Todos comenzaron a aplaudir mientras yo solo los observaba. No había dudas: todos aquí iban a morir. Sus aplausos resonaban huecos y vacíos, como si estuvieran celebrando su propia condena. —Espero que eso no lo moleste, sabemos que usted estaba vinculado con esa loba —mencionó la anciana—, pero aún después de la muerte de ella usted sigue mostrando fortaleza. Me alegra que el vínculo no exista. —¿Eso le alegra? ¿Y quién dice que rompí el vínculo? Perder a la mujer que amo me destruyó, me consumió, y solo me levanto con un solo propósito, Helga. ¿Por qué no adivinas cuál es? —mis palabras eran veneno. Ella volteó a ver a todos lados, buscando apoyo, pero encontró solo rostros indiferentes y temerosos. —Usted solo jugó con ella para destruir su manada, así que... usted es un traidor. No es digno de liderar una tribu de cazadores como esta. No comprendo por qué Dominic Helen lo dejó a cargo —su voz temblaba ligeramente, pero trataba de mantenerse firme. —Yo sí. Él me dejó a cargo pa
Con una ola de mi mano, desencadené una serie de maldiciones sobre Luna y los desterrados. Las cadenas que los sujetaban comenzaron a arder en llamas negras, que no solo los quemaban, sino que también les hacían sentir cada centella como una aguja de acero. Los gritos de los desterrados llenaron el aire, pero mis encantamientos silenciaron cualquier grito de Luna, dejándola en un silencio aterrador mientras el pánico se reflejaba en su rostro. Con un movimiento elegante, hice que los ex lobos fueran sometidos a una serie de torturas que desafiaban la imaginación. Arranqué sus uñas con pinzas de hierro, aplicando una presión gradual hasta que el dolor se volviera insoportable. Cada grito, cada gemido de agonía, alimentaba mi placer. Luego, los forcé a beber una mezcla de veneno y ácido, una sustancia corrosiva que les quemaba las entrañas desde adentro. Sus cuerpos se convulsionaban mientras la sustancia destrozaba su interior. Luna, aterrorizada, intentó resistir, pero un hechizo la
★ Damien Volkov Ver a Aria dormir se ha vuelto un placer inigualable. Sus hermosos mechones, que parecen hebras de seda, caen delicadamente sobre su cuerpo, enredándose suavemente entre las sábanas. La forma en que me abraza mientras duerme es única, siendo un cálido refugio en el que me pierdo. Le acaricié la mejilla con la punta de mis dedos, sintiendo la suavidad de su piel bajo mi contacto. Me incliné lentamente, tratando de no perturbar su sueño, y le dejé un beso tierno en la frente. Pensar que hace solo unas horas esta hermosa mujer estaba sobre mí, parece un sueño en sí mismo. Su pasión y deseo habían transformado la noche. —Te amo —le susurré, con mi voz en un murmullo. Ella se movió lentamente, acercando aún más su cuerpo al mío con un gesto involuntario que reflejaba su necesidad de cercanía. Suspiré profundamente, sintiendo cómo la paz y la satisfacción se apoderaban de mí, y la abracé con más fuerza, como si quisiera fundirme con ella en ese momento perfecto. Luego, in
—Elegí el aquelarre por la reina y el rey. Ambos eran justos y amigables, gobernaban a los brujos con firmeza y benevolencia. Ella clamó por un hijo y le concedí tener a Arthur. Él era un niño que siempre sonreía, amable, protegía al más débil y siempre mostró un corazón puro. —¿Arthur? ¿Hablas del mismo brujo que ha matado a millones de hombres lobo? El mismo que engañó a Emily, la hizo confiarse y masacró casi toda su manada, el mismo que no hizo nada cuando la desterraron, y… —No lo juzgues tan rápidamente —interrumpió, con una tristeza profunda. —Tuvo que ver con sus propios ojos la muerte de todo lo que amaba. Vio a mamá y a papá morir, y tuvo que cuidar de una niña. Su corazón se endureció debido a la rebelión, pero en su interior aún existe ese joven que, a pesar de engatusar y enamorar a Emily, logró sentir algo más que dolor. No pudo acabar con ella porque la amaba, siendo un niño inseguro que no quería aceptar sus sentimientos por temor a ser débil, y también está el hombre
