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2. EL HOMBRE DE NEGRO.

VALESKA

Durante cuatro años tuve que continuar trabajando sin parar, mi abuela tuvo que vender sus dos propiedades más grandes en las afueras de Copenhague y tuvimos que trasladarnos a un pequeño apartamento en la ciudad, era cómodo y cálido y lo manteníamos con cuidado. Los gastos médicos de mi abuela no paraban y Jonella prácticamente había vaciado sus cuentas, la venta de las casas nos alcanzó para vivir por un tiempo y para el costoso tratamiento de mi abuela y su tan necesitado corazón.

Mi trabajo como mesera me permitía estudiar en la universidad algunas pocas materias que podía pagar. 

Mi vida se había vuelto una rutina estudiar, trabajar y llevar a mi abuela a sus controles médicos, tratamientos y exámenes.

—Hoy tienes tus exámenes.

—Sí abuela y mañana tengo una entrevista de trabajo para hacer algo parecido a unas prácticas.

—Debemos ahorrar, necesitarás ropa adecuada para...

—No te preocupes, no voy a renunciar al trabajo en la cafetería, solamente voy a cambiar el turno al de la noche y tendremos dos ingresos.

—Valeska mi niña, no puedes seguir sacrificando tu vida de esta manera.

—No es nada de eso abuela, es lo que mereces.

Por mi cabeza pasaba una loca idea, que no parecía tener norte o sur, pero no perdía nada con intentar.

—Abuela, este fin de semana te van a internar. Te vas a quedar sola.

—Si hija, sé que tienes que trabajar.

—Así es —le dije mientras le daba un dulce beso. Aquello era más bien una mentira piadosa, pero necesaria.

¿Acaso no estábamos los adultos destinados a mentir para obtener lo que queríamos?

No me gustaban las mentiras, pero si era necesario por mi abuela, estaba dispuesta.

Dejé a mi abuela en el hospital este sábado en la mañana, tomé el auto que pocas veces conducía y me dirigí hasta Noruega, allí en Oslo vivía Janella en una lujosa vida. Fueron casi 9 horas de viaje que resistí como mejor pude, con la poca comida que logré empacar, pues tuve que dejar prácticamente todo el dinero para mi abuela.

La casa era más grande de lo que la recordaba y solo me había ido por 4 años. Había más personas trabajando allí que la última vez que estuve al servicio de ellas dos y Derik.

—¿A quién busca? —me pregunto ese hombre con un tono demasiado arrogante.

—Dígale a Jonella que su hija Valeska está aquí.

El hombre dudo por breves instantes pero luego hizo la llamada y las rejas se abrieron para mí, por primera vez no tenía miedo de enfrentar a ese monstruo, su horrible hija o nada que se atravesara entre mi camino y el dinero que habían dejado mis padres para mi y que podía salvar a mi abuela.

La casa había cambiado también, las cosas aunque lujosas, gritaban excentricidad y eso era horrible, me arrodille y toque el piso de madera, aún era ese negro que mi madre tanto amaba, deje escapar una sonrisa y la salude. Aún en mi dolor y miseria, me gustaba imaginar que mis padres seguían conmigo, aunque no estaban a mi lado, tal como me lo había explicado mi abuela.

—Aún eres una arrodillada —la voz de Ragna hizo que me pusiera de pie y sonreí sin mostrarlo, porque al estar frente a frente me di cuenta que siempre fui ligera pero notoriamente más alta que ella.

—Y tú una invasora.

—¡Respeta mi casa! —La voz severa de Jonella hizo eco en el lugar.

—No es tu casa, es mía. Pero parece que te gusta vivir de ilusiones así que diré que es tuya, porque no vengo por esto.

—¿Entonces a qué vienes? —me miraba severamente desde la parte alta de la escalera.

—Vengo por el dinero que me dejaron mis padres, lo necesito.

—¿Para gastarlo en que? —sonrió y lentamente fue bajando los escalones sin quitarme los ojos de encima.

