—Debemos encontrarla — el miedo empezó a invadirlo — A ellas no pueden pasarle nada, yo me moría — Milo sentía que estaba perdiendo el control de las cosas y Miller lo notó. —Tranquilizante Bianchi, debemos pensar con la cabeza fría. — Milo se llevó las manos hasta su cabello, estaba realmente estresado y enojado. —Maldita sea, Madison no debió mentirme, ni moverse de dónde la dejé.—Milo, no quiere que tengamos una discusión en este momento pero sí sabía que ese par era peligroso debiste hacer algo o tomar precauciones. — Milo se sintió estúpido, porque Marquina tenía razón, lo dejó pasar por alto, porque sencillamente nunca había tenido que hacer algo así, pero ahora que Miller decía eso recordó algo. —Claro el rastreador — Miller lo miró sorprendido. —¿Qué? —El anillo de bodas tiene un chip, y me dirá siempre dónde está. — Miller sabía que si Bianchi llegaba dónde estaba Sander los planes se arruinaría y él quería matar a esas escorias, no quería que volvieran a meterse con su
Sander no podía creer lo que oía en las noticias, cuando no tuvo más conexión con sus hombres de confianza tuvo que investigar, cuando las noticias empezaron a estallar se sintió morir, no podía creer que ella se hubiera muerto, algo había pasado y tenía que averiguarlo, pronto. Por su parte, Milo tiraba todo de lo que había en su oficina, no podía ser cierto lo que escuchaba. —Milo, por favor, tranquilízate — Gina entró con lágrimas en los ojos, Eddy entró detrás de ella y de inmediato se fue hacía su amigo para detenerlo estaba fuera de sí y tenía miedo de que se hiciera daño. — Te vas hacer daño — Milo la miró con sus ojos y mejillas llenas de lágrimas, su dolor podía reflejarse. —¿Y qué más da? Igual ya no la tengo a ella, ni a mi hija — un grito de dolor de lo más profundo de su corazón salió de su boca. — Ella no me pudo haberlo dejado, Maddie no podía irse sin mí — Milo se desplomó en el suelo, no podía sostenerse en pie, él sabía que no podía resistir algo así, la vida esta
EPÍLOGO Ya habían pasado tres meses desde que Milo había pensado que el amor de su vida había muerto, gracias al cielo todo había sido una horrible pesadilla y ella seguía con él. A Rosa el doctor le había dado de alta veinticuatro horas después, ella no salió solo con una segunda oportunidad de vivir, sino también con una segunda oportunidad en el amor a sus 58 años, no podía creer tal locura, pero el doctor, desde que la había visto no había podido sacarla de su cabeza y eso había alegrado a sus nietas, que en realidad veían a Rosa como una madre. Hacía dos meses atrás había nacido una preciosa niña, casi igual a su padre, cabello, piel, pero los ojos eran los de su madre, una madre que desde que supo que era una niña tenía el nombre perfecto para ella, Mila Bianchi, Milo no pudo evitar llorar por segunda vez ese día, la primera cuando nació su princesa, y la segunda cuando Maddie le dijo cómo se llamaría, el no se iba a oponer, ese día había sido un caos completo, porque no sólo
—Te ves despreciable —Milo levantó la mirada y frunció el ceño al ver a su mejor amiga entrar sin tocar. —¿Qué quieres Gianna? —su amiga puso los ojos en blanco. —Verte, Milo, tienes días que no sales de aquí, debes ir a casa a descansar, tu maldita mujer te está acabando. —No es así — trató de volver a defenderla, pero su amiga levantó la mano silenciandolo. —Sí es así, — suspiró no tratando de ser tan dura con él — sé que acaban de perder un tercer bebé, pero para mí no es normal que cada vez que esté embarazada, pierda al bebé, según ella necesita gastar mucho dinero para no sentir dolor y tú te esclavizas trabajando para no sentir dolor y para cumplir sus caprichos, Milo, tienes 6 años casados, sabes que a mi nunca me gustó Sabira, y creo que no soy la única, pero como amiga te apoyé, ahora necesito que te vayas a casa, descanses y hables con esa bruja antes que termines en un hospital. —No necesito ir a un hospital — fue lo único que dijo, al saber que su amiga tenía razón,
