Capítulo 2: La marca.

★ Damien Volkov.

Las conversaciones a mi alrededor eran interminablemente tediosas. Era una burla que un lobo alfa, uno de los hombres más ricos y poderosos de la ciudad, estuviera atrapado en medio de una multitud de individuos insignificantes. Estos seres creían que lamer las botas de los poderosos les ganaría prestigio y poder.

¿Qué estupidez tan grande? Lo único que deseaba era que esta celebración se acabara de una vez por todas.

Mientras escuchaba a uno de esos aduladores, un humano cualquiera que suplicaba un favor de mi parte, una fragancia inesperada llegó a mis narices. Era un aroma exquisito, sutil pero inconfundible, que se extendía por toda la mansión. Me hizo girar la vista hacia una de las mesas, donde una mujer estaba sentada. Llevaba un vestido azul que resaltaba su figura, pero lo que más llamó mi atención fueron unos tenis deportivos en lugar de los tacones que uno esperaría en una gala como esta.

—¿Qué demonios hace una mujer en tenis en mi evento de gala? —murmuré para mí mismo, aunque no pude evitar una sonrisa involuntaria.

Había algo en ella que me resultaba intrigante. Quizás era su fragancia o su aroma único que parecía invadir el aire a mi alrededor. M*****a sea, el olor era como un afrodisíaco para mis sentidos. Mi miembro se endureció en mi pantalón, y aunque traté de mantener el control, la intensidad del deseo era abrumadora. La deseaba con una urgencia que no podía explicar.

Observé cómo se tambaleaba hacia el baño. Mi frustración se mezcló con una chispa de enojo. Ella estaba claramente borracha, y esa actitud desinhibida en mi evento no me sentaba bien. Una mezcla de deseo y enojo me impulsó a seguirla.

—Maldita sea —murmuré entre dientes, mientras me abría paso entre los invitados. Estaba decidido a hacer que entendiera que no era el lugar para comportamientos tan despreciativos.

Un hombre se me acercó, interrumpiendo mis pensamientos. Era uno de esos lame botas que siempre estaban buscando una oportunidad para aprovecharse de mi influencia.

—Señor Volkov, me preguntaba si podría considerar mi propuesta —dijo con una sonrisa servil.

No respondí. Simplemente me aparté, sintiendo cómo la frustración me invadía. La camarera se acercó con una bebida, y aunque normalmente no confiaba en nadie, tomé el vaso sin pensarlo demasiado. Al sentir el líquido en mi paladar, supe que había cometido un error. Mi cuerpo reaccionó inmediatamente; la bebida estaba adulterada. La combinación del alcohol y la droga comenzó a nublar mi mente.

—Maldita sea —murmuré, luchando por mantenerme en control. En un lugar lleno de humanos, era evidente que querían que actuara de manera impulsiva y desatara la maldición de la luna. La presencia de la mujer me atormentaba aún más.

Decidí retirarme a una de las habitaciones. Necesitaba estar solo para luchar contra el efecto de la droga y controlar mi lobo interno. Cuando entré en mi habitación, el ambiente estaba impregnado de su fragancia. Era un olor tan potente que me hizo sentir una necesidad urgente de poseerla.

—Maldita sea —pensé mientras trataba de calmar mi respiración irregular.

Sabía que la transformación era inminente. Me sentía cada vez más cerca de perder el control. Miré alrededor, tratando de encontrar alguna forma de evitar la inevitable transformación. La visión se me nublaba, y el deseo crecía con cada segundo.

De repente, ella apareció en la puerta, tambaleándose y con una mirada temblorosa en sus ojos. Sabía que su instinto de supervivencia había despertado. El saber que estaba en peligro solo intensificaba mi deseo. La vi acercarse con movimientos vacilantes, y mi respiración se volvió errática al captar el aroma embriagador que emanaba de ella.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, intentando sonar firme a pesar de la lucha interna.

—No... no quería interrumpir —balbuceó, sus palabras estaban mezcladas con el alcohol. —Solo... solo necesitaba un lugar tranquilo.

Sin mediar más palabras, la empujé contra la pared. Ella gimió ligeramente, y mi deseo se volvió una necesidad apremiante. No pude resistir más. La besé con una furia salvaje, reclamándola como mía.

Mi lobo interno gritaba "¡Mía!" una y otra vez, exigiendo que la poseyera. Ella correspondió con la misma pasión desenfrenada, sus manos se aferraron a mi cuello mientras nuestros cuerpos se entrelazaban.

—Esto no puede estar pasando —murmuró entre suspiros y gemidos, mientras mis manos recorrían su cuerpo.

Mi impaciencia se desbordó, y rasgué su vestido con movimientos ansiosos. La sensación de sus tenis contra mi piel solo intensificaba el deseo que sentía por ella.

—No te preocupes, no voy a hacerte daño —prometí, aunque sabía que mi control se estaba desmoronando.

Finalmente, nos tumbamos en la cama. Yo estaba dentro de ella, y la pasión se volvió casi violenta. El dolor a sangre alteraba mis instintos, y en un ataque de desesperación animal, mis colmillos afilados relucieron. Marqué su piel con el suero de pertenencia, una acción instintiva que no pude detener.

Ella gemía y arañaba mi espalda, y en medio del éxtasis, cometí el error más grande de la noche: la marqué como mía. Mi lobo interno dictó la acción, y mis colmillos se hundieron en su hombro mientras ambos explotábamos en una ola de pasión y deseo.

La intensidad de la conexión fue abrumadora. Cuando la pasión se desvaneció, me desperté solo en la cama. El vacío que sentía era profundo y desesperante. La fragancia de ella aún impregnaba el aire, y mi mirada se posó en las sábanas, donde dos manchas rojas destacaban. Una era más pequeña que la otra, y comprendí que ella era virgen.

Me toqué la cabeza, atónito por haber marcado a una humana.

¡Maldita sea, una humana!

Sabía que en este momento, ella podía estar en peligro. Los humanos no pueden soportar el suero de pertenencia de un lobo, y mucho menos el de un alfa.

La diosa luna aún no me había asignado a mi luna, y yo estaba aquí, actuando de manera impulsiva y estúpida al marcar a una simple humana.

—Maldita sea —murmuré, sintiendo una profunda desesperación. —Espero que no esté muriendo en este momento. La diosa luna aún no me ha mostrado a mi compañera, y yo estoy aquí, arruinando todo con una humana.

El arrepentimiento me invadía, y la culpa se apoderó de mí. Mi lobo interno había actuado sin piedad, y ahora, enfrentaba las consecuencias. La pregunta que me atormentaba era si había hecho algo irreversible y si la diosa luna me perdonaría por mi error.

Tenía que encontrar a esa humana para romper el vínculo.

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