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4. UN CIGARRILLO EN UNA IGLESIA.

Entonces mi amada madrastra, tan dulce y amable como siempre sostenía entre sus manos un objeto que yo conocía muy bien y que había sido mi más grande tormento.

—¿Qué haces? —«No dejes que te tiemble la voz, Valeska»

—Solamente te quiero recordar que nada puede salir mal hoy.

—No es necesario que me amenaces. Ya no soy la niña que se dejaba golpear por ti, Jonella.

—Eso está por verse.

Ragna entró al estudio que era de mi padre y ahora parecía el lugar más rosado del mundo, con impresiones doradas por doquier y un asqueroso olor a flores. Cerró la puerta y se acercó hasta mí con una sonrisa socarrona que en otra ocasión hubiese disfrutado borrar.

—¿Ya le dijiste? —pregunto soberbia y mirando a su madre.

—Estoy por hacerlo —suspiro y me miró—. Querida Valeska, la situación es muy sencilla. Tu debes cumplir con un contrato por cerca de un año y luego serás libre.

—No vine aquí por un contrato, Jonella, vine por mi dinero. El que mi padre me dejó.

—Y te lo voy a entregar —casi sentí que podía respirar de nuevo—. Pero no ahora.

—No me puedes hacer eso, mi abuela está en el hospital y yo tengo que...

—¡Escuchame, insolente! —El objeto que tenía en su mano era una vara de madera muy delgada, con la que me golpeaba cada vez que yo no hacía las cosas como ella quería—. Si quieres tu dinero, me vas a obedecer, te daré adelantos cada mes, como una pensión y lo usaras a tu gusto y placer. Si quieres perder tu dinero en esa anciana decrépita, por mí está bien.

—¿Por qué no puedo tener mi dinero en totalidad? ¿Lo perdiste? —la estaba acusando.

—Ya te dije que es por tu bien. Si te entrego todo el dinero, tu vas a desperdiciarlo en esa mujer.

—¡Pero eso es problema mío! —me puse de pie y sentí el golpe sobre mi brazo derecho, allí lanzó esa vara de madera que con un golpe podía cortar la piel.

—¿Lo tomas o lo dejas? —estiró de nuevo la vara en dirección a mi rostro y aunque quería llorar, no hice ningún movimiento.

—¿De qué se trata el contrato? —pregunte ya con mi orgullo herido y resignada a que era la única manera rápida y fácil de obtener dinero para salvar a mi abuela.

—Debes casarte hoy con el hijo menor de los Isaken —ese apellido, lo recordaba por alguna razón, pero no tenía claro porque—. Son los hombres más ricos de todos los países Nórdicos juntos, tienen mucho poder y...

—No. No me voy a casar con nadie —el siguiente golpe llegó y dio en el mismo lugar que el anterior. Jonella quería abrirme la piel, eso era lo que hacía cuando yo era una niña, me golpeaba una y otra vez en el mismo lugar.

—No tienes dinero.

—Te voy a...

—Tampoco tienes poder legal para quitarme nada y mucho menos recursos para contratar a un abogado, las deudas de los hospitales te están apremiando y los bancos no te van a dar más dinero.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó asombrada.

—Estaba adivinando y me alegra saber que tengo razón —mordí mi boca por dentro y no sabía qué hacer. Pero tampoco le creía que aquello era una mera casualidad o que estaba adivinando.

—Jonella, por favor —estaba suplicando a esa desgraciada. 

—Ni aunque te arrodilles te voy a dar un solo centavo.

Los segundos pasaron y los minutos llegaron con su andar, el tiempo no era algo con lo que las personas podíamos jugar, pero el tiempo estaba jugando en mi contra.

—¿Por cuanto tiempo debo estar casada? —ya estaba resignada y mi cabeza inclinada, nuevamente estaba sometida a su voluntad.

—Un año, máximo, pero deberían ser meses —esta vez fue Ragna la que hablo—. Mirale el lado bueno, al menos te liberas de mi… de nosotras —y la risa estruendosa, que siempre odie, llegó.

—No pienso cumplir deberes maritales, ni dormir junto a ese hombre.

—Deben vivir juntos, pero no tienes que hacer nada que no quieras. Esto es solo por las apariencias.

—¡No puedo vivir aquí! Mi abuela, ella está...

