravesara en su camino, pero la escena que vio frente a ella la dejó horrorizada.

A unos pasos de donde ella estaba, Darius yacía encima de un charco de sangre e intentaba levantarse del piso sin conseguirlo porque las fuerzas de su cuerpo fallaban. Kara no podía moverse, estaba paralizada al ver tanta sangre saliendo del cuerpo de su compañero. Sangre que no solo empapaba el suelo, también manchaba las sábanas que estaban sobre la cama. Cada vez que ella intentaba entender como Darius
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