—Eso no tiene sentido —aseveró Somali, luego de tomarse unos segundos para analizar la suposición de Ronan—. ¿Por qué querrían retenerme? No soy de utilidad para ellos. En este momento, ni siquiera soy más que una simple humana, sin poderes, sin habilidades especiales. No puedo transformarme como ustedes. No tengo nada que ofrecerles, nada que los beneficie. No entiendo qué ganarían con mantenerme aquí. Soy solo un obstáculo para ellos, algo sin valor. No tiene lógica que se empeñen en retenerme si no soy más que eso.—Tal vez ellos saben algo sobre ti —alegó—. Algo que podría ser más valioso de lo que imaginas, algo que podría beneficiar a la manada de una forma en la que ni siquiera has considerado aún. Si te mantienen aquí el tiempo suficiente, si logran que te adaptes, que te encariñes con ellos, llegará el día en que no será necesario que te retengan por la fuerza. Ya no tendrán que insistir ni manipular la situación. Tú misma, por voluntad propia, querrás quedarte. Te habrás enc
—Dime de qué se trata esa manera rápida —declaró Somali, ansiosa.Ronan la observó en silencio por unos segundos.—Tienes que morir.Somali parpadeó, aturdida.—¿Qué? —soltó.—No literalmente —aclaró—. Pero debes romperte lo suficiente para que tu cuerpo y tu alma crean que estás al borde de la muerte.Somali cerró los ojos por un instante, y en la oscuridad de su mente, los recuerdos de Nolan la atraparon sin piedad. Recordó sus manos aferrándose a su cuello, los días interminables de dolor, de humillación, de miedo sofocante. Había soportado cada tortura, había sobrevivido a cada castigo. ¿Cómo podía Ronan decirle que debía romperse, cuando ya había sido hecha pedazos tantas veces antes?Apretó los puños, sintiendo cómo las uñas se clavaban en la piel de sus palmas. Ella ya había pasado por eso.—Eso ya lo intentaron —susurró, sin querer realmente decirlo.—¿Qué? —Ronan frunció el ceño.—Me han torturado. Día tras día —admitió, sin poder evitar que su voz se quebrara un poco. No men
La noche cayó silenciosa, como un velo que cubría la habitación de Somali. Las sombras de la luna se deslizaban por las paredes, deformándose con cada parpadeo de la brisa que agitaba las cortinas. Ella yacía sobre el colchón, con los ojos abiertos, incrustados en el techo, incapaz de encontrar el descanso que tanto anhelaba. El peso de sus pensamientos la mantenía atrapada en un estado de vigilia febril, una espiral de incertidumbre que la consumía poco a poco.A unos metros de distancia, Dorian dormía en el tapete que siempre usaba. Él siempre estaba allí, protegiéndola de sus pesadillas y velando por ella incluso en sus momentos de mayor fragilidad. Pero en ese instante, mientras lo observaba en la penumbra, una duda insidiosa se deslizó en la mente de Somali. ¿Por qué nunca le había hablado de aquel método? ¿Por qué había omitido esa posibilidad? Ronan le había dicho que existía una manera rápida, una forma extrema de alcanzar su despertar, algo que no le habían enseñado en sus en
Y así, con una facilidad casi absurda, consiguió que Dorian la guiara hasta la frontera.Durante los siguientes días, Somali prestó atención a cada mínimo detalle mientras él le mostraba los límites del territorio. Memorizó el número de centinelas, el ritmo en el que rotaban, los cambios de guardia. Dorian, sin darse cuenta, le proporcionaba toda la información que necesitaba. Le hablaba sobre la seguridad del Clan con la confianza de quien jamás imaginaría que ella pensaba en escapar.—Esa zona de allá es más densa —explicó él, señalando un punto en la espesura—. La vegetación es un poco más cerrada, lo que hace que el patrullaje sea más difícil, pero igual la vigilamos.Somali se esforzó por no reaccionar. Ahí estaba su salida.—¿Qué hay del otro lado?—El bosque —respondió él sin darle demasiada importancia—. Kilómetros y kilómetros de nada. Si te adentras demasiado, te perderás.Exactamente lo que necesitaba.Pero no podía marcharse todavía. Si se iba demasiado pronto, levantaría
