Somali parpadeó, desconcertada.—¿Mi aroma…? —repitió en un tono que oscilaba entre la confusión y la duda.No podía entender por qué él decía eso. Había pasado demasiado tiempo sin poder asearse correctamente, y aunque la doctora Zeira le había ayudado a limpiar sus heridas y asegurarse de que no tuviera infecciones, no estaba precisamente en su mejor estado. No olía a flores ni a nada particularmente agradable.Dorian esbozó una ligera sonrisa, como si pudiera adivinar sus pensamientos.—Cada ser vivo posee un aroma único, algo que lo define más allá de lo visible —explicó con paciencia—. Para nosotros, los lobos, el olor es más que un simple sentido. Es identidad, es pertenencia, es la forma en que entendemos el mundo. Quizá aún no lo has notado, pero tú también lo percibes. Solo que no le has prestado atención.Somali bajó la mirada por un instante, reflexionando sobre aquello. Era cierto que su sentido del olfato era más agudo. Había notado fragancias más nítidas, la madera húmed
Por un instante, Somali casi deseó corresponder el gesto. Quería dejarse envolver por esa paz que Saphira transmitía, hundirse en esa voz suave y maternal. Pero en cuanto se dio cuenta de lo que estaba sintiendo, su cuerpo se endureció al instante.—N-No soy hermosa... —soltó por impulso.Dorian la miró de reojo, percibiendo el modo en que su cuerpo se mantenía rígido, como si esperara que la atacaran en cualquier momento. No le sorprendía. Somali no estaba acostumbrada a recibir afecto, pues no lo había recibido ni de sus padres, ni de amigos, ni de una pareja.Saphira, sin embargo, no mostró molestia ante la respuesta. Mantuvo su sonrisa serena y se acercó un poco más.—No necesitas creerlo ahora —indicó con suavidad—. Algún día te darás cuenta de todo el potencial que tienes. Y yo, querida, te ayudaré a encontrar lo que siempre ha estado dentro de ti. A tu loba interna.—Quiero volverme fuerte lo antes posible —respondió con cierta severidad—. Así que dime qué es lo que tengo que h
La profecía del Alfa inmortal había sido pronunciada siglos antes, cuando Dorian aún no había nacido. Se decía que, después de que él naciera, en algún momento, una loba sería enviada para él, una compañera que traería consigo un poder inmensurable. Juntos, serían la clave para la paz o la destrucción.Desde que conoció esa profecía, Dorian pasó los siguientes años esperando, buscando, preguntándose si acaso su compañera ya había nacido y él simplemente no la había encontrado. Sin embargo, los diosa de la Luna pareció burlarse de su impaciencia, pues su mate no vino al mundo tres siglos después, dentro del mismo Clan que él lideraba.Somali era su destino, su luna, pero, en ese momento, aún no estaba lista para ocupar ese lugar. Dorian lo entendió cuando la rescató de Nolan. Ella era frágil, marcada por el dolor y la desconfianza. Su fuerza aún estaba por desarrollarse, su espíritu por descubrirse. No podía simplemente anunciar a la manada que ella era su compañera. No cuando aún tení
Cuando la conversación con Saphira llegó a su fin, Somali quedó con la mente inundada de pensamientos. Había escuchado mucho sobre lo que significaba ser un lobo, sobre la naturaleza de sus instintos y la forma en que su especie percibía el mundo. Aunque todavía le resultaba difícil asimilarlo todo, una parte de ella comenzaba a comprender que su propia esencia iba más allá de lo que siempre había creído. Sin embargo, aún no estaba lista para aceptarlo por completo.El aire fresco del centro del territorio la recibió cuando regresó, siendo acompañada por Dorian.—Te llevaré a tu nueva casa —anunció él, con esa firmeza tranquila que parecía no admitir réplica.Somali se detuvo en seco y lo miró con cierta cautela. ¿Nueva casa? Hasta ahora, había estado alojándose en el área donde se atendía a los enfermos, y aunque no era lo más cómodo del mundo, al menos le daba una sensación de libertad. No estaba segura de querer cambiar de lugar, y mucho menos de mudarse a algún sitio que él había
