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Marcada por el Alfa
Marcada por el Alfa
Por: Strella
Introducción a Damien Volkov y su Manada

"Esta es mi primera incursión en el mundo de los hombres lobo, y he decidido hacerlo a mi manera: con un toque oscuro y psicótico propio del dark romance. La novela explora lo más profundo de la depravación y el deseo, fusionando elementos que suelen dominar mi escritura. Prepárense para un viaje intenso y perturbador, y lean bajo su propio riesgo, adentrándose en un relato lleno de intriga y pasiones oscuras."

Comencemos...

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La luna llena iluminaba el vasto bosque que rodeaba la mansión Volkov con una intensidad mágica y eterna. El cielo nocturno estaba despejado, y la luz plateada de la luna se reflejaba en las copas de los árboles. En lo profundo del bosque, la mansión, una estructura majestuosa construida con piedra y madera, se alzaba orgullosa entre la vegetación, su arquitectura imponente y sus ventanales grandes reflejando el resplandor lunar.

Desde su oficina en el ala oeste de la mansión, Damien Volkov observaba el panorama con una mezcla de orgullo y responsabilidad. La oficina, decorada con elegancia austera, estaba equipada con muebles de madera oscura y una gran mesa de roble en el centro, cubierta con mapas y documentos que detallaban las operaciones de su manada. Los muros estaban adornados con trofeos de caza y artefactos antiguos que hablaban del linaje y la historia de los Volkov.

Damien Volkov, el alfa de la manada, era un hombre en el apogeo de su vida. A sus treinta años, había consolidado su posición como el líder indiscutible de su manada de lobos. Su cuerpo era una muestra de su poder, con músculos bien definidos y una presencia que imponía respeto. Su cabello oscuro caía en ondas suaves sobre su frente, y sus ojos verdes, intensos y observadores, reflejaban sabiduría y determinación. En su rostro se leía la historia de años de liderazgo y decisiones difíciles, un testimonio de la carga que llevaba como alfa.

La celebración que tenía lugar esa noche en el bosque era un evento importante para la manada. Se conmemoraba el aniversario de la victoria de Damien sobre una manada rival que había amenazado con invadir su territorio. Era una ocasión para celebrar la lealtad y el coraje de su gente, y Damien sabía que era crucial para mantener alta la moral de sus seguidores.

Desde el balcón de su oficina, Damien podía escuchar los murmullos de la celebración. La música, que consistía en una mezcla de tambores y gaitas, se mezclaba con las risas y los gritos de júbilo de los miembros de la manada. Las luces de la fogata parpadeaban en la distancia, creando un ambiente vibrante y festivo. La fogata era enorme y resplandeciente, estaba rodeada de grupos de lobos que danzaban, cantaban y compartían historias mientras disfrutaban de la comida y las bebidas.

Damien se permitió un momento de contemplación mientras observaba a su manada. Sabía que este tipo de eventos eran esenciales para fortalecer los lazos entre los miembros y recordarles la importancia de su unidad. Aunque era un líder severo y exigente, también entendía la necesidad de momentos de camaradería y celebración. Era su forma de equilibrar la rigurosidad del liderazgo con la calidez de la pertenencia.

A pesar de la atmósfera festiva, Damien no podía dejar de sentirse inquieto. Había algo en el aire que le parecía desconcertante, una sensación sutil pero persistente de que algo estaba a punto de cambiar. Se pasó una mano por el cabello, intentando despejarse de la preocupación que le nublaba la mente. Sabía que como alfa, debía estar siempre alerta, preparado para cualquier eventualidad.

La puerta de su oficina se abrió y Nikolai, su beta y amigo cercano, entró con una sonrisa en el rostro. Nikolai era un hombre de complexión robusta, con el cabello corto y rubio oscuro, y unos ojos azules que reflejaban una lealtad inquebrantable. Había estado a su lado durante años, compartiendo los desafíos y las victorias.

—Alfa, la celebración está en su apogeo —dijo Nikolai mientras se acercaba al escritorio de Damien—. La manada está esperando tu presencia. Es el momento de unirte a nosotros.

Damien asintió, dejando a un lado los documentos que estaba revisando.

—Voy en un momento. Solo necesito un minuto más para revisar estos informes.

Nikolai se acercó y miró los papeles dispersos sobre la mesa.

—No te preocupes por eso ahora. Los informes pueden esperar. Lo que no puede esperar es la oportunidad de disfrutar con tu gente.

Damien sonrió levemente, agradecido por el recordatorio.

—Tienes razón. Solo necesito terminar esto y estaré allí.

Nikolai lo observó con comprensión y asintió.

—Recuerda, Damien, todos estamos aquí para ti. No tienes que cargar con todo el peso solo. Disfruta de la noche, te lo has ganado.

