Después de escuchar aquello, Zeira la miró con interés renovado.—El Alfa mencionó que tú eres una loba, pero que has vivido toda tu vida como humana. Para ti, nuestro mundo es algo completamente desconocido —de pronto, se inclinó ligeramente hacia ella, como si estuviera analizando cada una de sus reacciones—. Mencionaste que estudiaban a los lobos en el mundo humano… ¿Te refieres a que estabas involucrada en la investigación? ¿Quieres decir que tú estabas en el laboratorio donde tenían cautivo al Alfa?El peso de aquella pregunta quedó suspendido en el aire entre ambas, cargado de implicaciones.Somali incrustó la mirada en Zeira, sosteniéndole la vista. Su voz, cuando habló, sonó firme, aunque en el fondo de su mente sabía que se estaba arriesgando demasiado con aquella pregunta.—Si te digo que sí… ¿me matarás?Zeira no respondió. Su expresión se tornó inescrutable, como si estuviera evaluando cada una de las implicaciones tras aquella confesión. La habitación pareció quedar en un
Zeira, satisfecha con haber cumplido su parte, decidió marcharse.—Saldré afuera. Si necesitan algo, solo avísenme.Sin más, se retiró de la habitación, dejando a Somali y al Alfa a solas.Dorian, sin apresurarse, tomó una silla cercana y la arrastró hasta colocarla justo al lado de la cama donde Somali permanecía sentada. Con la misma calma, se dejó caer sobre el asiento y cruzó los brazos, sin apartar la vista de ella. Su mirada no era agresiva ni inquisitiva, pero sí lo suficientemente firme como para que su presencia se sintiera como una vigilancia inalterable.Somali frunció el ceño, desconcertada por aquella actitud. Ladeó la cabeza y lo observó con escepticismo antes de alzar una ceja en un gesto de clara desaprobación.—¿Qué haces? —preguntó con sequedad—. ¿Por qué no te vas también?Dorian no desvió la mirada ni se inmutó ante su tono poco amable. Simplemente apoyó un codo sobre el brazo de la silla y respondió con absoluta tranquilidad.—Quiero asegurarme de que comas. No pi
La noche continuó su curso en un silencio profundo, interrumpido solo por el ocasional crujir de la madera y el suave susurro del viento que se filtraba entre las paredes de piedra. Dorian se encontraba en la habitación donde Somali había recibido atención, sentado nuevamente en la misma silla en la que había permanecido antes, para asegurarse de que ella comiera.Había dejado la habitación unas horas antes, permitiendo que la mujer descansara. Pero cuando la oscuridad envolvió el entorno, Dorian regresó para comprobar cómo se encontraba Somali, y al entrar, la encontró durmiendo tranquilamente. Entonces, se colocó de nuevo en esa silla.Aunque su postura parecía relajada, con un codo apoyado en el reposabrazos y la mano sosteniendo su mandíbula, en realidad no dormía. Su mirada estaba incrustada en la silueta que yacía en la cama, frágil en apariencia, pero con la testarudez de un animal salvaje que se negaba a doblegarse.Todo parecía en calma, hasta que notó el cambio en su respira
Los dos días de reposo se hicieron largos para Somali. Aunque su cuerpo había necesitado el descanso, odiaba sentirse débil, atrapada entre sábanas, dependiendo de otros incluso para lo más básico. No soportaba la idea de que alguien más la viera en ese estado, mucho menos él. El Sujeto Alfa.Pero finalmente, cuando el dolor en su cuerpo se redujo lo suficiente y la rigidez ya no la mantenía inmóvil, decidió que ya era suficiente. Se sentó en la cama y probó mover sus piernas con lentitud, sintiendo cómo sus músculos aún se sentían torpes después de tanto tiempo sin moverse.Dorian estaba ahí. Lo había estado desde que despertó de aquella pesadilla, sin importar cuántas veces ella le exigiera que se fuera. A Somali le molestaba su presencia, su forma de mirarla como si estuviera evaluándola en todo momento, como si estuviera esperando algo de ella. Pero lo que más le molestaba era que, de alguna manera, la idea de que estuviera cerca le daba un retorcido sentido de seguridad.Cuando i
