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Capítulo 1 Una nueva asistente poco agraciada.

Dos años antes…

Narra Damián.

Ya estoy cansado de busca a una nueva asistente, ya que la anterior estaba teniendo un amorío con Carlo, el vicepresidente, todos pensaban, incluyéndome, que era real su relación, hasta que descubrimos que era una espía de la competencia. Iba a presentar cargos, pero el idiota de Carlo me pidió que no, ya con el hecho de sacarla de aquí, era suficiente. ¿Qué le pasa? ¿También debo despedirlo para que no caiga en sus redes? Si no lo hago es porque es mi mejor amigo junto con Frank. ¡Dios!

 Los toques a la puerta de mi oficina me sacan de mis pensamientos.

—Adelante. —Digo con voz fría.

—Idiota. ¿Qué modales son esos de recibirme? Siempre tan apático. —Tenía que ser el odioso de Frank, de recursos humanos y uno de mis mejores amigos.

—No estoy de humor. —Digo y lo escucho bufar.

—Como sea. Te traigo a la candidata perfecta para tu asistente. —Dice y me pasa una carpeta, la recibo y miro su contenido.

—Es broma ¿Cierto? —Parece una mujer mayor.

Veo la foto y es una joven de 28 años, sin embargo, su vestimenta y color de cabello la hace ver más grande, sin mencionar que parece estropajo.

—¿Qué? Claro que no es broma. No quieres a los bombones que te había propuesto por lo que había pasado con Carlo. —Sólo de recordarlo me molesta.

—Bien. Si puede que comience desde mañana. —Digo mientras masajeo el puente de mi nariz.

—Sabía que la elegirías. —Sonríe como estúpido y sale de mi oficina.

Me levanto de mi lugar y voy al minibar por un vodka con hielo. ¡Vaya que lo necesitaba! He estado muy estresado últimamente y esos tarados no ayudan.

Llego a casa y veo a Marcela, mi hermana, con mi pequeño.

—Hermano. Bienvenido. —Me recibe con un abrazo. Ella es mi hermana mayor y desde que falleció Mariana, ella me ha estado ayudando con el cuidado del pequeño George.

—Gracias. —Veo a mi pequeño y lo cargo y es la una razón que me hace sonreír y hacerme olvidar de todos los problemas.

—¿Qué te ocurre? — me mira con preocupación. Al parecer no puedo lo puedo ocultar del todo.

—Al fin mañana tendré una nueva asistente. — sólo de pensarlo, su imagen me llega a la mente y siento un escalofrío.

—¿No se supone que eso es bueno? — me mira con una ceja alzada.

—Si. Pero no es nada normal. —sigue con esa expresión.

—¿A qué te refieres? —No me gusta su interrogatorio.

—Parece una anciana, a pesar de lo joven que es. —Digo y ella bufa.

—Siempre buscando defectos. —Se ve molesta.

—No la has visto. —Ruedo los ojos.

—Te pediré que cuides a mi angelito, saldré un rato. —asiente y toma a mi hijo en sus brazos.

—Sólo cuídate. —Me da un beso y se va a la habitación para irse a dormir.

Subo a mi habitación y me doy una ducha, cierro los ojos y llega a mi mente esa hermosa diosa egipcia, Isis, ella es exclusiva del antro “Egyp” sólo se puede mirar, tiene trabajando  casi un año, uno en el que mi esposa se fue de este mundo, sin embargo, a pesar de que soy viudo, le he sido fiel, pero cuando la vi en escenario, me cautivo. Y agradezco que no se pueda tocar o no sería capaz de controlar estos impulsos.

—Ya estoy ansioso por verla. —Dice Frank y no sé por qué su comentario me molesto y mucho.

—No es la gran cosa, digo tiene un lindo cuerpo, pero no como Cindy, la segunda en el espectáculo, ella debería ser la numero 1. — Ese comentario estuvo peor.

