Milo llegó a su gran casa, suspiró profundo, se bajó del auto y miró la gran fachada de su mansión, la miró con tristeza, tenía todo, dinero, salud, pero no tenía lo más importante amor y con quién compartirlo, porque aunque se había casado porque quería a su esposa, después de 6 años, nada era igual.
Decidió entrar y así poder hablar con su esposa de una vez por todas, todo en la casa estaba en silencio, lo que era normalmente aburrido, pero siguió sus pasos hasta llegar a dónde tenía el bar, su esposa, siempre estaba ahí, y está vez no fue la excepción, estaba sentada en un sillón, con el celular en la mano, una botella de whisky en la mesita de al lado. y al lado un vaso ya vacío pero que se veía usado —puso lo ojos en blanco — definitivamente su esposa se había vuelto una alcohólica.
—Deberías buscar algo más valioso en qué invertir tu tiempo —Sabira brincó del susto al oírlo, no se había dado cuenta que su esposo había llegado.
—Lo tendría, si mi esposo pasara más tiempo en casa — dijo levantándose del sofá — ¿ya te dejo libre tu amante? — ella sabía que comentarios como ese lo molestaban mucho.
—Bien sabes que nunca te he sido infiel Sabira.
—Claro por eso no apareces en tres días — Milo se acercó furioso a su esposa.
—Te recuerdo que hace cuatro malditos días recibí por tercera vez la noticia de que había perdido un hijo, me mato trabajando para que tú tengas lo que quieras, ir de compras, ir a clubs, restaurantes finos, pasas gastando muchísimo dinero por día, mientras yo me mato trabajando ¿Qué haces tú? Aparte de gastar dinero, claro está, porque si no estoy mal, ni una m*****a llamada o un mensaje en estos tres días, para saber dónde o con quién estoy, o si es que no estoy muerto.
—Sufriendo, te recuerdo que también era mi hijo — dijo altanera y nada dolida por la muerte del niño, Milo asintió.
—Ya, perfecto, porque mañana iremos a un médico. — Sabira dio un paso hacia atrás.
—¿Qué? — dijo en un susurro.
—Lo que has escuchado, no es normal, que te embaraces y luego en menos de dos meses tengas un aborto — Sabira lo miró asustada por lo que supo que algo le ocultaba y frunció el ceño.
—No creo que sea necesario.
—Para mí sí, desde que me conociste sabes que amo a los niños, que deseo ser padre, me duele que no nazcan, me rompes el corazón cada vez que me llaman diciendo que has tenido un aborto, no creo que pueda soportar algo así otra vez. —Milo tenía lágrimas en sus ojos pero no lloró, mientras que Sabira, empezó a sacar la actriz que había en ella.
—Lo siento, lo siento, lo siento tanto — repitió varias veces mientras llegaba hasta su esposo y lo abrazaba fuerte — tal vez sea que algo en mí esté malo, no sirvo — empezó a llorar, y eso conmovió a Milo, por lo que le devolvió el abrazo.
—No estoy diciendo que nos sirvas Sabira, pero necesitamos ir al médico a ver qué pasa contigo.
—No quiero, no me puedes obligar — se soltó de él enojada y se fue directo hasta la botella que tenía, se sirvió un vaso lleno de whisky y se lo bebió como si fuera agua.
—Tienes razón, no puedo obligarte — Sabira se giró sonriendo pensando que había ganado. — Quiero el divorcio — al oírlo soltó el vaso de su mano cayendo este al piso haciéndose mil pedazos.
—¿Cómo? ¿No puedes estar hablando enserio?
—¿Por qué no? Este matrimonio no funciona, ya no eres la misma mujer de la que me enamoré, te has vuelto egoísta, una borracha, no te importa abortar mil veces, te da igual, he visto tu comportamiento, mientras yo sufro y lloro la muerte de ese ser que no pudo nacer, tú estás como si hubieras perdido una sirvienta, porque a tus uñas y tu cabello le pones más atención que a tu vida misma — las palabras tan sincera de Milo, la hirieron y por primera vez en mucho tiempo, lloró de verdad, de dolor, resentimiento y odio.
—No me puedes dejar, yo.. yo te amo — Milo frunció el ceño, su te amo era tan frío y tan falso. — dame una oportunidad, déjame demostrarte que la mujer que te enamoró sigue aquí qué puedo volver hacer la misma — se acercó lentamente a él y sacó a flote aquella mujer que había enamorado a su marido, ese papel de mujer estúpida que había tenido que hacer casi un año, y delante de Milo.
Lo besó, transmitiendo todo aquello que su esposo quería sentir, Milo le devolvió el beso, con fervor, con ganas de follarsela, porque hacía mucho que ya no hacían el amor, quería descargarse en alguien y tenía que ser con su esposa, él no era un hombre infiel.
