El recorrido por el territorio de Varhallow no fue algo que pudiera completarse en un solo día. A Dorian le tomó varios mostrarle a Somali la extensión y riqueza de la tierra que gobernaba.El bosque era lo primero que llamaba la atención: vasto, imponente, con árboles de troncos gruesos y copas tan altas que parecían rozar el cielo. El follaje era denso, con hojas de un verde profundo que susurraban con el viento. El suelo estaba cubierto de musgo y raíces entrelazadas, y a veces se podían ver huellas de lobos marcadas en la tierra húmeda. Entre los árboles, riachuelos cristalinos serpenteaban con tranquilidad, y en algunas zonas, pequeñas cascadas caían en lagunas de agua pura.Más allá del bosque, el paisaje cambiaba. El territorio tenía amplias llanuras donde se alzaban las construcciones de la manada: casas de madera oscura y de piedra, con techos de tejas resistentes y también de madera, muchas de ellas adornadas con pieles de animales y símbolos tallados en las puertas.No eran
Somali notó que el imponente Alfa inmortal ahora estaba en el suelo con los pequeños cachorros subiéndose sobre él y riendo en voz baja cuando uno de ellos le mordía la oreja. Los empujaba suavemente cuando alguno intentaba atraparlo desprevenido, y hasta se dejó morder una mano por un cachorro testarudo que no quería soltarlo.Somali sintió cómo la dureza en su pecho se debilitaba, cómo algo en su interior se quebraba levemente al verlo así, tan diferente a la imagen que tenía de él.Sin darse cuenta, volvió a sonreír.Pero apenas lo hizo, su mente reaccionó.Su expresión se endureció de inmediato y sacudió la cabeza bruscamente, como si con eso pudiera alejar el pensamiento que la había invadido.No. No podía olvidar lo que era él. No podía olvidar quién era ella.Apartó la vista, obligándose a concentrarse en los cachorros en lugar del Alfa que jugaba con ellos. Pero Dorian la había visto, aunque no dijo nada. Solo sonrió con discreción y continuó jugando, como si no hubiera notado
Somali sintió un leve nudo en el estómago.—Allí yo hablaba sola —expuso.—Tal vez —admitió Dorian—. Pero eso no significa que no te escuchara. En aquel entonces, no podía responderte. No podía darte una palabra de consuelo ni hacer un comentario sobre lo que me contabas. Pero ahora, escucharte preguntar sobre mí, sobre mi Clan, sobre mi propósito… Eso es algo que no daba por sentado.Somali bajó la mirada, sin saber qué decir.Dorian, sin embargo, no había terminado.—Dijiste que la Somali que conocí en el laboratorio ya no existe —añadió—. Que fue destruida. Pero yo sabía que no era cierto. Y ahora lo veo más claro que nunca.Ella levantó la vista, encontrándose con la intensidad de su mirada.—En estos días —continuó él—, estuve con esa misma Somali. Solo que tú no te diste cuenta.Somali lo observó en silencio. No quería darle la razón a Dorian, pero tampoco podía negarlo. Sin darse cuenta, había hablado con él más de lo que hubiera imaginado, compartiendo pensamientos, formulando
Dorian esbozó una leve sonrisa antes de asentir con determinación.—Entonces, a partir de ahora, soy tu aliado —declaró, luego ladeó ligeramente el rostro, con una sombra de satisfacción en su expresión—. Sabía que aceptarías —agregó, con un dejo de autosuficiencia—. De hecho, ya tenía todo preparado. ¿Qué te parece si comenzamos hoy mismo?—¿Hoy mismo? ¿Empezar qué? —preguntó ella, confundida.—Tu entrenamiento —aclaró él—. Es hora de que aprendas a manifestar a tu loba interior.Somali parpadeó varias veces. Su postura, que hasta hace un instante había sido relajada, se tensó levemente por la emoción creciente en su interior.—¿De verdad? —soltó ella, a lo que Dorian asintió con firmeza.—Por supuesto.La sorpresa inicial dio paso a un entusiasmo evidente.—Sí, claro que quiero empezar hoy mismo —afirmó Somali sin dudar, con los ojos brillando por la expectativa.Él la observó en silencio durante unos instantes, con su expresión permaneciendo inescrutable. Somali, sentada en el suel
