¡Never, never, papacito! 

—Es que esa mujer tiene pinta de eso y más—, comentó Lara complacida, de haber podido presenciar cómo Aylin fue arrestada.

—Aunque no te niego que me emocionó saber que ha sido ella, pues, ni por la mente me pasó que fuera una ladrona, incluso pensaba que había sido la sirvienta chantajista—, manifestó Lorenny, mientras se acomodaba en uno de los sofás del salón de la mansión.

Pero en cuanto vieron a Damián ingresar con Aylin del brazo y con los agentes caminando detrás de ellos ambas quedaron atónitas, y sus mandíbulas inferiores cayeron en un gesto de incredulidad.

Se pararon como resortes mal ubicados y se aproximaron a ellos.

—Da-Damián —, logró articular Lorenny angustiada y con la voz tan temblorosa que reflejaba su sorpresa y confusión, ya que, en su afán de recuperar su collar y atrapar al ladrón, no analizó la posibilidad de tener que rendirle cuentas a Damián.

—Me imagino que tienes una buena explicación para todo este gran aparataje—. La voz oscura e intimidante de Damiá
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