—No quiero ir a ningún bar, Sander, ni a ningún lado, solo quiero ir a casa. — volvió a decir más molesta que antes, se sorprendió cuando lo vio ahí, ya le había dicho que no podían verse, en realidad tenía un mes diciéndole lo mismo. Pero en cuanto Sander empezó a reclamarle por no pasar tiempo con él. —No eso ya lo sé, me los dicho muchas veces últimamente, pero resulta que soy tu hombre, así que vas a venir conmigo — Sander la pegó a él y empezó a besar su cuello — me haces falta, te deseo — dijo antes de besarla con arrebato, Milo salió en ese instante y no pudo evitar quedarse sorprendido, lo que sintió nunca en su puta vida lo había sentido, quería matar a ese hombre, pensaba en dar la vuelta y largarse de ese lugar cuando vio que Madison empujó al hombre. —Basta Sander, no me gustan las cosas así, y no voy a ir contigo a ningún lado. — iba a dar media vuelta e irse cuando él la agarró con fuerza y la zarandeó. —Te vienes conmigo — cuando ella iba a empezar a protestar, sinti
Madison no pudo evitar ponerse nerviosa, al oírlo, pero de igual forma su corazón empezó a latir muy feliz de lo que acababa de escuchar. —Gracias — le contestó tímidamente. Milo cómo hacía cuando estaba con ella, actuó impulsivamente y besó su cabeza. — Ven, voy a prepararte algo de cenar, mientras llamas a Rosa y le dices que llegarás más tarde. — ella como una mansa paloma lo siguió, sin dejar de mirar el lugar y Milo lo notó — luego de cenar te llevaré a un tour por el lugar, Madison solamente asintió. Ya en la cocina él empezó a buscar que le cocinaba, hacía mucho tiempo que no cocinaba para alguien, y menos para alguien que le estaba robando el corazón. Madison llamó a su abuela.—¿A qué horas llegas mi niña? Te estamos esperando para cenar — fue lo primero que contestó la anciana al otro lado. —Abu, te llamaba para decirte que acabo de salir del trabajo, pero que no iré a cenar con ustedes, para que no me esperen. —¿Por qué no vendrás Madison? — el tono de voz de su abuela
Maddie se quedó en shock, no podía creer lo que estaba pasando, ¿acaso estaba soñando? No lo sabía, pero lo que sí sabía era que debía de aprovechar la oportunidad, porque tal vez nunca volvería a pasar, por lo que correspondió al beso con fuerza, con ese que sabía que sentía por él. Ninguno de los dos podía describir lo que en ese momento estaban sintiendo. Milo nunca en su vida había sentido unos labios tan suaves y un sabor tan exquisito, no quería ni imaginarse cómo sería probar otras partes de ella, sus otros labios, imaginarselo lo excito demasiado, y con un gruñido de animal, se alejó de ella. La observó jadeante y aún con los ojos cerrados, era una maldita tentación, Milo retrocedió unos pasos, aún respiraba con dificultad, Madison al sentir que él se alejaba, abrió los ojos. Ella no pudo evitar sentirse mal, y él lo notó por lo que respiró profundo y volvió a acercarse. —Lo lamento, no debí hacer eso, no lo mereces Maddie, eres única y especial, y yo soy un hombre atado. —
Milo iba conduciendo hasta su casa, no podía sacarse a Madison de la cabeza. Ella con su dulzura y pureza lo estaba volviendo loco, nunca había sentido celos de Sabira y ahora sentía que podía matar a cualquiera que la viera, verla besarse con Sander lo había enfurecido, igual que cuando Eddy la tenía abrazada ¿pero qué podía hacer él? ¿Agarrarla y encerrarla? ¿Y de paso encerrarse con ella? A él no le molestaría, de hecho usaría su imaginación para poder hacer entretenido su encierro. Aún podía sentir en sus labios los de ella, la forma en que le devolvió el beso, ¡Mierda! Estaba excitado, muy, muy excitado, pero estaba tan harto de sentirse sucio, ¿por qué si estaba con su esposa? En realidad no estaba haciendo nada malo. En cuanto llegó a su casa de inmediato se arrepintió, sabía que iba a hacer una noche larga, se bajó del auto molesto y siguió directo hasta de dónde provenía la música, apenas puso un pie dentro, la rabia aumentó, no sólo se podía sentir el olor a cigarrillo y a
