★ Damien Volkov.
Las conversaciones a mi alrededor eran interminablemente tediosas. Era una burla que un lobo alfa, uno de los hombres más ricos y poderosos de la ciudad, estuviera atrapado en medio de una multitud de individuos insignificantes. Estos seres creían que lamer las botas de los poderosos les ganaría prestigio y poder. ¿Qué estupidez tan grande? Lo único que deseaba era que esta celebración se acabara de una vez por todas. Mientras escuchaba a uno de esos aduladores, un humano cualquiera que suplicaba un favor de mi parte, una fragancia inesperada llegó a mis narices. Era un aroma exquisito, sutil pero inconfundible, que se extendía por toda la mansión. Me hizo girar la vista hacia una de las mesas, donde una mujer estaba sentada. Llevaba un vestido azul que resaltaba su figura, pero lo que más llamó mi atención fueron unos tenis deportivos en lugar de los tacones que uno esperaría en una gala como esta. —¿Qué demonios hace una mujer en tenis en mi evento de gala? —murmuré para mí mismo, aunque no pude evitar una sonrisa involuntaria. Había algo en ella que me resultaba intrigante. Quizás era su fragancia o su aroma único que parecía invadir el aire a mi alrededor. M*****a sea, el olor era como un afrodisíaco para mis sentidos. Mi miembro se endureció en mi pantalón, y aunque traté de mantener el control, la intensidad del deseo era abrumadora. La deseaba con una urgencia que no podía explicar. Observé cómo se tambaleaba hacia el baño. Mi frustración se mezcló con una chispa de enojo. Ella estaba claramente borracha, y esa actitud desinhibida en mi evento no me sentaba bien. Una mezcla de deseo y enojo me impulsó a seguirla. —Maldita sea —murmuré entre dientes, mientras me abría paso entre los invitados. Estaba decidido a hacer que entendiera que no era el lugar para comportamientos tan despreciativos. Un hombre se me acercó, interrumpiendo mis pensamientos. Era uno de esos lame botas que siempre estaban buscando una oportunidad para aprovecharse de mi influencia. —Señor Volkov, me preguntaba si podría considerar mi propuesta —dijo con una sonrisa servil. No respondí. Simplemente me aparté, sintiendo cómo la frustración me invadía. La camarera se acercó con una bebida, y aunque normalmente no confiaba en nadie, tomé el vaso sin pensarlo demasiado. Al sentir el líquido en mi paladar, supe que había cometido un error. Mi cuerpo reaccionó inmediatamente; la bebida estaba adulterada. La combinación del alcohol y la droga comenzó a nublar mi mente. —Maldita sea —murmuré, luchando por mantenerme en control. En un lugar lleno de humanos, era evidente que querían que actuara de manera impulsiva y desatara la maldición de la luna. La presencia de la mujer me atormentaba aún más. Decidí retirarme a una de las habitaciones. Necesitaba estar solo para luchar contra el efecto de la droga y controlar mi lobo interno. Cuando entré en mi habitación, el ambiente estaba impregnado de su fragancia. Era un olor tan potente que me hizo sentir una necesidad urgente de poseerla. —Maldita sea —pensé mientras trataba de calmar mi respiración irregular. Sabía que la transformación era inminente. Me sentía cada vez más cerca de perder el control. Miré alrededor, tratando de encontrar alguna forma de evitar la inevitable transformación. La visión se me nublaba, y el deseo crecía con cada segundo. De repente, ella apareció en la puerta, tambaleándose y con una mirada temblorosa en sus ojos. Sabía que su instinto de supervivencia había despertado. El saber que estaba en peligro solo intensificaba mi deseo. La vi acercarse con movimientos vacilantes, y mi respiración se volvió errática al captar el aroma embriagador que emanaba de ella. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, intentando sonar firme a pesar de la lucha interna. —No... no quería interrumpir —balbuceó, sus palabras estaban mezcladas con el alcohol. —Solo... solo necesitaba un lugar tranquilo. Sin mediar más palabras, la empujé contra la pared. Ella gimió ligeramente, y mi deseo se volvió una necesidad apremiante. No pude resistir más. La besé con una furia salvaje, reclamándola como mía. Mi lobo interno gritaba "¡Mía!" una y otra vez, exigiendo que la poseyera. Ella correspondió con la misma pasión desenfrenada, sus manos se aferraron a mi cuello mientras nuestros cuerpos se entrelazaban. —Esto no puede estar pasando —murmuró entre suspiros y gemidos, mientras mis manos recorrían su cuerpo. Mi impaciencia se desbordó, y rasgué su vestido con movimientos ansiosos. La sensación de sus tenis contra mi piel solo intensificaba el deseo que sentía por ella. —No te preocupes, no voy a hacerte daño —prometí, aunque sabía que mi control se estaba desmoronando. Finalmente, nos tumbamos en la cama. Yo estaba dentro de ella, y la pasión se volvió casi violenta. El dolor a sangre