Los lobos de su manada, el Clan Varhallow, quienes se reunieron alrededor de la cabaña, lo miraban con ojos escépticos. La última vez que vieron al Alfa Dorian, lo habían atrapado los humanos y lo llevaron al laboratorio. Sin embargo, allí estaba, imponente y majestuoso, con el pelaje dorado brillando bajo la luz de la luna, y con una mujer humana desmayada sobre su espalda.Un murmullo inquieto recorrió entre la multitud, pero antes de que alguien pudiera cuestionar lo que estaba sucediendo, Dorian soltó un rugido que hizo que todos se enderezaran de inmediato.—¡¿Qué están esperando?! —bramó con voz poderosa—. ¡Traigan a la doctora! ¡Ahora!Su orden no dejó lugar a dudas y dos lobos se apresuraron a buscar a la doctora Zeira sin perder más tiempo. Mientras tanto, Dorian colocó a Somali en una camilla, para después tomar su apariencia humana.Después de que trajeran a Zeira, la misma miró primero al Alfa y luego a Somali, para después ponerse en marcha sin hacer preguntas. Le quitó a
Dorian permaneció observando a Somali en silencio, con una mirada sosegada, casi como si estuviera esperando pacientemente. No mostró ni el más mínimo signo de inquietud ni irritación ante la amenaza que ella creía representar con la jeringa, que en sus manos parecía un artefacto peligroso.En lugar de eso, lo que reflejaba el rostro de aquel hombre de pelo y ojos dorados, era una curiosidad profunda, como si intentara desentrañar las complejidades de las emociones turbulentas que danzaban en las pupilas de ella, como si cada uno de sus gestos y pensamientos fueran un enigma que él intentaba comprender.—Zeira, déjanos solos —ordenó el Alfa, sin apartar la vista de Somali.—Me gustaría revisarla antes —respondió Zaira—. Aún no ha sanado del todo y es necesario asegurarme de que sus heridas no empeoren.Dorian sonrió levemente, pero negó con la cabeza.—No creo que en este momento sea posible —alegó—. No te permitirá acercarte a ella. Será mejor que esperes afuera. Cuando todo esté en
—Al principio, pensé que todo lo que Nolan me decía no era más que una tontería —continuó Somali—. La más absurda de las fantasías, una historia sacada de un cuento ridículo para niños. No había manera de que fuera real. ¿Cómo iba a creer que yo era una loba? ¿Cómo podía aceptar que mi vida entera había sido una mentira? Me reí de él cuando me lo dijo. Pensé que estaba tratando de manipularme con ideas locas.Hizo una breve pasa antes de agregar más detalles.—Pero luego… ocurrió algo. Descubrí que podría se cierto que soy una loba, porque dentro de mí hay un poder. Aún es débil, es cierto, pero existe. No es una fantasía ni una alucinación. Es real. Y si ese poder es real, entonces significa que Nolan tenía razón. Todo lo que me contó es cierto.Sus ojos se clavaron en Dorian, como si intentaran atravesarlo y romper esa máscara de serenidad que él mantenía con tanto control.—Fuiste tú quien me llevó al mundo humano —señaló con seguridad—. Me arrancaste de lo que debía ser mi destino
Dorian avanzó con calma, pero Somali no bajó la jeringa. Su pulso se aceleró, pero su agarre seguía firme, lista para clavársela en cuanto estuviera lo suficientemente cerca. Y lo hizo.En cuanto Dorian estuvo frente a ella, Somali enterró la jeringa en su pecho con la mayor fuerza que su debilitado cuerpo le permitió. Sin embargo, la reacción que obtuvo no fue la que esperaba. Dorian ni siquiera frunció el ceño. No hubo una mueca de dolor, ni un quejido, ni un reflejo instintivo de rechazo. De todas las torturas, mutilaciones, desmembramientos y granadas explosivas que había sufrido, una jeringa en el corazón no era nada para él, así que simplemente la miró, como si aquel acto de agresión fuera tan insignificante como una leve brisa golpeando su piel.Entonces, con lentitud y una serenidad escalofriante, Dorian cerró sus dedos alrededor de la mano de Somali, la misma que todavía sostenía la jeringa clavada en su cuerpo. Su toque no fue brusco, ni violento, pero había una firmeza inqu
