Madison no podía creer lo que estaba viendo, ese hombre era más que hermoso, su piel oscura estaba casi segura que contrataba con la de ella, su cabello era negro, casi igual que sus ojos, tenía unos labios gruesos y muy apatecibles.
Ninguno podía dejar de verse a los ojos, era como si una gran y extraña conexión hubiera empezado a existir entre ellos.
Milo por un momento miró hacia atrás ¿había bajado en el piso correcto? Estaba seguro de que sí, pero con sólo mirar a su alrededor sabía que era su piso, ¿estaba muerto? Sacudió su cabeza al ver por donde se estaban yendo sus pensamientos.
Madison observó cómo él miraba todo confundido, por lo que armándose de valor se aclaró la garganta para llamar la atención del hombre cosa que consigo, con mucho nerviosismo sonrió y extendió su mano.
—Hola, soy Madison O'Neill, un gusto conocerlo. Supongo que usted es el señor Milo Bianchi. — Milo la miró de pies a cabeza ¿Esa mujer tenía algún defecto? Aparte de hermosa su voz era increíblemente dulce. ¿O'Neill?
—Hola, eres la nieta de Rosa — Madison asintió con la cabeza. — ¡Vaya! mucho gusto — dijo a fin extendiendo su mano, no sabía porqué pero sintió una sensación muy intensa por todo su cuerpo.
—Veo que ya se conocieron — dijo Rosita llegando con varios papeles. Milo se soltó de Madison y se giró hacia su secretaria.
—Buenos días Rosa. — abrazó a la anciana y besó su cabeza.
—Buenos días, creo que ha llegado algo tarde — dijo mirando los ojos de su niño, y de inmediato se dio cuenta de que había llorado.
—Sí, estaba resolviendo unos problemas — se soltó de ella y volvió a mirar al hermoso ángel de ojos celestes. — pensé que tú nieta entraría en estos días no hoy. — Maddie pensó que él estaba enojado por su presencia.
—Necesito ir enseñándole cómo tiene que manejar las cosas en la oficina, y como le gustan a usted. — Milo sonrió.
—Bueno, me parece perfecto, ahora, ¿podrías traerme un café? De verdad lo necesito.
—Claro que sí cariño, ya te lo traigo. — dijo colocando los papeles en el escritorio, mientras que Milo seguía observando a Madison.
—Bienvenida Madison, ojalá le guste el trabajo.
—Gracias señor — Milo solo asintió y entró a su oficina, con su corazón latiendo muy deprisa.
Madison también se encontraba igual, no podía dejar de temblar, se sentía extraña.
—Ven cariño, quiero enseñarte como le gusta el café a Milo, le gusta tomar mucho café, por lo que tendrás que llevarle una taza cada hora.
—Eso es mucha cafeína, abu, no es bueno para la salud. — Rosa se echó a reír al escuchar a su nieta.
—Lo sé, pero nunca me ha hecho caso, se lo he dicho millones de veces. —Rosa le enseñó cómo le gusta a Milo el café, y Madison se lo aprendió de memoria, de verdad quería ser tan buena como su abuela, ella era increíble.
—¿Puedo llevar el café? — Rosa asintió.
—Claro, ve, tengo mucho que enseñarte. — Madi tomó la bandeja y tocó la puerta.
— Adelante — Milo se extrañó de que Rosa tocara la puerta, seguro quería que su hermosa nieta tuviera los modales que ella había perdido en cuanto su padre se había jubilado.
—Aquí está su café señor — Milo al oír esa dulce voz levantó de inmediato su cabeza de la computadora.
—Muchas gracias señorita O'Neill — Milo la observaba de pies a cabeza y no pudo evitar excitarse y se maldijo, eso no debía estar pasando. Madison solamente sonrió.
—¿Necesita algo más? — Milo miró sus labios y luego volvió a mirar sus increíbles ojos, eran casi transparentes.
—Tienes unos ojos increíblemente hermosos. — Maddie se sorprendió mucho al oírlo, pero esta vez le sonrió más sincera.