alteraba mis instintos, y en un ataque de desesperación animal, mis colmillos afilados relucieron. Marqué su piel con el suero de pertenencia, una acción instintiva que no pude detener. Ella gemía y arañaba mi espalda, y en medio del éxtasis, cometí el error más grande de la noche: la marqué como mía. Mi lobo interno dictó la acción, y mis colmillos se hundieron en su hombro mientras ambos explotábamos en una ola de pasión y deseo. La intensidad de la conexión fue abrumadora. Cuando la pasión se desvaneció, me desperté solo en la cama. El vacío que sentía era profundo y desesperante. La fragancia de ella aún impregnaba el aire, y mi mirada se posó en las sábanas, donde dos manchas rojas destacaban. Una era más pequeña que la otra, y comprendí que ella era virgen. Me toqué la cabeza, atónito por haber marcado a una humana. ¡Maldita sea, una humana! Sabía que en este momento, ella podía estar en peligro. Los humanos no pueden soportar el suero de pertenencia de un lobo, y mucho menos el de un alfa. La diosa luna aún no me había asignado a mi luna, y yo estaba aquí, actuando de manera impulsiva y estúpida al marcar a una simple humana. —Maldita sea —murmuré, sintiendo una profunda desesperación. —Espero que no esté muriendo en este momento. La diosa luna aún no me ha mostrado a mi compañera, y yo estoy aquí, arruinando todo con una humana. El arrepentimiento me invadía, y la culpa se apoderó de mí. Mi lobo interno había actuado sin piedad, y ahora, enfrentaba las consecuencias. La pregunta que me atormentaba era si había hecho algo irreversible y si la diosa luna me perdonaría por mi error. Tenía que encontrar a esa humana para romper el vínculo.★ AriaNo recordaba la mayoría de las cosas que hice la noche anterior. Mi mente estaba nublada por el alcohol y la confusión, y el dolor que sentía en la cabeza era tan intenso que deseaba poder desvanecerme en la oscuridad.Al abrir los ojos, me encontré en una cama ajena, y la figura del hombre a mi lado parecía una silueta borrosa en medio de la oscuridad. La cabeza me daba vueltas y el ardor en mi hombro me hacía sentir que había sido herida, pero no podía entender por qué no había marcas visibles.Me incorporé lentamente, tratando de no hacer ruido para no despertar al hombre que yacía a mi lado. El susurro de la tela y el roce de mis movimientos parecían ensordecedores en la tranquilidad del lugar. Sentía un dolor punzante en el hombro, una sensación que no podía relacionar con algo específico. La mordida que había sentido antes no dejaba de atormentarme, una sensación animal y salvaje, casi como el mordisco de Tobirama. Mi mente trataba de reconstruir la noche, pero los recuer
★Damien.Mi mundo estaba al borde del colapso, y el peso de las leyes de mi manada me oprimía. La desaparición de Aria Walker no solo era una preocupación personal, sino una amenaza a nuestra existencia. Las reglas eran claras: cualquier humano que conociera la verdad sobre los lobos debía ser eliminado o, en su defecto, convertirse en nuestra esclava si llevaba nuestra marca. Aria, con su cuerpo impregnado con mi olor, se había convertido en un enigma que debía resolver antes de que el consejo descubriera su existencia.La luna llena brillaba en el cielo, reflejándose en los cristales de mi oficina, dándole un aire gélido. Nikolai, mi mano derecha en la empresa y el único en quien confiaba fuera de mi mundo de alfa, estaba frente a mí, con una expresión de seriedad que solo él podía mostrar.—Señor —dijo Nikolai con tono formal pero cargado de preocupación—, he estado investigando a Aria Walker, pero la información es escasa.Mi paciencia se agotaba. La situación era crítica y no pod
★ Aria WalkerNo podía creer lo que había escuchado. Esa noche en la fiesta había sido una trampa. Mis mejores amigas, Vanessa y Gloria, me habían vendido. Me quedé paralizada al enterarme de la verdad, sintiendo cómo la traición me aplastaba el corazón. La rabia y el dolor se mezclaban en mi interior, formando un nudo que me ahogaba. Decidí enfrentarlas en la universidad, necesitaba saber por qué lo habían hecho.—¿Por qué me hicieron esto? —pregunté con la voz temblorosa mientras las miraba a los ojos.Vanessa se rió, una risa cruel que me hizo estremecer.—Porque fue fácil, Aria. Siempre has sido tan ingenua. Solo pensamos en divertirnos un poco.Gloria añadió con una sonrisa burlona.—¿De verdad pensaste que éramos amigas? Eras solo un peón en nuestro juego.Sentí cómo las lágrimas comenzaban a formarse, pero me negué a dejarlas caer. No les daría esa satisfacción. Miré a mi alrededor, viendo cómo los demás estudiantes comenzaban a murmurar y a señalarme. Sabía que no me quedaba o
