Somali se echó a reír nuevamente, soltando una risa hueca, seca, que apenas sonaba humana después de tanto sufrimiento. Su mirada se alzó lentamente hasta encontrarse con la de Nolan, con un destello de burla en sus ojos ensombrecidos.—O todo esto es pura mier-da y nada está funcionando… —articuló con desdén—. O cometiste un error garrafal y trajiste a la mujer equivocada.Nolan no apartó la vista de ella. No se movió. Solo la observó con atención, con un semblante que oscilaba entre el enfado y la absoluta determinación.—Eso es imposible. Tú eres mi compañera destinada, no hay manera de que me equivoque —replicó él.—Entonces supongo que no me dejarás en paz —agregó Somali.—Ni ahora, ni nunca. Incluso cuando finalmente despiertes tu poder, incluso cuando aceptes lo que eres, con más razón, estaré muy cerca de ti. Fuiste traída a este mundo con un propósito, y tarde o temprano, tendrás que cumplirla.Su propósito. ¿Cuál era ese propósito?¿No ser libre? ¿No vivir en paz? ¿No elegir
—Porque aún no ha manifestado sus poderes —explicó el sacerdote—. Hasta que lo haga, su cuerpo sigue siendo tan frágil como el de un humano. No puede regenerarse como nosotros. Y ha soportado demasiados golpes, demasiadas heridas.Nolan apretó la mandíbula, mostrándose frustrado.—Además —agregó el sacerdote—. Ya ha perdido demasiada sangre con todas las torturas a las que ha sido sometida. No bebe agua, no come bien, así que pierde fuerza y energía. Se está deteriorando.—Esta desgraciada ya estaba empezando a escuchar a su loba interna, ¡y la hizo callar! ¡La apagó de nuevo! —se quejó—. ¡Tienes que hacer algo para salvarla! ¡Hazlo ya!—Yo no puedo hacer nada, porque no es un asunto espiritual. Ella está mal físicamente.—¡Entonces, tú! —dirigió la vista hacia la médica—. ¡Haz que se estabilice! ¡No tiene que morir! ¡No puede morir! —el rugido de Nolan resonó como un trueno en la habitación.La médica se apresuró hacia Somali con las manos temblando ligeramente mientras se arrodillab
Somali intentó apartarse, pero el agarre de Nolan era demasiado fuerte. La expresión de la mujer pasó de la confusión al miedo.—¡No sé de qué hablas! —exclamó—. ¡No recuerdo haber hecho nada! ¡No sé cómo hacerlo!Nolan la escrutó con enfado, y al mismo tiempo, con frustración. No podía creer que ella negara lo que había sucedido cuando la evidencia estaba justo frente a ellos. Con un movimiento brusco, la tomó de la barbilla, obligándola a girar la cabeza en dirección al cadáver seco de la médica.—Mira —ordenó—. Mira lo que hiciste. Ella era nuestra médica y se acercó a ti para estabilizarte, porque estabas agonizando. Pero tú... la mataste. Le tomaste de la muñeca y le quitaste la vida.Somali tembló cuando su mirada cayó sobre el cuerpo marchito. Sus ojos se abrieron con horror y una respiración entrecortada escapó de sus labios.—No… —murmuró, sacudiendo la cabeza—. No, es imposible… Yo no hice esto.—Sí lo hiciste —afirmó Nolan—. Absorbiste su vitalidad. Estabas agonizando, a pu
Sin embargo, Nolan no mostró compasión. La sujetó del brazo con firmeza, obligándola a levantar la vista hasta que sus ojos se encontraron con los suyos.—Somali, escúchame —impuso con autoridad—. Tú sabes que Dorian, el Alfa inmortal, no puede morir. Lo has visto con tus propios ojos. Has estado en el laboratorio con él, lo has estudiado. Han intentado de todo para acabar con él, y puedo deducir que lo han sometido a incontables experimentos… pero sigue en pie. Nada puede matarlo.Hizo una pausa, permitiendo que sus palabras se asentaran en la mente de Somali, dejando que el peso de la verdad cayera sobre ella como una losa.—Pero hay alguien que sí puede acabar con él. Y esa persona eres tú —añadió.—¿Yo…? —soltó, sin comprender del todo.—Sí, tú —afirmó Nolan con una sonrisa tensa—. Tú puedes absorber su vitalidad. Y cuando lo hagas, no habrá manera de que pueda salvarse. No hay escape para él. Ni su inmortalidad, ni su fuerza descomunal podrán protegerlo de lo que tú puedes hacerl
