Durante la cena mis padres le hicieron cientos de preguntas a Ismael, preguntas que iban de lo básico a lo más complejo, preguntas que él respondía con toda la inteligencia de la que era dueño.
Mis padres quedaron sorprendidos por su habilidad y carisma, parecía un niño frío o poco sociable pero una vez que se sentía en confianza era demasiado alegre y relajado.
—Queremos mostrarte algo.
—Claro.
Se pusieron de pie y los seguimos, varias puestas después estaba allí una habitación solo para jugar, llena de todo tipo de juguetes y videojuegos, tenía una pequeña casa allí adentro y el piso era como el cielo, el techo como el espacio y casi parecía que estábamos en otro lugar.
Por primera vez en mi vida, vi a mi padre ponerse de rodillas ante alguien y fue ante mi pequeño.
—Ismael, eres inteligente y sé que comprenderás que esto no compensa el tiempo que estuvimos lejos y no pudimos ser tus abuelos, pero esto es una muestra mínima del amor que sentimos por tu y de lo que estamos dispuestos a dar por ti.
Y de igual manera, por primera vez, vi a Isamael abrazar con tanta naturalidad a una persona, porque él no es precisamente un fan de los abrazos. Mi pequeño se colgó del cuello de su abuelo y le dio un beso, mi pecho parecía estar siendo atravesado por una espina gigante. Y fue el llanto de mi madre lo que me hizo mirar en su dirección, estaba casi desconsolada, pero vi a Paris muy comprometida con apoyarla. Me alegré de que una chica como ella que parecía tan superficial, fuese tan buena y comprensiva.
Sin embargo el demonio de Stan estaba por salir y podía percibirlo, sus ojos, su respiración errática, sus puños blancos.
—Soy Stan, tu tío —lo vi dar largos pasos hasta llegar al lugar donde se encontraba Ismael. Se miraron fijamente y parecía que nada podía alterar esa atmósfera que los estaba envolviendo.
—Soy Ismael.
Stan estiró su mano y se la ofreció a Ismael, que la tomó con igual firmeza y simplemente sonrío, una sonrisa que para Stan fue imposible ignorar y sonreir. Era esa sonrisa que tanto me gustaba ver en él, era esa sonrisa que lo hacía vulnerable, era esa sonrisa que lo convertía en un mortal igual a todos los demás.
—¿Podemos jugar, mamá?
Tome una bocanada profunda de aire y volví a la realidad, mire mi reloj y me di cuenta de que pasaba de las 8 de la noche.
—Lo siento pequeño, son las 9 y sabes que es hora de ir a dormir.
—¿A qué horas se acuesta? —La voz de Stan era casi la de una persona muy curiosa.
—A las 8 en punto debe estar durmiendo en su cama. Tiene una rutina muy estricta.
—¿Tú, siguiendo una rutina? —Pensé que estaba diciéndolo con un aire divertido, pero luego sus ojos fríos y demandantes me indicaron que estaba siendo sarcástico. No pude evitar molestarme y contestar de la manera en que yo siempre suelo contestar.
—Si, idiota. Las personas seguimos adelante, y yo lo hice. Evolucione Stan, no soy la misma niña de siempre aunque tu no seas capaz de verlo.
—No vamos a pelear, este es un momento familiar —mi madre sabía exactamente cómo controlarnos.
Llame a la niñera de Ismael, que se lo llevó luego de que se despidió de todos nosotros.
—Un detalle que no conversamos hoy, quedó pendiente. Los espero en el despacho.
Mi padre nos miró a los dos y la sangre estaba en mi cabeza, quería aplastar a Stan y sus ganas de minimizar a todos a su alrededor.
—Te espero en casa —Paris se despidió, nuevamente estaba siendo casta y elegante para eso, pocas veces se le vio dando muestras de amor muy exageradas. Tal vez por eso Stan estaba con ella, porque es como él.
La vimos retirarse en silencio y ese mismo silencio se volvió incómodo. En el fondo tengo una pequeña idea de lo que mi padre quiere hablar con nosotros y aunque quisiera irme de aquí sé que es imposible de evitar.
