La búsqueda de esa mujer se intensificó con una desesperación abrumadora. Mis lobos rastreadores, entrenados en el arte de seguir el rastro más débil, se desplegaron por el territorio siguiendo las indicaciones que les había dado. Sin embargo, nunca les mencioné que la mujer que buscábamos era humana, un detalle que, en mi desesperación, consideré irrelevante en ese momento. La obsesión por encontrarla se apoderaba de cada pensamiento y acción, convirtiéndose en una carga constante sobre mis hombros. La marca interna que había dejado en ella me otorgaba un sentimiento de posesión que me atormentaba y me mantenía en un estado de búsqueda incesante.Después de días de un rastreo infructuoso, los lobos regresaron con la cola entre las patas, una imagen que reflejaba mi creciente desolación. No habían encontrado ni rastro de ella. Habían buscado entre las manadas, pero sus esfuerzos resultaron en vano. Con el tiempo, la resignación comenzó a hacer mella en mí. La realidad de que tal vez
Varios años habían pasado desde aquel oscuro episodio. Ahora, me encontraba nuevamente en el epicentro del poder, reflexionando sobre los murmullos de aquellos que se debatían si mi vínculo con la luna aún persistía. A pesar del tiempo, yo seguía siendo capaz de transformarme a voluntad, sin sacrificar mi humanidad.Lo que pensaran los demás me era indiferente. La opinión del consejo, de sus mentes cerradas y temerosas, no tenía cabida en mi mundo.Estaba en mi oficina, contemplando la ciudad a través del enorme ventanal. La gente iba y venía, insignificantes en comparación con el vasto y oculto mundo mágico que coexistía a su alrededor. Un mundo donde la sangre y el poder eran la verdadera moneda, donde el más fuerte gobernaba. Y en ese reino, yo era el indiscutible rey.Cerré los ojos, inclinándome en mi asiento, permitiendo que el silencio me envolviera. Fue entonces cuando escuché la puerta abrirse. No necesitaba girar para saber quién era; su aroma me lo decía todo. Luna estaba a
Al llegar a casa, me di cuenta de que la prioridad era preparar mi currículum para enviarlo a la empresa.Mi mente estaba abrumada por las posibilidades y las dudas, pero me concentré en perfeccionar mi documento. Con la luz de la tarde filtrándose a través de la ventana, el bullicio de la ciudad parecía una melodía lejana mientras tecleaba.Al enviar el currículum, sentí un pequeño alivio, como si hubiera lanzado un anhelo al viento, esperando que llegara a un buen destino.Luego, me dirigí a la cocina para prepararme algo delicioso para comer. Mientras removía la pasta y cortaba vegetales con una precisión casi quirúrgica, me di cuenta de que, de alguna manera, cocinar era mi terapia. La cocina se convirtió en mi santuario en medio de la tormenta que estaba viviendo.—Sabes, Tobirama, si te gustara ayudarme con las tareas de la casa, tal vez estaría menos estresada —murmuré mientras le daba de comer a mi fiel perro.Tobirama era un bulldog con cara de pocos amigos, me miraba con ind
★ Damien.El consejo se había reunido en el corazón del bosque, un claro rodeado de árboles centenarios cuyas ramas se entrelazaban, filtrando la luz de la luna en haces plateados. No había tenido tiempo de asistir a mi oficina, pero no me preocupaba; sabía que mi beta, Nikolai, se encargaría de todo con eficiencia. El tema de la reunión era una preocupación que los ancianos del consejo tenían desde hacía tiempo: querían que tomara una pareja y procreara. La acalorada discusión giraba en torno a mí, era el foco de todas las miradas y comentarios.—No puedo creer que aún la diosa luna no te haya asignado una pareja y estés como si nada —murmuró uno de los ancianos, cargado de incredulidad.—Si es para que la maldición de la luna llena ya hubiera reclamado tu lobo interno, es impresionante —agregó otro, sacudiendo la cabeza.—Quizá la luna tiene compasión de su alfa —susurró una anciana con voz temblorosa, mientras se ajustaba su capa de lana.—Lo hemos decidido —intervino la anciana c