—No es problema tuyo, puedo hacer con ese dinero lo que quiera desde que tengo 18.

—Y sin embargo tienes 21 y hasta ahora vienes.

—La abuela está enferma, te deje cientos de mensajes, correos y llamadas. Su corazón está fallando y...

—¿Y entonces para qué desperdiciar dinero en una vieja moribunda? —sus palabras fueron dolorosas, ¿que clase de monstruo era esta mujer? que no se compadece con el enfermo que un día la recibió con los brazos abiertos.

—Es mi abuela, es mi dinero. Lo quiero para ella. 

—No voy a dejar que lo desperdicies de esta manera.

—No es tu problema en que lo gasto.

—¡Claro que lo es! —advirtió severamente— Por eso tu padre lo dejó para mi, para cuidar que no lo gastaras mal. 

—Mi abuela lo necesita, eso no es gastarlo mal.

—No —cedió un poco con una sonrisa y poniendo sus afiladas uñas rojas en mi rostro, para moverlo de lado a lado. Me estaba analizando, luego miró a Ragna, pero continuó—. Pero tampoco es una inversión, cuando tu abuela gaste todo en tratamientos y al final igualmente muera ¿de qué vas a vivir?

—De mi trabajo, se trabajar.

—¡Valeska, Valeska, Valeska! Soñadora como tu madre e ingenua como tu padre.

¿Acaso ella conoció a mi madre?

—No hables de ellos, o...

—¿O qué? —estás en mi casa, no lo olvides.

Dos hombres jóvenes y apuestos se acercaron a mi previniendo algún acto imprudente que no iba a cometer.

—Jonella, por favor dame al menos la mitad, es para la abuela. Ya no tengo demasiados ahorros y...

—Ven mañana. A esta hora y tendrás un trato.

—¿Un trato?

—Así es, ahora vete niña. Tu rostro feo me perturba —mis manos se movieron incómodas hasta mi cara y salí de allí.

No tenía donde pasar la noche y tampoco podía pagar un hotel, no tenía dinero ni para comer un pasabocas ligero, así que decidí aparcar frente a un gran supermercado. Me cubrí con la manta que mantenía dentro del auto para mi abuela y cerré mis ojos intentando conciliar el sueño, sin embargo minuto a minuto el lugar se llenó de ruido y varios autos tenían la música en un volumen exagerado, se escuchaba a la gente vitorear y chiflar, la curiosidad le gano a la prudencia y camine hasta ellos.

Había al menos 20 autos todos con la música altísima, chicas casi desnudas en ese penetrante frío de Oslo.

Me moví con cuidado de no molestar a nadie, pero choque contra una espalda dura y tras varios traspiés, una mano rodeó mi cintura antes de tocar el piso.

—¿Eres ciega o soy demasiado pequeño para ti, que no me viste? —una voz masculina y algo ronca hablo.

Sin embargo no quise levantar mis ojos y ver su rostro. Me liberé como pude y corrí de vuelta a mi auto, no quería problemas y sabía que ese lugar significaba problemas.

Justo antes de abrir la puerta de mi auto, una mano grande y llena de tatuajes la cerró.

—¿No tienes modales? —era el hombre que había evitado que me cayera.

—No te debo explicaciones —intente abrir la puerta de nuevo, pero su mano no me dejo.

—Eres una niña muy linda y fina, para un lugar y un auto como este —¿Cómo podía detallar tanto sin mirarme a los ojos?

—Déjame subir a mi auto.

—Mírame.

—No tengo porque.

—Mírame.

—¡Jodete! —le grité.

—Una boquita sucia, con una carita linda —parecía disfrutar molestarme.

Estaba a punto de girar mi cuerpo y lanzarle una bofetada para quitarmelo de encima. Pero un grito me salvó de aquel vergonzoso acto.

—Déjeme en paz, por favor.

—Mírame y me iré.

Gire mi cuerpo con cautela y me di cuenta que el aspecto de ese hombre no iba acorde con el lugar, un traje completamente ngegro, camisa blanca con corbata, unas mancuernas con iniciales I. I. Dos i. 