—Alice, quiero que sepas que…
—Padre, directo al grano —Stan estaba impaciente, podía notarlo perfectamente.
—Stan, no es fácil para mí pedirles lo que estoy por pedir. Pero es necesario.
—¿De qué se trata? —pregunto intentando verme menos inquieta, pero se que Stan no ha quitado sus fríos ojos de mi.
—Se que tienen una vida muy independiente de su madre y mía, pero cuando en 6 meses anunciamos que serás la representante legal ante la junta, nos van a querer lastimar y eso también tiene que ver con el lugar en el que viven. Entre más unidos nos veamos como familia, menos…
—¡NO! —exclamó molesta y me pongo de pie.
—¡Alice! —la voz de Stan me hace mirarlo y siento como me toma de la mano, tira de mi ligero cuerpo y me sienta nuevamente en el sillón. Pero ese toque, ese mínimo toque, hizo que todo en mi interior ardiera y yo casi me pierdo.
—¿Qué? A ti no te importa porque vives a 10 pasos de la casa de nuestros padres, pero yo necesito mi espacio y eso no es negociable.
—¡¿No es negociable?! ¿Quién te dijo que papá está negociando? eres tan mimada y malcriada que solo piensas en ti, Alice.
—Hija, Stan tiene razón. Es tu hermano mayor y sabe de qué habla, además no eres la única que tendrá cosas que sacrificar.
—¿Qué vas a sacrificar Stan? ¿Poder venir aquí a desayunar sin tener que mover un dedo en esa linda casa que tienes? ¿Qué las mucamas vayan hasta tu casa y la mantengas impoluta, tal como te gusta? o tal vez…
—Alice, no hagas señalamientos sobre lo que no sabes. Tu hermano está comprometido con Paris, se casaran en 5 meses y ya tenían todo listo para irse a hacer su vida como Dios manda, lejos de los padres y si, también en su propio espacio. No eres la única que lo quiere.
Las últimas palabras de mi padre casi no las estoy escuchando, mi mente, mi cuerpo y mi respiración quedaron detenidas cuando escuche la palabra compromiso y casar en la misma oración, mi pecho estaba ardiendo en dolor, mis manos temblaban y las metí entre mis piernas, deje que mis ojos se cristalizaron en frente de ellos y no me importo que me vieran por segundos. Me dolía, me dolía la verdad de saber lo que todo estos años me estuvieron diciendo, Stan había seguido con su vida.
Me puse de pie, haciendo una última locura.
Abracé a Stan tan fuerte como pude, metí mi cabeza en su cuello, extrañaba sentir su piel y ese olor, todo paso en fracción de segundos y las lágrimas cayeron por mis mejillas, como estaba sentado me arrodille frente a él y deje mi mano derecha sobre su mejilla. Con mi labio temblando de dolor y por las lágrimas que salían descontroladas, pronuncie lo mejor que pude lo que se suponía eran unas felicitaciones.
—Felicitaciones, hermanito. Espero que seas muy feliz.
Me levanté tan rápido como pude y antes de salir, dándole la espalda a ambos me detuve en la puerta.
—Si debo quedarme aquí, lo haré. Todo por la familia.
