Madison preparaba la cena para su abuela y su hermana, como era posible que habiendo tenido una madre tan ejemplar, su propia madre no la hubiera querido, su abuela había sufrido mucho por la actitud de su hija.
Pero a estas alturas ya no le importaba nada, no sabía nada de su padre desde que huyó de casa, y desde muy pequeña había aprendido a vivir sin su madre, suspiró algo melancólica, no entendí porque nadie la quería, si era una joven buena, dulce, estudiosa, Tara también era muy estudiosa, una niña buena, a la que siempre había defendido de los maltratos de su padre, prefería mil veces que la lastimarla a ella con 7 años y no a su hermanita que tenía 4 en aquel entonces, pero al parecer nadie las quería excepto su abuela, ni su antiguo novio la quiso, el muy desgraciado le había pegado, y ella no pensaba aguantar eso a nadie.
Sander Mills, era un hombre guapo, de cabello castaño, alto, y ojos claros, pero tenía unos cambios de humor muy drásticos y aunque nunca le había levantado la mano en ese año que habían estado juntos, sí lo hizo unos días atrás y si lo hacía una vez, lo podía volver hacer.
Sabía que su abuela tenía miedo de volver con él, pero ella no pensaba volver con él, aunque al parecer Sander no se iba a dar por vencido, había enviado varios ramos de flores, tarjetas, miles de mensajes pidiéndole perdón.
Siguió con lo suyo, y para luego darse un baño de tina, su abuela, siempre trató de darle lo mejor a ella y Tara ahora que ella trabajaría haría lo mismo por ambas, con 22 años y su carrera ya terminada podía mantener a su abuela y hermana.
Madison se miró en el espejo, sus ojos celestes como el cielo, siempre le habían gustado mucho, a veces eran un celeste claro, otras veces azules, su cabello extremadamente rubio y lacio como el de su madre, según su abuela, era algo que también le gustaba, en realidad se creía hermosa, pero él físico no lo era todo, en especial cuando se parecía tanto a los seres que no la habían querido, sus ojos eran igual a los de su padre, y tanto su cabello, como su piel, eran como los de su madre, era una mezcla de ambos, por el contrario, a Tara, que tenía los ojos grises de su madre y el cabello castaño oscuro como su padre, además de tener su piel algo más bronceada y no tan blanca como la de ella.
Decidió hacerse una cola alta, ponerse un juego deportivo e ir a esperar a su abuela. Cuando llegó abajo, tocaron la puerta y fue abrir y se llevó una gran sorpresa al ver tres ramos de rosas blancas y rojas, eran más de una docena, detrás de él Sander.
—¿Qué hacer aquí? — dijo sorprendida, hace unos días habían hablado y ella le había dejado claro que no le interesaba volver con él.
—Vengo a suplicarte e implorarte que vuelvas conmigo, te juro que no lo voy a volver hacer, y que si lo hago, puedes irte y nunca más te buscaré, creeme cuando te digo que jamás va a volver a pasar. — Madison observó cómo se arrodillaba y empezaba a llorar, ella no quería ser una mujer agredida, no quería entrar en una relación tóxica, pero verlo en ese estado le removió el corazón, ella lo quería, pero tenía miedo.
—Tengo una idea — dijo suavemente, Sander levantó su rostro bañado en lágrimas y la miró a los ojos. — ¿Qué tal si empezamos de cero? Vayamos poco a poco y si veo un cambio volvemos, ¿te parece?
—¿Podré besarte? — preguntó poniéndose de pie. — Madison asintió, lo que hizo que él sonriera — Gracias Madi, verás que no te vas arrepentir, Te amo, princesa — Sander se acercó a ella y la besó, con cariño infinito, nunca la había besado así y a Madison le sorprendió.
—Que asco, ojalá no hubiera tenido que ver eso — la voz de su abuela llegó a oídos de ambos, por lo que se separaron inmediatamente.
—Abuela — dijo Madison sonriendo feliz de verla, por lo que fue abrazarla, su abuela la recibió con gusto, pero al joven le hizo mala cara.
