3. MI ESPACIO.

Durante la cena mis padres le hicieron cientos de preguntas a Ismael, preguntas que iban de lo básico a lo más complejo, preguntas que él respondía con toda la inteligencia de la que era dueño.

Mis padres quedaron sorprendidos por su habilidad y carisma, parecía un niño frío o poco sociable pero una vez que se sentía en confianza era demasiado alegre y relajado.

—Queremos mostrarte algo.

—Claro.

Se pusieron de pie y los seguimos, varias puestas después estaba allí una habitación solo para jugar, llena de todo tipo de juguetes y videojuegos, tenía una pequeña casa allí adentro y el piso era como el cielo, el techo como el espacio y casi parecía que estábamos en otro lugar.

Por primera vez en mi vida, vi a mi padre ponerse de rodillas ante alguien y fue ante mi pequeño.

—Ismael, eres inteligente y sé que comprenderás que esto no compensa el tiempo que estuvimos lejos y no pudimos ser tus abuelos, pero esto es una muestra mínima del amor que sentimos por tu y de lo que estamos dispuestos a dar por ti.

Y de igual manera, por primera vez, vi a Isamael abrazar con tanta naturalidad a una persona, porque él no es precisamente un fan de los abrazos. Mi pequeño se colgó del cuello de su abuelo y le dio un beso, mi pecho parecía estar siendo atravesado por una espina gigante. Y fue el llanto de mi madre lo que me hizo mirar en su dirección, estaba casi desconsolada, pero vi a Paris muy comprometida con apoyarla. Me alegré de que una chica como ella que parecía tan superficial, fuese tan buena y comprensiva.

Sin embargo el demonio de Stan estaba por salir y podía percibirlo, sus ojos, su respiración errática, sus puños blancos.

—Soy Stan, tu tío —lo vi dar largos pasos hasta llegar al lugar donde se encontraba Ismael. Se miraron fijamente y parecía que nada podía alterar esa atmósfera que los estaba envolviendo.

—Soy Ismael.

Stan estiró su mano y se la ofreció a Ismael, que la tomó con igual firmeza y simplemente sonrío, una sonrisa que para Stan fue imposible ignorar y sonreir. Era esa sonrisa que tanto me gustaba ver en él, era esa sonrisa que lo hacía vulnerable, era esa sonrisa que lo convertía en un mortal igual a todos los demás.

—¿Podemos jugar, mamá?

Tome una bocanada profunda de aire y volví a la realidad, mire mi reloj y me di cuenta de que pasaba de las 8 de la noche.

—Lo siento pequeño, son las 9 y sabes que es hora de ir a dormir.

—¿A qué horas se acuesta? —La voz de Stan era casi la de una persona muy curiosa.

—A las 8 en punto debe estar durmiendo en su cama. Tiene una rutina muy estricta.

—¿Tú, siguiendo una rutina? —Pensé que estaba diciéndolo con un aire divertido, pero luego sus ojos fríos y demandantes me indicaron que estaba siendo sarcástico. No pude evitar molestarme y contestar de la manera en que yo siempre suelo contestar.

—Si, idiota. Las personas seguimos adelante, y yo lo hice. Evolucione Stan, no soy la misma niña de siempre aunque tu no seas capaz de verlo.

—No vamos a pelear, este es un momento familiar —mi madre sabía exactamente cómo controlarnos.

Llame a la niñera de Ismael, que se lo llevó luego de que se despidió de todos nosotros.

—Un detalle que no conversamos hoy, quedó pendiente. Los espero en el despacho.

Mi padre nos miró a los dos y la sangre estaba en mi cabeza, quería aplastar a Stan y sus ganas de minimizar a todos a su alrededor.

—Te espero en casa —Paris se despidió, nuevamente estaba siendo casta y elegante para eso, pocas veces se le vio dando muestras de amor muy exageradas. Tal vez por eso Stan estaba con ella, porque es como él.

La vimos retirarse en silencio y ese mismo silencio se volvió incómodo. En el fondo tengo una pequeña idea de lo que mi padre quiere hablar con nosotros y aunque quisiera irme de aquí sé que es imposible de evitar.

—Alice, quiero que sepas que…

—Padre, directo al grano —Stan estaba impaciente, podía notarlo perfectamente.

—Stan, no es fácil para mí pedirles lo que estoy por pedir. Pero es necesario.

—¿De qué se trata? —pregunto intentando verme menos inquieta, pero se que Stan no ha quitado sus fríos ojos de mi.

—Se que tienen una vida muy independiente de su madre y mía, pero cuando en 6 meses anunciamos que serás la representante legal ante la junta, nos van a querer lastimar y eso también tiene que ver con el lugar en el que viven. Entre más unidos nos veamos como familia, menos…

—¡NO! —exclamó molesta y me pongo de pie.

—¡Alice! —la voz de Stan me hace mirarlo y siento como me toma de la mano, tira de mi ligero cuerpo y me sienta nuevamente en el sillón. Pero ese toque, ese mínimo toque, hizo que todo en mi interior ardiera y yo casi me pierdo.

—¿Qué? A ti no te importa porque vives a 10 pasos de la casa de nuestros padres, pero yo necesito mi espacio y eso no es negociable.

—¡¿No es negociable?! ¿Quién te dijo que papá está negociando? eres tan mimada y malcriada que solo piensas en ti, Alice.

—Hija, Stan tiene razón. Es tu hermano mayor y sabe de qué habla, además no eres la única que tendrá cosas que sacrificar.

—¿Qué vas a sacrificar Stan? ¿Poder venir aquí a desayunar sin tener que mover un dedo en esa linda casa que tienes? ¿Qué las mucamas vayan hasta tu casa y la mantengas impoluta, tal como te gusta? o tal vez…

—Alice, no hagas señalamientos sobre lo que no sabes. Tu hermano está comprometido con Paris, se casaran en 5 meses y ya tenían todo listo para irse a hacer su vida como Dios manda, lejos de los padres y si, también en su propio espacio. No eres la única que lo quiere.

Las últimas palabras de mi padre casi no las estoy escuchando, mi mente, mi cuerpo y mi respiración quedaron detenidas cuando escuche la palabra compromiso y casar en la misma oración, mi pecho estaba ardiendo en dolor, mis manos temblaban y las metí entre mis piernas, deje que mis ojos se cristalizaron en frente de ellos y no me importo que me vieran por segundos. Me dolía, me dolía la verdad de saber lo que todo estos años me estuvieron diciendo, Stan había seguido con su vida.

Me puse de pie, haciendo una última locura.

Abracé a Stan tan fuerte como pude, metí mi cabeza en su cuello, extrañaba sentir su piel y ese olor, todo paso en fracción de segundos y las lágrimas cayeron por mis mejillas, como estaba sentado me arrodille frente a él y deje mi mano derecha sobre su mejilla. Con mi labio temblando de dolor y por las lágrimas que salían descontroladas, pronuncie lo mejor que pude lo que se suponía eran unas felicitaciones.

—Felicitaciones, hermanito. Espero que seas muy feliz.

Me levanté tan rápido como pude y antes de salir, dándole la espalda a ambos me detuve en la puerta.

—Si debo quedarme aquí, lo haré. Todo por la familia.

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