Mi primer ataque de pánico lo tuve a los 7 años, fue Stan quién me ayudó, luego de esos, llegaron muchos más. Y siempre estuvo allí para mi, se que hacerme a la idea de que Stan tiene una vida, una vida propia y aparte de mi es lo normal, es como debían ser las cosas, pero me cuesta porque de alguna manera estar lejos me hizo creer que él estaba igual que yo, solo.Abro la puerta de la que siempre fue mi habitación y enciendo la luz, limpió las lágrimas que salen dolorosas de mis ojos y queman en mis manos que están temblando, lo veo en todas partes.Cada cosa sigue intacta, el cuarto es tan grande que parece un pequeño departamento.Veo las paredes, el piso, la cama, los tendidos, el armario, los posters, miro todo y siendo que todo me está dando vueltas, me sostengo de la cama con fuerza y sin darme cuenta estoy de rodillas en el suelo, llorando de nuevo. Llorando por él.Lloró porque de alguna manera lo deje ir, lloró porque me duele saber que pudo seguir sin mí, lloró porque ante
Nuestras frentes están unidas y el calor de su mano, no me abandona, no entiendo ni sé y tampoco quiero entender ni saber, porque Alice no ha quitado su mano de allí, porque se siente malditamente bien.—¿Stan? ¿Estás aquí? —La voz de Paris hace que Alice me suelte y la magia se rompa por completo.Me siento impotente, verla y tenerla tan cerca, sentirla aunque fuese en una mínima parte de su cuerpo, me llevo al cielo, me llevo al pasado, mis pies se despegaron del suelo y escape por un segundo a ese lugar seguro que eran estar entre sus brazos.—Debo irme —la escucho decir y la veo perderse en medio de los amplios jardines de mi padre.Sin embargo su aroma queda en mi.—¿Por qué sigues aquí? —siento los brazos de Paris rodearme.—Estaba mirando unos detalles de la construcción.—Entiendo —dice Paris, mientras me rodea con sus largos y finos brazos por la espalda.—¿Pero qué? —La conozco muy bien y sé que su escueto comentario viene acompañado de una parte racional que yo no he visto.
Voy caminando por el parque, es un parque bastante alejado de la bulliciosa y caótica ciudad, cada día que salía del colegio venía hasta acá para tener algo de paz y calma. Fue doloroso venir, pero necesario. De esa manera evitaba destruirme de maneras menos ortodoxas, como vomitar todo lo que comía o golpearme el cuerpo con mis propias manos, todo para sentirme menos sucia.Porque en esa época de mi vida, siempre me culpe de todo lo que me había sucedido.Inclusive cuando los terapeutas que pagaba Stan a escondidas de nuestros padres, me decían que no.Venir y pararme frente al lago y lanzarle comida a los patos me daba cierta paz que no encontraba ni siquiera en sus brazos. Tal vez porque estaba sola y no tenía miedo, aquí en este lugar no tengo miedo, me siento en la banca que siempre me sentaba y sonrío recordando a Aiden. Sus finos modales y la gracia con la que me hablaba eran admirables, parecía que nada le daba pena y a nada le tenía miedo.Excepto claro, a Stan, que siempre e
Regreso tan pronto rápido como puedo a casa, llego agitada y con lágrimas en mi rostro, lastimosamente el primero con el que me topo es Stan, que al verme tan agitada se acerca preocupado, limpia las lágrimas de mis mejillas y le pide a los empleados que me traigan agua.—Alice, debes calmarte. ¿Qué sucede?—Es… Es Aiden… Él… Dios, ¿cómo pude ser tan estúpida? No debí regresar nunca.—¡Alice! ¡Alice! Mírame —sé que Stan me llama, pero tengo los ojos fijos en la nada, estoy pensando demasiadas cosas al tiempo y sin duda la posibilidad de que Aiden me quite al único rayo de luz que existe en mi vida.—Tengo que hacer algo, no puedo dejar que…—¿Qué hizo Aiden? ¿Qué te hizo? —la última pregunta entra en mi pecho y lo atraviesa, allí es donde me doy cuenta que si algo va a suceder es por mi culpa y nada más, no es culpa de nadie más que mía.—Aiden es bueno y lo sabes Stan —le digo mientras cierro los ojos y niego con mi cabeza, veo que me extiende el vaso de agua y lo bebo—. El siempre h
