Valeska caminaba por la habitación, durante esa semana estuvo atenta en aprender todo sobre su dinero, dejó que Isak le explicará porque no quería ver a Ivar, no soportaba estar junto a él. Y el pobre tan paciente como era, estaba entrando en un estado de cólera que iba a destruir su cordura.Todas las noches luego de la llegada de Valeska a casa, golpeaba tres o cuatros veces la puerta de la habitación, que era suya pero a la que Valeska no le dejaba entrar, luego de la rotunda indiferencia de la rubia, se iba. Danella chillaba de vez en cuando por los inhumanos tratos que decía le estaban dando por órdenes de Valeska, Ivar no respondía a ningún reclamo porque no quería problemas con su mujer, aunque sabía que ya tenía uno.—Es la última vez que pienso golpear esta puerta —Ivar le advirtió a Valeska antes de dejar que el silencio llegará nuevamente. La rubia miraba la puerta como cada noche, con un dolor imposible de describir, odiaba estar en esa posición, odiaba alejar a Ivar per
—Señora Valeska, debe firmar estos documentos —el vibrador entre las piernas de Valeska no la dejaba pensar ni coordinar absolutamente nada.—Yo… Si.Ivar miraba a Valeska desde la comodidad de ese sofá que estaba frente al escritorio, Isak no había vuelto a las oficinas y ellos dos trabajaban hombro a hombro incansablemente, aunque Valeska aprendía rápido. Ivar disfrutaba de quitarse peso de encima con las cosas del dinero.—Firma, debes firmar, Valeska —la voz firme de Ivar la hizo volver a la realidad, sus mejillas estaban demasiado rojas, sus piernas apretadas y su corazón estaba por salirse de su cuerpo.La mujer tomó el documento entre sus manos y firmó con prisa, quería que Ivar la dejará en paz, tal vez si se iba sería una buena oportunidad para concentrarse en el trabajo.—Apagalo —le ordenó cuando la secretaría salió de la oficina.—No. Correte primero.—¡Mierda! —La rubia lo quería, pero no quería darle gusto tan pronto a Ivar.El rubio se pavoneó por la oficina con una vas
Nada, ninguno decía absolutamente nada, las enfermeras y doctores habían salido varios minutos antes y la mirada de Valeska estaba sobre todas las cosas en esa habitación, detallo las flores, los cuadros, las sábanas, todo. Pero no podía mirar a Ivar. Ella lo sabía, lo supo desde el primer síntoma, ver ese jugo de naranja y sentir las náuseas al desayuno que se habían vuelto matutinas. —Lo sabías —Ivar se sentó frente a ella en la camilla, aquel comentario la sorprendió y se puso muy roja. —Yo… —Por eso no dices nada, no eres capaz de mirarme, porque lo sabías —Ivar sentía una fuerte opresión en su pecho, porque aunque no estaba pensando en un bebé, en un hijo, tampoco era la manera en la que quería recibir aquella noticia, se imaginaba algo más parecido a una celebración. —Era una posibilidad, no creí que llegase a ser una realidad. —¿Hace cuando lo sospechabas? —Ivar eso no… —Si importa —estaba molesto—, puedo entender que ahora yo no sea más que un juguete para ti, que
—Shhh… no hagas ruido.—Lo siento —Ragna acababa de tomar una ducha y salía del baño con un albornoz que la cubría por completo, miraba a Isak con los ojos llenos de devoción y amor, mientras el alto rubio sostenía en brazos el pequeño rollo de cobijas en el que estaba envuelto su bebé.—¿Cómo te sientes? —Isak le preguntó sin dejar de mirar al pequeño.—Cansada, nerviosa, asustada…—¿Enamorada?—Siempre.Ragna no podía ocultar sus sentimientos, era imposible para ella no sentir como la felicidad inundaba su vida, era realmente feliz, por primera vez en su vida se sentía plena y llena, tuvo miedo en muchas ocasiones, quiso matar con sus propias manos a Isak y arruinar esa hermosa sonrisa de oro, pero fue imposible porque nunca antes había conocido a alguien tan caballeroso y centrado en sus cabales, pudo aprovecharse de ella y usarla a su antojo, pero no, contrario a todo lo que Ragna conocía en su vida Isak desde el primer momento se portó bien con ella. —¿En qué piensas?—Nada —Rag