—Gracias, me lo han dicho mucho, creo que fue lo único bueno que heredé de mi padre. — Milo notó algo en su voz y su mirada, pero no creía conveniente preguntar. — Ahora me retiro, tengo mucho que aprender. — ella volvió a sonreír y salió de ahí, Milo solo pudo soltar un gruñido, ¿Qué m****a le pasaba? Estaba malditamente excitado como nunca lo había estado. La señorita O'Neill no estaba vestida vulgar, pero m****a se veía preciosa, profesional y sexy así como andaba.
—Voy a volverme loco — dijo llevando sus manos al rostro.
—Creo que ya lo estás — Milo levantó su rostro al oír la voz de Rosita. —¿Qué? ¿Crees que no me di cuenta que has llorado? — Milo seguía observando a su viejita en silencio. — ¿Qué pasó con Sabira? — él hombre suspiró y le pidió con una mano que tomará asiento y ella así lo hizo.
—Quiero el divorcio, mi relación no va para ningún lado, pero tampoco quiero que digan que fui un mal esposo — Rosa bufó al oírlo.
—Ves, ya estás loco — dijo la anciana — ¿Quién podría decir algo así cuando todos saben por lo que has pasado?
—Rosa es difícil, Sabira se ha vuelto una alcohólica y una adicta, estoy casi seguro que por sus adicciones ha perdido a mis hijos — en ese momento sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas — ¿Sabes cuanto deseo un hijo? ¿Una familia? Y la vida siempre me arrebata esa felicidad. — A Rosa le dolía ver a su niño así, por lo que se levantó y lo abrazó.
—No es la vida la que te quita esa felicidad, es esa m*****a bruja, no sé qué haces aún casado con ella Milo, debes divorciarte.
—Le he dado un ultimátum, y está vez pienso cumplirlo — dijo aún abrazado a esa mujer que era como una segunda madre para él.
—Espero y así sea, ya verás que muy pronto la vida te volverá a sonreír y te dará esa felicidad que tanto anhelas.
—Dios te oiga Rosita. — Milo se quedó viendo a la anciana con preguntas en sus ojos.
—¿Qué quieres decirme mi niño? — Milo sonrió, Rosa lo conocía muy bien.
—Antes de preguntar, quiero serte muy sincero Rosa. — se quedó callado por unos segundos antes de continuar hablando — Tu nieta es… — Rosa lo miró con una sonrisa.
—¿Hermosa? — terminó por él y aunque ya era un adulto, por primera vez después de mucho años se sonrojó, cosa que hizo reír a la mujer. — Pues la verdad sí, mis nietas son muy hermosas ambas, Maddie, tiene los ojos de su padre, pero todo lo demás es igual a mí hija, y Tara, ah mi pequeña, sacó los ojos de mi hija, y lo demás de su padre, ellas son una combinación perfecta.
—Ya veo. ¿Por qué nunca las había conocido?
—Usted sabe que no vengo a las fiestas, no me gustan además que siempre he querido cuidar bien de mis niñas, y ellas, bueno, han sido niñas muy caseras, solo han querido sacar adelante sus estudios. — Milo vio tristeza en los ojos de Rosa.
—¿Qué pasa?
—Me preocupan y lo seguirán haciendo hasta el día en que yo muera, ojalá Dios me permita verlas al lado de un hombre bueno y que realmente las ame, porque se lo merecen.
—Va a ver que así será Rosita.
—Eso espero mi niño, porque Madison al parecer piensa seguir con ese tipo, y sé que él le hará daño.