Somali parpadeó, desconcertada.—¿Mi aroma…? —repitió en un tono que oscilaba entre la confusión y la duda.No podía entender por qué él decía eso. Había pasado demasiado tiempo sin poder asearse correctamente, y aunque la doctora Zeira le había ayudado a limpiar sus heridas y asegurarse de que no tuviera infecciones, no estaba precisamente en su mejor estado. No olía a flores ni a nada particularmente agradable.Dorian esbozó una ligera sonrisa, como si pudiera adivinar sus pensamientos.—Cada ser vivo posee un aroma único, algo que lo define más allá de lo visible —explicó con paciencia—. Para nosotros, los lobos, el olor es más que un simple sentido. Es identidad, es pertenencia, es la forma en que entendemos el mundo. Quizá aún no lo has notado, pero tú también lo percibes. Solo que no le has prestado atención.Somali bajó la mirada por un instante, reflexionando sobre aquello. Era cierto que su sentido del olfato era más agudo. Había notado fragancias más nítidas, la madera húmed
Por un instante, Somali casi deseó corresponder el gesto. Quería dejarse envolver por esa paz que Saphira transmitía, hundirse en esa voz suave y maternal. Pero en cuanto se dio cuenta de lo que estaba sintiendo, su cuerpo se endureció al instante.—N-No soy hermosa... —soltó por impulso.Dorian la miró de reojo, percibiendo el modo en que su cuerpo se mantenía rígido, como si esperara que la atacaran en cualquier momento. No le sorprendía. Somali no estaba acostumbrada a recibir afecto, pues no lo había recibido ni de sus padres, ni de amigos, ni de una pareja.Saphira, sin embargo, no mostró molestia ante la respuesta. Mantuvo su sonrisa serena y se acercó un poco más.—No necesitas creerlo ahora —indicó con suavidad—. Algún día te darás cuenta de todo el potencial que tienes. Y yo, querida, te ayudaré a encontrar lo que siempre ha estado dentro de ti. A tu loba interna.—Quiero volverme fuerte lo antes posible —respondió con cierta severidad—. Así que dime qué es lo que tengo que h
La profecía del Alfa inmortal había sido pronunciada siglos antes, cuando Dorian aún no había nacido. Se decía que, después de que él naciera, en algún momento, una loba sería enviada para él, una compañera que traería consigo un poder inmensurable. Juntos, serían la clave para la paz o la destrucción.Desde que conoció esa profecía, Dorian pasó los siguientes años esperando, buscando, preguntándose si acaso su compañera ya había nacido y él simplemente no la había encontrado. Sin embargo, los diosa de la Luna pareció burlarse de su impaciencia, pues su mate no vino al mundo tres siglos después, dentro del mismo Clan que él lideraba.Somali era su destino, su luna, pero, en ese momento, aún no estaba lista para ocupar ese lugar. Dorian lo entendió cuando la rescató de Nolan. Ella era frágil, marcada por el dolor y la desconfianza. Su fuerza aún estaba por desarrollarse, su espíritu por descubrirse. No podía simplemente anunciar a la manada que ella era su compañera. No cuando aún tení
Cuando la conversación con Saphira llegó a su fin, Somali quedó con la mente inundada de pensamientos. Había escuchado mucho sobre lo que significaba ser un lobo, sobre la naturaleza de sus instintos y la forma en que su especie percibía el mundo. Aunque todavía le resultaba difícil asimilarlo todo, una parte de ella comenzaba a comprender que su propia esencia iba más allá de lo que siempre había creído. Sin embargo, aún no estaba lista para aceptarlo por completo.El aire fresco del centro del territorio la recibió cuando regresó, siendo acompañada por Dorian.—Te llevaré a tu nueva casa —anunció él, con esa firmeza tranquila que parecía no admitir réplica.Somali se detuvo en seco y lo miró con cierta cautela. ¿Nueva casa? Hasta ahora, había estado alojándose en el área donde se atendía a los enfermos, y aunque no era lo más cómodo del mundo, al menos le daba una sensación de libertad. No estaba segura de querer cambiar de lugar, y mucho menos de mudarse a algún sitio que él había