—¿Están listos? —No —Ivar era el último en llegar a la mesa para tomar la fotografía, por delante de él había llegado Valeska a la que aún le temblaban las piernas—. Una copa de agua —ordenó a uno de los sirvientes y se la entregó a Valeska que la necesitaba urgentemente para bajar el color rojo de sus mejillas. —La próxima vez intenta no follarte a tu mujer en el cumpleaños de mi hijo —Isak no tenía derecho a estar molesto, pues algo muy parecido había sucedido entre él y Ragna horas antes en medio de la cava de vinos que tenían en la cocina. Pero al menos el rubio mayor intentó ser más cauteloso, pero Ivar era todo menos sútil. —La próxima vez dile a tu esposa que le regale ropa menos provocativa a la mía. Ambos soltaron una risa que hizo que el fotógrafo profesional que estaba frente a ellos carraspera para así obtener la atención de los imponentes hombres, todo estaba listo para la foto familiar. Si, era una fotografía digna de tener en un lugar muy visible y en gran tamaño,
2 años atrás.—Jonella, ¿estás lista? —Acke preguntó con firmeza, aunque su voz ahora era espesa, carrasposa, dura, áspera, pastosa, desagradable. Miraba con odio, pero mantenía sus metas en claro.—S-si… Aquí te espero.Jonella temblaba de pies a cabeza, mientras el hombre apuntaba a su cabeza, sentía perfectamente el frío del arma sobre su piel, las lagrimas salían silenciosas, no tenía a nadie que le ayudará. Ella lo sabía, en ese justo momento se dio cuenta que su vida solamente giraba en torno a ella y que sola iba a enfrentar la muerte.Nadie la iba a extrañar, Derick que estuvo a su lado durante años, la había dejado al fin cuando Ragna se fue de la casa junto a Isak, esa tarde mientras tomaba té con sus falsas amigas Jonella vio que los empleados de la casa bajaban las maletas y pertenencias de Derick a la puerta principal, en medio de la conmoción aquella situación fue la comidilla durante semanas, no le rogo, se quedó mirando fijamente al hombre que creía amar marcharse de s
—¡Igor, no! —El grito de Valeska al pequeño diablillo asustó a todos. El niño estaba sobre una mesa, con una sábana anudada a su cuello simulando una capa. Ingo sostenía la silla en la que estaba el perro que era más grande que ellos dos y que estaba por salir corriendo en dirección a Igor, con una habilidad única en Ivar, el rubio se abalanzó sobre su pequeño que estaba volando por el aire mientras sostenía a la hermosa Ida, la recién llegada a la familia, Ragna tenía poco menos de dos meses de haber tenido a otro lindo niño, llamado Ingmar. —Un día vas a sacarle el corazón a tu madre, pequeño —Igor tenía edad suficiente como para entender con claridad las palabras de su padre y por esa razón soltar una carcajada sonora que solo los niños pueden lograr, para hacer reír a todos a su alrededor. Era un día soleado, de cielo despejado y con aves cantando por todo el lugar, Ivar y Valeska miraban en dirección a la piscina porque Igor jugaba desenfrenadamente con Ingo, eran como uña y
Igor nació muy pequeño, cuando lo tuve entre mis brazos me asusté. Creí que podría lastimarlo con solo tocarlo, mis manos en comparación con su pequeño tamaño parecían gigantes, pero desde que tomó mi dedo meñique me di cuenta que ese pequeño tendría la fuerza de su madre y mía en un solo empaque. —¿Crees que me reconozca? —le pregunté a Valeska que aun seguía un poco pálida. —Sabe que eres su padre. —¿Cómo? Es… es tan pequeño. La fragilidad de Igor entre mis brazos, sus pequeños ojos cerrados, esa ligera capa de pelo rubio sobre su redonda cabeza, su piel blanca, todo era extraño y perfecto al mismo tiempo, mientras lo continuaba arrullando y mirando en esa habitación de hospital, no podía evitar tener en mi cabeza el recuerdo de cada segundo junto a Valeska. Era como un remolino sin fin, desde que éramos niños me había atrapado con su dulzura, cuando la volví a ver en aquel hospital y luego en la calle. Cada encuentro solo me hizo caer más y más profundo. —¿En que piensas? —E