Milo observaba a Rosa con preocupación. —¿Tan malo es? Además ¿cómo sabe que ella volverá con él? — Rosa suspiró.—Ayer cuando llegué ella estaba con él afuera de la casa, y hoy Sander fue a casa a desear que tuviera un buen primer día de trabajo — dijo poniendo los ojos en blanco. — No estoy diciendo que el hombre sea un demonio, pero a mi Madison no me engaña, estoy segura que él está en drogas, ella a querido ayudarle, aparte que tienen cierto tiempo juntos, se que ha sido su primer hombre y que ha sido muy importante para ella, pero también sé que no es para ella y que no está enamorada — Milo no sabía lo que crecía en su interior, eran sensaciones extrañas que nunca había sentido. —¿Cómo sabe todo eso? — Rosa sonrió. —¿Por qué? Porque soy vieja, porque conozco a mis nietas, supe el mismo día en que ella había estado con él, yo no debería estar hablando de todo esto contigo, pero de verdad le tengo confianza y no tengo con quien hablar. Además una mujer cuando está enamorada se
En cuanto los cuatro llegaron a la puerta de la oficina de Milo, se quedaron sorprendidos al ver el hermoso ramo de flores que Madi admiraba. —¿Y esas flores mi niña? — sonrojarse. Ginna y Eddy estaban desconcertados al ver la mirada de molestia de Rosa y de Milo, cosa que les pareció más extraña aún, en especial a Ginna. —Creo que seguiré trabajando. — dijo nerviosa al ver la mirada de todos en ella. —Madi yo iré con la señorita Ginna y el señor Eddy a una reunión, Milo se quedará en la oficina para que estés pendiente — Madi se sintió incómoda por la que su abuela le habló, no le gustaba que se enojara con ella, cada que Sander aparecía o tenía un bonito gesto con ella. No pudo evitar que sus ojos buscarán los de Milo, esos increíbles ojos casi negros la miraban serio, como molesto. —De acuerdo abuela. — dijo tímida.Luego de una hora, Madi seguía poniéndose al día en cómo se trabajaba en esa oficina, era algo cansado, pero para ser su primer día iba de maravilla. Miró hacia la
—Gracias — le dijo él, mientras seguía mientras la seguía abrazando. —No tiene porqué, ahora vaya a tomar su café, que no quiero que se enfríe, yo seguiré trabajando. — Milo se separó de ella para poder mirarla a los ojos. —Tienes un hermosa pureza por dentro Maddie, espero nunca la pierdas — ella simplemente asintió con su rostro sonrojado, luego salió de ahí. Milo la siguió con la mirada hacia tanto no se sentía así de bien.….Los días empezaron a pasar y Madison cada vez se acoplaba más al trabajo, era una mujer muy trabajadora, pero no sólo eso, también era muy leal, honrada, honesta, servicial y justa, Milo empezó a sonreír más, estar en el trabajo era su refugio desde siempre pero ahora lo sentía más, Rosa solo estaba hasta el mediodía, por lo por las tardes Madison lo acompañaba por las tardes a tomar un café mientras hablaban, Ginna lo había notado desde un principio y aunque a Eddy le costó más también lo notó y saber que Milo estaba interesado en alguien que no fuera la
—No quiero ir a ningún bar, Sander, ni a ningún lado, solo quiero ir a casa. — volvió a decir más molesta que antes, se sorprendió cuando lo vio ahí, ya le había dicho que no podían verse, en realidad tenía un mes diciéndole lo mismo. Pero en cuanto Sander empezó a reclamarle por no pasar tiempo con él. —No eso ya lo sé, me los dicho muchas veces últimamente, pero resulta que soy tu hombre, así que vas a venir conmigo — Sander la pegó a él y empezó a besar su cuello — me haces falta, te deseo — dijo antes de besarla con arrebato, Milo salió en ese instante y no pudo evitar quedarse sorprendido, lo que sintió nunca en su puta vida lo había sentido, quería matar a ese hombre, pensaba en dar la vuelta y largarse de ese lugar cuando vio que Madison empujó al hombre. —Basta Sander, no me gustan las cosas así, y no voy a ir contigo a ningún lado. — iba a dar media vuelta e irse cuando él la agarró con fuerza y la zarandeó. —Te vienes conmigo — cuando ella iba a empezar a protestar, sinti