Somali, con la respiración agitada, trató de enfocarlo con la mirada.—¿Qué… qué está pasando? —logró preguntar con voz rasposa.Nolan apretó la mandíbula y la tomó del brazo con más fuerza.—Dorian está aquí.Aquella información la golpeó con la fuerza de un rayo. —¿Dorian? ¿El sujeto Alfa? —articuló, con los ojos abiertos de par en par—. ¿Está aquí?—Sí —confirmó Nolan—. Está aquí, así que escúchame, Somali, esta es tu oportunidad. Dijiste que querías vengarte de él, ¿no es así? Bueno, entonces ahora es el momento de hacerlo. Te llevaré directamente ante él.Somali sintió cómo su piel se erizaba al escuchar lo que Nolan acababa de pronunciar. Su corazón latía con fuerza, acelerado no solo por el impacto de saber que Dorian estaba cerca, sino por las emociones y sensaciones que se enredaban dentro de ella. Su cuerpo estaba destrozado, agotado hasta el límite, y la idea de enfrentarse a él en esas condiciones le parecía un delirio imposible.—No… —declaró, sacudiendo la cabeza con de
El aullido de Dorian fue tan potente, tan desgarrador, que las bestias a su alrededor se retorcieron en agonía. Lobos aullaban de dolor, otros se desplomaban con las patas cubriéndose las orejas, desesperados por sofocar aquel estruendo que los volvía locos.Nolan sintió el sonido vibrar en sus huesos como una maldición. Maldijo por lo bajo, soltando a Somali y llevándose ambas manos a los oídos, pero la intensidad del grito seguía penetrando en su cráneo como dagas ardientes.Y entonces, el Alfa inmortal corrió a toda velocidad y se abalanzó sobre él.El impacto fue brutal. Dorian, aún en su forma de lobo, se lanzó con una fuerza descomunal y con la furia de un vendaval imparable. Nolan apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que la mandíbula de la bestia estuviera a centímetros de su cuello. Sin alternativa, su cuerpo cambió, con su piel rasgándose en una transformación veloz hasta que su figura humana desapareció, dando paso a un lobo de pelaje oscuro y ojos rojos.La batalla ent
Los lobos de su manada, el Clan Varhallow, quienes se reunieron alrededor de la cabaña, lo miraban con ojos escépticos. La última vez que vieron al Alfa Dorian, lo habían atrapado los humanos y lo llevaron al laboratorio. Sin embargo, allí estaba, imponente y majestuoso, con el pelaje dorado brillando bajo la luz de la luna, y con una mujer humana desmayada sobre su espalda.Un murmullo inquieto recorrió entre la multitud, pero antes de que alguien pudiera cuestionar lo que estaba sucediendo, Dorian soltó un rugido que hizo que todos se enderezaran de inmediato.—¡¿Qué están esperando?! —bramó con voz poderosa—. ¡Traigan a la doctora! ¡Ahora!Su orden no dejó lugar a dudas y dos lobos se apresuraron a buscar a la doctora Zeira sin perder más tiempo. Mientras tanto, Dorian colocó a Somali en una camilla, para después tomar su apariencia humana.Después de que trajeran a Zeira, la misma miró primero al Alfa y luego a Somali, para después ponerse en marcha sin hacer preguntas. Le quitó a
Dorian permaneció observando a Somali en silencio, con una mirada sosegada, casi como si estuviera esperando pacientemente. No mostró ni el más mínimo signo de inquietud ni irritación ante la amenaza que ella creía representar con la jeringa, que en sus manos parecía un artefacto peligroso.En lugar de eso, lo que reflejaba el rostro de aquel hombre de pelo y ojos dorados, era una curiosidad profunda, como si intentara desentrañar las complejidades de las emociones turbulentas que danzaban en las pupilas de ella, como si cada uno de sus gestos y pensamientos fueran un enigma que él intentaba comprender.—Zeira, déjanos solos —ordenó el Alfa, sin apartar la vista de Somali.—Me gustaría revisarla antes —respondió Zaira—. Aún no ha sanado del todo y es necesario asegurarme de que sus heridas no empeoren.Dorian sonrió levemente, pero negó con la cabeza.—No creo que en este momento sea posible —alegó—. No te permitirá acercarte a ella. Será mejor que esperes afuera. Cuando todo esté en