Dorian, por su parte, conversaba con varios de los miembros del Clan, algunos en su forma humana, otros aún con su pelaje visible bajo la luz cálida de las antorchas. Somali, que estaba de pie a su lado, aprovechó ese momento para apartarse en silencio. Sus pasos fueron tranquilos, mientras caminaba hacia donde estaba Ronan. Al llegar frente a él, le dirigió una sonrisa cordial y le habló en voz baja.—Hola, Ronan.Él levantó la vista y, sin sorpresa, respondió con una media sonrisa algo irónica.—Vaya… vaya sorpresa. Así que tú eres la Luna de la manada.Somali asintió despacio, sin borrar la ligera sonrisa de sus labios.—Sí, la verdad es que yo también me enteré hace poco. Como te mencioné antes, estaba convencida de que mi compañero destinado era alguien completamente ajeno al Clan, alguien del exterior. Pero resultó ser que… el Alfa era mi verdadero mate.Ronan bajó la mirada un instante, como procesando la información, y luego volvió a observarla.—Sí, lo recuerdo —dijo con tono
La noche había terminado en un estallido de risas, brindis y celebración. Las antorchas aún humeaban afuera, el eco de los tambores y los pasos de la danza tribal se extinguían como un sueño cálido. Pero dentro de la casa que compartían, la quietud reinaba. Apenas el crepitar de la leña en el hogar rompía el silencio. Dorian cerró la puerta tras ellos con un suspiro profundo, como si el peso de la noche se le deslizara por la espalda. Somali ya se había descalzado y sus pies se deslizaron con gracia sobre la madera mientras se soltaba lentamente el cabello.—Fue una noche larga —murmuró ella, recogiendo una manta caída del respaldo del sofá—. Todos parecían felices.—Están orgullosos de ti —respondió Dorian, acercándose por detrás, sin tocarla todavía—. No solo por ser su Luna, sino porque sienten que por fin alguien los ve. Tú los ves. Y eso les devuelve esperanza.Somali sonrió apenas, sin girarse del todo.—Pero... ¿no me verán como alguien que no pertenece aquí? Digo, yo no crecí
La primera luz del día entró en la habitación como un suspiro tibio, filtrándose entre las cortinas con una delicadeza casi celestial. El mundo afuera parecía detenido. Ni siquiera los pájaros habían empezado a cantar todavía. Somali abrió los ojos lentamente, envuelta en el calor del cuerpo de Dorian, enredada en las sábanas y en sus brazos. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero sentía el cuerpo blando, ligero, como si aún flotara en las aguas dulces del sueño.Él aún dormía. Estaba boca arriba, el pecho descubierto, respirando con suavidad. Una de sus manos seguía descansando sobre la cintura de ella, como si incluso en sueños necesitara saber que estaba allí. Somali lo miró largo rato, sin moverse, memorizando cada línea de su rostro sereno. En ese instante, con el sol asomando apenas sobre el horizonte, Dorian parecía más joven, más vulnerable. No el líder fuerte, el lobo feroz, el guerrero. Solo un hombre. Su hombre.Se acercó lentamente, apoyando el mentón sobre su pecho, y
—Freya —articuló de nuevo Somali—. Si tienes algo que decir, dilo. No tengas miedo, ni vergüenza. Puedes hablarme con confianza.—No siento temor —declaró Freya—. Pero la respeto, porque respeto al Alfa.—Sí, lo entiendo. Pero cualquier molestia o inquietud que tengas, puedes decírmelo de frente.Freya se quedó callada por un instante, para luego tomarle la palabra.—Usted estuvo fuera del Clan durante años, así que, no conoce nuestras costumbres, nuestras heridas, ni las decisiones que tuvimos que tomar durante su ausencia —hablaba sin alzar la voz, pero cada palabra tenía filo—. Y, de pronto, regresó para tomar su lugar de Luna. La pareja del Alfa. Quizás los demás lo aceptaron sin rechistar porque adoran al Alfa y saben que él daría... la vida por usted, pero yo la conocí cuando aún nadie sabía de su verdadera posición, y usted se ha comportado muy mal con el Alfa.Somali asintió lentamente, aceptando la perspectiba de Freya.—Tienes razón —replicó—. Y lo siento por eso...—No debe
