Desde el momento en que llegó al Clan, Somali había recibido toda la hospitalidad posible. Nunca le faltó comida, refugio ni abrigo, y los lobos siempre se mostraban dispuestos a responder sus preguntas y enseñarle lo que necesitaba saber para desenvolverse en su nueva vida. Sin embargo, con el paso de los días, comenzó a sentirse inquieta. No quería ser solo una presencia pasiva, alguien que tomaba sin dar nada a cambio. Se negaba a ser una simple espectadora en un mundo que, aunque todavía le resultaba ajeno, empezaba a considerar suyo.Por esa razón, decidió que debía hacer algo útil. No poseía la fuerza natural de los lobos ni la agilidad de aquellos que llevaban toda su vida en el bosque, pero aún así intentó integrarse de la única manera que podía. Al principio, trató de trabajar con cuero, siguiendo las instrucciones de los artesanos del Clan. Después, se animó con la madera, intentando tallar utensilios sencillos, aunque sus manos carecían de la destreza de quienes lo hacían c
El rostro de Freya permaneció impasible por un instante más, antes de que una fugaz chispa de desdén cruzara su mirada.—Esas disculpas deberías ofrecérselas al Alfa, no a mí —espetó con frialdad.Pero en lugar de apartarse, Somali dio un paso adelante. Sus ojos reflejaban algo más que simple arrepentimiento. Había admiración en ellos, un reconocimiento genuino que no intentó ocultar.—Sé que eres increíblemente leal a tu Alfa —dijo con suavidad—. Por eso te lo estoy diciendo a ti.Freya no se movió, pero su expresión se volvió menos severa.—La verdad es que te admiro —continuó Somali—. Eres fuerte en todos los sentidos. No solo físicamente, sino también en carácter, en lealtad. Eres alguien en quien los demás confían, alguien que jamás traicionaría a los suyos.Por primera vez, la guardia de Freya titubeó, aunque solo por un instante. Algo en la franqueza de esas palabras pareció remover una parte de ella que no estaba acostumbrada a ser halagada de esa manera. Tal vez porque no esp
El hombre inclinó ligeramente la cabeza, como si hubiese esperado esa reacción. Su expresión se mantuvo serena, y cuando habló, lo hizo con una voz segura, inundada de una confianza que parecía inalterable.—Mi nombre es Ronan —expuso, observándola con detenimiento—. He escuchado mucho sobre ti. Durante bastante tiempo, tu nombre ha sido el centro de conversación entre los lobos. Tu historia ha provocado todo tipo de murmullos, comentarios y especulaciones. Muchos se preguntan qué es lo que realmente sucedió contigo, y otros simplemente no pueden dejar de hablar de ti.Somali frunció levemente el ceño, desconcertada por aquellas palabras. ¿Especulaciones? ¿Sobre ella? Nunca había considerado la posibilidad de ser objeto de conversación entre los lobos, y menos de que su situación despertara tanta curiosidad.Ronan continuó con la misma tranquilidad, como si estuviera exponiendo un hecho incuestionable.—Dicen que vienes del mundo de los humanos, que has pasado demasiado tiempo entre e
—Eso no tiene sentido —aseveró Somali, luego de tomarse unos segundos para analizar la suposición de Ronan—. ¿Por qué querrían retenerme? No soy de utilidad para ellos. En este momento, ni siquiera soy más que una simple humana, sin poderes, sin habilidades especiales. No puedo transformarme como ustedes. No tengo nada que ofrecerles, nada que los beneficie. No entiendo qué ganarían con mantenerme aquí. Soy solo un obstáculo para ellos, algo sin valor. No tiene lógica que se empeñen en retenerme si no soy más que eso.—Tal vez ellos saben algo sobre ti —alegó—. Algo que podría ser más valioso de lo que imaginas, algo que podría beneficiar a la manada de una forma en la que ni siquiera has considerado aún. Si te mantienen aquí el tiempo suficiente, si logran que te adaptes, que te encariñes con ellos, llegará el día en que no será necesario que te retengan por la fuerza. Ya no tendrán que insistir ni manipular la situación. Tú misma, por voluntad propia, querrás quedarte. Te habrás enc