Antes de salir de la casa, su ama de llaves lo detuvo. —¿Qué pasa? — preguntó él con cariño y poniendo sus maletas en el suelo. —¿Puedo irme usted? Sabe que yo no me llevo con la señora y al no estar usted, seguro me despedirán como a querido hacerlo desde hace tiempo. — Milo le sonrió. —Por supuesto, ve por tus cosas — en ese momento bajaba el padre de Sabira — te espero aquí. —Milo, quiero disculparme, se que eres un gran hombre, espero que esto haga a Sabira abrir los ojos y ver el hombre que está perdiendo. — Milo se llevó las manos a los bolsillos mirando al hombre que había sido un gran suegro y era un gran hombre. —El problema no es que ella abra los ojos y vea lo que perdió, el problema es que el que haya matado a mis hijos no se lo voy a perdonar nunca — el hombre también se sentía dolido por ese acto tan horrible que había tenido su hija. — Sí ella me hubiera dicho desde un principio que no quería hijos no me hubiera casado, pero igual si lo hubiera hecho lo haría consc
Maddie estuvo toda la mañana muy ocupada, estuvo de un lado a otro, su abuela ya no iba a trabajar, así que ahora sí era la mano derecha del presidente de la compañía. Había tenido una reunión muy importante de la cuál había salido exitosa, Ginna y Eddy eran grandiosos trabajando juntos, de hecho ella podía llevarle el ritmo a ambos, amaba su trabajo y siempre se había propuesto ser mejor cada día. Al medio día, llegó una mujer increíblemente hermosa, su cabello pelirrojo natural resaltaba sus hermosos ojos verdes y un cuerpo que cualquier mujer envidiaría, pero no le gustó la mirada de esta y ver como la ignoraba mientras seguía directo a la oficina de su jefe. —Disculpe señorita no puede pasar — dijo deteniéndola antes de que entrara —¿Sabes acaso quién soy? — preguntó la mujer toda prepotente y con ganas de matarla, la mirada que ella le dio, causó miedo en Madison — No, la verdad no creo que sepas quién soy, así que voy a presentarme, soy Sabira de Bianchi, esposa de Milo Bian
La semana había pasado muy rápido, Milo estuvo buscando una casa que sintiera suya, no iba a negar que le gustaban las casas grandes y hermosas, pero no tan exagerada como en la que vivía, la había amueblado a su gusto, en realidad todo estaba a su gusto y lo mejor se sentía un lugar cálido, hogareño. Había extrañado demasiado a Maddie, había hablado con ella solo en dos ocasiones, porque al parecer sus amigos se iban a encargar de todo, pero en esas dos ocasiones todo era exclusivamente de trabajo, no había podido hablar nada de aquel beso, de eso tan bonito que había nacido en él. Su celular sonó y lo sacó de su bolsillo. —Ginna — dijo en cuanto contestó y al ver que era su amiga. —¿Cómo van las vacaciones con la loca? — Milo frunció el ceño al oírla. —¿Qué? — dijo sin entender nada, Ginna no pudo evitar poner los ojos en blanco. —Que se que pediste esta semana para irte de vacaciones con Sabira, la muy perra vino el viernes histérica, trató mal a Maddie y me advirtió en que no
—¿Y este lugar? — preguntó Rosa al ver la mansión tan linda. —Mi nuevo hogar — le dijo Milo con una sonrisa. Rosa abrió los ojos de par en par. —¿Y qué hago yo aquí? Si la bruja de Sabira me ve me va a echar a patadas, y hoy no quiero empañar mi felicidad. — Milo abrazó a la anciana. —Sabira no te va a echar, primero porque es mi casa no de ella y segundo porque yo vivo solo aquí — Rosa lo miró sorprendida. —¿Qué has dicho? — no quería hacerse ilusiones. —Ven, quiero que te sientes — Milo la había llevado al hermoso jardín trasero, con vista a la piscina y un pequeño bosque. —Hace casi una semana me separé de Sabira. —Ay gracias al cielo — dijo la anciana interrumpiendolo cosa que lo hizo reír. — Perdón mi niño, pero la verdad lo he deseado siempre. Eso es lo mejor que has hecho en 6 años. — Milo suspiró. —Rosa, me he dado cuenta de que casarme con Sabira ha sido un gran error, ¿Sabes de lo que me entere? — Rosa negó con la cabeza. — Que nunca a querido tener hijos, que nunca a