—No digas, eso —articuló Somali—. No le restes importancia a tus sentimientos.—A decir verdad, no entiendo por qué me pregunta tal cosa, Luna...—Es que... tener que reprimir algo que sientes... esconderlo como si no tuviera derecho a existir... me parece muy injusto —manifestó.Freya no respondió enseguida. Mantuvo la cabeza gacha, con los ojos fijos en un punto del suelo como si buscaran refugio en lo inerte. —Las cosas que no tienen sentido... no merecen espacio. —No me pareces alguien que siente cosas sin sentido —respondió Somali con suavidad—. Me pareces fuerte, y valiente. Pero también humana. Loba, sí, pero con corazón. No deberías tener que cargar sola con lo que sientes.Freya se irguió de inmediato. Su rostro, sereno, ya no era triste. Era frío.—Le agradezco su preocupación, pero, con todo respeto, prefiero no hablar de eso. Hay cosas que no me corresponde discutir. No tienen importancia.—Tú tienes importancia —insistió Somali, dando un paso más cerca—. Esto no es una
Fue en la tercera semana de vigilancia cuando Somali cambió de estrategia. La vigilancia lejana, los silencios, los seguimientos a distancia ya no bastaban. Ronan no mostraba fisuras. Si había un defecto en su fachada, estaba bien escondido detrás de la cortesía, de esa compostura inquebrantable que desesperaba a cualquiera que intentara mirar más allá.Así que decidió cambiar el ángulo. Acercarse no como una compañera o Luna del Clan, ni como una loba agradecida. Sino como alguien que buscaba conexión. Como alguien rota. Vulnerable. Perdida.El primer gesto fue simple: se sentó cerca de él en el claro donde compartían los restos de una cacería. Algunos miembros del Clan aún estaban devorando trozos de carne recién cocida en la hoguera improvisada, mientras otros se alejaban en parejas o grupos reducidos, siguiendo sus propios asuntos.Somali se quedó. Ronan también. Fingió que era casual, que solo estaba descansando. Dejó que su presencia invadiera su espacio, sin forzar palabras. Ro
El Laboratorio Delta-7 no era un sitio común. Oculto en las profundidades de la ciudad humana, bajo toneladas de concreto y acero, albergaba uno de los secretos mejor guardados del mundo: el lobo inmortal.Los científicos no conocían su nombre, solo lo llamaban Sujeto Alfa. No sabían que no era solo un lobo, sino una criatura más antigua que sus propias civilizaciones.Los guardias del laboratorio se jactaban de haber atrapado a la bestia más peligrosa de la historia, el lobo de la leyenda, el Alfa eterno, el salvador de su especie. Pero en lugar de liderar a su pueblo, ahora yacía en una habitación de cuatro paredes blancas, sometido a pruebas que lo destruían una y otra vez… solo para verlo sanar, solo para comprobar lo que ya sabían: no podían matarlo.El frío de la habitación era insoportable y el hedor a sangre y pólvora impregnaba el aire. En el centro, sujeto con cadenas de acero reforzadas con plata, yacía el lobo de la leyenda.Su pelaje dorado estaba cubierto de llagas abier
Los antiguos hablaban de un lobo nacido bajo el aliento de la luna. Un ser distinto a todos los demás, con un propósito que lo trascendía: proteger a su especie y restaurar el equilibrio de la tierra.No era solo una bestia de colmillos afilados y fuerza sobrenatural. Era la encarnación de la voluntad de la naturaleza, un espíritu ligado a los bosques y montañas, al río y al viento. Su sangre no era solo lobuna, sino un eco de los dioses primordiales, aquellos que crearon el mundo antes de que la humanidad lo reclamara.Sin embargo, los humanos nunca comprendieron.Hubo un tiempo en que los lobos y los humanos compartieron el mundo sin necesidad de violencia. Los bosques eran vastos, los ríos corrían libres y el equilibrio se mantenía. Los lobos no eran simplemente depredadores: eran los guardianes de la vida misma.Pero los humanos olvidaron su lugar. Se expandieron sin medida, talaron los bosques, secaron los ríos, mataron más de lo necesario. El equilibrio se rompió.Cuando los lob