—Eres tan aburrida, Valeska —Ragna dio un bostezo y dio varios pasos con sus finos tacones hacía mi—. Solo tienes que dejar a la vieja por unos meses, puedes visitarla los fines de semana o pedir un traslado del hospital hasta acá. Cumples con tu parte, tu abuela se cura y tienes tu dinero. ¿No es tan fácil de entender? —Sus ojos me estaban diciendo algo más.

Ragna tenía razón, había soluciones, pero no garantías.

—Quiero que me asegures que me vas a dar el dinero mes a mes, para poder pagar las cuentas del hospital.

—Tienes mi palabra.

—Y eso no vale nada, una vez dijiste que me ibas a cuidar y...

—¡Y es lo que estoy haciendo, malagradecida! —El tercer golpe llegó y la ligera blusa que llevaba puesta se rasgó, dejando salir un hilo de sangre.

—Madre, no seas bruta —Ragna le recrimino y al fin le quitó esa arma—. No podemos llevarla al altar en esas condiciones —para ese momento estaba llorando silenciosamente, como había aprendido a llorar desde hacía mucho tiempo. Ragna se acercó a mí, pero con cautela. 

—Tienes razón, mi princesa. Tan inteligente como siempre —Jonella se sentó de nuevo.

—Valeska, para que veas que en mi corazón ahí compasión, yo misma te ayudare a maquillar y peinar y te prestaré uno de mis vestidos, el más blanco que tenga —Ragna parecía realmente tierna y buena, bajo esa capa de crueldad que solía cargar.

—Antes de ir con Ragna, necesito mis garantías.

—¿Qué quieres? —Jonella suspiraba de aburrimiento.

—Si me estas casando a mi, es porque no quieres casar a Ragna —finalmente obtuve toda su atención—. No soy tan tonta como crees, así que si durante este tiempo te atrasas con mi dinero un solo día, arruinó lo que sea que tienes pensado hacer a esa familia, te voy a exponer, Jonella.

—Finalmente tienes mi atención, Valeska. Te aseguro que aunque esto es una amenaza y no lo voy a soportar, el 5 de cada mes tendrás dinero suficiente para tu abuela.

—De acuerdo.

No dije nada más, porque no tenía ganas de hablar con nadie, solamente quería ir y firmar el puto contrato que decía que estaba casada, el vestido blanco y el maquillaje eran solamente una fachada y una cosa completamente innecesaria para lo que era un trámite nada más.

Sin embargo Ragna se esforzó demasiado y no podía negarlo, frente al espejo estaba una mujer que no se parecía mucho a mi, maquillaje perfecto y suave, aunque al principio mis prejuicios me dictaron que me maquillaría fuerte como ella, el vestido era una pieza sencilla pero elegante, tenía una caída que arrastraba por el piso y unas sandalias rojas que contrastan con ese vestido que era de inocente apariencia.

—Gracias —le dije con suavidad.

—Valeska, sabes que solamente somos presas de las circunstancias. Me gustaba cuando jugabas conmigo, aunque lo hacías porque mi madre te obligaba, pero eran la única que soportaba mis berrinches. Aún así —su voz estaba triste—. Me caes bien, eres tonta, pero eres demasiado buena para ser verdad, hoy cuando te encuentres frente a ese hombre solo muestrate como eres, así es como enamoras a todos los que te rodean.

—¿De qué hablas?

—¿Sabes por qué dejé de venir con mis novios o amigos a casa? Todos se fijaban en la dulce Valeska. Atraes a las personas con esos ojos dulces y esa actitud sumisa. Usa eso en tu favor Valeska y cuando te liberes de mi madre, ya que tu si puedes, vuela tan lejos y tan alto de ella como puedas.

—Ragna tu...

—Es hora, tonta. Vamos.

Mis pasos iban rápidos, pues Ragna me llevaba de la mano prácticamente arrastrada hasta una pequeña y linda cabaña que antes mi padre y yo usábamos como capilla, ahora era como un lugar extraño y lleno de recuerdos para mi, pero de objetos lujosos para ellas.

Vi a dos hombres allí, ambos mayores, demasiado para mi gusto y me detuve enseguida.

—Ellos no son, están demasiado viejos, conserva la calma. Sigue caminando.

Ya no había rastro de la Ragna gentil y dulce de unos momentos atrás.

—Ragna, yo no quiero...

—Yo tampoco, pero en la vida para mantenernos a salvo y vivos, debemos hacer lo que no nos gusta. Las mujeres como tu y como yo no tenemos elección, inclusive traicionar a los que amamos es un deber para sobrevivir, Valeska —limpio una lagrima y continuamos caminando.

