Horas después, decidió volver a la sala del lobo. Necesitaba verlo. Sin embargo, cuando llegó, se encontró con la habitación vacía. El pánico la golpeó de inmediato.
—¿Dónde está? —soltó para sí misma.
Antes de que pudiera hacer más preguntas, la llamaron para una reunión privada. Al entrar en la oficina, se encontró con varios de los científicos principales, entre ellos Henry, y vio las expresiones de desaprobación en sus rostros.
—Hemos revisado las cámaras del pasillo —expuso Henry—. Sabemos que ha estado visitando al Sujeto Alfa de madrugada.
Somali sintió que su estómago se encogía. Dentro de la habitación no había cámaras, pero las cámaras del pasillo no mentían.
—No entiendo…
—Sí lo entiende. Ante era una empleada modelo, pero últimamente su comportamiento ha sido… inaceptable. Ha demostrado ser demasiado sensible, y en este lugar no hay espacio para la compasión ni para los débiles.
—Pero… yo…
—No hay más que hablar. Tiene tres días para recoger sus cosas. Su salida ya está en proceso.
—No quiero irme —suplicó—. No tengo otro lugar a dónde ir. Este es mi mundo, es todo lo que conozco.
—Lo sentimos. Ya hablamos con el director, esto ya está decidido.
Somali salió de la oficina sintiéndose derrotada. No volvió a ver al lobo en esos tres días. Cuando finalmente abandonó el laboratorio, alquiló una pequeña casa donde pasó las noches sumida en una tristeza profunda, sin comer, sin querer moverse.
Hasta que una noche, un sonido la despertó.
Abrió los ojos lentamente, con el corazón latiendo con fuerza. Afuera de su habitación, algo se movía. No era su imaginación. Había alguien allí.
Se levantó con cautela, agudizando sus sentidos. Ya no se escuchaban pasos, pero sí una presencia… algo grande, algo que no pertenecía a ese lugar.
Cuando salió al pasillo, el aire se sintió más pesado. Y entonces los vio.
Tres lobos oscuros, enormes, la observaban desde la penumbra. No eran tan grandes como el Sujeto Alfa, pero estaban lejos de ser lobos comunes.
El que estaba en medio gruñó, mostrando los colmillos afilados. Era una advertencia.
Somali se quedó paralizada. No entendía cómo, pero sentía que aquel lobo intentaba comunicarle algo. Había un mensaje en su mirada, pero no podía descifrarlo. Era como si algo interfiriera entre ellos, impidiéndole comprender.
Antes de que pudiera reaccionar, el lobo del centro se abalanzó sobre ella.
Un grito quedó atrapado en su garganta cuando su espalda golpeó el suelo. Las patas de la criatura la acorralaron, su aliento caliente chocó contra su rostro, y la baba se escurrió de sus fauces mientras gruñía con furia.
Somali tembló, convencida de que iba a morir.
De repente, un golpe certero del hocico del lobo la alcanzó en la cabeza. Sintió una punzada de dolor y luego… todo se volvió negro.
Cuando despertó, estaba en un lugar extraño.
El ambiente era lúgubre, frío y salvaje. Las sombras se alargaban en las paredes de piedra, y en medio de la penumbra, lo vio.
El lobo oscuro de ojos rojos la observaba en silencio.
Somali intentó moverse, pero algo la retenía. Cadenas de hierro sujetaban sus muñecas y tobillos.
—¿Quién eres? —susurró ella, con la voz entrecortada.
El lobo no respondió. En cambio, algo en su cuerpo comenzó a cambiar. Su forma se retorció y crujió, como si sus huesos estuvieran reconfigurándose. Su pelaje desapareció, dejando paso a piel humana. Su hocico se encogió hasta convertirse en un rostro esculpido y masculino.
Delante de ella, donde antes había un lobo, ahora estaba un hombre. Alto, con cabello oscuro y desordenado, ojos rojos como la sangre, y una presencia abrumadora.
Se inclinó hacia ella, hasta quedar a su altura.
—Soy el Alfa de esta manada. Y soy tu compañero destinado.
