Capítulo 2

Christopher

Una ráfaga de viento azotó mi cuerpo, froto mis brazos buscando un poco de calor. La oscuridad me abraza y no deja que pueda ver nada. Sigo transitando, pero está vez no fue el viendo que choco contra mi cuerpo, fueron las gotas de lluvia. Maldigo por mi suerte.

Mi piel se eriza, frotó mis manos y levanto mi vista. Mi cuerpo se tensa y una electricidad sube a mi pecho. Hay una silueta a pocos pasos de mi, creo que trata de levantarse, doy un paso hacia atrás hasta que me percató que es una chica. Dudo unos segundos hasta que me acerco cuidadosamente. Su rostro está cubierto por varios mechones negros, no la alcanzo a ver. La pelinegra suelta un gemido de dolor y allí me doy cuenta de que está herida.

Me tomo unos minutos hasta ponerme a su altura, pongo una mano en su espalda y siento como se tensa y musita:

—Suéltame— la frialdad en qué pronuncia sus palabras ocasiones que mi piel se erice, retrocedo obediente y ella gira de una manera brusca hasta caer de culo —. ¡Maldición!— chilla.

—Tranquila—susurro y me acerco—. Te ayudaré.

Su mentón se eleva ya través de su melena negra puedo notar unos ojos electrizantes azules, nunca me llamaron la atención el color de los ojos, pero los de ella eran diferentes. Ella eleva las comisuras de sus labios formando una sonrisa, pero salió como una mueca cuendo llevó su mano a su estómago, mostró un sonido de dolor y allí fue donde me acerque.

No soy de mantener contacto con extraños pero había algo que me llamó la atención, y manera su vestimenta ni su belleza, o algo por el estilo. Solo que al conectar nuestras miradas sentí el mismo vacío que existe en mi, presentí la soledad en su mirada. Sentía que ella era igual a mí.

—.. Te lo prometo— seguí, deja de quejarse un poco y sostiene la mirada, en sus ojos no hay ninguna expresión, solo un vacío, al final ella acepta después de unos minutos —. Bien ahora a levantarnos— Rodeo mi brazo sobre sus hombros y la ayudo a levantarse.

—¡Demonios!— la escucho maldecir.

El tránsito a su casa fue lento, sus pasos cansados ​​no ayudaron mucho. Trate de levantarla pero negó al instante. Después de unos minutos nos adentramos en una zona peligrosa, no reconocía el lugar, pero a juzgar por su apariencia no era muy habitable, después de varias preguntas llegamos.

Su cuerpo se detuvo enfrente de una pequeña casa, ella levanta su cara y puedo notar como el vacío en sus ojos se llenan de tristeza.

—Es aquí— susurra, analizo su rostro y noto su labio inferior roto y pálido. La sangre seca en su mejilla es… —. No quiero tu lástima— detiene mis pensamientos y se safa de mi agarre, da un paso al momento soltando un suspiro, cuando trata de dar otro se desploma en el deterioro y frío pavimento.

Llevo una mano a mi cabeza y mi cuerpo entra en pánico, todo parece estar en cámara lenta, mi corazón bombea mucha sangre y solo doy vueltas cerca de su cuerpo al final reacciono y me tumbo junto a ella para ayudarla, tomo su pulso y mi corazón se relaja un poco. Rodeo mis brazos debajo de su cuerpo sosteniendola por su muslo y su espalda, tránsito hasta quedar frente a la entrada, visualizo a través del cristal roto y me percató de que no hay nadie. Trato de tocar pero cuando mi rodilla hace contacto con la madera está se entre abre, la empujo hasta quedar totalmente abierta.

Cierro la puerta atrás de mi y el olor a cigarro y alcohol se adentra en mis fosas nasales, hago una mueca de disgusto y sigo caminado aún con la pelinegra en mis brazos, la acomodo en el sillón viejo y roto que encuentro en medio de la Sala.