Frank y Carlo discuten por esas hermosas mujeres, así que me alejo de ellos y voy a la barra a pedir un vodka, comienza la música indicando la presencia de Isis, una mujer bella, esta vestida con un vestido dorado que deja ver todos sus atributos, y como siempre, tiene un antifaz que hace juego con ese vestido. Con tan sólo verla ahí moviendo sus caderas, hace que mi amigo despierte, lo bueno que esta oscuro y nadie se da cuenta de ello. ¡Dios! Necesito liberar está presión, yo jamás he sido un mujeriego, respeto la memoria de Mariana.

Así que me levanto y voy al baño para darme ese placer mientras pienso en esa diosa hermosa. Odio esto.

—¿Dónde estabas? —Me reclama Frank.

—Estaba cansado de escuchar sus discusiones sobre mujeres, así que me fui a la barra. —Obviamente no les diré lo otro.

—Bueno, supongo que viste a esa mujerona. —Dice con picardía.

—No le preste mucha atención, yo sólo vine a beber. —Debo tener valor para soportar a esa mujer quien será mi nueva asistente.

—¡Que aburrido eres! —Si supieran, no me dejarían en paz.

Salgo del antro, me encuentro distraído, pensando en Isis, como la dese0. De repente choco con alguien.

—Lo siento mucho. —¡Es ella! Esperen…

—¿Mariana? — no pude evitar llamarla así, la miro y ella se pone nerviosa.

—Lo… siento, no debo hablar con los clientes. —Dice y sale corriendo.

—No puede pasar, señor es zona sólo para las bailarinas. — La quise alcanzar, pero un guardia me impidió entrar.

¡Demonios! Debo estar alucinando, es tanto el amor por mi esposa y el dese0 por que estuviese viva.

Me subo a mi auto y me voy regreso a casa.

Todo está en silencio, ya es tarde y para no despertar a mi hermana, me voy a mi habitación. Cierro los ojos y vuelve a mí los de esa diosa, son tan misteriosos. Por un momento creí que era ella.

—No puede ser posible, ella está con el divino.

Me recrimino a mí mismo. Siempre amaré a Mariana.

A la mañana siguiente.

Me siento un poco mareado, no bebí demasiado como para estar así. Busco en el botiquín una aspirina y la tomo con agua. Bajo a la cocina y ahí está Marcela, preparando el desayuno.

—Buenos dias. — la saludo y ella sonríe con amabilidad.

—Buenos dias. No te sentí llegar. —Se ve un poco preocupada.

—No llegué muy tarde realmente. —De hecho, si lo hice, sólo no quiero que se preocupe.

Llego a la oficina y afuera está Frank con quien será mi nueva asistente. Es mucho peor que en la foto, sólo de verla me produce nauseas.

—Querido amigo, aquí te presento a Dalia Carter, tu nueva asistente. —Dice el muy desgraciado, burlándose de mí.

—Pasen. —Digo de mala gana.

—Yo no. Tienes que ponerla al corriente. —Dice aun con esa sonrisa burlona y me deja solo con esta… llamarla mujer sería mucho para ella.

—Tome asiento. —Le hablo con frialdad.

—Aquí está mi agenda y los documentos que debe archivar y estos otros son para llevarlos con el vicepresidente para que los firme. —Papeles que Carlo no quiso revisar cuando se lo pedí. Estaba en espera de la nueva asistente. Es odioso.

—Todas las mañanas quiero un café expreso y sólo cuando yo quiera, le pediré alguna galleta o bizcocho. —La verdad no la he dejado que hable, y la verdad no me interesa, sólo cuando deba ser necesario.

—Es todo, puede retirarse. —La veo asentir. También he evitado mirarla, es un insulto para mis ojos.

Se marcha y al fin puedo relajarme. Pero a los 10 minutos aparece tocando la puerta.

—Pase. — me vuelvo a concentrar en el monitor de la computadora.

—Aquí tiene su café, sr. —Tiene la voz temblorosa. Que molesto.

—Ahí déjelo y póngase al corriente. —¿Hasta cuándo la soportaré? Te odio, Frank.

   

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