CAPÍTULO 31. ARDIENDO EN LA PASIÓN

Cuando las palabras brotaron de mi boca sin darme cuenta, confesándole que estaba enamorada de él, no pude evitar el rubor de mis mejillas y la emoción que recorrió mis venas sintiéndome extasiada; Camillo me pidió que le volviera a repetir las palabras, pero como no me animaba a repetírselas, empezó a besarme como un loco por mi cuello, entretanto yo reía encantada, me sentía feliz, haber reconocido que lo amaba me hacía sentir fuerte e invencible.

—Te amo —le repetí y tomó mis labios, recorrió cada resquicio de mi boca con devoción, nuestras lenguas se encontraron en un baile de pasión.

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