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Capítulo 1: La fiesta.

★ Aria Walker

Mi nombre es Aria Walker. Con 22 años, me considero una friki y una nerd en el sentido más puro de la palabra. Mis dos amigas más cercanas son Vanessa y Gloria, son la antítesis completa de lo que yo soy. Mientras ellas son la imagen de la perfección social y la elegancia, yo me encuentro en el extremo opuesto del espectro. Vanessa y Gloria son hermosas, elegantes y siempre están a la moda, con sus cabellos rubios y su estilo sofisticado. Yo, en cambio, soy una estudiante de maestría con una beca, huérfana desde hace poco y que fue expulsada del orfanato al cumplir la mayoría de edad. Mi vida, en comparación con la suya, parece una serie de ironías crueles.

—Ari, ven aquí —dijo Gloria con una sonrisa amplia, su entusiasmo era contagioso aunque intentara mantener una apariencia calmada—. Este es el momento perfecto para socializar y salir de tu caparazón de tortuga. ¿Qué dices?

Vanessa, con su típica sonrisa deslumbrante, me tomó de la mano y me arrastró hacia una de las habitaciones del instituto. A diferencia de ellas, yo no podía permitirme una habitación en el campus. Mi beca cubría solo los gastos básicos de mi maestría, que era más cara que una licenciatura. Además, mis condiciones eran mucho más humildes, y vivir en el instituto era un lujo que no me podía permitir.

—Chicas, realmente no creo que sea buena idea. No he recibido una invitación para la fiesta —protesté, aunque mi tono estaba cargado de incertidumbre más que de firmeza.

Vanessa torció los ojos, como si ya estuviera acostumbrada a mis reticencias. Me miró con desafío y preocupación que era tan característica de ella. La fiesta era organizada por Damien Volkov, un empresario de renombre y uno de los hombres más ricos del país. Aunque nunca lo había visto en persona, había leído mucho sobre él en las revistas y escuchado rumores sobre su atractivo. Se decía que tenía una mirada profunda y penetrante, con esos ojos azules como el hielo y un cabello negro como la noche. En las portadas de las revistas, él parecía el epítome de la perfección masculina.

—No digas tonterías, Aria. Irás con nosotras. ¡Es una oportunidad que no puedes dejar pasar! —dijo Vanessa, con un tono que no dejaba lugar a objeciones.

Gloria, que había estado organizando nuestra salida, sacó un hermoso vestido azul oscuro y unas elegantes zapatillas negras de su bolsa. El azul del vestido resaltaba mis ojos verdes, y aunque me gustaba la idea del vestido, las zapatillas me preocupaban. Temía caerme y hacer el ridículo frente a todos.

—No voy a usar eso —dije, lanzando las zapatillas sobre la cama con frustración.

—Las usarás, y esa es la última palabra —replicó Gloria con firmeza, mientras comenzaba a sacar otros accesorios. —Necesitas un cambio de imagen. Además, no te preocupes, ya te verás fabulosa. ¡Vamos, apúrate!

—No puedo usar esos tacones, me siento incómoda con ellos —insistí, mientras mi preocupación por no caerme se hacía evidente.

—Lo que necesitas es un baño, apestas a perro —dijo Gloria, con un tono que claramente indicaba su disgusto.

El comentario sobre mi perro Tobirama me hizo fruncir el ceño, pero no podía discutir con ella. Me di una ducha rápida, tratando de quitarme el olor a cansancio y aliento de mi perro, aunque en realidad mi aprecio por Tobirama no disminuiría por ello. Me vestí con el vestido azul, pero decidí usar mis tenis, ya que era lo único con lo que me sentía cómoda.

—Ari, te ves… —Gloria comenzó a decir, mientras me miraba de arriba a abajo con una evaluación crítica.

—Horrible —interrumpió Vanessa con una sonrisa burlona.

—Bueno, con amigas como ustedes, ¿para qué quiero enemigas? —respondí entre risas, tratando de desviar la atención de mi incomodidad.

—Vamos, la mansión de Volkov nos espera. No te preocupes, nos lo pasaremos genial —dijo Gloria, mientras nos dirigíamos hacia la salida.

La mansión de Damien Volkov estaba a unos kilómetros del instituto, y el viaje en taxi nos permitió observar la grandeza del lugar desde lejos.

Mientras íbamos en camino, Vanessa recibió una llamada urgente de su madre. La preocupación en su rostro era evidente, y no tardó en decirnos que necesitaba regresar a casa de inmediato.

