La fría y estéril atmósfera del laboratorio se mantenía inalterable, impasible ante el sufrimiento que albergaba en su interior. Los experimentos continuaban sin descanso y el Sujeto Alfa no era más que otro objeto de estudio para los científicos que lo rodeaban. Cada día lo sometían a innumerables pruebas, buscando respuestas que quizás nunca obtendrían. El lobo había intentado escapar al inicio, cuando lo capturaron recientemente. Pero después de meses de tortura, ya no mostraba signos de agresividad real. Aún así, lo tenían con un grueso bozal de acero. Era una medida de seguridad innecesaria, pero efectiva.Hasta ese momento, el Sujeto Alfa ya no había intentado atacar a nadie. Su cuerpo resistía la interminable tortura con una tenacidad sobrehumana y su mirada ardía de un odio profundo e indomable, pero ya no alzaba la garra contra sus captores. Algunos se preguntaban si ya se había rendido, mientras que otros atribuían su pasividad a la cantidad de sedantes y venenos que le iny
Somali despertó con una sensación de cansancio abrumador. Su cuerpo estaba dolorido, frío, y su mente se hallaba atrapada en una niebla de confusión. Apenas tuvo tiempo de procesar su entorno cuando la puerta se abrió, dejando entrar a un hombre que, a pesar de su presencia imponente, se movía con una tranquilidad estudiada. Era Nolan.—¿Ya te sientes mejor? —preguntó él con la voz firme y un semblante indescifrable.—¿Quién eres tú? —soltó Somali con frialdad—. ¿Qué es lo que quieres de mí? ¿Qué es lo que buscas? ¿Por qué me trajiste aquí?—Así que finalmente podemos tener una conversación —alegó.—Quiero que me expliques ya de qué se trata todo esto —exigió—. ¿Por qué me tienes aquí encadenada? Yo no soy nada, ni soy nadie, por lo tanto, no entiendo tu necesidad por encerrarme. ¿De qué te serviría una simple humana como yo? Habla de una vez, sin tantos rodeos. ¿O... acaso me trajiste solamente para darle de comer a los tuyos?—Vaya, sí que has cambiado —comentó, cruzándose de brazos
Somali sintió un escalofrío helado recorrer su espalda. Sus muñecas ardían bajo el peso de las cadenas, pero ese dolor no se comparaba con el caos que se desató en su mente. Sus labios se entreabrieron, pero ninguna palabra salió. Loba. El Alfa Inmortal la arrebató de su mundo.Negó con la cabeza lentamente, como si pudiera sacudirse aquella verdad absurda. Sus latidos retumbaban en sus oídos, su pecho subía y bajaba con un ritmo errático.—Pero… ¿por qué? ¿Por qué el Sujeto Alfa haría algo así?—Porque tú, Somali, eres poderosa.Ella lo miró con confusión, esperando que explicara.—Eres más que una loba común. La diosa Luna te creó para mí. Para fortalecerme. Y el Alfa Inmortal lo supo. Por eso te arrebató de este mundo. Porque tenía miedo. Miedo de que, si tú y yo nos encontrábamos, yo me volvería demasiado fuerte para ser derrotado. Él temía lo que podríamos llegar a ser juntos, y por eso hizo todo lo posible para impedirlo.—¿Y cómo pudo él... saber que yo era tu... compañera?—Po
Un par de meses después de que Somali fue secuestrada, Dorian continuaba atrapado en el laboratorio Delta-7. Sin embargo, su deseo de salir de esa ratonera no se había desvanecido. No iba a rendirse con respecto a recuperar su libertad, y menos ahora que Somali estaba desaparecida, sobre lo cual tenía un mal presentimiento.Cierta noche, el Alfa reunió toda su voluntad para salir de ese lugar. De un momento a otro, pasando de la calma a la tempestad, el laboratorio subterráneo empezó a vibrar con el retumbar de las alarmas, las luces rojas parpadeaban en cada esquina, y el sonido de botas golpeando el suelo se mezclaba con los gritos de órdenes entre soldados armados. Detrás de un grueso cristal reforzado, encadenado con grilletes de plata y retenido por inyecciones constantes de suero debilitante, el lobo dorado respiraba con dificultad. Su cuerpo, una amalgama de cicatrices recientes y heridas abiertas, temblaba bajo los efectos de las drogas. Su piel quemada donde los grilletes toc