★ Aria.Me levanté por los ladridos de mi perro Tobirama, que comenzaba a rasguñar la puerta como si quisiera salir de casa. Nunca lo había visto tan desesperado.—Tobi, cariño, ¿qué te pasa? —pronuncié acercándome a él, pero no paraba de ladrar y chillar a la puerta.Tomé el pomo de la puerta y la giré. Entonces mi amado cachorrito salió corriendo en sus cuatro patas.—¡Tobi! —grité a gran voz. —¡Tobi!Salí corriendo mientras una pantufla se me caía al momento de salir. Demonios, estaba descalza y Tobi no paraba de correr.—¡Tobi!Corría como loca detrás de él. Tobi corría entre las calles hasta que terminó en un callejón oscuro y mi corazón se aceleró. No quería entrar en ese callejón; tenía miedo, estaba muy oscuro, pero tenía que rescatar a ese perro mal agradecido.—Cariño —mencioné y entré en el callejón.Mientras me adentraba, mi vista se posó en la figura de un hombre que cargaba a mi traidor canino en sus brazos. Era extraño; Tobi ya no se iba con extraños.—Disculpe, ese es
No fue hasta el tercer día que recibí una llamada de las Empresas Volkov.—¿Sí? —respondí, tratando de ajustar el moño deshecho en mi cabeza mientras veía el último episodio de mi novela de Telesa en la pantalla del televisor. El sonido de la serie se mezclaba con mi ansiedad, y el brillo del televisor me hacía parpadear.—Señorita Walker, habla Nikolai del área administrativa de las Empresas Volkov. Le informo que ha sido seleccionada para el puesto. ¿Cuándo podría presentarse? —dijo una voz profunda y grave al otro lado de la línea, que transmitía un tono de formalidad intransigente.Me tambaleé ligeramente al escuchar la noticia, sintiendo que el corazón me latía con fuerza en el pecho. Casi se me cae el teléfono de la mano.—En un mes —tartamudeé, sin darme cuenta de la incoherencia de mi respuesta.—Señorita, ¿por qué esperaría un mes para empezar? Si ya no está interesada en el puesto de asistente, por favor, hágamelo saber y hablaré con mi jefe para buscar a otra persona —dijo
—No quiero que me acuses de acoso laboral, señorita Walker —dijo él con una sonrisa que contenía un matiz de desafío.—¿A dónde vamos? ¿Por qué no vamos a la oficina? —pregunté, intentando cambiar el rumbo de la conversación y desviar la atención de lo que estaba sucediendo entre nosotros.Él se acomodó en su asiento, tragando en seco mientras me observaba con una mezcla de interés y reserva. Algo debía estar pasando, me preguntaba si también sentía la misma atracción que yo sentía hacia él.—Tengo una reunión —respondió finalmente—. ¿Nikolai te habló de tus responsabilidades?—Nikolai es un idiota —mencioné sin pensar, dándome cuenta de inmediato de que había dicho algo inapropiado en voz alta.Él me miró con una ceja levantada, claramente sorprendido por mi comentario.—¿Te dijo algo que no debía? —preguntó él, con una voz áspera que denotaba una molestia que no podía ocultar.Sus ojos fríos y calculadores, ahora se veían más oscuros, como si la preocupación por lo que Nikolai pudie
★ Damien.Estoy molesto, muy molesto. Estar en el mismo auto con ella es una tortura. Cada instante a su lado es una prueba de paciencia. La forma en que su perfume a vainilla invade el espacio me resulta particularmente irritante, casi como una provocación constante. Esa maldita fragancia parece acentuarse cada vez que nos acercamos, exacerbando la electricidad inquietante que se transmite entre nosotros.Mi mente se debate entre la rabia y la fascinación. No puedo evitar pensar en cómo me gustaría tomarla, empujarla contra el asiento, y reclamar sus labios con una ferocidad tan abrumadora que su frágil cuerpo humano no podría soportarla. La necesidad de adueñarme de ella se vuelve casi incontrolable.Intenté relajarme, así que cerré los ojos, pero en lugar de encontrar paz, me sumí en un sueño ligero. El sonido de su voz y el delicado toque de su mano en mi cabeza me despertaron. Al abrir los ojos, sentí una paz inesperada, casi paradójica. El contacto de su mano era un contraste ta