Desesperaciones y paranoias.

Al día siguiente, la tarde caía suavemente sobre la plaza central. El sol descendía en el horizonte, bañando todo en un resplandor dorado, y el ambiente se llenaba del murmullo de las conversaciones y del gorjeo de las aves que regresaban a sus nidos al caer el día. Karen y Aylin se encontraban sentadas en una mesa al aire libre de un pequeño café, cada una con una copa de daiquiri blues en la mano. El líquido azul eléctrico brillaba con la luz del atardecer, y el vaso se encontraba cubierto por una fina capa de condensación.

Aunque era tarde, Aylin necesitaba estar en casa arreglándose para la pequeña fiesta de compromiso, no tenía ganas de regresar a la mansión y encontrarse con Damián y su actitud fría y distante.

—Ka, ¿seguirás tratándome con frialdad? Ya tengo suficiente con Damián —su voz tembló ligeramente mientras miraba a su amiga con ojos suplicantes.

—Es que siempre tienes un secreto y eso me irrita. Se suponía que yo era tu mejor amiga, y luego aparece esta gritona con su
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