Estaba frente a la casa de la familia Harper, las rejas eran tan imponentes como las de la casa en la que yo había crecido. No sabía si me dejarían entrar luego de anunciar mi llegada, habían pasado dos días desde mi encuentro en el parque con Alice. Casi parecía que los años no habían pasado, sus ojos brillaban con esa chispa que me había enamorado desde el primer día que la vi, allí mismo sentada y lanzando comida a los patos.Cuando las rejas se abren, para que podamos ingresar a la enorme propiedad, mi corazón late muy deprisa. No sé qué va a suceder.Al bajarme del auto, veo en la puerta al señor Harper, con esa sonrisa tan amable y cálida de siempre.—Aide, hijo, que placer volver a verte luego de tantos años.—Señor Harper, es un gusto verlo.—No me digas señor, sabes que puedes llamarme por mi nombre.—Gracias por la confianza.—Sigue, sigue. Tenemos mucho que conversar.Ingresamos y la casa es muy diferente, pasamos por las puertas y reconozco la que era la habitación de Alic
Cuando vi entrar a Aiden a la piscina, me imagine lo peor, busque a mi pequeño y lo tomé en brazos, me aferre con fuerza a su frágil cuerpo, pero luego me di cuenta que Aiden estaba calmado y venía solo, así que no iba a intentar una locura allí mismo.Sentí como sus ojos recorrieron mi cuerpo, me sentí como una adolescente y algo en mi interior se calento, 4 años sin sexo y sin ser tocada por un hombre, estaban pasando factura.Con Aiden y Stan a mi alrededor, tal vez sería cuestión de tiempo para caer en las redes de alguno de ellos dos. Estaban jugando sucio conmigo y yo soy demasiado débil.Verlo hablar con Ismael, fue fascinante, tienen la misma actitud, honestos y francos al hablar, lo que para los demás parece una ofensa para ellos no es más que un mal chiste. Tiene más cosas en común de lo que yo misma podía recordar y sobre todo esa sonrisa tan tranquila.Pregunté por Stan, que también había entrado a la piscina y me dijeron que había decidido salir a tomar el almuerzo con Pa
La noche llega a mis ojos, estoy sentada en una silla frente a la ventana, tengo una taza de té entre mis manos y contemplo desde mi habitación la única luz encendida en la casa de Stan, son casi las 12 de la noche, tengo que madrugar para iniciar con mi entrenamiento, pero no puedo dormir.Estoy mal de la cabeza y lo sé, pero de mi cabeza no sale la imagen de Stan sobre mi, sus labios casi los puedo seguir sintiendo. Mi pecho se acelera, pero entonces esos labios se cruzan con los de Aiden, que son casi como un algodón, cierro mis ojos y no puedo evitar fantasear con besarlos y estar de nuevo entre sus brazos.Tomó una bocanada de aire y mis recuerdos son más fuertes, me voy hasta esa noche en la que salí de aquí y aprieto con algo de fuerza las sabanas.Muerdo mis labios y aprieto mis piernas, me quedo en esa posición, buscando un poco de calma, pero no la encuentro. Simplemente no puedo sacar los recuerdos de Stan desnudo debajo mío, no puedo olvidar esos tatuajes tan bien cubierto
—¿Qué haces aquí?—Llevas dos semanas sin ir a terapia.—¿Y? —digo ya fastidiado.—No puedes faltar y lo sabes —lo escucho suspirar, está cansado y yo igual—. Aunque te hagas el desentendido.—No, no te equivoques. No puedo faltar porque tu así lo quieres. Pero no necesito ir a terapia.—Eso no dice tu terapista.—Y nunca te va a decir lo contrario, pagas una alta suma de dinero. Eres como un cajero automático para esa mujer.—Aiden, hijo. Es por tu bien. Es porque te amamos, tu madre está preocupada y ahora más.—¿Por qué?—Alice regresó.—¿Y?—Y eso no es bueno para ti, para nadie en la familia en realidad.—¿Qué tanto sabes de su regreso? —pregunto intrigado, aunque ya se la respuesta, conozco a mi padre perfectamente y es más controlador que yo.—Aiden —me dice de manera recriminatoria.—Papá —le digo aburrido y mirando por la ventana de mi apartamento.—No queremos volver a pasar por lo mismo, no lo mereces. Ni tu, ni tu madre, ni mucho menos yo.—Ya sé que soy una carga para ust