—Señora O'Neill — dijo con educación, pero Rosa simplemente lo ignoró.
— Te veo adentro cariño — dijo antes de entrar y pasar al lado de Sander sin ni siquiera mirarlo.
—Creo que tu abuela me odia — Madison no dijo nada, porque tenía razón, el celular de él sonó, y de inmediato se tensó. —Debo irme, ¿Nos vemos mañana?
—Te avisaré, porque mañana entro a trabajar.
—¿No era hasta dentro de dos días?
—Sí, pero iré con ella mañana, me enseñará todo antes de que ella se marche.
—Bien, te llamaré por la tarde, para saber si podemos vernos.
—De acuerdo — Sander la besó antes de marcharse, en ese momento llegó Tara, quién venía empezando la universidad.
—Hola, — saludo alegre a su hermana quien estaba pensativa en la entrada — ¿volvieron? — preguntó al ver cómo el auto del hombre que había sido su cuñado se alejaba.
—Aún no lo sé.
—Vamos a dentro, tengo hambre. — dijo Tara, jalando del brazo a su hermana, las dos jóvenes entraron a la casa donde su abuela espera a Madison, con los brazos cruzados.
—Abu, no estés molesta, ha llorado, se arrodilló y me pidió perdón, le dije que fuéramos poco a poco, y si de verdad veía un cambio volvería con él de lo contrario no lo haría.
—Ay mi niña, ese hombre no es para ti, ¿cuando vas a comprenderlo?
—Abu, sé lo que hago, no te preocupes, ¿sirvo la cena ya?
—Claro, voy a lavarme las manos.
Las tres mujeres hablaron animadamente en la cena, mientras reían por cualquier cosa, ellas estaban muy unidas y eran felices juntas.
—Te quiero lista a las ocho en punto, y cuando digo lista es lista, que ya hayas desayunado, que estés maquillada, y muy bien vestida, serás la secretaria del presidente y tienes que estar hermosa.
—Sí Abu, eso me lo has dicho, desde que ayudaste a conseguir el trabajo, me has comprado cualquier cantidad de ropa.
—Te lo mereces cariño, además, el señor Bianchi es el hombre más bueno y gentil que conozco — Madison puso los ojos en blanco y su hermano se rió.
—Eso también lo has dicho toda la vida abuela. — dijo en tono gracioso — siempre hablas muy bien de él, pero recuerda que él te conoce de toda la vida según me has contado, te ve como una madre, una abuela, no lo sé, te puede ver parte de la familia, por eso es como es contigo, pero no puedes decir que será así conmigo. — fue el turno de su abuela poner los ojos en blanco.
—Cuando lo conozcas hablaremos, ahora iré a dormir — dijo mirando el reloj de la pared que marcaba las 9 de la noche. — te lo advierto Madison, ocho en punto.
—Así será mi capitana — las tres mujeres rieron, Madison y Tara limpiaron la cocina para luego cada uno irse a su habitación.
Madison llegó a su habitación y se acostó, mañana entraría a trabajar, y conocería al fin a su jefe uno que nunca había conocido, había ido a la empresa varias veces, pero nunca se lo había topado, su abuela nunca quiso ir a fiestas de la empresa así que nunca le había importado saber cómo era, ahora tampoco era que quería saber, lo único que pedía es que le tuviera paciencia y fuera una buena persona, solo eso.