—Señoritas —dijo un hombre canoso que nos miraba despectivamente.

Ambas saludamos de manera cordial y los 4 junto a Jonella que llegó tomada de la mano de Derik entramos en la capilla.

—En unos instantes llegaran mis hijos —dijo el hombre canoso.

Pero los minutos pasaron, y el tiempo se pasó volando, yo había decidido sentarme y estaba agradecida de que el hombre se hubiese arrepentido, de esa manera no me vería obligada a aceptar semejante locura. Pero 90 minutos después el rugido de un motor nos sobresaltó a todos, en especial al hombre canoso que no había dejado de caminar de un lado a otro dentro de la capilla y había hecho al menos unas 100 llamadas telefónicas que nunca le contestaron.

—Es hora —nos informó, uno de los hombres se dispuso sobre el altar y mi confusión fue mayor, pues no sabía si era un hombre de iglesia o un abogado.

Primero ingresó un hombre joven, atractivo y elegante, perfectamente peinado y con un paso firme, los ojos de Ragna se concentraron en él y le dio su sonrisa más coqueta. Pero el hombre me miró enseguida y sus ojos aunque eran muy claros, casi transparentes, daban un confort y calidez que hacía mucho tiempo no veía en nadie, si él era el hombre con quien debía casarme, tal vez no todo iba a ser tan malo.

Se acercó al hombre canoso y mayor, le susurró un par de cosas y este se puso rojo de ira. Ambos se quedaron de pie y dirigieron sus ojos a la entrada, nuevamente pude ver la sombra de otro hombre y sentí un frío recorrer mi cuerpo.

Era alto, mucho más alto que el primer joven que entró, sus pantalones eran jeans ne.gros un poco gastados y me di cuenta de lo innecesario que había sido el vestido, peinado y maquillaje, traía una camiseta blanca que dejaba ver sus músculos grandes y voluminosos, mis ojos siguieron subiendo y en sus manos vi una chaqueta de cuero, cuando llegue a sus labios me di cuenta que traía un cigarrillo encendido y luego sus ojos, esos ojos ya los había visto.

Es él. 

Por un segundo creí verlo sonreír, pero yo estaba paralizada por la presencia y la imponencia de aquel hombre que se veía más joven que el primero, pero fuertemente más rudo, sus ojos si eran fríos y aterradores, igual que su caminar. Tal vez eran sus brazos llenos de tatuajes que llegaban hasta sus manos, su peinado desordenado o simplemente era él, pero sentía pánico con su sola presencia. 

—Ivar, apaga eso. Estamos en una iglesia —el hombre más joven lo reprendió.

—¡Qué escándalo! Un cigarrillo en una iglesia —dijo sarcástico y cuando llegó a mi lado, lo lanzó al piso y lo apago con el pie sin quitarme los ojos de encima —comencemos —dio la orden, porque eso fue, una orden.

—Estamos aquí reunidos para...

—¡No, no, no! —interrumpió al hombre que iba a celebrar la boda—. No vamos a andar con hipocresías innecesarias, esto no es un matrimonio por amor y nadie va a venir a interrumpir esta farsa, puede saltarse todos esos protocolos, porque estoy seguro que mi padre le pagó una fuerte suma de dinero para que esté haciendo esto y de esta forma. tan poco legal. 

Mis mejillas estaban rojas, me sentía completamente humillada y maltratada, pero era verdad. Nadie allí iba a detener esa boda y escuchar una ceremonia no era necesario.

—Ivar Isaken ¿Acepta usted a Va...

—Si acepto —interrumpió de nuevo—. Y ella me acepta como su legítimo esposo, porque por eso está aquí, así que ambos aceptamos y yo ya puedo besar a la novia.

Yo esperaba todo, menos que me tomara de la cintura y me besara, sus labios eran suaves y aunque el aliento a alcohol y cigarrillo me molesto, primo esa fragancia masculina. Fue un beso corto pero interesante.

Solo hubo silencio y yo tampoco sabía qué decir.

—Te dije anoche que me esperaras 5 minutos junto a tu auto. Ahora tendrás que estar conmigo toda una vida, esposa —sus palabras hicieron que mis ojos se abrieran de par en par como platos y lo miré, mientras sostenía esa arrogante sonrisa que derretiría las bragas de cualquiera.

Era el hombre del hospital, era el hombre que ahora era mi esposo y yo no podía cambiar. Y me había reconocido por completo.

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