Dorian la observó sin articular palabra. No había enojo en su expresión, ni rastro de la ira que cualquiera podría esperar ante la hostilidad de Somali. Solo la contemplaba, con esa serenidad imperturbable que tanto la desconcertaba.—Tu mente está envenenada, Somali —aseveró—. Y mientras sigas aferrándote a esa rabia, mientras no seas capaz de escuchar más allá de lo que Nolan te hizo creer, será imposible que tengamos una conversación real.El tono de su voz no era condescendiente ni recriminatorio. Era un hecho, dicho con la frialdad de quien ha aprendido a enfrentar el dolor con racionalidad. —El día en que estés lista para abrir la mente, cuando realmente puedas aceptar todo lo que tengo para decirte, hablaremos en condiciones más justas. Pero ahora mismo, lo importante no es eso. Lo primordial es que te recuperes. Estás débil y lastimada. Necesitas sanar. Por lo tanto, vas a quedarte aquí. Comerás bien, beberás suficiente agua, descansarás. Recuperarás tu fuerza, tu estabilida
Somali experimentó una inquietud punzante instalándose en su pecho. La propuesta de Dorian la dejó momentáneamente sin palabras. ¿De verdad estaba sugiriendo ayudarla en su venganza contra Nolan? ¿De verdad se ofrecía como un aliado temporal, solo para luego permitir que, si así lo deseaba, ella misma se volviera contra él? Era una declaración tan absurda como desconcertante.Su mirada escrutó el rostro de Dorian, tratando de hallar en él algún rastro de burla, alguna señal de que todo aquello no era más que un juego retorcido. Pero su expresión seguía imperturbable, con esa serenidad impenetrable que tanto la exasperaba.—¿Acaso te estás burlando de mí? —soltó finalmente—. Lo dices con tanta facilidad porque no me temes en absoluto. Porque, en este momento, soy insignificante para ti. Eres consciente de que ahora no soy más que una humana frágil, alguien incapaz de hacerte daño. Pero eso cambiará. Algún día me volveré fuerte, lo suficiente para derrotarte.—No lo dudo, Somali —replic
Somali parpadeó lentamente, en lo que sus facciones se tornaba rígidas debido a la impresión.—Espera… —soltó con un desconcierto que no se molestó en disimular—. ¿Estás diciendo que tú también piensas torturarme?—Por supuesto que no —respondió Dorian con firmeza, sin vacilar—. No necesitas pasar por ese infierno para despertar a tu loba, Somali.Ella se quedó en silencio, pero sus manos se crisparon ligeramente.—Entonces... ¿Me estás diciendo que todo lo que sufrí no era necesario? ¿Que todo ese tormento no sirvió de nada?Dorian exhaló, como si supiera que su respuesta no le agradaría.—No exactamente —contestó—. Esas torturas lograron que manifestaras ciertos aspectos de tu poder. Tu capacidad de absorber la vitalidad de otros, por ejemplo. Pero esa no es la única manera de despertar lo que hay dentro de ti.Somali sintió que la ira la atravesaba como un veneno lento y corrosivo.—Entonces… —articuló, con una amargura que le caló hasta los huesos—. ¿Lo hacían solo por diversión?