Somali perdió la noción del tiempo. En aquella habitación oscura y húmeda, el día y la noche se desdibujaban entre el sufrimiento y el agotamiento. Nolan había dicho que la haría fuerte, que sacaría su loba a la superficie a través del dolor, que la convertiría en una mártir para que sus supuestos poderes se manifestaran. Y, hasta el momento, con respecto a las torturas, cumplió su palabra con precisión cruel.Las cadenas en sus muñecas y tobillos se volvían una extensión de su piel, lacerándola cada vez que intentaba moverse. Al principio, intentó resistirse, luchó con todas sus fuerzas, pero pronto entendió que no había escapatoria.Todo se volvió un concepto borroso en la mente de Somali. La oscuridad de la celda la envolvía, haciéndola sentir atrapada en un abismo sin fin, donde solo el dolor la mantenía anclada a la realidad.Nolan, por su parte, era metódico e insistente. No dejaba que su sufrimiento fuera un simple castigo sin propósito. No. Cada herida, cada golpe, cada moment
—¡No! ¡No es así! ¡Yo intenté…! ¡Yo intenté hacerlo bien! —exclamó Somali, sintiendo que su corazón se quebraba.—Pero no fue suficiente. Nunca lo fue.Las palabras la golpearon como un látigo. Somali sollozó, mientras se ahogaba en sus sentimientos de culpa.Fue entonces cuando sintió una mano en su mentón, obligándola a levantar la cabeza.—Todo es culpa de Dorian —la imagen de su padre expuso esto—. Es su culpa.Somali ya no podía más. Sus muñecas estaban en carne viva por forcejear contra las cadenas, sus uñas se hallaban quebradas por arañar la piedra dura de las paredes, y su piel estaba marcada con los golpes que le habían propinado durante ese tiempo. Las lágrimas caían pesadas, ardientes, como si quisieran consumirla desde adentro. Primero fueron sollozos temblorosos, débiles, como el eco de un animal herido. Pero pronto se volvieron gritos desgarradores.—¡No quiero estar aquí! —su voz se quebró en un alarido—. ¡No quiero esto! ¡No lo merezco!Golpeó el suelo con los puños,
El Laboratorio Delta-7 no era un sitio común. Oculto en las profundidades de la ciudad humana, bajo toneladas de concreto y acero, albergaba uno de los secretos mejor guardados del mundo: el lobo inmortal.Los científicos no conocían su nombre, solo lo llamaban Sujeto Alfa. No sabían que no era solo un lobo, sino una criatura más antigua que sus propias civilizaciones.Los guardias del laboratorio se jactaban de haber atrapado a la bestia más peligrosa de la historia, el lobo de la leyenda, el Alfa eterno, el salvador de su especie. Pero en lugar de liderar a su pueblo, ahora yacía en una habitación de cuatro paredes blancas, sometido a pruebas que lo destruían una y otra vez… solo para verlo sanar, solo para comprobar lo que ya sabían: no podían matarlo.El frío de la habitación era insoportable y el hedor a sangre y pólvora impregnaba el aire. En el centro, sujeto con cadenas de acero reforzadas con plata, yacía el lobo de la leyenda.Su pelaje dorado estaba cubierto de llagas abier
Los antiguos hablaban de un lobo nacido bajo el aliento de la luna. Un ser distinto a todos los demás, con un propósito que lo trascendía: proteger a su especie y restaurar el equilibrio de la tierra.No era solo una bestia de colmillos afilados y fuerza sobrenatural. Era la encarnación de la voluntad de la naturaleza, un espíritu ligado a los bosques y montañas, al río y al viento. Su sangre no era solo lobuna, sino un eco de los dioses primordiales, aquellos que crearon el mundo antes de que la humanidad lo reclamara.Sin embargo, los humanos nunca comprendieron.Hubo un tiempo en que los lobos y los humanos compartieron el mundo sin necesidad de violencia. Los bosques eran vastos, los ríos corrían libres y el equilibrio se mantenía. Los lobos no eran simplemente depredadores: eran los guardianes de la vida misma.Pero los humanos olvidaron su lugar. Se expandieron sin medida, talaron los bosques, secaron los ríos, mataron más de lo necesario. El equilibrio se rompió.Cuando los lob