—Dime de qué se trata esa manera rápida —declaró Somali, ansiosa.Ronan la observó en silencio por unos segundos.—Tienes que morir.Somali parpadeó, aturdida.—¿Qué? —soltó.—No literalmente —aclaró—. Pero debes romperte lo suficiente para que tu cuerpo y tu alma crean que estás al borde de la muerte.Somali cerró los ojos por un instante, y en la oscuridad de su mente, los recuerdos de Nolan la atraparon sin piedad. Recordó sus manos aferrándose a su cuello, los días interminables de dolor, de humillación, de miedo sofocante. Había soportado cada tortura, había sobrevivido a cada castigo. ¿Cómo podía Ronan decirle que debía romperse, cuando ya había sido hecha pedazos tantas veces antes?Apretó los puños, sintiendo cómo las uñas se clavaban en la piel de sus palmas. Ella ya había pasado por eso.—Eso ya lo intentaron —susurró, sin querer realmente decirlo.—¿Qué? —Ronan frunció el ceño.—Me han torturado. Día tras día —admitió, sin poder evitar que su voz se quebrara un poco. No men
La noche cayó silenciosa, como un velo que cubría la habitación de Somali. Las sombras de la luna se deslizaban por las paredes, deformándose con cada parpadeo de la brisa que agitaba las cortinas. Ella yacía sobre el colchón, con los ojos abiertos, incrustados en el techo, incapaz de encontrar el descanso que tanto anhelaba. El peso de sus pensamientos la mantenía atrapada en un estado de vigilia febril, una espiral de incertidumbre que la consumía poco a poco.A unos metros de distancia, Dorian dormía en el tapete que siempre usaba. Él siempre estaba allí, protegiéndola de sus pesadillas y velando por ella incluso en sus momentos de mayor fragilidad. Pero en ese instante, mientras lo observaba en la penumbra, una duda insidiosa se deslizó en la mente de Somali. ¿Por qué nunca le había hablado de aquel método? ¿Por qué había omitido esa posibilidad? Ronan le había dicho que existía una manera rápida, una forma extrema de alcanzar su despertar, algo que no le habían enseñado en sus en
Y así, con una facilidad casi absurda, consiguió que Dorian la guiara hasta la frontera.Durante los siguientes días, Somali prestó atención a cada mínimo detalle mientras él le mostraba los límites del territorio. Memorizó el número de centinelas, el ritmo en el que rotaban, los cambios de guardia. Dorian, sin darse cuenta, le proporcionaba toda la información que necesitaba. Le hablaba sobre la seguridad del Clan con la confianza de quien jamás imaginaría que ella pensaba en escapar.—Esa zona de allá es más densa —explicó él, señalando un punto en la espesura—. La vegetación es un poco más cerrada, lo que hace que el patrullaje sea más difícil, pero igual la vigilamos.Somali se esforzó por no reaccionar. Ahí estaba su salida.—¿Qué hay del otro lado?—El bosque —respondió él sin darle demasiada importancia—. Kilómetros y kilómetros de nada. Si te adentras demasiado, te perderás.Exactamente lo que necesitaba.Pero no podía marcharse todavía. Si se iba demasiado pronto, levantaría
El bosque la estaba devorando poco a poco, no físicamente, sino mentalmente. Su identidad, sus pensamientos, la idea misma de quién era comenzaba a disolverse en el vacío de los días sin sentido.En la quinta noche, las sombras comenzaron a susurrarle.No eran palabras claras, pero estaban ahí, entre las ramas, entre los ruidos del bosque.A veces era la voz de Dorian."Vuelve."Otras, la de Nolan."Todo es culpa del Alfa Inmortal."Tapó sus oídos, apretó los ojos y se dijo a sí misma que todo era un delirio. Pero el problema con los delirios es que, cuando el hambre y la desesperación los alimentan, se convierten en realidad.Y entonces, en la sexta noche, algo dentro de ella cedió.Dejó de pensar en su nombre, en su historia. Dejó de preguntarse quién era. Solo sabía que tenía frío, que tenía hambre, que algo dentro de ella rugía, exigiendo liberación.—No quiero seguir haciendo esto —susurró, con la boca llena de tierra y el cuerpo cubierto de raspones.Se dejó caer en la hojarasca