La búsqueda de esa mujer se intensificó con una desesperación abrumadora. Mis lobos rastreadores, entrenados en el arte de seguir el rastro más débil, se desplegaron por el territorio siguiendo las indicaciones que les había dado. Sin embargo, nunca les mencioné que la mujer que buscábamos era humana, un detalle que, en mi desesperación, consideré irrelevante en ese momento. La obsesión por encontrarla se apoderaba de cada pensamiento y acción, convirtiéndose en una carga constante sobre mis hombros. La marca interna que había dejado en ella me otorgaba un sentimiento de posesión que me atormentaba y me mantenía en un estado de búsqueda incesante.Después de días de un rastreo infructuoso, los lobos regresaron con la cola entre las patas, una imagen que reflejaba mi creciente desolación. No habían encontrado ni rastro de ella. Habían buscado entre las manadas, pero sus esfuerzos resultaron en vano. Con el tiempo, la resignación comenzó a hacer mella en mí. La realidad de que tal vez
Varios años habían pasado desde aquel oscuro episodio. Ahora, me encontraba nuevamente en el epicentro del poder, reflexionando sobre los murmullos de aquellos que se debatían si mi vínculo con la luna aún persistía. A pesar del tiempo, yo seguía siendo capaz de transformarme a voluntad, sin sacrificar mi humanidad.Lo que pensaran los demás me era indiferente. La opinión del consejo, de sus mentes cerradas y temerosas, no tenía cabida en mi mundo.Estaba en mi oficina, contemplando la ciudad a través del enorme ventanal. La gente iba y venía, insignificantes en comparación con el vasto y oculto mundo mágico que coexistía a su alrededor. Un mundo donde la sangre y el poder eran la verdadera moneda, donde el más fuerte gobernaba. Y en ese reino, yo era el indiscutible rey.Cerré los ojos, inclinándome en mi asiento, permitiendo que el silencio me envolviera. Fue entonces cuando escuché la puerta abrirse. No necesitaba girar para saber quién era; su aroma me lo decía todo. Luna estaba a
Al llegar a casa, me di cuenta de que la prioridad era preparar mi currículum para enviarlo a la empresa.Mi mente estaba abrumada por las posibilidades y las dudas, pero me concentré en perfeccionar mi documento. Con la luz de la tarde filtrándose a través de la ventana, el bullicio de la ciudad parecía una melodía lejana mientras tecleaba.Al enviar el currículum, sentí un pequeño alivio, como si hubiera lanzado un anhelo al viento, esperando que llegara a un buen destino.Luego, me dirigí a la cocina para prepararme algo delicioso para comer. Mientras removía la pasta y cortaba vegetales con una precisión casi quirúrgica, me di cuenta de que, de alguna manera, cocinar era mi terapia. La cocina se convirtió en mi santuario en medio de la tormenta que estaba viviendo.—Sabes, Tobirama, si te gustara ayudarme con las tareas de la casa, tal vez estaría menos estresada —murmuré mientras le daba de comer a mi fiel perro.Tobirama era un bulldog con cara de pocos amigos, me miraba con ind
★ Damien.El consejo se había reunido en el corazón del bosque, un claro rodeado de árboles centenarios cuyas ramas se entrelazaban, filtrando la luz de la luna en haces plateados. No había tenido tiempo de asistir a mi oficina, pero no me preocupaba; sabía que mi beta, Nikolai, se encargaría de todo con eficiencia. El tema de la reunión era una preocupación que los ancianos del consejo tenían desde hacía tiempo: querían que tomara una pareja y procreara. La acalorada discusión giraba en torno a mí, era el foco de todas las miradas y comentarios.—No puedo creer que aún la diosa luna no te haya asignado una pareja y estés como si nada —murmuró uno de los ancianos, cargado de incredulidad.—Si es para que la maldición de la luna llena ya hubiera reclamado tu lobo interno, es impresionante —agregó otro, sacudiendo la cabeza.—Quizá la luna tiene compasión de su alfa —susurró una anciana con voz temblorosa, mientras se ajustaba su capa de lana.—Lo hemos decidido —intervino la anciana c
★ Aria.Me levanté por los ladridos de mi perro Tobirama, que comenzaba a rasguñar la puerta como si quisiera salir de casa. Nunca lo había visto tan desesperado.—Tobi, cariño, ¿qué te pasa? —pronuncié acercándome a él, pero no paraba de ladrar y chillar a la puerta.Tomé el pomo de la puerta y la giré. Entonces mi amado cachorrito salió corriendo en sus cuatro patas.—¡Tobi! —grité a gran voz. —¡Tobi!Salí corriendo mientras una pantufla se me caía al momento de salir. Demonios, estaba descalza y Tobi no paraba de correr.—¡Tobi!Corría como loca detrás de él. Tobi corría entre las calles hasta que terminó en un callejón oscuro y mi corazón se aceleró. No quería entrar en ese callejón; tenía miedo, estaba muy oscuro, pero tenía que rescatar a ese perro mal agradecido.—Cariño —mencioné y entré en el callejón.Mientras me adentraba, mi vista se posó en la figura de un hombre que cargaba a mi traidor canino en sus brazos. Era extraño; Tobi ya no se iba con extraños.—Disculpe, ese es