Las botellas de alcohol quebradas y algunas arrumadas por cada rincón de la casa, sigo transitando y escucho la madera crujir por cada moviendo. Entro en la cocina y un horrible olor me da la bienvenida, hago otra nueva y tapo mi nariz.

Rebuscó entre los sucios cajones algo que me ayude a despertarla.

«Maldición, Cristóbal»

Dejo los cajones y levanto mi mentón para mirar escaleras arriba.

—El baño— musito, y sonrió por mi grandiosa idea.

Visualizo a la pelinegra que sigue tumbada en el sofá y subo las escaleras de madera, analizo las tres puertas y empezo a adentrarme en una de ellas.

Bingo.

Rebuscó en los cajones del baño y para mí suerte de m****a no encuentro nada, salgo del baño y empezo a correr escaleras abajo, el crujido se hace más notorio, vuelvo a darle un vistazo a la chica y me adentro de nuevo a la cocina, analizo todo de nuevo hasta dar con la nevera, rebusco en ella hasta percatarme de media botella de vodka. Sonrió y voy directo hacia donde se encuentra la chica. Me arrodilló frente a ella y derramo un poco de vodka sobre mis dedos para después pasarlos por su pequeña nariz, cuando noto que no funciona repito la acción. La chica se levanta de golpe y frota su nariz con frustracion.

—¡Diablos!

—¡Estás viva!— exclamo.

Ella me mira con el ceño fruncido, y abre los ojos sorprendida pero eso al parecer le ocasiona un leve mareo y cae de nuevo al sillón.

—¿Estás bien?— susurro acercándome a ella, por alguna razón me empuja en movimientos rápidos lleva su mano a su espalda, saca un arma y me apunta.

«¿De dónde diablos la saqué?»

—¿Qué carajos quieres?— indaga. Pestañeo perplejo y levanto mis manos.

—Solo…—trago saliva anonadado—.Te ayudé.

Su expresión fría sigue en su rostro y aún con el arma apuntandome pregunta:

—¿Por qué?—cuestiona —. ¿Por qué alguien como tú me ayudaría a mí? —sus palabras por alguna razón llegan a herirme, solo quería ayudar, ¿Hay algo malo en ello?—. ¡Responde! – grita.

—Solo te ayude— repito.

—No quiero tu última— espeta —. Ahora vete — se levanta y deja el arma en una pequeña mesa.

Me levanto y la sigo.

—¿Así eres con los que te ayudan?, ¿Así de egoísta eres?— suelto con brusquedad, ella se detiene y se da la vuelta encarandome.

Analizo de nuevo su rostro y noto; que detras de tanta oscuridad hay una diminuta y resplandeciente luz.

¿Acaso estoy loco?

—¿Qué quieres?— indaga —. ¿Aún no entiendo que hace un niño como tú en estás zonas?, ¿No tienes miedo que pueden secuestrarte? ¿eh?

Apreto los puños.

—No me conoces— dije entre dientes.

—¡Oh claro que lo hago!— su escalofriante sonrisa sale a la luz —. ¿Quién no conoce a Christopher? —cuestiona—. Eres hijo de un político, querido.

Me detengo al instante.

—¿Cómo me conoces?— balbuceo

—¿Quién no te conoce?—devuelve —. Apareces en las revistas, period, television, ¿Quién no conoce a la familia West? Definición de familia perfecta— suelta, deja tu sonrisa sarcástica y se acerca a mi —. Desde lejos se nota que no perteneces a mi mundo— me da otra mirada y con una sonrisa se da la vuelta para seguir con su destino, niego y en un movimiento rápido la tomo por la muñeca y la aproximación a mi, nuestros cuerpos chocan.

—¿No te enseñaron a no juzgar un libro por su portada?— mi aliento choca contra su rostro, pongo un mechón rebelde detrás de su oreja y la suelta—. Me debes una.

Me alejo de ella y tomo rumbo hacia la salida, con una sonrisa triunfante.

He ganado esta vez.

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