Levantó a su esposa de un rápido movimiento y la llevó hasta la habitación que compartían, la acostó en la cama y la desnudo, luego hizo lo mismo con él, se desvistió y buscó en su billetera lo que había pasado a comprar, Sabira frunció el ceño al ver lo que sacaba.
—¿Qué haces?
—Abriendo un condón — dijo sarcástico.
—Lo sé, lo que quiero decir es ¿porque lo vamos a usar?
—Porque hasta que no sepa qué porque abortas, no quiero correr el riesgo de volver a dejarte embarazada, no quiero sufrir de nuevo. — a Sabira le molestó su comentario pero no dijo nada, por ahora, disfrutaría del grandioso cuerpo de Milo, y de esa manera tan deliciosa en la que follaba.
Tuvieron sexo por dos horas seguidas, Milo había descargado esa frustración que tenía, se dio un baño, y bajó a comer algo, cuando Sabira bajó fue directamente al bar.
—Recuerda lo que te dije Sabira iremos quieras o no a ver un doctor, con la salud de otro hijo mío no vas a jugar, y te recomiendo que dejes de tomar tanto porque ya te dije que si sigues así, nos vamos a divorciar. — Milo subió a descansar, porque mañana tenía que levantarse temprano para ir a trabajar, dejando a su esposa molesta en la planta baja.
Sabira sabía que no debía ir a un doctor, porque entonces su mina de oro se iría y eso no le convenía para absolutamente nada.
Maddie sabía que no podía decepcionar a su abuela por lo que se levantó temprano preparó el desayuno para las tres, luego decidió darse un baño y preparase para su primer día de trabajo, no podía negar que estaba más que nerviosa pero en verdad quería hacerlo bien, buscó en toda esa ropa que su abuela había comprado y escogió un pantalón de vestir el cual traía una cinta en la cintura, una blusa color beige de seda de tirantes y al borde de sus senos era encaje, la cual uso con falsas por dentro, un saco negro y unos hermosos zapatos altos del mismo color de la blusa. Se maquilló y resaltó sus hermosos ojos azules, su cabello era muy lacio, pero quiso hacerse unas ondas para verse diferente, le gustaba lo que veía en el espejo, en especial no ver rastros de golpes en él. Bajo a desayunar y ya su hermana y su abuela estaban ahí, cuando la vieron llegar, su abuela no pudo evitar sentirse orgullosa de su hermosa nieta. —Te ves realmente hermosa, como deberías estar siempre. —Madison le
Madison no podía creer lo que estaba viendo, ese hombre era más que hermoso, su piel oscura estaba casi segura que contrataba con la de ella, su cabello era negro, casi igual que sus ojos, tenía unos labios gruesos y muy apatecibles. Ninguno podía dejar de verse a los ojos, era como si una gran y extraña conexión hubiera empezado a existir entre ellos. Milo por un momento miró hacia atrás ¿había bajado en el piso correcto? Estaba seguro de que sí, pero con sólo mirar a su alrededor sabía que era su piso, ¿estaba muerto? Sacudió su cabeza al ver por donde se estaban yendo sus pensamientos. Madison observó cómo él miraba todo confundido, por lo que armándose de valor se aclaró la garganta para llamar la atención del hombre cosa que consigo, con mucho nerviosismo sonrió y extendió su mano. —Hola, soy Madison O'Neill, un gusto conocerlo. Supongo que usted es el señor Milo Bianchi. — Milo la miró de pies a cabeza ¿Esa mujer tenía algún defecto? Aparte de hermosa su voz era increíblemen
Milo observaba a Rosa con preocupación. —¿Tan malo es? Además ¿cómo sabe que ella volverá con él? — Rosa suspiró.—Ayer cuando llegué ella estaba con él afuera de la casa, y hoy Sander fue a casa a desear que tuviera un buen primer día de trabajo — dijo poniendo los ojos en blanco. — No estoy diciendo que el hombre sea un demonio, pero a mi Madison no me engaña, estoy segura que él está en drogas, ella a querido ayudarle, aparte que tienen cierto tiempo juntos, se que ha sido su primer hombre y que ha sido muy importante para ella, pero también sé que no es para ella y que no está enamorada — Milo no sabía lo que crecía en su interior, eran sensaciones extrañas que nunca había sentido. —¿Cómo sabe todo eso? — Rosa sonrió. —¿Por qué? Porque soy vieja, porque conozco a mis nietas, supe el mismo día en que ella había estado con él, yo no debería estar hablando de todo esto contigo, pero de verdad le tengo confianza y no tengo con quien hablar. Además una mujer cuando está enamorada se