El Laboratorio Delta-7 no era un sitio común. Oculto en las profundidades de la ciudad humana, bajo toneladas de concreto y acero, albergaba uno de los secretos mejor guardados del mundo: el lobo inmortal.Los científicos no conocían su nombre, solo lo llamaban Sujeto Alfa. No sabían que no era solo un lobo, sino una criatura más antigua que sus propias civilizaciones.Los guardias del laboratorio se jactaban de haber atrapado a la bestia más peligrosa de la historia, el lobo de la leyenda, el Alfa eterno, el salvador de su especie. Pero en lugar de liderar a su pueblo, ahora yacía en una habitación de cuatro paredes blancas, sometido a pruebas que lo destruían una y otra vez… solo para verlo sanar, solo para comprobar lo que ya sabían: no podían matarlo.El frío de la habitación era insoportable y el hedor a sangre y pólvora impregnaba el aire. En el centro, sujeto con cadenas de acero reforzadas con plata, yacía el lobo de la leyenda.Su pelaje dorado estaba cubierto de llagas abier
Los antiguos hablaban de un lobo nacido bajo el aliento de la luna. Un ser distinto a todos los demás, con un propósito que lo trascendía: proteger a su especie y restaurar el equilibrio de la tierra.No era solo una bestia de colmillos afilados y fuerza sobrenatural. Era la encarnación de la voluntad de la naturaleza, un espíritu ligado a los bosques y montañas, al río y al viento. Su sangre no era solo lobuna, sino un eco de los dioses primordiales, aquellos que crearon el mundo antes de que la humanidad lo reclamara.Sin embargo, los humanos nunca comprendieron.Hubo un tiempo en que los lobos y los humanos compartieron el mundo sin necesidad de violencia. Los bosques eran vastos, los ríos corrían libres y el equilibrio se mantenía. Los lobos no eran simplemente depredadores: eran los guardianes de la vida misma.Pero los humanos olvidaron su lugar. Se expandieron sin medida, talaron los bosques, secaron los ríos, mataron más de lo necesario. El equilibrio se rompió.Cuando los lob
Desde que tenía memoria, Somali nunca encajó.No era solo una sensación pasajera, un malestar común de la infancia o la adolescencia. Era una certeza. Desde que era niña, había sentido que su existencia se desarrollaba en una frecuencia diferente a la de los demás. Sus sentidos eran demasiado agudos, su instinto demasiado fuerte, su percepción del mundo demasiado intensa.Los sonidos eran más nítidos para ella, los olores más penetrantes, las luces más cegadoras. Podía escuchar conversaciones en susurros al otro lado de la habitación, distinguir ingredientes en una comida con solo olerla, notar cambios imperceptibles en el comportamiento de la gente.Pero eso solo la volvió extraña ante los ojos de los demás."Qué rara es.""¿Cómo lo escuchó si no lo dije tan fuerte?""Ella no es normal."Creció aislada, observando más que participando, escuchando más que hablando. Aprendió a fingir, a modular sus reacciones, a pretender que era como los demás. Pero en su interior, siempre supo que no
Desde aquella noche, Somali no pudo dejar de vigilarlo. Día y noche, sin importar la hora, siempre encontraba un momento para observarlo, incluso en la madrugada. Pero no volvió a ver a aquel hombre que se había aparecido en la habitación. Solo veía un lobo. Un lobo eterno.Esto la frustraba profundamente. ¿Realmente se estaba volviendo loca? ¿Acaso todo lo que veía dentro de ese laboratorio la estaba afectando más de lo que creía? No podía entender cómo había sido capaz de dejarse engañar por su propia imaginación. Se preguntó una y otra vez si todo lo que había presenciado aquella vez fue real o si simplemente lo había soñado.Durante mucho tiempo, siguió observándolo sin encontrar ninguna señal de que lo que había visto antes hubiera sido cierto. Ni una sola vez volvió a ver a ese hombre. Y empezó a pensar que tal vez lo había imaginado, que su mente le había jugado una trampa en medio de la noche, que todo había sido producto del cansancio o de un sueño demasiado vívido.Pero ento
Desde aquella noche, Somali no dejó de visitar al Sujeto Alfa. No importaba cuán tarde fuera, si tenía sueño o si el cansancio pesaba sobre sus hombros, pues siempre encontraba una excusa para ir a verlo. Aunque él nunca volvió a transformarse en humano ante sus ojos, aunque nunca le habló ni le dio señales de entender sus palabras, ella continuó con su rutina de contarle todo.Le hablaba de su día en el laboratorio, de lo monótono y aburrido que era su trabajo, de la frustración que sentía cada vez que lo veía sufrir bajo los experimentos. Le confesaba que no sabía si su presencia le hacía bien o mal, si sus palabras significaban algo para él o si simplemente hablaba para desahogarse con un lobo que no tenía opción más que escucharla. Pero cada vez que veía sus ojos dorados fijos en ella, inmóviles pero atentos, sentía en el fondo de su corazón que sí la entendía, que sí la escuchaba, aunque jamás pudiera responderle.Con el tiempo, el Sujeto Alfa se convirtió en una presencia esenci
Hundió su rostro en su grueso pelaje, sintiendo su calor, su presencia. Era enorme, imponente, mucho más grande que cualquier lobo ordinario, pero en ese momento, para ella, se sentía como un refugio, como la única cosa en el mundo que tenía sentido.Y en ese abrazo silencioso, en medio de la oscuridad del laboratorio, Somali supo que nunca más lo dejaría solo.Sin darse cuenta, Somali se quedó dormida allí, en la habitación del Sujeto Alfa. Su cuerpo, agotado por el estrés y la angustia de los últimos días, cedió sin resistencia al sueño. La calidez del lobo, su presencia imponente y silenciosa, la envolvieron como un refugio en medio de un mundo cruel. No supo cuánto tiempo pasó, solo que en algún momento la oscuridad del sueño la arrastró sin pedir permiso.Pero, de repente, en algún punto de la madrugada, se despertó.No fue un despertar brusco, sino un deslizarse lento fuera del letargo, como si su mente luchara por aferrarse al sueño mientras la realidad la reclamaba. Sus párpad