Somali apartó la mirada, con el semblante rígido por una desconfianza imposible de disimular. Sus labios se entreabrieron como si quisiera decir algo más, pero al final solo dejó escapar un suspiro antes de hablar.—No puedo confiar en ti —resaltó sin tapujos—. Así que no puedo darte una respuesta.Era evidente que, en las condiciones en las que se encontraba actualmente, Somali necesitaba aliados si quería acabar con Nolan y con todo su Clan. Sin embargo, aceptar la propuesta de Dorian de buenas a primeras no le resultaba una idea agradable. Tener que depender de él iba en contra de su orgullo y dignidad, pero, ¿qué otra cosa podía hacer en su estado?Dorian, por su parte, no mostró sorpresa ni enojo. Tampoco intentó persuadirla o hacer que reconsiderara su postura. En su rostro no había rastro de reproche, como si hubiera previsto de antemano aquella respuesta.—Lo entiendo —aseveró con naturalidad—. No tienes que decidir nada ahora. Puedes tomarte el tiempo que necesites.Su voz ca
Zeira la observó con una expresión serena, pero su tono tenía un matiz de interés genuino cuando continuó hablando.—Por lo general, los betas ocupan la segunda posición en la jerarquía de un Clan. Tradicionalmente, casi siempre son machos, ya que los machos dominan las estructuras de poder en la mayoría de las manadas. Pero en nuestro caso es distinto: la beta es una hembra. Su nombre es Freya. Ha sido una aliada invaluable para el Alfa y goza de su confianza absoluta. Aunque... creo que Freya tiene un cierto interés especial en el Alfa.—¿A qué te refieres con "especial"? —cuestionó Somali con curiosidad.Zeira la miró por un instante antes de encogerse de hombros con aparente despreocupación.—Tal vez sea solo una percepción mía —admitió—, pero me da la impresión de que su devoción hacia el Alfa va más allá del deber o la lealtad. Me parece que sus sentimientos son más profundos de lo que cualquiera se imaginaría.Somali ladeó la cabeza con intriga.—¿Estás sugiriendo que esa tal F
Después de escuchar aquello, Zeira la miró con interés renovado.—El Alfa mencionó que tú eres una loba, pero que has vivido toda tu vida como humana. Para ti, nuestro mundo es algo completamente desconocido —de pronto, se inclinó ligeramente hacia ella, como si estuviera analizando cada una de sus reacciones—. Mencionaste que estudiaban a los lobos en el mundo humano… ¿Te refieres a que estabas involucrada en la investigación? ¿Quieres decir que tú estabas en el laboratorio donde tenían cautivo al Alfa?El peso de aquella pregunta quedó suspendido en el aire entre ambas, cargado de implicaciones.Somali incrustó la mirada en Zeira, sosteniéndole la vista. Su voz, cuando habló, sonó firme, aunque en el fondo de su mente sabía que se estaba arriesgando demasiado con aquella pregunta.—Si te digo que sí… ¿me matarás?Zeira no respondió. Su expresión se tornó inescrutable, como si estuviera evaluando cada una de las implicaciones tras aquella confesión. La habitación pareció quedar en un
Zeira, satisfecha con haber cumplido su parte, decidió marcharse.—Saldré afuera. Si necesitan algo, solo avísenme.Sin más, se retiró de la habitación, dejando a Somali y al Alfa a solas.Dorian, sin apresurarse, tomó una silla cercana y la arrastró hasta colocarla justo al lado de la cama donde Somali permanecía sentada. Con la misma calma, se dejó caer sobre el asiento y cruzó los brazos, sin apartar la vista de ella. Su mirada no era agresiva ni inquisitiva, pero sí lo suficientemente firme como para que su presencia se sintiera como una vigilancia inalterable.Somali frunció el ceño, desconcertada por aquella actitud. Ladeó la cabeza y lo observó con escepticismo antes de alzar una ceja en un gesto de clara desaprobación.—¿Qué haces? —preguntó con sequedad—. ¿Por qué no te vas también?Dorian no desvió la mirada ni se inmutó ante su tono poco amable. Simplemente apoyó un codo sobre el brazo de la silla y respondió con absoluta tranquilidad.—Quiero asegurarme de que comas. No pi
La noche continuó su curso en un silencio profundo, interrumpido solo por el ocasional crujir de la madera y el suave susurro del viento que se filtraba entre las paredes de piedra. Dorian se encontraba en la habitación donde Somali había recibido atención, sentado nuevamente en la misma silla en la que había permanecido antes, para asegurarse de que ella comiera.Había dejado la habitación unas horas antes, permitiendo que la mujer descansara. Pero cuando la oscuridad envolvió el entorno, Dorian regresó para comprobar cómo se encontraba Somali, y al entrar, la encontró durmiendo tranquilamente. Entonces, se colocó de nuevo en esa silla.Aunque su postura parecía relajada, con un codo apoyado en el reposabrazos y la mano sosteniendo su mandíbula, en realidad no dormía. Su mirada estaba incrustada en la silueta que yacía en la cama, frágil en apariencia, pero con la testarudez de un animal salvaje que se negaba a doblegarse.Todo parecía en calma, hasta que notó el cambio en su respira