Madison no pudo evitar ponerse nerviosa, al oírlo, pero de igual forma su corazón empezó a latir muy feliz de lo que acababa de escuchar. —Gracias — le contestó tímidamente. Milo cómo hacía cuando estaba con ella, actuó impulsivamente y besó su cabeza. — Ven, voy a prepararte algo de cenar, mientras llamas a Rosa y le dices que llegarás más tarde. — ella como una mansa paloma lo siguió, sin dejar de mirar el lugar y Milo lo notó — luego de cenar te llevaré a un tour por el lugar, Madison solamente asintió. Ya en la cocina él empezó a buscar que le cocinaba, hacía mucho tiempo que no cocinaba para alguien, y menos para alguien que le estaba robando el corazón. Madison llamó a su abuela.—¿A qué horas llegas mi niña? Te estamos esperando para cenar — fue lo primero que contestó la anciana al otro lado. —Abu, te llamaba para decirte que acabo de salir del trabajo, pero que no iré a cenar con ustedes, para que no me esperen. —¿Por qué no vendrás Madison? — el tono de voz de su abuela
Maddie se quedó en shock, no podía creer lo que estaba pasando, ¿acaso estaba soñando? No lo sabía, pero lo que sí sabía era que debía de aprovechar la oportunidad, porque tal vez nunca volvería a pasar, por lo que correspondió al beso con fuerza, con ese que sabía que sentía por él. Ninguno de los dos podía describir lo que en ese momento estaban sintiendo. Milo nunca en su vida había sentido unos labios tan suaves y un sabor tan exquisito, no quería ni imaginarse cómo sería probar otras partes de ella, sus otros labios, imaginarselo lo excito demasiado, y con un gruñido de animal, se alejó de ella. La observó jadeante y aún con los ojos cerrados, era una maldita tentación, Milo retrocedió unos pasos, aún respiraba con dificultad, Madison al sentir que él se alejaba, abrió los ojos. Ella no pudo evitar sentirse mal, y él lo notó por lo que respiró profundo y volvió a acercarse. —Lo lamento, no debí hacer eso, no lo mereces Maddie, eres única y especial, y yo soy un hombre atado. —
Milo iba conduciendo hasta su casa, no podía sacarse a Madison de la cabeza. Ella con su dulzura y pureza lo estaba volviendo loco, nunca había sentido celos de Sabira y ahora sentía que podía matar a cualquiera que la viera, verla besarse con Sander lo había enfurecido, igual que cuando Eddy la tenía abrazada ¿pero qué podía hacer él? ¿Agarrarla y encerrarla? ¿Y de paso encerrarse con ella? A él no le molestaría, de hecho usaría su imaginación para poder hacer entretenido su encierro. Aún podía sentir en sus labios los de ella, la forma en que le devolvió el beso, ¡Mierda! Estaba excitado, muy, muy excitado, pero estaba tan harto de sentirse sucio, ¿por qué si estaba con su esposa? En realidad no estaba haciendo nada malo. En cuanto llegó a su casa de inmediato se arrepintió, sabía que iba a hacer una noche larga, se bajó del auto molesto y siguió directo hasta de dónde provenía la música, apenas puso un pie dentro, la rabia aumentó, no sólo se podía sentir el olor a cigarrillo y a
Antes de salir de la casa, su ama de llaves lo detuvo. —¿Qué pasa? — preguntó él con cariño y poniendo sus maletas en el suelo. —¿Puedo irme usted? Sabe que yo no me llevo con la señora y al no estar usted, seguro me despedirán como a querido hacerlo desde hace tiempo. — Milo le sonrió. —Por supuesto, ve por tus cosas — en ese momento bajaba el padre de Sabira — te espero aquí. —Milo, quiero disculparme, se que eres un gran hombre, espero que esto haga a Sabira abrir los ojos y ver el hombre que está perdiendo. — Milo se llevó las manos a los bolsillos mirando al hombre que había sido un gran suegro y era un gran hombre. —El problema no es que ella abra los ojos y vea lo que perdió, el problema es que el que haya matado a mis hijos no se lo voy a perdonar nunca — el hombre también se sentía dolido por ese acto tan horrible que había tenido su hija. — Sí ella me hubiera dicho desde un principio que no quería hijos no me hubiera casado, pero igual si lo hubiera hecho lo haría consc