Dorian la observó sin articular palabra. No había enojo en su expresión, ni rastro de la ira que cualquiera podría esperar ante la hostilidad de Somali. Solo la contemplaba, con esa serenidad imperturbable que tanto la desconcertaba.—Tu mente está envenenada, Somali —aseveró—. Y mientras sigas aferrándote a esa rabia, mientras no seas capaz de escuchar más allá de lo que Nolan te hizo creer, será imposible que tengamos una conversación real.El tono de su voz no era condescendiente ni recriminatorio. Era un hecho, dicho con la frialdad de quien ha aprendido a enfrentar el dolor con racionalidad. —El día en que estés lista para abrir la mente, cuando realmente puedas aceptar todo lo que tengo para decirte, hablaremos en condiciones más justas. Pero ahora mismo, lo importante no es eso. Lo primordial es que te recuperes. Estás débil y lastimada. Necesitas sanar. Por lo tanto, vas a quedarte aquí. Comerás bien, beberás suficiente agua, descansarás. Recuperarás tu fuerza, tu estabilida
Somali experimentó una inquietud punzante instalándose en su pecho. La propuesta de Dorian la dejó momentáneamente sin palabras. ¿De verdad estaba sugiriendo ayudarla en su venganza contra Nolan? ¿De verdad se ofrecía como un aliado temporal, solo para luego permitir que, si así lo deseaba, ella misma se volviera contra él? Era una declaración tan absurda como desconcertante.Su mirada escrutó el rostro de Dorian, tratando de hallar en él algún rastro de burla, alguna señal de que todo aquello no era más que un juego retorcido. Pero su expresión seguía imperturbable, con esa serenidad impenetrable que tanto la exasperaba.—¿Acaso te estás burlando de mí? —soltó finalmente—. Lo dices con tanta facilidad porque no me temes en absoluto. Porque, en este momento, soy insignificante para ti. Eres consciente de que ahora no soy más que una humana frágil, alguien incapaz de hacerte daño. Pero eso cambiará. Algún día me volveré fuerte, lo suficiente para derrotarte.—No lo dudo, Somali —replic
Somali parpadeó lentamente, en lo que sus facciones se tornaba rígidas debido a la impresión.—Espera… —soltó con un desconcierto que no se molestó en disimular—. ¿Estás diciendo que tú también piensas torturarme?—Por supuesto que no —respondió Dorian con firmeza, sin vacilar—. No necesitas pasar por ese infierno para despertar a tu loba, Somali.Ella se quedó en silencio, pero sus manos se crisparon ligeramente.—Entonces... ¿Me estás diciendo que todo lo que sufrí no era necesario? ¿Que todo ese tormento no sirvió de nada?Dorian exhaló, como si supiera que su respuesta no le agradaría.—No exactamente —contestó—. Esas torturas lograron que manifestaras ciertos aspectos de tu poder. Tu capacidad de absorber la vitalidad de otros, por ejemplo. Pero esa no es la única manera de despertar lo que hay dentro de ti.Somali sintió que la ira la atravesaba como un veneno lento y corrosivo.—Entonces… —articuló, con una amargura que le caló hasta los huesos—. ¿Lo hacían solo por diversión?
Somali apartó la mirada, con el semblante rígido por una desconfianza imposible de disimular. Sus labios se entreabrieron como si quisiera decir algo más, pero al final solo dejó escapar un suspiro antes de hablar.—No puedo confiar en ti —resaltó sin tapujos—. Así que no puedo darte una respuesta.Era evidente que, en las condiciones en las que se encontraba actualmente, Somali necesitaba aliados si quería acabar con Nolan y con todo su Clan. Sin embargo, aceptar la propuesta de Dorian de buenas a primeras no le resultaba una idea agradable. Tener que depender de él iba en contra de su orgullo y dignidad, pero, ¿qué otra cosa podía hacer en su estado?Dorian, por su parte, no mostró sorpresa ni enojo. Tampoco intentó persuadirla o hacer que reconsiderara su postura. En su rostro no había rastro de reproche, como si hubiera previsto de antemano aquella respuesta.—Lo entiendo —aseveró con naturalidad—. No tienes que decidir nada ahora. Puedes tomarte el tiempo que necesites.Su voz ca