Somali se acercó con cautela, observando cómo la luz del sol se reflejaba en la corriente.—¿Y qué hay más allá de este límite? Es decir, ¿esos terrenos no están habitados?—Sí, lo están. Por otros clanes.Somali lo escrutó con curiosidad.—¿Tú los conoces? ¿Te llevas bien con ellos?—Podría decirse que sí, con la mayoría. Pasé muchos años en el mundo de los lobos, y aunque he tenido la oportunidad de conocer diversos clanes y a muchos licántropos, siempre surge una nueva generación que no conozco, lo que me obliga a empezar desde cero —dijo con una sonrisa.Somali adoptó un semblante de extrañeza. ¿A qué se refería con eso? ¿Por qué hablaba como si fuese un anciano?Aquello la intrigaba, pero había una pregunta más importante que rondaba en su cabeza.—Si dices que hay otros clanes, significa que hay otros alfas como tú, ¿no es así?—Sí, así mismo.—Pero si eres el lobo eterno, el Alfa inmortal de las leyendas, ¿no deberías ser el líder supremo? ¿Los demás clanes no deberían estar ba
El viento agitaba las copas de los árboles mientras caminaban entre los senderos del territorio Varhallow. La brisa traía consigo el aroma fresco de la tierra húmeda y el sonido lejano de los riachuelos que serpenteaban por el bosque. Somali, aunque aún algo fatigada tras días de reposo, mantenía el paso firme. Miraba de reojo a Dorian, estudiando su expresión tranquila, con su postura relajada pero vigilante.De pronto, el hombre incrustó la mirada en ella.—Quizás ahora empeore el concepto que tienes de mí —soltó—. Pensarás que soy un monstruo por haber matado a tus compañeros...—Los monstruos eran ellos —replicó sin dudar—. Pasaron meses asesinándote una y otra vez, y por un momento, llegué a pensar que ya no lo hacían por descubrir la manera de derrotar a los licántropos, sino por mera diversión.Dorian la miró con las cejas levantadas.—Creí que estarías de su lado...—No estoy de su lado. Tú sabes que nunca me ha gustado eso. Pero tampoco estoy del tuyo —aclaró.Dorian solo son
El recorrido por el territorio de Varhallow no fue algo que pudiera completarse en un solo día. A Dorian le tomó varios mostrarle a Somali la extensión y riqueza de la tierra que gobernaba.El bosque era lo primero que llamaba la atención: vasto, imponente, con árboles de troncos gruesos y copas tan altas que parecían rozar el cielo. El follaje era denso, con hojas de un verde profundo que susurraban con el viento. El suelo estaba cubierto de musgo y raíces entrelazadas, y a veces se podían ver huellas de lobos marcadas en la tierra húmeda. Entre los árboles, riachuelos cristalinos serpenteaban con tranquilidad, y en algunas zonas, pequeñas cascadas caían en lagunas de agua pura.Más allá del bosque, el paisaje cambiaba. El territorio tenía amplias llanuras donde se alzaban las construcciones de la manada: casas de madera oscura y de piedra, con techos de tejas resistentes y también de madera, muchas de ellas adornadas con pieles de animales y símbolos tallados en las puertas.No eran
Somali notó que el imponente Alfa inmortal ahora estaba en el suelo con los pequeños cachorros subiéndose sobre él y riendo en voz baja cuando uno de ellos le mordía la oreja. Los empujaba suavemente cuando alguno intentaba atraparlo desprevenido, y hasta se dejó morder una mano por un cachorro testarudo que no quería soltarlo.Somali sintió cómo la dureza en su pecho se debilitaba, cómo algo en su interior se quebraba levemente al verlo así, tan diferente a la imagen que tenía de él.Sin darse cuenta, volvió a sonreír.Pero apenas lo hizo, su mente reaccionó.Su expresión se endureció de inmediato y sacudió la cabeza bruscamente, como si con eso pudiera alejar el pensamiento que la había invadido.No. No podía olvidar lo que era él. No podía olvidar quién era ella.Apartó la vista, obligándose a concentrarse en los cachorros en lugar del Alfa que jugaba con ellos. Pero Dorian la había visto, aunque no dijo nada. Solo sonrió con discreción y continuó jugando, como si no hubiera notado