C87: Tardaste mucho en regresar, Luna mía.

La primera luz del día entró en la habitación como un suspiro tibio, filtrándose entre las cortinas con una delicadeza casi celestial. El mundo afuera parecía detenido. Ni siquiera los pájaros habían empezado a cantar todavía. Somali abrió los ojos lentamente, envuelta en el calor del cuerpo de Dorian, enredada en las sábanas y en sus brazos. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero sentía el cuerpo blando, ligero, como si aún flotara en las aguas dulces del sueño.

Él aún dormía. Estaba boca arriba, el pecho descubierto, respirando con suavidad. Una de sus manos seguía descansando sobre la cintura de ella, como si incluso en sueños necesitara saber que estaba allí. Somali lo miró largo rato, sin moverse, memorizando cada línea de su rostro sereno. En ese instante, con el sol asomando apenas sobre el horizonte, Dorian parecía más joven, más vulnerable. No el líder fuerte, el lobo feroz, el guerrero. Solo un hombre. Su hombre.

Se acercó lentamente, apoyando el mentón sobre su pecho, y
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