Milo llegó a su gran casa, suspiró profundo, se bajó del auto y miró la gran fachada de su mansión, la miró con tristeza, tenía todo, dinero, salud, pero no tenía lo más importante amor y con quién compartirlo, porque aunque se había casado porque quería a su esposa, después de 6 años, nada era igual. Decidió entrar y así poder hablar con su esposa de una vez por todas, todo en la casa estaba en silencio, lo que era normalmente aburrido, pero siguió sus pasos hasta llegar a dónde tenía el bar, su esposa, siempre estaba ahí, y está vez no fue la excepción, estaba sentada en un sillón, con el celular en la mano, una botella de whisky en la mesita de al lado. y al lado un vaso ya vacío pero que se veía usado —puso lo ojos en blanco — definitivamente su esposa se había vuelto una alcohólica. —Deberías buscar algo más valioso en qué invertir tu tiempo —Sabira brincó del susto al oírlo, no se había dado cuenta que su esposo había llegado. —Lo tendría, si mi esposo pasara más tiempo en ca
Maddie sabía que no podía decepcionar a su abuela por lo que se levantó temprano preparó el desayuno para las tres, luego decidió darse un baño y preparase para su primer día de trabajo, no podía negar que estaba más que nerviosa pero en verdad quería hacerlo bien, buscó en toda esa ropa que su abuela había comprado y escogió un pantalón de vestir el cual traía una cinta en la cintura, una blusa color beige de seda de tirantes y al borde de sus senos era encaje, la cual uso con falsas por dentro, un saco negro y unos hermosos zapatos altos del mismo color de la blusa. Se maquilló y resaltó sus hermosos ojos azules, su cabello era muy lacio, pero quiso hacerse unas ondas para verse diferente, le gustaba lo que veía en el espejo, en especial no ver rastros de golpes en él. Bajo a desayunar y ya su hermana y su abuela estaban ahí, cuando la vieron llegar, su abuela no pudo evitar sentirse orgullosa de su hermosa nieta. —Te ves realmente hermosa, como deberías estar siempre. —Madison le
Madison no podía creer lo que estaba viendo, ese hombre era más que hermoso, su piel oscura estaba casi segura que contrataba con la de ella, su cabello era negro, casi igual que sus ojos, tenía unos labios gruesos y muy apatecibles. Ninguno podía dejar de verse a los ojos, era como si una gran y extraña conexión hubiera empezado a existir entre ellos. Milo por un momento miró hacia atrás ¿había bajado en el piso correcto? Estaba seguro de que sí, pero con sólo mirar a su alrededor sabía que era su piso, ¿estaba muerto? Sacudió su cabeza al ver por donde se estaban yendo sus pensamientos. Madison observó cómo él miraba todo confundido, por lo que armándose de valor se aclaró la garganta para llamar la atención del hombre cosa que consigo, con mucho nerviosismo sonrió y extendió su mano. —Hola, soy Madison O'Neill, un gusto conocerlo. Supongo que usted es el señor Milo Bianchi. — Milo la miró de pies a cabeza ¿Esa mujer tenía algún defecto? Aparte de hermosa su voz era increíblemen
Milo observaba a Rosa con preocupación. —¿Tan malo es? Además ¿cómo sabe que ella volverá con él? — Rosa suspiró.—Ayer cuando llegué ella estaba con él afuera de la casa, y hoy Sander fue a casa a desear que tuviera un buen primer día de trabajo — dijo poniendo los ojos en blanco. — No estoy diciendo que el hombre sea un demonio, pero a mi Madison no me engaña, estoy segura que él está en drogas, ella a querido ayudarle, aparte que tienen cierto tiempo juntos, se que ha sido su primer hombre y que ha sido muy importante para ella, pero también sé que no es para ella y que no está enamorada — Milo no sabía lo que crecía en su interior, eran sensaciones extrañas que nunca había sentido. —¿Cómo sabe todo eso? — Rosa sonrió. —¿Por qué? Porque soy vieja, porque conozco a mis nietas, supe el mismo día en que ella había estado con él, yo no debería estar hablando de todo esto contigo, pero de verdad le tengo confianza y no tengo con quien hablar. Además una mujer cuando está enamorada se
