La cordura se desmoronaba en su mente como una estructura vieja que se derrumba bajo el peso del tiempo y el abandono. El hambre, el frío y el agotamiento la habían reducido a una criatura primitiva, apenas consciente de su propia existencia. Ya no pensaba con claridad, ya no razonaba como lo haría un ser humano. La supervivencia dejó de ser un plan y se convirtió en un instinto desesperado.Comía lo que encontraba.Insectos atrapados entre la corteza de los árboles, larvas que se retorcían en la madera podrida, raíces amargas que arrancaba con manos temblorosas y metía en su boca sin preocuparse por el sabor o la textura. Su cuerpo suplicaba alimento, pero su estómago rechazaba todo lo que no estaba hecho para ser ingerido por alguien como ella. Vomitó más de una vez, pero siguió comiendo. No podía permitirse detenerse.Se arrastraba entre la maleza como un espectro, sucio, rota, con su piel marcada por heridas. El río la había arrastrado lejos, empujándola sin rumbo hasta dejarla en
Su pelaje amarronado estaba erizado de punta a punta, enredado con hojas, barro y sangre. El peso de su propia transformación parecía hundirla en un estado de guerra constante entre la confusión y la necesidad de destruir. Su cola permanecía baja, metida entre sus patas, un vestigio del miedo que aún se aferraba a los huesos que alguna vez fueron humanos. Pero sus orejas, pegadas contra su cráneo, y sus colmillos descubiertos en una mueca de agresividad absoluta, delataban su determinación asesina.No pensaba. No razonaba. Solo reaccionaba.El lobo que la había convertido en esto seguía ahí, moviéndose en círculos, expectante. No la reconocía como su igual, no entendía lo que tenía enfrente. Tampoco ella. La embestida fue brutal, instintiva.Con una velocidad que su cuerpo debilitado jamás habría logrado en su forma humana, la loba saltó sobre la bestia con una ferocidad incontenible. Sus colmillos se hundieron en el cuello de su oponente antes de que este pudiera reaccionar, desgarr
Cuando Dorian finalmente dejó atrás el territorio de Varhallaw, acompañado por un grupo de guerreros curtidos, su única misión era encontrarla. El mundo fuera de sus tierras era vasto, pero él no tenía intención de perderse en él.Siguió su rastro como un cazador tras su presa, con los sentidos agudizados al máximo, con cada músculo de su cuerpo preparado para lo peor. No podía permitirse perderla de nuevo.Los primeros rastros fueron débiles. Trozos de tela enganchados en las espinas de los arbustos, marcas en la tierra que sugerían que alguien había pasado por ahí recientemente. Luego, un aroma familiar. Débil, pero inconfundible. Somali había estado ahí.Luego, siguieron las huellas hasta que llegaron al río.Dorian se detuvo en la orilla, observando el flujo del agua con el ceño fruncido. Había algo mal.Las huellas llegaban hasta el borde, pero no había rastro de regreso, sino que las huellas terminaban allí, como si hubiera saltado.¿Por qué haría algo así?El agua era traicione
Los sentidos de Dorian, tan agudos como los de cualquier bestia, captaban cada detalle con una claridad lacerante. El olor que emanaba de ella era ajeno, una amalgama de sangre, carne desgarrada y muerte. Apenas un leve vestigio del aroma que él conocía se entrelazaba entre toda esa podredumbre, pero era un rastro débil, tan lejano que parecía un eco de algo que había dejado de existir.No se trataba de una transformación común. No era la fusión perfecta entre cuerpo y mente que caracterizaba a su raza. Somali no estaba dentro de esa loba. No había conciencia, no había juicio, no había control. Todo lo que la definía, todo lo que la hacía ella, había desaparecido sin dejar rastro.Era solo una bestia. Un lobo más, dominado por los impulsos más primarios, por el hambre, por el instinto de caza, por la violencia que dictaba la naturaleza. El vacío que se abrió en el pecho del Alfa fue tan abismal que por un momento no supo cómo moverse ni cómo respirar siquiera. No había previsto esto.