—Chicas, siento mucho, pero tengo que irme. Mi madre acaba de llamarme y parece que algo importante ha sucedido. No puedo dejarla sola —dijo Vanessa, con un tono que mostraba su angustia.

—Está bien, Vanessa, no te preocupes. Gloria y yo podemos ir solas —respondí, tratando de sonar comprensiva aunque la idea de estar sola en la fiesta no me animaba.

Así que, con Vanessa fuera del panorama, Gloria y yo nos dirigimos a la fiesta. Al llegar a la mansión, me sentí completamente fuera de lugar. La opulencia del lugar era abrumadora. El recibidor estaba adornado con elegantes arreglos florales y el suelo de mármol reflejaba la luz de los candelabros. Gloria se movía con facilidad entre los invitados, mientras yo me quedaba en un rincón, sintiéndome incómoda y fuera de lugar.

Gloria pronto encontró a su novio, dejándome sola en una mesa cercana. Me sentía perdida y deseaba estar en casa con mi fiel Tobirama. La música de fondo y el murmullo de las conversaciones se mezclaban en un torbellino de sonidos que me resultaban insoportables.

Una camarera pasó cerca con una bandeja de bebidas, y, en un impulso, tomé una copa de lo que parecía un cóctel. La bebida tenía un sabor fuerte y dulce, y pronto me encontré tomando más de una. Sabía que no debía beber tanto, pero la sensación de mareo me resultaba una distracción bienvenida de mi malestar.

Mientras observaba a los invitados, vi cómo la mayoría fingía estar interesada en las conversaciones que tenían lugar. Mi atención se centró en Damien Volkov, el hombre que había sido el tema de muchas de mis fantasías. Su presencia era imponente y su aura capturaba la atención de todos a su alrededor. Con cada movimiento, parecía ser el centro de la celebración.

—Voltea a verme, voltea a verme —murmuraba para mí misma, sintiendo como el alcohol comenzaba a nublar mi mente. Me sentía atraída por él, como si su presencia pudiera sacarme de mi propio mundo de inseguridades y dudas.

De repente, para mi sorpresa, Damien giró hacia mí. Nuestro contacto visual duró solo una fracción de segundo, pero fue suficiente para hacerme sentir como si el mundo se hubiera detenido. Mi corazón latía con fuerza, y mi rostro se sonrojó de vergüenza. Traté de mantenerme en pie, pero el calor y la bebida comenzaban a tomar su efecto.

—Necesito ir al baño, necesito aire fresco y quiero volver a casa —murmuré, tambaleándome hacia el baño. La habitación parecía girar a mi alrededor y sentía como si estuviera perdiendo el control de mi propio cuerpo.

Al llegar al baño, me encontré con Gloria, quien entraba en el mismo momento.

—¡Gloria! —llamé, tratando de mantenerme erguida.

—Hola, amiga —respondió Gloria, acercándose a mí con una expresión de preocupación que rápidamente se convirtió en desdén.

—¿Puedes llevarme a casa? Me siento realmente mal —le pedí, sintiendo el peso del malestar físico y emocional.

—No, vete sola. Estoy ocupada, y además, la noche apenas comienza. Deberías tomar un poco de aire fresco o descansar en una de las habitaciones —dijo Gloria con una indiferencia que me hizo sentir aún más sola.

Me sentí estúpida al escucharla. Sabía que debía regresar a casa, pero no podía hacerlo sin ayuda. Gloria me ayudó a llegar a una de las habitaciones del segundo piso y me recosté en la cama. La habitación estaba decorada de manera lujosa, con cortinas pesadas y una alfombra suave que contrastaba con mi sensación de malestar. Mi cabeza daba vueltas y me sentía abrumada por el calor.

De repente, la puerta se abrió y vi la figura difusa de un hombre entrando en la habitación. Parecía igual de alterado que yo, con una expresión que mostraba cansancio y desorientación. Se recargó en la pared y su respiración era irregular, al igual que la mía.

Intenté levantarme para irme, consciente de que era una situación peligrosa y embarazosa. Sin embargo, antes de que pudiera moverme, el hombre se acercó y me sostuvo suavemente contra la pared. El contacto físico me hizo sentir aún más confundida y el calor se intensificó. Mi mente estaba en caos, y no podía decidir si debía resistirme o dejarme llevar por la situación.

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