En cuanto los cuatro llegaron a la puerta de la oficina de Milo, se quedaron sorprendidos al ver el hermoso ramo de flores que Madi admiraba. —¿Y esas flores mi niña? — sonrojarse. Ginna y Eddy estaban desconcertados al ver la mirada de molestia de Rosa y de Milo, cosa que les pareció más extraña aún, en especial a Ginna. —Creo que seguiré trabajando. — dijo nerviosa al ver la mirada de todos en ella. —Madi yo iré con la señorita Ginna y el señor Eddy a una reunión, Milo se quedará en la oficina para que estés pendiente — Madi se sintió incómoda por la que su abuela le habló, no le gustaba que se enojara con ella, cada que Sander aparecía o tenía un bonito gesto con ella. No pudo evitar que sus ojos buscarán los de Milo, esos increíbles ojos casi negros la miraban serio, como molesto. —De acuerdo abuela. — dijo tímida.Luego de una hora, Madi seguía poniéndose al día en cómo se trabajaba en esa oficina, era algo cansado, pero para ser su primer día iba de maravilla. Miró hacia la
—Gracias — le dijo él, mientras seguía mientras la seguía abrazando. —No tiene porqué, ahora vaya a tomar su café, que no quiero que se enfríe, yo seguiré trabajando. — Milo se separó de ella para poder mirarla a los ojos. —Tienes un hermosa pureza por dentro Maddie, espero nunca la pierdas — ella simplemente asintió con su rostro sonrojado, luego salió de ahí. Milo la siguió con la mirada hacia tanto no se sentía así de bien.….Los días empezaron a pasar y Madison cada vez se acoplaba más al trabajo, era una mujer muy trabajadora, pero no sólo eso, también era muy leal, honrada, honesta, servicial y justa, Milo empezó a sonreír más, estar en el trabajo era su refugio desde siempre pero ahora lo sentía más, Rosa solo estaba hasta el mediodía, por lo por las tardes Madison lo acompañaba por las tardes a tomar un café mientras hablaban, Ginna lo había notado desde un principio y aunque a Eddy le costó más también lo notó y saber que Milo estaba interesado en alguien que no fuera la
—No quiero ir a ningún bar, Sander, ni a ningún lado, solo quiero ir a casa. — volvió a decir más molesta que antes, se sorprendió cuando lo vio ahí, ya le había dicho que no podían verse, en realidad tenía un mes diciéndole lo mismo. Pero en cuanto Sander empezó a reclamarle por no pasar tiempo con él. —No eso ya lo sé, me los dicho muchas veces últimamente, pero resulta que soy tu hombre, así que vas a venir conmigo — Sander la pegó a él y empezó a besar su cuello — me haces falta, te deseo — dijo antes de besarla con arrebato, Milo salió en ese instante y no pudo evitar quedarse sorprendido, lo que sintió nunca en su puta vida lo había sentido, quería matar a ese hombre, pensaba en dar la vuelta y largarse de ese lugar cuando vio que Madison empujó al hombre. —Basta Sander, no me gustan las cosas así, y no voy a ir contigo a ningún lado. — iba a dar media vuelta e irse cuando él la agarró con fuerza y la zarandeó. —Te vienes conmigo — cuando ella iba a empezar a protestar, sinti
Madison no pudo evitar ponerse nerviosa, al oírlo, pero de igual forma su corazón empezó a latir muy feliz de lo que acababa de escuchar. —Gracias — le contestó tímidamente. Milo cómo hacía cuando estaba con ella, actuó impulsivamente y besó su cabeza. — Ven, voy a prepararte algo de cenar, mientras llamas a Rosa y le dices que llegarás más tarde. — ella como una mansa paloma lo siguió, sin dejar de mirar el lugar y Milo lo notó — luego de cenar te llevaré a un tour por el lugar, Madison solamente asintió. Ya en la cocina él empezó a buscar que le cocinaba, hacía mucho tiempo que no cocinaba para alguien, y menos para alguien que le estaba robando el corazón. Madison llamó a su abuela.—¿A qué horas llegas mi niña? Te estamos esperando para cenar — fue lo primero que contestó la anciana al otro lado. —Abu, te llamaba para decirte que acabo de salir del trabajo, pero que no iré a cenar con ustedes, para que no me esperen. —¿Por qué no vendrás Madison? — el tono de voz de su abuela
Maddie se quedó en shock, no podía creer lo que estaba pasando, ¿acaso estaba soñando? No lo sabía, pero lo que sí sabía era que debía de aprovechar la oportunidad, porque tal vez nunca volvería a pasar, por lo que correspondió al beso con fuerza, con ese que sabía que sentía por él. Ninguno de los dos podía describir lo que en ese momento estaban sintiendo. Milo nunca en su vida había sentido unos labios tan suaves y un sabor tan exquisito, no quería ni imaginarse cómo sería probar otras partes de ella, sus otros labios, imaginarselo lo excito demasiado, y con un gruñido de animal, se alejó de ella. La observó jadeante y aún con los ojos cerrados, era una maldita tentación, Milo retrocedió unos pasos, aún respiraba con dificultad, Madison al sentir que él se alejaba, abrió los ojos. Ella no pudo evitar sentirse mal, y él lo notó por lo que respiró profundo y volvió a acercarse. —Lo lamento, no debí hacer eso, no lo mereces Maddie, eres única y especial, y yo soy un hombre atado. —