★ Aria. Estar rodeada de hombres lobos podría resultar aterrador para algunos, pero para mí era una experiencia fascinante. La idea de pertenecer a un lugar tan alucinante y lleno de magia me parecía increíblemente tentadora. Observaba a los lobos moverse con una gracia imponente y una fuerza latente, mientras sus ojos, resplandecientes con una inteligencia antigua y misteriosa, me miraban con intensidad. Podía sentir la energía vibrante en el aire. —¿Mi diosa se siente bien? —preguntó una de las madres de los cachorros con los que jugaba, al notar que de repente me había mareado. Sus ojos dorados, cálidos y llenos de genuina preocupación, se fijaron en mí. —Sí, pero no me llames diosa, mi nombre es Aria —respondí con una sonrisa suave, intentando calmar su inquietud. Ella asintió, y sus labios se curvaron en una sonrisa tranquila, aunque aún había un rastro de preocupación en su mirada. —Sí, señora Aria. Sonreí ante la formalidad, mientras un pensamiento fugaz cruzaba mi mente:
Él observó mi reacción por un momento antes de hablar nuevamente. —Bueno, solo venía a decirte que he matado a Luna y destruido la tribu de cazadores. No volverán a molestarlos —hizo una pausa, su expresión era impenetrable en ese momento—. Y bueno... —¿Qué vas a hacer tú ahora? —pregunté, todavía intentando asimilar la noticia de mi embarazo mientras me centraba en sus palabras. —Restauraré el aquelarre de nuestros padres y rescataré a los brujos que viven en cautiverio —respondió con firmeza. Sus ojos brillaban con una intensidad inextinguible, como si una llama ardiera en su interior, alimentada por su misión. —¿Quieres que te ayude? —ofrecí con un toque de esperanza en mi voz, deseando ser parte de su causa—. Creo que podría hacerlo con mi poder... —No —dijo suavemente, negando con la cabeza—, prefiero tomarme mi tiempo. Además, eso me ayudará a distraerme mientras Emily crece... la extraño. Es irónico echar de menos nuestras discusiones, y cuánto me hacía enojar —añadió con
Caminamos juntos, nuestros pasos eran sincronizados, hasta detenernos cerca de Damien, quien nos observaba con una mirada intensa que parecía leer cada uno de nuestros pensamientos. Arthur inclinó su cabeza hacia mí y susurró en mi oído, su voz era una mezcla de seriedad y broma. —Si quieres que lo mate, aún lo puedo hacer —dijo, y sentí una oleada de ternura invadiéndome. —Lo amo —respondí con firmeza, mi corazón palpitaba con fuerza mientras miraba a Damien, sintiendo que todo lo que deseaba estaba justo frente a mí. Arthur me acarició la mejilla con una suavidad que solo él sabía tener, sus dedos rozaban mi piel como una pluma que cae suavemente. Luego, con un gesto lleno de cariño, me dio un beso en la frente. —Te amo, mi pequeña hermana —murmuró antes de dirigir su mirada a Damien, su tono se endureció, pero no dejó de ser protector—. Maldito pulgoso, si la haces sufrir te mataré, pero si ella sangra, te haré sangrar el doble. Más te vale no hacerla llorar ni una sola vez por
Sin embargo, la paz que habíamos encontrado fue duro poco. Días después, la tranquilidad se vio interrumpida por un ataque inesperado. La noticia de que yo era la diosa había atraído tanto a alfas veneradores como a enemigos decididos a mi final. Una niebla densa cubría el terreno alrededor de la mansión. Los gritos de alarma comenzaron a resonar, llenando el aire con un sentido de urgencia. Damien y la manada se prepararon para la batalla con una determinación feroz. —¡Defiéndanla con sus vidas! —ordenó Damien, su voz era un trueno de firmeza y su mirada, llena de intensidad Los atacantes eran una banda de lobos oscuros, con intenciones crueles y despiadadas. Se lanzaron al ataque con una ferocidad implacable. La batalla fue brutal; los gruñidos y aullidos se mezclaban en un caos ensordecedor. El suelo temblaba bajo los pasos pesados de los combatientes, y las garras afiladas chocaban con una violencia inquietante. Damien se movía con agilidad y destreza, luchando con una