Madison preparaba la cena para su abuela y su hermana, como era posible que habiendo tenido una madre tan ejemplar, su propia madre no la hubiera querido, su abuela había sufrido mucho por la actitud de su hija. Pero a estas alturas ya no le importaba nada, no sabía nada de su padre desde que huyó de casa, y desde muy pequeña había aprendido a vivir sin su madre, suspiró algo melancólica, no entendí porque nadie la quería, si era una joven buena, dulce, estudiosa, Tara también era muy estudiosa, una niña buena, a la que siempre había defendido de los maltratos de su padre, prefería mil veces que la lastimarla a ella con 7 años y no a su hermanita que tenía 4 en aquel entonces, pero al parecer nadie las quería excepto su abuela, ni su antiguo novio la quiso, el muy desgraciado le había pegado, y ella no pensaba aguantar eso a nadie. Sander Mills, era un hombre guapo, de cabello castaño, alto, y ojos claros, pero tenía unos cambios de humor muy drásticos y aunque nunca le había levant
Milo llegó a su gran casa, suspiró profundo, se bajó del auto y miró la gran fachada de su mansión, la miró con tristeza, tenía todo, dinero, salud, pero no tenía lo más importante amor y con quién compartirlo, porque aunque se había casado porque quería a su esposa, después de 6 años, nada era igual. Decidió entrar y así poder hablar con su esposa de una vez por todas, todo en la casa estaba en silencio, lo que era normalmente aburrido, pero siguió sus pasos hasta llegar a dónde tenía el bar, su esposa, siempre estaba ahí, y está vez no fue la excepción, estaba sentada en un sillón, con el celular en la mano, una botella de whisky en la mesita de al lado. y al lado un vaso ya vacío pero que se veía usado —puso lo ojos en blanco — definitivamente su esposa se había vuelto una alcohólica. —Deberías buscar algo más valioso en qué invertir tu tiempo —Sabira brincó del susto al oírlo, no se había dado cuenta que su esposo había llegado. —Lo tendría, si mi esposo pasara más tiempo en ca
Maddie sabía que no podía decepcionar a su abuela por lo que se levantó temprano preparó el desayuno para las tres, luego decidió darse un baño y preparase para su primer día de trabajo, no podía negar que estaba más que nerviosa pero en verdad quería hacerlo bien, buscó en toda esa ropa que su abuela había comprado y escogió un pantalón de vestir el cual traía una cinta en la cintura, una blusa color beige de seda de tirantes y al borde de sus senos era encaje, la cual uso con falsas por dentro, un saco negro y unos hermosos zapatos altos del mismo color de la blusa. Se maquilló y resaltó sus hermosos ojos azules, su cabello era muy lacio, pero quiso hacerse unas ondas para verse diferente, le gustaba lo que veía en el espejo, en especial no ver rastros de golpes en él. Bajo a desayunar y ya su hermana y su abuela estaban ahí, cuando la vieron llegar, su abuela no pudo evitar sentirse orgullosa de su hermosa nieta. —Te ves realmente hermosa, como deberías estar siempre. —Madison le
Madison no podía creer lo que estaba viendo, ese hombre era más que hermoso, su piel oscura estaba casi segura que contrataba con la de ella, su cabello era negro, casi igual que sus ojos, tenía unos labios gruesos y muy apatecibles. Ninguno podía dejar de verse a los ojos, era como si una gran y extraña conexión hubiera empezado a existir entre ellos. Milo por un momento miró hacia atrás ¿había bajado en el piso correcto? Estaba seguro de que sí, pero con sólo mirar a su alrededor sabía que era su piso, ¿estaba muerto? Sacudió su cabeza al ver por donde se estaban yendo sus pensamientos. Madison observó cómo él miraba todo confundido, por lo que armándose de valor se aclaró la garganta para llamar la atención del hombre cosa que consigo, con mucho nerviosismo sonrió y extendió su mano. —Hola, soy Madison O'Neill, un gusto conocerlo. Supongo que usted es el señor Milo Bianchi. — Milo la miró de pies a cabeza ¿Esa mujer tenía algún defecto? Aparte de hermosa su voz era increíblemen