Los escoltas parados frente a Damián parecían presas ante un depredador, a pesar de ser hombres altos, y tan o más fornidos que Damián, su sola mirada asesina los hacía sentir pequeños.Lo veían moverse de un lado a otro con un andar rígido y metódico, con la respiración agitada, con la frente brillosa, con una fina capa de sudor y el ceño fruncido que albergaba una ira que apenas contenía. Y de vez en cuando, ladeaba la cabeza y clavaba su mirada en los escoltas, pero continuaba su andar, tocándose el mentón pensativo y marcando repetidamente el número de Aylin en su teléfono.“El número que usted ha marcado se encuentra fuera de servicio”. Esa vocecilla lo estaba sacando de quicio.—¡¡Put@ máquina!!—, gruñó histérico.—¿Cómo rayos mi mujer pudo irse con mi hijo y sus equipajes? ¡Y ustedes, recua de inútiles, me dicen que no pudieron darse cuenta! —, les vociferó, con la vena en su cuello, palpitando con cada palabra, y los escoltas bajaron la cabeza, avergonzados. Son profesionale
Aylin ignoró olímpicamente la sugerencia de su amiga y caminó hacia Chris, quien seguía en el sillón, y su llanto se había convertido en un sollozo suave. Le pasó un trozo de carne, pero él, en un arranque de malcriadez, lo lanzó al suelo. —¡Quiero comer con mi papá! —Si no comes, te vas a enfermar—, le advirtió preocupada, pero el infante se encogió de hombros y siguió llorando hasta que se quedó dormido. —Aylin, como has entregado el departamento, no tenía a dónde ir, más que a casa de mi madre, la cual queda bastante lejos del hospital y no me resulta. Por lo tanto, tuve que alquilar esta habitación de hotel, pero mañana debo irme, ya que no tengo suficiente dinero para pagar más días. Así que ahora debemos buscar otro lugar —, le dijo Karen, en un intento de ponerla en una posición difícil. Pero, en cambio, Aylin corrió hacia su cartera y sacó su billetera. Extendió un puñado de billetes hacia Karen, quien peleó internamente antes de aceptarlo. —¿Esto es todo lo que tienes?
Damián se acercaba con una sonrisa ladina, moviéndose con una elegancia felina que la dejó aún más desconcertada y mirando a su alrededor, en busca de una salida o cualquier excusa para alejarse de él, dado que, su presencia, de por sí, la pone en guardia, y ahora junto a eso, le despierta una mezcla de fascinación y sobresalto.—¿Y el ingeniero arquitecto? —, balbuceó Aylin tratando de recuperar la compostura.La respuesta de Damián fue una sonrisa aún más amplia y una mirada penetrante.—No necesitamos a nadie más. Yo puedo mostrarte el edificio —, le aseguró en tono sugerente.Aylin tragó saliva, sintiendo cómo la garganta se le secaba.—Quiero que quede claro que, te pagaré todo lo acordado. Vine aquí porque sabes que teníamos un trato con el ingeniero—, trataba de justificarse con voz entrecortada, tartamudeando ligeramente por los nervios, pero, en cambio, él se acercó aún más, acortando la distancia entre ellos.Ella odiaba sentirse tan vulnerable frente a él, pero era algo que
“¿Papá sabes algo?, el pollo frito tiene mejor sabor cuando lo comemos a tu lado”, recordaba Aylin, el comentario que hizo Chris mientras comían.«Mi hijo me salió desleal», pensó mientras movía la cabeza para los lados.Se encontraba frente al espejo de su tocador, arreglándose meticulosamente, y con habilidad se aplicó una capa ligera de base de maquillaje, realzando su belleza natural. Luego, eligió una paleta de sombras de ojos en tonos neutros y los aplicó con cuidado en sus párpados, resaltando sus ojos color avellana.Mientras, buscaba en su joyero un fino colgante de oro que le había regalado su madre hace mucho tiempo, pero al no encontrarla frunció el ceño y murmuró para sí misma: «Juraría que no la saqué de aquí. De seguro está en la mansión». Se pasó los dedos por los labios, pensativa, y decidió dejar la búsqueda para más tarde.Justo en ese momento, Damián entró a la habitación arrastrando una maleta y la interrupción la sacó de concentración, y lo miró con desaprobación