Esa noche, la oscuridad pesaba sobre la habitación de Somali como una presencia opresiva. Su respiración era irregular, entrecortada, mientras los vestigios de la pesadilla se deslizaban por su mente como sombras persistentes que se negaban a disiparse. Su piel estaba fría y su pecho subía y bajaba con el ritmo frenético de quien ha despertado de un sueño aterrador. Se sentó en la cama, abrazándose a sí misma, tratando de recordar dónde estaba, repitiéndose en silencio que todo había pasado. Pero el miedo seguía ahí, arraigado en su interior.No pudo permanecer en su habitación por más tiempo. Sus pies descalzos rozaron el suelo de madera mientras se incorporaba y, casi sin pensarlo, abandonó el cuarto. Caminó un par de pasos y se detuvo frente a una puerta más grande que las demás, la que estaba justo al lado de la suya. Sin saber muy bien qué la impulsaba a hacerlo, giró el picaporte y empujó con suavidad.La habitación de Dorian era amplia, aunque no ostentosa. Sin embargo, lo que
El entrenamiento de Somali avanzó sin interrupciones bajo la tutela paciente y rigurosa de Saphira. La sacerdotisa no le enseñaba únicamente a fortalecer su conexión con su loba interior, sino que la guiaba paso a paso en una disciplina mucho más profunda. A través de ejercicios de meditación, le ayudaba a encontrar el equilibrio entre su mente y su instinto, a acallar el ruido del mundo exterior para escuchar la voz dormida en su interior. Le inculcaba la importancia de vaciar su mente, de permitir que su esencia se expresara sin las barreras impuestas por el miedo o la duda. Cada lección se entrelazaba con otra, como si todas fueran piezas de un rompecabezas.Pero el entrenamiento no se limitaba a su transformación. Saphira también le enseñaba la historia de los lobos, narrándole episodios de su pasado que habían quedado grabados en los registros de la manada. Con especial énfasis, le hablaba sobre el nacimiento de Dorian, como si conocer la existencia del Alfa fuera tan esencial co
La noche parecía estancada, moviéndose a paso lento, envolviendo el bosque en una penumbra apacible, apenas interrumpida por el tenue resplandor de la luna colándose a través de las ventanas. Somali llevaba horas en la cama, pero el sueño se le escapaba con crueldad, dejándola atrapada en un insomnio inquieto. Se daba vuelta una y otra vez, buscando una postura cómoda, intentando ignorar el peso invisible que oprimía su pecho. No era miedo ni angustia, simplemente una sensación de desasosiego que no le permitía encontrar descanso.Resignada, suspiró y se incorporó lentamente, apartando las mantas con suavidad. Su mirada vagó por la habitación hasta detenerse en la silueta inmóvil de Dorian. En su forma de lobo, el Alfa yacía sobre el tapete, en lo que su cuerpo grande y poderoso respiraba con una cadencia tranquila. Su pelaje dorado brillaba débilmente y la calidez que emanaba de él parecía casi tangible en la gélida atmósfera nocturna.De pronto, un pensamiento fugaz cruzó por la men
Desde el momento en que llegó al Clan, Somali había recibido toda la hospitalidad posible. Nunca le faltó comida, refugio ni abrigo, y los lobos siempre se mostraban dispuestos a responder sus preguntas y enseñarle lo que necesitaba saber para desenvolverse en su nueva vida. Sin embargo, con el paso de los días, comenzó a sentirse inquieta. No quería ser solo una presencia pasiva, alguien que tomaba sin dar nada a cambio. Se negaba a ser una simple espectadora en un mundo que, aunque todavía le resultaba ajeno, empezaba a considerar suyo.Por esa razón, decidió que debía hacer algo útil. No poseía la fuerza natural de los lobos ni la agilidad de aquellos que llevaban toda su vida en el bosque, pero aún así intentó integrarse de la única manera que podía. Al principio, trató de trabajar con cuero, siguiendo las instrucciones de los artesanos del Clan. Después, se animó con la madera, intentando tallar utensilios sencillos, aunque sus manos carecían de la destreza de quienes lo hacían c