Pero justo cuando estaba por llegar a su rostro, lo llamaron.

¿Qué hace un hombre tan fino y elegante en un lugar como ese? 

—Te salvo un angelito, niña linda. Quiero que sigas aquí para cuando acabe con este asunto, no tardaré ni 5 minutos, lo prometo. Pero contigo tal vez tarde toda la noche —susurro con sus labios demasiado cerca a mis oídos y pude sentir perfectamente ese aliento a licor y cigarrillo. 

Mi estómago subió hasta mi garganta y por instinto mordí mi labio, pero no dije nada. No podía hablar tampoco.

Sentí que sus pasos se alejaron de mí y abrí la puerta, con prisa encendí el auto y me moví hasta un lugar cerca a la que un día fue mi casa, esperando paciente y tristemente el amanecer.

—¿No conoces los baños?

—Jonella vengo por mi dinero, no para que me des clases de aseo personal —las ojeras, el hambre y el frío  estaban acabando con mi paciencia.

—Siéntate querida mía —tanta dulzura nunca la había visto de su parte para conmigo.

Y justo cuando estaba por tomar asiento, los gritos de Ragna venían llegando por el pasillo, se oía a varios hombres también, luego el estruendo de algo quebrándose en el piso y silencio.

—¡MAMÁ! —grito Ragna  su voz resonó chillona por la casa. Nos miramos y en sus ojos como siempre solo había tristeza.

Mi inofensiva hermanastra Ragna estaba envuelta en una sábana, evidentemente desnuda por toda la ropa que estaba regada por la habitación que un día había sido mía, ya solamente era un recuerdo. Mientras que Derik tenía del cuello a un joven de nuestra edad.

—¿Qué hiciste Ragna?

—Madre, yo amo a Aren y es algo que no puedo evitar —su llanto era tan falso que aburría.

—¿Ahora qué vamos a hacer, Jonella? —por primera vez vi a Derik molesto, realmente molesto, pero también preocupado—. Esto es culpa tuya, te dije que no... —soltó al muchacho que cayó de rodillas y tosía con debilidad para poder volver a respirar—. Los Isaken van a querer el pago de su deuda y esta niña se está revolcando un día antes con otro hombre.

—¡Ya me casé! —grito Ragna y todo se quedó en silencio. 

—¡¿Qué?! Es imposible Ragna tu y yo... —el pobre chico ahora estaba pálido, mientras intentaba vestirse.

—El pago a los Isaken ya está —dijo Jonella señalando a mi prima Ragna—, tu, encargate de que nadie se entere de la desvergüenza que nos acabas de hacer pasar.

—¿Con que le piensas pagar? —pregunto de nuevo y muy insistente Derik.

—Con Valeska, después de todo este niño —señalo al chico que ya estaba vestido—, vale más que el vago e inútil hijo menor de los Isaken, solo lo casan para intentar controlar la bestia salvaje que es y no voy a sacrificar a mi hermosa hija por nada, por un hombre como ese que no vale la pena —me miró y sus ojos eran como afilados cuchillos de hielo—. ¿Quieres el dinero para tu abuela? te lo daré, mañana te espero aquí a las 10 de la mañana. Tendrás que obedecerme una vez más, Valeska.

Mi cuerpo estaba frío y mis pies caminaron solos, ya me sabía el camino a la puerta, así que solamente tenía que salir de allí, conducir de nuevo a Copenhagen y pedir un préstamo, otro, Tal vez los bancos tendrían piedad de mí y yo conseguiría un buen trabajo en una linda oficina y mi abuela mejoraría con su impagable tratamiento.

¿A quién trataba de engañar? Era una ilusión a largo plazo y el tratamiento mi abuela lo necesitaba enseguida.

Tenía dos opciones, dejar morir a mi abuela o hacer un sacrificio más. Sólo uno y esperar lo que el destino quisiera de mi. 

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