El lobo dorado se mantuvo inmóvil unos segundos más, con su atención clavada en la criatura encadenada.Su mirada seguía atrapada en la silueta dormida tras las rejas, como si al apartar los ojos de ella estuviera aceptando una realidad que no quería enfrentar.—Ella es Somali —expuso Dorian, a lo que Zeira sintió un golpe en el pecho.La incredulidad la atravesó como un dardo envenenado. Su mente se negaba a aceptar lo que acababa de escuchar.—No puede ser… —exhaló la doctora—. ¿De verdad es ella?Dorian asintió con lentitud, como si cada movimiento le costara un esfuerzo indescriptible.—Sí —confirmó—. Logró su transformación… pero no de la forma en que queríamos.Zeira sintió cómo su estómago se encogía. Cuántas veces habían hablado de esto. Cuántas veces habían esperado el día en que Somali pudiera abrazar por completo su naturaleza. Pero esto… esto era algo distinto. Algo que no habían previsto.Dorian inspiró hondo, y cuando volvió a hablar, su tono estaba impregnado de una tri
Zeira sintió que algo helado se asentaba en su pecho. Dorian nunca hablaba de ese modo a la ligera. Si consideraba que aquello debía mantenerse en confidencialidad y solo dos personas debían enterarse -no sabía que Saphira ya estaba enterada de lo que Dorian ocultaba-, significaba que la situación era mucho más grave de lo que imaginaba.—¿A qué se refiere? —preguntó la doctora con cautela.Dorian bajó la mirada hacia su herida una vez más, como si en ella se hallara la clave de algo que lo volvía vulnerable.—Somali no es cualquier loba —confesó finalmente—. Ella tiene un poder especial.Las palabras quedaron suspendidas en el aire como un presagio funesto. Zeira sintió una oleada de incredulidad recorriéndola. Somali no había sido más que una joven normal dentro del Clan. Un espíritu fuerte, sí. De voluntad inquebrantable, quizás. Pero nunca se había manifestado en ella nada que sugiriera que fuera diferente a los demás, aparte de que era humana.—¿Un poder especial? —repitió Zeira,
La atmósfera en la mazmorra era espesa, repleta con el hedor metálico de la sangre y el sudor que impregnaba las paredes de piedra. La humedad se aferraba a la piel, asfixiante y persistente, como si el mismo ambiente pudiera anticipar la gravedad de la conversación que estaba a punto de tener lugar.Dorian, con la piel manchada de sangre y el hombro desgarrado por la mordida de Somali, dejó escapar un gruñido bajo al comenzar su transformación. Su cuerpo, aún en su forma de lobo, se estremeció con violentos espasmos cuando la magia ancestral de su linaje comenzó a actuar, forzando el regreso a su forma humana.Sus huesos crujieron con un sonido que reverberó en aquel sitio, como ramas secas quebrándose bajo una presión descomunal. Sus músculos se contrajeron, reconfigurándose mientras el pelaje dorado se encogía y desaparecía, dando paso a la piel curtida por las innumerables batallas que había librado. El cambio no fue rápido ni indoloro; aunque Dorian había pasado siglos dominando
Después de aquella revelación tan importante, todos quedaron en silencio. Freya, por su parte, entrecerró los ojos, como si intentara asegurarse de que había escuchado bien, de que sus sentidos no le estaban jugando una mala pasada.—Entonces, Alfa… —soltó—. ¿Usted ya encontró a su mate? ¿A la mujer que dejó en el mundo humano?Dorian no apartó la mirada de ella, pero en su postura rígida y en la sutil contracción de su mandíbula se adivinaba la carga de todo lo que había confesado.—Sí, ya la encontré. La loba que dejé en el mundo humano es Somali.Las palabras retumbaron con un eco sombrío dentro de la celda, arrastrando consigo una certeza que parecía hundirse en los huesos de quienes las escuchaban. No era solo la revelación de un vínculo destinado, de un lazo que debía haber sido sagrado desde su origen. Era la confirmación de que el lobo inmortal había cometido el más grande de los errores. Y ahora debía enmendarlo, sin importar el precio.Dorian inclinó ligeramente la cabeza ha