Con esas palabras, Nikolai salió de la oficina, dejándolo a solas con sus pensamientos. Damien se quedó mirando los documentos por un momento antes de levantarse y dirigirse hacia la puerta. Sabía que debía cumplir con sus deberes como alfa, pero también entendía que la conexión con su manada era igualmente importante.

Al atravesar el vestíbulo, Damien sintió cómo la atmósfera de la mansión cambiaba. El bullicio de la celebración se hacía cada vez más evidente a medida que se acercaba al exterior. Al salir al claro central del bosque, la visión era impresionante. La fogata ardía con intensidad, proyectando un resplandor cálido y acogedor sobre los presentes. La música y el canto se mezclaban con el crepitar de las llamas, creando una sinfonía vibrante y alegre.

Damien se unió a la celebración, caminando hacia el centro donde sus miembros estaban reunidos. Fue recibido con vítores y aplausos, un reconocimiento a su liderazgo y su papel en la victoria reciente. Levantó una mano en saludo, su postura era erguida y su expresión firme, pero su corazón estaba ligeramente conmovido por el afecto y la lealtad de su manada.

—¡Por el alfa! —gritó uno de los miembros de la manada, levantando una copa llena de licor. La celebración estaba en su punto máximo, y todos estaban disfrutando del momento.

—¡Por el alfa! —respondieron al unísono, el coro de voces llenaba el aire con una energía contagiosa.

Damien se unió al brindis, levantando su copa y bebiendo un sorbo del licor fuerte que le ofrecieron. La bebida era un reflejo de la cultura de la manada, un símbolo de la camaradería y la celebración. Mientras disfrutaba del momento, se permitió relajarse un poco, permitiendo que el peso de su responsabilidad se aliviara, aunque solo fuera temporalmente.

La música continuó, y Damien se unió a los bailes y las risas, participando en las danzas que se habían convertido en una tradición durante las celebraciones. A pesar de su posición de autoridad, no era ajeno al disfrute que brindaban estas festividades. Sabía que era importante compartir estos momentos con su gente, fortalecer los lazos y mostrar que, a pesar de su rol como líder, también era uno de ellos.

Mientras la noche avanzaba, Damien se sintió más relajado, disfrutando de la compañía de su manada y del ambiente festivo. Sin embargo, a medida que la celebración se acercaba al final, una sensación de inquietud volvió a instalarse en su mente. Era como si algo estuviera a punto de suceder, algo que podría cambiar el curso de su vida y el de su manada.

Con el avance de la madrugada, los miembros de la manada comenzaron a dispersarse, regresando a sus hogares o a sus lugares de descanso. La fogata comenzó a reducir su intensidad, y el aire se enfrió ligeramente con el descenso de la temperatura. Damien decidió regresar a su oficina, pensando en los desafíos que se avecinaban y en las decisiones que debía tomar para garantizar la estabilidad y el futuro de su manada.

Mientras caminaba de regreso a la mansión, sintió una presencia extraña en el aire, como si estuviera siendo observado. Miró alrededor, pero el bosque estaba en silencio, las sombras largas proyectadas por la luz de la luna llenaba el paisaje. La sensación era difusa, pero persistente, y no podía ignorarla. Sabía que en el mundo de los lobos, la percepción aguda y la intuición eran tan importantes como la fuerza física y la habilidad de liderazgo.

Al llegar a su oficina, Damien se sentó en su escritorio y volvió a sumergirse en los documentos. Sin embargo, su mente estaba distraída, inquieta por la sensación de que algo importante estaba por suceder. Mientras revisaba los informes y mapas, no podía evitar pensar en las posibles amenazas y desafíos que podrían estar esperando en la oscuridad.

Finalmente, Damien decidió que era hora de intentar relajarse. Se levantó de su escritorio y se dirigió hacia la ventana, mirando nuevamente el bosque que rodeaba la mansión. La calma de la noche era reconfortante, y aunque la preocupación persistía, el ambiente sereno le ofrecía un breve respiro.

—Todo estará bien —murmuró para sí mismo—. Solo es la inquietud de una noche larga.

Con esa afirmación, Damien se preparó para enfrentar el nuevo día, decidido a hacer todo lo necesario para proteger a su manada. Sabía que el liderazgo era una carga pesada, pero también era un honor que aceptaba con orgullo. Convencido de que, como alfa, su deber era guiar y proteger a su manada con todo su ser. La inquietud en su mente no disminuyó, pero sabía que su fortaleza y la lealtad de su gente serían suficientes para superar lo que viniera. Con una última mirada al bosque, Damien apagó las luces de su oficina, se preparó para descansar y se prometió a sí mismo que haría todo lo que estuviera a su alcance para asegurar el bienestar de su manada.

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