El bosque la estaba devorando poco a poco, no físicamente, sino mentalmente. Su identidad, sus pensamientos, la idea misma de quién era comenzaba a disolverse en el vacío de los días sin sentido.En la quinta noche, las sombras comenzaron a susurrarle.No eran palabras claras, pero estaban ahí, entre las ramas, entre los ruidos del bosque.A veces era la voz de Dorian."Vuelve."Otras, la de Nolan."Todo es culpa del Alfa Inmortal."Tapó sus oídos, apretó los ojos y se dijo a sí misma que todo era un delirio. Pero el problema con los delirios es que, cuando el hambre y la desesperación los alimentan, se convierten en realidad.Y entonces, en la sexta noche, algo dentro de ella cedió.Dejó de pensar en su nombre, en su historia. Dejó de preguntarse quién era. Solo sabía que tenía frío, que tenía hambre, que algo dentro de ella rugía, exigiendo liberación.—No quiero seguir haciendo esto —susurró, con la boca llena de tierra y el cuerpo cubierto de raspones.Se dejó caer en la hojarasca
La cordura se desmoronaba en su mente como una estructura vieja que se derrumba bajo el peso del tiempo y el abandono. El hambre, el frío y el agotamiento la habían reducido a una criatura primitiva, apenas consciente de su propia existencia. Ya no pensaba con claridad, ya no razonaba como lo haría un ser humano. La supervivencia dejó de ser un plan y se convirtió en un instinto desesperado.Comía lo que encontraba.Insectos atrapados entre la corteza de los árboles, larvas que se retorcían en la madera podrida, raíces amargas que arrancaba con manos temblorosas y metía en su boca sin preocuparse por el sabor o la textura. Su cuerpo suplicaba alimento, pero su estómago rechazaba todo lo que no estaba hecho para ser ingerido por alguien como ella. Vomitó más de una vez, pero siguió comiendo. No podía permitirse detenerse.Se arrastraba entre la maleza como un espectro, sucio, rota, con su piel marcada por heridas. El río la había arrastrado lejos, empujándola sin rumbo hasta dejarla en
Su pelaje amarronado estaba erizado de punta a punta, enredado con hojas, barro y sangre. El peso de su propia transformación parecía hundirla en un estado de guerra constante entre la confusión y la necesidad de destruir. Su cola permanecía baja, metida entre sus patas, un vestigio del miedo que aún se aferraba a los huesos que alguna vez fueron humanos. Pero sus orejas, pegadas contra su cráneo, y sus colmillos descubiertos en una mueca de agresividad absoluta, delataban su determinación asesina.No pensaba. No razonaba. Solo reaccionaba.El lobo que la había convertido en esto seguía ahí, moviéndose en círculos, expectante. No la reconocía como su igual, no entendía lo que tenía enfrente. Tampoco ella. La embestida fue brutal, instintiva.Con una velocidad que su cuerpo debilitado jamás habría logrado en su forma humana, la loba saltó sobre la bestia con una ferocidad incontenible. Sus colmillos se hundieron en el cuello de su oponente antes de que este pudiera reaccionar, desgarr
Cuando Dorian finalmente dejó atrás el territorio de Varhallaw, acompañado por un grupo de guerreros curtidos, su única misión era encontrarla. El mundo fuera de sus tierras era vasto, pero él no tenía intención de perderse en él.Siguió su rastro como un cazador tras su presa, con los sentidos agudizados al máximo, con cada músculo de su cuerpo preparado para lo peor. No podía permitirse perderla de nuevo.Los primeros rastros fueron débiles. Trozos de tela enganchados en las espinas de los arbustos, marcas en la tierra que sugerían que alguien había pasado por ahí recientemente. Luego, un aroma familiar. Débil, pero inconfundible. Somali había estado ahí.Luego, siguieron las huellas hasta que llegaron al río.Dorian se detuvo en la orilla, observando el flujo del agua con el ceño fruncido. Había algo mal.Las huellas llegaban hasta el borde, pero no había rastro de regreso, sino que las huellas terminaban allí, como si hubiera saltado.¿Por qué haría algo así?El agua era traicione