Saphira observó el cuerpo de Somali con atención, buscando cualquier señal de reacción, cualquier mínimo indicio de que su alma la había escuchado. Pero la joven permanecía inmóvil. Encadenada, con gruesos grilletes de hierro ne-gro sujetando sus extremidades, su cuerpo yacía tendido sobre una plataforma de piedra. Estaba despierta, sí, pero su mirada vacía revelaba que no era del todo consciente de lo que ocurría a su alrededor. Sus pupilas, dilatadas y sin enfoque, miraban la nada, como si su mente estuviera atrapada en un abismo insondable.La sacerdotisa se apartó con frustración, sintiendo el peso del fracaso en sus huesos. Había supuesto que, al ser Somali una loba—o al menos tener la esencia de una—el vínculo natural entre los de su especie bastaría para alcanzarla. Pero la realidad era cruel. Somali no tenía conexión mental con otros lobos. Su alma estaba desgarrada, desconectada de su naturaleza.Saphira inhaló profundo y, sin dudarlo, dejó que su forma lobuna se deshiciera e
Frustrada, Saphira decidió entonces recurrir a los sellos sagrados, esos que habían sido utilizados por generaciones de sacerdotes y sacerdotisas para liberar almas atrapadas en cuerpos o mentes confusas. Trazó cada marca con una precisión que solo una sacerdotisa de su rango podía lograr, esperando que el poder de los sellos los ayudara a restaurar la esencia de Somali. Pero al igual que los intentos anteriores, los sellos no surcaron la carne ni tocaron el alma de Somali. La loba seguía atrapada en su caos interior, sin reconocimiento de su pasado ni de la esencia de su ser.Saphira, agotada y llena de frustración, finalmente se acercó a Dorian. Sabía que las posibilidades de traer a Somali de vuelta eran mínimas, pero también sabía que el vínculo entre ellos era profundo, uno que ni siquiera las barreras físicas o mágicas podían romper por completo. —He intentado varias opciones, Alfa. Pero ninguna ha funcionado —expuso.—¿Entonces, qué es lo que vamos a hacer? ¿Qué más puedo hace
Saphira, al principio, dudó de si esta repetición tendría algún efecto. Pero mientras observaba, notó que las reacciones de Somali comenzaban a ser ligeramente diferentes. La loba gruñía menos al escuchar su nombre y sus ojos se entrecerraban como si estuviera tratando de reconocer algo. Era sutil, pero Saphira sabía que algo se estaba moviendo, que algo estaba cambiando.Los días pasaron, y cada vez que Dorian volvía a la mazmorras, le hablaba a Somali de los recuerdos que compartían, de los momentos tranquilos, de la vez que la conoció, las charlas que tuvieron, y entre otras cosas. Saphira veía cómo Somali, aunque aún atrapada en su forma de loba, respondía de maneras pequeñas pero notables. En ocasiones, sus ojos dejaban de ser completamente salvajes, y por un instante, una chispa de reconocimiento brillaba en ellos. Aunque nada de esto era suficiente para revertir por completo su estado, Saphira confiaba en que el vínculo de mate entre Somali y Dorian finalmente haría lo suyo. S
La noche estaba envuelta en un silencio profundo, solo interrumpido por los suaves susurros del viento que acariciaban las hojas de los árboles cercanos. El cuerpo lobuno de Somali dormía pesadamente, aunque no estaba sola. Dorian dormía justo a su lado.Él estaba allí, descansando cerca de ella e irradiando su calor a través de la pequeña distancia que los separaba. Dorian había decidido quedarse a su lado esa noche, había prometido estar allí, como su compañero, como su Alfa, y estaba cumpliendo su promesa. No importaba lo que sucediera, él no se iría. La calidez de su cuerpo era un refugio en medio de la tormenta interna que Somali sentía. A pesar de no poder comprender completamente qué estaba pasando, podía sentir la cercanía de él, una sensación reconfortante y extraña al mismo tiempo. Su presencia la envolvía como una capa de seguridad.Fue entonces cuando lo olió. Primero fue un susurro en su mente, una fragancia familiar que la envolvía como un abrazo cálido, un aroma que nu