El auto se balanceaba ligeramente debido a la carretera irregular por la que circulaban, Damián y Aylin, sentados en el asiento trasero.—¡Qué vergüenza con Antuan y con esa señora! —, exclamó ella, y su cara aún ardía de vergüenza tras el espectáculo que había protagonizado por los celos.Mientras que Damián, con la mirada fija en el camino que se desdibujaba por la ventanilla, gruñó en respuesta.—Tardé meses en concretar esa reunión, y no me estoy quejando tanto como tu lo haces por tu amado Antuan.Aylin giró en su asiento para enfrentarlo, y su mirada era un desafío.—Para empezar, no debiste seguirme. Podrías haber tenido tu reunión tranquila y de paso me hubieras ahorrado el bochorno que siento ahora —, le reprendió señalándolo acusadoramente.Damián le atrapó el dedo en el aire, devolviéndole una sonrisa ladeada.—No te seguí—. Se encogió de hombros con simpleza.En cambio, ella rió sarcásticamente, y sus ojos rodaron en sus órbitas.—No, claro que no me seguiste. ¡Fue todo pu
Aylin contuvo la respiración.—Nunca me ha gustado depender de nadie. Incluso cuando era un niño, no me gustaba caminar aferrado a la mano de mi madre, no quería depender de ella para que el día en que no estuviera a mi lado, su apoyo no me hiciera falta—. Sus palabras eran una mezcla de vulnerabilidad y deseo de mantener su orgullo.—Estoy perdido sin ti. Quieres que me humille por completo, ¿verdad? De acuerdo, eres mi vida y mi razón para querer levantarme cada día, incluso si el dolor me está matando. Ahora, despréciame y mándame a la mierda. Sería más fácil si comenzara a odiarte.Aylin soltó la copa que sostenía, dejando que se estrellara contra el suelo, al igual que la manta, que se deslizó por sus hombros y se giró en sus brazos. Sin decir una palabra, aferró una mano a su cuello y lo besó apasionadamente, le pasaba la lengua por los labios de manera sensual, como antes le dijo: él saca a esa mujer enfervorizada, que habita en su interior.Damián se aferró a ella, como un bar
Remolona, Aylin no quiso irse, como Damián se lo pidió, sino que se cubrió, y se paró a su espalda.—Estás desnuda. Te pedí que fueras a cambiarte—, refunfuñó todo mandón.—A los sicarios no les importa eso, ¿o piensas que me van a poner ropa para darme una muerte decente? —, se quejó renuente a esconderse y él movió la cabeza para los lados.—¡Eres terca como una mula! —, pronunció entre dientes, pero cuando estaba a punto de abrir la puerta, unos suaves toques familiares captaron su atención y una sonrisa se dibujó en su rostro mientras reconocía aquellos golpes.Barrió a Aylin de pies a cabeza y le señaló hacia el pasillo.—¿Vas a recibirlo así o me acompañarás a vestirnos? —¡Gruñón! —, rezongó Aylin sonriendo traviesa, mientras dejaba caer la manta con la cual cubría su desnudez.—¡J⁰der Aylin te diviertes mortificándome! —, gruñó tomándola posesivamente por la cintura, pegando la espalda de Aylin a su pecho y con su acostumbrado agarre dominante la hizo girar la cara para planta
Disimuladamente, Aylin le lanzó una mirada a Indira y a los guardias.—Damián, quiero mostrarte algo —, le dijo, interrumpiendo su plática con Chris. —Podemos irnos ahora, por favor.Él pareció sorprendido por la interrupción.—Apenas estamos empezando —, se quejó, pero la mirada resuelta de Aylin le indicó que no era el momento de discutir.—Chris puede jugar con el tío Kevin en otro lado —, aseguró ella, al mismo tiempo que veía a Kevin para darle a entender que se quedará con el niño.Damián no protestó más, pero le resultaba extraño el repentino cambio de planes.—Enrique, ¿puedes venir luego por Indira? —, solicitó Aylin una vez que estuvieron listos para marcharse e Indira, al oír esto, pareció asustarse.—Señora… esté lugar, es muy sólido para quedarme sola aquí —, largó con una voz apenas audible.«Lo siento querida, pero no te traeré sin comprobar cuál es tu papel en todo esto», decía Aylin en su fuero interno.—No te asustes, espera dentro hasta que Enrique regrese —, le ase