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Habíamos comenzado a platicar en la clase de matemática, a él lo habían asignado como mi tutor, ya que esa asignatura no era mi fuerte. Comenzamos a vernos más seguido, compartíamos muchas cosas juntos y al pasar los días me había dado cuenta que me había enamorado perdidamente de él. No sabía que pensaba él de mí; si le parecía muy simple a su lado o no. Tenía entendido que su familia era una de las más poderosas, económicamente hablando, de la zona. Pero eso a mí no me importaba, yo me había enamorado de su persona, no de su dinero. Fue una de las personas que me ayudó a salir adelante después del fallecimiento de mi madre, fue mi gran sostén junto con mi hermana.

A los seis meses de conocerlos profundamente, por fin me declaró sus sentimientos y por alguna invocación divina él también me amaba. Fue uno de los días más felices que tuve. Mis amigas y Rosario siempre me habían dicho que él estaba muerto por mí, pero mi frase era: “ojos que no ven, corazón que no siente”, nunca les cre
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