Los lobos que lo acompañaban reaccionaron al instante, elevando sus orejas en alerta, esperando sus instrucciones. No tenían idea de lo que sucedía. Ellos tampoco reconocían a Somali en esa criatura, pero al ver la sangre en el pelaje de su líder, estaban listos para hacer lo que fuera necesario.Dorian se sacudió, inhaló con fuerza y se obligó a no titubear.—No vamos a matarla —esa fue una orden. Un decreto absoluto—. Vamos a controlarla. Tenemos que inmovilizarla y llevarla de vuelta a Varhallow.Un breve instante de duda titiló en los ojos de sus guerreros, como si intentaran comprender el motivo de su indulgencia. Pero ninguno cuestionó su decisión. Porque él era su líder. Porque Dorian era el lobo dorado.Y su voluntad era ley.—Traten de no lastimarla, y... tengan cuidado de que ella no los lastime a ustedes —agregó Dorian.No hubo necesidad de insistir más. Los lobos se posicionaron alrededor de Somali en una coreografía calculada, rodeándola en un círculo cada vez más estrech
Dorian sintió el peso de Somali ceder contra él. Sintió cómo su aliento caliente aún rozaba su pelaje, pero su conciencia ya no estaba ahí.Dormía.Un profundo silencio envolvió la escena. Los lobos que lo acompañaban tardaron un par de segundos en procesar lo que acababa de suceder. Pero cuando vieron que la bestia salvaje había sido contenida, finalmente soltaron sus agarres, retrocediendo con cautela.Dorian, por su parte, no se movió al instante.Permaneció allí, con su hocico aún apoyado detrás de su oreja, sintiendo el latido pausado bajo su piel. No había desaparecido. Su Somali seguía viva. Seguía aquí.Ahora solo tenía que encontrar la forma de traerla de vuelta.El cuerpo de Somali yacía sobre la tierra húmeda, con su forma de lobo cubierta de polvo y rastros de la batalla que había librado sin siquiera ser consciente de ello. Dorian permaneció a su lado por un momento más, como si su sola presencia pudiera impedir lo inevitable, como si con solo desearlo pudiera traerla de
El lobo dorado se mantuvo inmóvil unos segundos más, con su atención clavada en la criatura encadenada.Su mirada seguía atrapada en la silueta dormida tras las rejas, como si al apartar los ojos de ella estuviera aceptando una realidad que no quería enfrentar.—Ella es Somali —expuso Dorian, a lo que Zeira sintió un golpe en el pecho.La incredulidad la atravesó como un dardo envenenado. Su mente se negaba a aceptar lo que acababa de escuchar.—No puede ser… —exhaló la doctora—. ¿De verdad es ella?Dorian asintió con lentitud, como si cada movimiento le costara un esfuerzo indescriptible.—Sí —confirmó—. Logró su transformación… pero no de la forma en que queríamos.Zeira sintió cómo su estómago se encogía. Cuántas veces habían hablado de esto. Cuántas veces habían esperado el día en que Somali pudiera abrazar por completo su naturaleza. Pero esto… esto era algo distinto. Algo que no habían previsto.Dorian inspiró hondo, y cuando volvió a hablar, su tono estaba impregnado de una tri
Zeira sintió que algo helado se asentaba en su pecho. Dorian nunca hablaba de ese modo a la ligera. Si consideraba que aquello debía mantenerse en confidencialidad y solo dos personas debían enterarse -no sabía que Saphira ya estaba enterada de lo que Dorian ocultaba-, significaba que la situación era mucho más grave de lo que imaginaba.—¿A qué se refiere? —preguntó la doctora con cautela.Dorian bajó la mirada hacia su herida una vez más, como si en ella se hallara la clave de algo que lo volvía vulnerable.—Somali no es cualquier loba —confesó finalmente—. Ella tiene un poder especial.Las palabras quedaron suspendidas en el aire como un presagio funesto. Zeira sintió una oleada de incredulidad recorriéndola. Somali no había sido más que una joven normal dentro del Clan. Un espíritu fuerte, sí. De voluntad inquebrantable, quizás. Pero nunca se había manifestado en ella nada que sugiriera que fuera diferente a los demás, aparte de que era humana.—¿Un poder especial? —repitió Zeira,