En cuanto los cuatro llegaron a la puerta de la oficina de Milo, se quedaron sorprendidos al ver el hermoso ramo de flores que Madi admiraba. —¿Y esas flores mi niña? — sonrojarse. Ginna y Eddy estaban desconcertados al ver la mirada de molestia de Rosa y de Milo, cosa que les pareció más extraña aún, en especial a Ginna. —Creo que seguiré trabajando. — dijo nerviosa al ver la mirada de todos en ella. —Madi yo iré con la señorita Ginna y el señor Eddy a una reunión, Milo se quedará en la oficina para que estés pendiente — Madi se sintió incómoda por la que su abuela le habló, no le gustaba que se enojara con ella, cada que Sander aparecía o tenía un bonito gesto con ella. No pudo evitar que sus ojos buscarán los de Milo, esos increíbles ojos casi negros la miraban serio, como molesto. —De acuerdo abuela. — dijo tímida.Luego de una hora, Madi seguía poniéndose al día en cómo se trabajaba en esa oficina, era algo cansado, pero para ser su primer día iba de maravilla. Miró hacia la
—Gracias — le dijo él, mientras seguía mientras la seguía abrazando. —No tiene porqué, ahora vaya a tomar su café, que no quiero que se enfríe, yo seguiré trabajando. — Milo se separó de ella para poder mirarla a los ojos. —Tienes un hermosa pureza por dentro Maddie, espero nunca la pierdas — ella simplemente asintió con su rostro sonrojado, luego salió de ahí. Milo la siguió con la mirada hacia tanto no se sentía así de bien.….Los días empezaron a pasar y Madison cada vez se acoplaba más al trabajo, era una mujer muy trabajadora, pero no sólo eso, también era muy leal, honrada, honesta, servicial y justa, Milo empezó a sonreír más, estar en el trabajo era su refugio desde siempre pero ahora lo sentía más, Rosa solo estaba hasta el mediodía, por lo por las tardes Madison lo acompañaba por las tardes a tomar un café mientras hablaban, Ginna lo había notado desde un principio y aunque a Eddy le costó más también lo notó y saber que Milo estaba interesado en alguien que no fuera la
—No quiero ir a ningún bar, Sander, ni a ningún lado, solo quiero ir a casa. — volvió a decir más molesta que antes, se sorprendió cuando lo vio ahí, ya le había dicho que no podían verse, en realidad tenía un mes diciéndole lo mismo. Pero en cuanto Sander empezó a reclamarle por no pasar tiempo con él. —No eso ya lo sé, me los dicho muchas veces últimamente, pero resulta que soy tu hombre, así que vas a venir conmigo — Sander la pegó a él y empezó a besar su cuello — me haces falta, te deseo — dijo antes de besarla con arrebato, Milo salió en ese instante y no pudo evitar quedarse sorprendido, lo que sintió nunca en su puta vida lo había sentido, quería matar a ese hombre, pensaba en dar la vuelta y largarse de ese lugar cuando vio que Madison empujó al hombre. —Basta Sander, no me gustan las cosas así, y no voy a ir contigo a ningún lado. — iba a dar media vuelta e irse cuando él la agarró con fuerza y la zarandeó. —Te vienes conmigo — cuando ella iba a empezar a protestar, sinti
Madison no pudo evitar ponerse nerviosa, al oírlo, pero de igual forma su corazón empezó a latir muy feliz de lo que acababa de escuchar. —Gracias — le contestó tímidamente. Milo cómo hacía cuando estaba con ella, actuó impulsivamente y besó su cabeza. — Ven, voy a prepararte algo de cenar, mientras llamas a Rosa y le dices que llegarás más tarde. — ella como una mansa paloma lo siguió, sin dejar de mirar el lugar y Milo lo notó — luego de cenar te llevaré a un tour por el lugar, Madison solamente asintió. Ya en la cocina él empezó a buscar que le cocinaba, hacía mucho tiempo que no cocinaba para alguien, y menos para alguien que le estaba robando el corazón. Madison llamó a su abuela.—¿A qué horas llegas mi niña? Te estamos esperando para cenar — fue lo primero que contestó la anciana al otro lado. —Abu, te llamaba para decirte que acabo de salir del trabajo, pero que no iré a cenar con ustedes, para que no me esperen. —¿Por qué no vendrás Madison? — el tono de voz de su abuela